“Pensar en una poesía escrita para niños también”: Felipe Munita y el oficio de la mediación de la lectura

El poeta chileno conversó con Leamos, durante su participación en la edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, a propósito de su oficio como mediador de lectura y la escritura de su libro “Diez pájaros en mi ventana”

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El poeta y académico chileno Felipe Munita, uno de los invitados a la edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá. (Diseño a partir de fotografías: Jesús Avilés/Infobae).
El poeta y académico chileno Felipe Munita, uno de los invitados a la edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá. (Diseño a partir de fotografías: Jesús Avilés/Infobae).

Si en Colombia hablamos de Jairo Aníbal Niño y en México el referente es Francisco Hinojosa, en Chile podría hablarse, junto a otros notables nombres, de Felipe Munita, el poeta y académico nacido en Santiago que ha conseguido importantes premios de literatura infantil y juvenil, entre los que destaca el Premio Hispanoamericano de Poesía para la Infancia 2022.

Su labor como mediador de lectura, trabajando de la mano de los más pequeños, le ha permitido labrar un camino que solo encuentra sentido a partir de las experiencias de los otros.

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Licenciado en Letras y Doctor en Didáctica de la Lengua y la Literatura, profesor en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile y miembro colaborador del grupo GRETEL de la Universidad Autónoma de Barcelona, Munita ha publicado varios libros de carácter divulgativo, así como poemarios, entre los que resaltan “Hacer de la lectura una experiencia”, “Yo, mediador(a): mediación y formación de lectores”, y “Diez pájaros en mi ventana”.

Este último es un poemario ilustrado por Raquel Echenique, que reúne versos alejandrinos, haikus, caligramas y otras formas de la poesía, que supone un encuentro para los lectores con la música y la emoción por la naturaleza.

Portada del libro "Diez pájaros en mi ventana", de Felipe Munita. (Ediciones Ekaré).
Portada del libro "Diez pájaros en mi ventana", de Felipe Munita. (Ediciones Ekaré).

Respecto a su trabajo en este libro y su recorrido como mediador de lectura, Felipe Munita conversó con Leamos, a propósito de su participación en la edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá:

— ¿Cómo alguien termina haciéndose mediador de lectura?

— En mi caso, yo ya tenía una formación en literatura, pero cuando la hacía no había cursos de literatura infantil o de promoción de lectura. Se trataba de literatura más bien canónica. Empecé a trabajar, entonces, a principios de siglo en una fundación en la que se adelantaban proyectos de fomento de lectura, proyectos de implementación de bibliotecas escolares y ahí descubrí un mundo que no conocía para nada, que era el mundo de la literatura infantil y juvenil. Me encontré con obras de altísima calidad literaria, poética, visual, estética. Fue un amor a primera vista. Ya son 20 años dedicado al mundo de la literatura infantil y de la mediación de lectura de esas obras maravillosas, qué hacer con ellas y cómo llevarlas a las manos de tantos niños y niñas. A partir de ahí estuve trabajando mucho tiempo en proyectos escolares y sociales de promoción de la lectura y en algún momento ya decido profundizar más en estos temas.

Me rondaba mucho la idea de conceptualizar la idea de la mediación de lectura, del mediador de lectura. La escuchaba, sabía que estaba en boca de todos, pero no había trabajos que ayudaran a responder a la pregunta de qué hablamos cuando hablamos de un mediador o mediadora de lectura. Entonces, ahí me fui a hacer el doctorado en la Universidad Autónoma de Barcelona, con un grupo de investigación en el que compartí con Teresa Colomer, que es una persona muy connotada en el tema, y luego ya no paré más.

— De ahí surgen las experiencias para escribir sus primeros libros.

— Más precisamente “Yo, mediador(a): mediación y formación de lectores”. En ese libro intentaba condensar 10 años de trabajo sobre el concepto de mediación, de qué hablamos cuando hablamos de mediación de lectura y qué aporta esa noción al campo de la de la promoción de la lectura.

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— En ese recorrido, ¿qué influencias encontró? ¿Qué trabajos podría destacar que le permitieron la ruta que finalmente ha elegido?

