La joven poeta española Elvira Sastre recuerda su infancia como lectora voraz y el surgimiento de su deseo por escribir textos propios, sobre todo cuando alrededor de los doce años, experimentó “un cambio increíble, una revolución” al descubrir la poesía. A sus treinta, lleva publicados, entre otros títulos, sus poemarios Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo (2013), Baluarte (2014), Ya nadie baila (2015) y La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida (2016), su novela Días sin ti (2019), por la que obtuvo el Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral, y los artículos que reunió en Madrid me mata (2022), originalmente escritos para El País entre 2018 y 2020.
Sastre comenzó dando a conocer sus poemas en el blog Relocos y Recuerdos que inició a la edad de quince años. “Descubrí que estaba todo el mundo en internet –dice–. Me doy cuenta de que es un espacio seguro en el que yo puedo compartir mis cosas y en el que conozco gente con mis mismos intereses, que también escribe, que yo también leo… Y eso hace de campo de cultivo para los libros que vienen después”, cuenta.
Además, hace ya una década viene combinando las lecturas de poesía con música en vivo, provocando una innovación tal en el recitado que sus funciones tienen lugar en grandes teatros a sala llena en España, México y Argentina. Al respecto, comenta que su natural timidez la llevó a buscar formas de “compartir con amigos un escenario” porque subir sola le producía pánico. Su popularidad también genera largas filas durante las firmas de ejemplares en las más importantes ferias de libros del mundo hispano.
En este momento, trabaja en dos proyectos para grandes editoriales: un volumen que reunirá su obra poética y una segunda novela, que completará en los próximos meses. A la vez, edita un pequeño fanzine que reunirá sus fotografías y algunos poemas, que, asegura, “lo vamos a sacar como saqué mi primer libro, cosido a mano en casa”. Mientras tanto, planea también Yo no quiero ser recuerdo. Argentina Tour, una gira junto al músico Manu Míguez que la traerá por tercera vez a grandes teatros de Buenos Aires y del interior, con un show que incluye poemas para bailar, otros para enojarse, y que describe como “montaña rusa de emociones”.
-¿Cómo eran tus primeros poemas? ¿Los pensabas en relación al contexto de publicación o no te importaba?
-Por aquel momento, no existían los algoritmos y esas cosas de “no pongas demasiado texto porque entonces te lo capamos”. Entonces yo escribía lo que sentía y eso es lo que sigo haciendo. De hecho, me abrí una cuenta en Twitter porque quería compartir el link del blog. En mi primer libro, los poemas son súper largos porque yo en esa época tenía veinte años y la necesidad de contarlo absolutamente todo, estaba viviendo todo por primera vez. Entonces tengo un verbo muy rápido, muy extenso. Sin embargo, en los últimos tiempos, el cuerpo me pide más escribir poemas más cortos, pero más conceptuales, que al final la poesía es la sinopsis de algo que te pasa y vas aprendiendo a expresar con pocas palabras un concepto complejo. Es una cuestión de estilo y de madurez.
-En Madrid me mata mencionás algunas características de tu generación. ¿Seguís pensando que fue un poco sobreprotegida? ¿Cómo te comparás con otras generaciones de poetas y escritores?
-Yo creo que cada generación tiene sus heridas y sus cicatrices. Eso es una realidad y yo, lo que te puedo contar de la mía es que crecimos –por lo menos en España– muy protegidos, creyéndonos, en reglas generales, muy especiales, porque era lo que nos hacían creer. Y en España también sucedió que veníamos de una época de bonanza increíble y luego llegó la crisis cuando estábamos en mitad de la carrera universitaria. De pronto entonces ves todos esos esfuerzos, como la economía de tus padres invertida en tu carrera, y sales y no tienes trabajo. O si tienes, te pagan una miseria. Y es algo que sigue pasando. Entonces te sientes engañado, un poco estafado por todo el discurso narrativo que has escuchado toda tu vida y de repente, pues, ha sido mentira o no ha sido posible.
-¿Y qué consecuencias trae eso?
