Cerca de diez años han transcurrido desde que la escritora mexicana Myriam Moscona publicó “Tela de sevoya”, el libro que precede al universo de su ficción más reciente, una novela en la que la memoria y la poesía son el telón de fondo para reconstruir la historia de una familia y el intento por comprender su origen y la base de su identidad.
Al interior de las páginas de “León de Lidia”, título publicado en 2022 por la filial mexicana del grupo Planeta, bajo su sello Tusquets, la autora regresa a aquellos escenarios y se deja la piel en cada pasaje de esta novela.
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Con buen tino, y haciendo uso de una prosa fina que le permite abarcar cada cultura que la precede: mexicana, búlgara, sefardí... Moscona consigue ahondar en los misterios de la memoria y en lo difuso de algunos retratos familiares.
“León de Lidia” es uno de esos libros cuyo género lo hace inclasificable. Novela con aire de testimonio, libro de relatos y colección de dibujos, narrada de manera fragmentaria, supone para la autora un verdadero desafío estético, que no necesita más que un empujón para echar a andar toda una suerte de evocaciones.
La presencia de diversos personajes, como una abuela furibunda y su hermana «libertina», salpica de humor, pero también de fragilidad las páginas de esta obra que se borda entre el sueño y la vigilia, reza la contraportada. Las revelaciones imprevistas con las que pacta la autora son también −de muchas e ingeniosas maneras− un homenaje a los orígenes, un duelo por la orfandad y un tributo al judeoespañol, lengua tan minoritaria como bella en la que resuenan los ecos de Cervantes.
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“León de Lidia” aborda distintos temas a lo largo de la trama, la historia de un país, la migración, la vida de los huérfanos, las naciones divididas, la ingravidez de no saber de dónde venimos, el amor y el odio. Temas que se concretan todos a la luz de las persecuciones y el miedo de quien narra por reconstruir la historia propia.
“Muchas veces escribes con el puñal adentro de la tripa y eso no garantiza que el resultado sea bueno”, señaló la autora en una entrevista con Aristegui Noticias. “Muchas veces quieres decir algo y en realidad dices otra cosa, y eso me ha llevado a querer tirar la toalla o a preguntarme sobre mis propios alcances”.
Ronda entre las páginas una obsesión por lograr que todo quede en su lugar. La novela es como un rompecabezas cuyas piezas deben encajar, y quien lee siente la necesidad de reconstruirlo todo, juntar los pedazos, observarlos, abrazarlos.
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Desde que inicia hasta que termina, la novela se presenta con aire cartográfico y propone un viaje al pasado, sin dejar de hacerle un guiño al futuro.
“León de Lidia” no es una novela convencional, su estructura fragmentaria con alta carga poética, supone una intensa búsqueda por cada uno de los mosaicos que componen la historia familiar, termina de adquirir todo su sentido cuando la lectura del libro se ha concluido completa, solo hay las partes todas se manifiestan.
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