— Por una parte, para mí significó una influencia muy fuerte el trabajo de Teresa Colomer, con quien yo me doctoré y con quien luego trabajé también muy asiduamente. Ella dirigía un grupo investigación que para mí fue mi mayor espacio de formación, el grupo GRETEL, que todavía investiga sobre literatura infantil y juvenil y educación literaria.

Por otra parte, como hice mi doctorado también en Francia, pues de ese mundo francófono también recibí influencias. Ahí descubrí toda una tradición vinculada a la didáctica de la literatura pensada como un campo disciplinar, que tenía mucho desarrollo o mucho más desarrollo que en el mundo hispanohablante.

Una tercera parte importante en mi formación viene de la lectura de varios autores y autoras latinoamericanos, de la mano de quienes yo comencé a trabajar estos temas. Los escuchaba en conferencias, en congresos, y leía sus textos. Autores como Gustavo Bombini, en Argentina, por ejemplo, o Silvia Castrillón, en Colombia, que ha hecho un trabajo de larga data y muy profundo sobre temas, por ejemplo, de biblioteca escolar. Podría nombrar más autores, pero lo que quiero decir es que han sido zonas de influencia que fueron importantes en mi formación. Esta zona de influencia más latinoamericana también le daba un sustrato más político a la promoción de la lectura que a mí me interesa.

— ¿Cuál es el campo de acción hoy? ¿Qué tanto han cambiado estos discursos y prácticas con el paso de los años? ¿Qué ha supuesto la pandemia, por ejemplo, en la manera como se contemplan estos asuntos?

— Influyó como en todos los ámbitos de actuación social y educativa. Tuvimos que reinventarnos, tuvimos que comenzar a andar caminos que no habíamos explorado nunca y se abrieron espacios muy interesantes. Pienso, por ejemplo, en los clubes de lectura virtuales que congregaron a tantos jóvenes y adultos, y en varios casos también a niños. Me maravilla ver cómo los lectores necesitamos la socialización, necesitamos el intercambio entre lectores y, por fortuna, muchas mediadoras y mediadores de lectura han profundizado en ese camino.

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— Usted también es poeta y ha ganado ya varios reconocimientos por explorarla en un nivel que se concentra específicamente en los niños, pero es curioso pensarlo. ¿Existe realmente la poesía infantil?

— Es una buena pregunta. A mí me gusta más pensar no tanto en una poesía infantil sino en una poesía para niños también. Esto lo tomo de un poeta chileno llamado Floridor Pérez, ya fallecido él, muy querido mío, quien hablaba hace muchos años ya de una poesía para niños también. Es decir, una poesía, que es eso, justamente, pero que también tiene el honor de ser leída por niños.

Me interesa mucho esa conceptualización. Cuando yo escribí “Diez pájaros en mi ventana”, no estaba pensando en hacer una poesía infantil. Pensaba en escribir poesía, entrar en mí a través de la palabra poética y en cómo yo establezco un diálogo conmigo mismo y con los otros, con el mundo, pero teniendo claro que quería que aquello mereciera el honor de ser leído por niños.

— La clave está en no pormenorizar, supongo. Cuando somos niños, lo que menos nos gusta es que nos hablen como niños.

— Cuando el autor hace consciente el hecho de que no hay que hablarles distinto a los niños solo por el hecho de ser niños, dejamos de lado esa poesía que infantiliza al niño, esa poesía que es torpe y no busca más que la rima por la rima, nada más porque a los niños les gustan las palabras, los sonidos que riman.

Aquello no tiene ningún vuelo poético. Yo, por ejemplo, soy un autor que trabaja con la rima, sí, es uno de los recursos poéticos que yo utilizo, pero no comienzo el trabajo desde la rima, sino que lo hago intentando profundizar en ciertas experiencias vitales a las cuales quiero entrar desde otro lugar, desde la lengua poética y para ello me valgo de ciertos recursos que me sirven, pero en el fondo busco ante todo el vuelo poético.

— Era algo que me gustaba mucho de la escritura de Jairo Aníbal Niño, el autor colombiano.

— Y claro. Era un grande. Siempre me viene a la memoria un poema suyo en el que una de sus líneas dice algo así como “el niño es una gota de tigre”. ¡Me encanta! Condensa todo en pocas palabras y lo hace de manera respetuosa con la infancia, pensando más en el poema mismo que en otras cosas, y que ojalá eso tenga la gracia de ser leído por niños.

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