En el marco de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el periodista y escritor Sebastián Basualdo pasó por el stand de Leamos-Bajalibros para conversar con Belén Marinone sobre su libro Todos los niños mienten.
En esta entrevista habló de atravesar la infancia durante los 80, en la transición a la democracia, pero también cómo construyó ese universo “lúdico” –en sus propias palabras– del protagonista de la novela, Lautaro. En esta precuela de su novela anterior, Cuando te vi caer, lo que hizo para construirla “fue abordar la niñez, por decirlo así, de Lautaro durante los años 80, pero como es desde la perspectiva del niño él no tiene ninguna conciencia histórica, excepto en un momento de la novela cuando un maestro de la escuela pública desaparece”.
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Para llegar a eso, cuenta, intentó trabajar la “cosmología, la visión de la niñez de esa época” y, como el protagonista no tiene conciencia de eso que pasó con su maestro, “se construye otro relato”, lo que es muy propio de los niños. Como él mismo explica, el título apunta a eso, a ese relato nuevo –”todos los niños mienten”– que no es otro que “el universo lúdico de los niños”. Y continúa: “Por lo tanto, cómo juegan, con qué juegan pone de manifiesto cuestiones culturales e ideológicas de la sociedad”.
Aclara que con este novela no pretendió plantear una cuestión nostálgica de la niñez, y señala que, contrario a lo que decía Rilke –”La infancia es la patria del hombre”–, hay quienes tuvieron que “exiliarse de su propia infancia. Es decir, no es el momento más agradable”.
Entrecruzó, en este diálogo, cuestiones como el mercantilismo, el juego, el tiempo, la ficción y el trabajo, y en relación con ello sentencia que “el juego es parte esencial de una forma de conocimiento”, y en ese acto tiene mucho que ver la educación, sentencia. Como dice Pavese, cita, “hay una especie de mitología que uno se construye y hay una especie de proyección hacia lo que uno hace después en la vida adulta”.
A propósito de los autores que parafrasea dice que “la literatura está hecha de herencias, es decir, la originalidad en la literatura o en el arte no existe. La literatura como cualquier arte es una herencia, y ser original significa ser fiel al origen. Es decir, de alguna manera entender que no tenés nada nuevo para decir, sino que te insertás en una determinada tradición, y a partir de esa, intentar generar algo propio, un universo personal”.
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