-Somos una generación a caballo entre dos mundos, que nos hace más fácil que nos adaptemos, pero, al mismo tiempo, tenemos una fragilidad y una vulnerabilidad muy expuesta. Además, si bien no es mi caso por suerte, hemos crecido con una educación más bien heteropatriarcal. Empezábamos a salir del cascarón, pero todavía muchos términos aún no existían o no se explicaban y yo, por lo menos, siempre sentí que iba a contracorriente de todo. Creo que hay más libertad ahora en ese sentido.
-En algunos artículos decís que la “libertad” es una palabra a veces mal empleada. ¿Qué te gustaría defender como libertad?
-Me acuerdo de esos artículos porque Madrid era el punto central, pero hay muchos elementos comunes en otras ciudades. Recuerdo que se empleó la palabra “libertad” como parte de un slogan de un partido político que lo estaba utilizando con fines que poco o nada tenían que ver con la libertad. Se habían apropiado del término y luego parece que tú no lo puedes volver a utilizar. Creo que sería un tremendo error no poder usar la palabra “libertad”. Al final creo mucho en las palabras y las defiendo muchísimo y cuando se emplean mal me da mucha rabia.
-¿Y para qué sí te gustaría usarla?
-Pues para lo que significa en origen. Yo defiendo muchísimo la libertad de todo, de género, de vida, de elección, de pensamiento, es el civismo. Para mí, está por encima de todo. Cada uno tiene la libertad de elegir, en su vida, lo que mejor le haga sentir o con lo que se sienta más representado, identificado o lo que le genere mayor bienestar. Evidentemente, dentro de los límites cívicos, obvio, pero creo que debería ser el leitmotiv de la convivencia.
-Dentro de esa libertad tenés un compromiso fuerte con el feminismo, las marchas del 8M.
-Es que yo soy una mujer feminista desde pequeña. Antes costaba más saber cómo nombrarlo, pero a mí me han educado así siempre, mi madre y padre. Entonces forma parte de mi vida. Cuando me preguntan si un libro mío es feminista, no es que el libro sea feminista, es que si yo lo soy, el libro lo es. No tiene más. Es una causa que me parece tan lógica que no entiendo que no se pueda defender o que no se quiera formar parte de ella, pero la realidad es la que es, entonces ahí seguimos en la lucha. Además es algo de lo que he aprendido muchísimo en Argentina cuando he ido porque me acuerdo que antes de que surgiera esta marcha tan multitudinaria en España, en Argentina la movilización ya era brutal y yo eso lo viví. Tuve la suerte de vivirlo allá antes de que brotara en España. Entonces el ejemplo fue increíble y lo sigue siendo.
-¿Y sentís que el feminismo y el proteccionismo animal están vinculados?
-No lo sé, no lo había pensado, pero supongo que toda causa social tiene un origen compartido. Al final se trata de una defensa a un colectivo que, por distintos motivos o condiciones, necesita un amparo, una defensa. Entonces sí puede tener ciertos puntos en común, seguro.
-Cuando terminaste Madrid me mata te habías mudado a las afueras. ¿Extrañás la ciudad?
-Vivo en las afueras, pero a media hora en coche y prácticamente bajo a Madrid todas las semanas. Entonces tengo la suerte del campo y de la quietud y la tranquilidad y al mismo tiempo sigo teniendo la ciudad. Hay momentos en los que puedo echar de menos vivir allí, pero es verdad que luego estoy aquí y se me pasa. Vivo en esa dualidad, creo que es algo muy humano, el quererlo todo y aceptar que no se puede es difícil, pero estoy muy contenta porque tengo campo y tengo mis perros, tengo un árbol que va cambiando de color y que veo cada vez que escribo, entonces no podría pedir más.
-Además de escribir poesía, artículos de actualidad y una novela, también innovaste mucho en cuanto a la lectura y el recitado, que llevaste a los teatros y acompañás con música. ¿Cómo llegaste a esa forma?
-La verdad es que no tenía referentes a ese nivel, no era algo que se hiciera en ese momento o yo por lo menos no lo conocía, tampoco había intenciones de ir más allá. Yo me movía mucho en el circuito cultural aquí en Madrid –me hice muchos amigos–, pero en su momento, el hecho de subirme a un escenario sola me daba pánico. Era incapaz. Así que fue la manera de que alguien me acompañara y de pronto descubrí que eso funcionaba, que engalanaba los poemas, que lo convertía en un tercer arte, que los poemas llegaban a la gente de una manera muy emotiva y ahí me di cuenta de que funcionaba.
-Y que funciona tanto en España como en otros países de habla hispana. ¿Cómo es tu relación con los demás países adonde llevás tu espectáculo?
-Sobre todo de amor y de gratitud porque muchísima gente me acompañó desde el principio gracias a las redes sociales. Mis libros, en una distribución correcta y buena han llegado hace un año nada más. Es fuerte porque llevo diez en el escenario y llevo muchos años yendo a Latinoamérica. Entonces siempre han estado ahí, han hecho muchísimos esfuerzos, han gastado muchísimo dinero en conseguir mis libros, en pagar gastos de envío enormes, en acudir a recitales en otros países y otras ciudades, estando mal la economía. Me han apoyado. Entonces es de gratitud enorme y siempre lo será porque este amor del público lo llevo con muchísimo orgullo y soy muy consciente de que ha impulsado mi carrera a unos niveles que nunca jamás habría pensado que podía pasarme. Es una cosa muy bonita y por eso cuando voy, lo damos todo, intentamos acudir a todos los sitios que podemos porque es cierto que “un artista se debe a su público”. Tenemos en común el idioma, pero no es lo único. Hay una serie de aspectos que compartimos todas las personas, el idioma lo facilita, por supuesto. Compartimos cosas, otras no, y yo vuelvo y siento que he crecido y eso luego lo incorporo a mi escritura.
-Y estás a punto de presentarte en la Argentina.
-Sí. Pues animo mucho a la gente a que venga. Lo que ofrecemos es un show que yo no he visto en ningún otro sitio, creo que se parece más a un concierto que a un recital, pero tiene toda esa parte emotiva y de pausa también. Hay poemas para bailar, para enfadarse, para llorar, para alegrarse, es una montaña rusa emocional creo que muy sanadora y yo animo a toda la gente a que venga y si hay alguien por ahí que está solo o sola y quiere venir, pero no se atreve, le animo a que lo intente. Yo voy muchísimo sola a sitios culturales y la transformación es mucho más intensa.
-Salir solo o sola es muy liberador, aunque a veces cuesta.
-Sí. Es muy importante dedicarse tiempo a una misma. Es algo que aprendí. Yo vengo de una ciudad pequeña de Segovia y es algo que no he hecho hasta que llegué a Madrid. Porque pues, es una capital, hay tantísima gente que hace planes a solas. A mí me fascina, prácticamente todas las semanas voy al cine sola. Me encanta y creo que es muy importante cultivar esos espacios de autocuidado. He ido sola a muchos conciertos, algunos de mucha carga emocional. Me acuerdo uno de [Ludo]Vico Einaudi, me acuerdo haber ido a verlo sola al teatro y fue una experiencia increíble.
-¿Y fuiste sola alguna vez a la Marcha del Orgullo?
-No, ahí no. No me ha sido posible porque siempre he tenido amigas que han venido. Pero vamos, que iría también, ningún problema.
-¿Y la pandemia cómo la viviste?
-Yo, partiendo de la base de que tengo una casa, estaba con mi chica y con mis perros, en un espacio seguro, mi familia estaba bien, he tenido mucha suerte con esas variantes. Evidentemente, también estaban toda la incertidumbre y la preocupación. Yo, de todos modos, es verdad que no lo pasé mal del todo, fue un momento en que pude descansar, desapareció la ansiedad del trabajo –aunque claramente había otra-, pero en ese momento intentaba pasar el día a día. Pude volver a tener tiempo para leer los libros que tenía aplazados, ver películas, descansar, ponerme al lado de la ventana y que me entrara el sol. Entonces, quitando todo lo otro y considerando que yo soy diabética y por lo tanto también era de riesgo, creo que conseguí manejar bien el equilibrio y que tuve días muy tranquilos, incluso a nivel emocional.
Elvira Sastre presentará Yo no quiero ser recuerdo. Argentina Tour. En Buenos Aires: Teatro Ópera, 6 de mayo. En Córdoba: Espacio Quality, 11 de mayo. En Rosario: Sala Lavardén, 12 de mayo.
Seguir leyendo: