Ida Vitale: es una de las grandes poetas del siglo XX y se hizo lectora porque una tía la puso a limpiar la biblioteca

La autora uruguaya de 99 años visitó la Feria del Libro de Buenos Aires y habló con Infobae Leamos sobre qué se siente estar cerca de los cien y por qué la música puede ser más importante que la poesía.

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Vitale ganó el Premio Cervantes
Vitale ganó el Premio Cervantes en 2018. Se trata del máximo galardón de las letras en castellano. (Crédito: Fundación El Libro)

La risa es lo primero y lo último que regala la uruguaya Ida Vitale, Premio Cervantes 2018 y una de las poetas latinoamericanas más importantes del siglo XX, cuando se sienta a conversar, con sus jóvenes 99 años a cuestas. No le pesan, al parecer. No al menos este rato en el que se brinda a la conversación generosa, y en el que recaerá una y otra vez en los recuerdos de la infancia, de sus lecturas de formación, evocando aquella casa familiar en la que, sin saberlo, se forjaba como escritora:

-La vejez casi no tiene ventajas, pero una de ellas es que ya no sé ni en qué día vivo, eso de algún modo es un beneficio- dice. Y ríe, ríe casi todo el tiempo.

Vitale viajó a Buenos Aires para participar de la Feria del Libro porteña, donde se presentó en la segunda jornada del Festival Internacional de Poesía, que en el primer fin de semana de este evento convocó a poetas locales y extranjeros, bajo la coordinación de Gabriela Franco.

Nacida en Montevideo en 1923, la gran poeta, docente y crítica uruguaya asume de todos modos, casi al filo de sus cien -los cumplirá en noviembre-, que el hecho de haber dedicado la vida a escribir todavía se le hace “insólito”.

Imágenes de "Ida Vitale", el
Imágenes de "Ida Vitale", el documental de María Arrillaga basado en la vida de la poeta.

-Tuve la suerte que les deseo a todos los niños: que en mi casa hubiera libros. No muchos, una pequeña bibliotequita con algunas novelas dispersas pero que mi tía Débora, que además era la directora de mi escuela, me encomendó limpiar una vez por semana. Debe haber sido para que me acercara a los libros, para despertar o potenciar mi curiosidad, incluso al decirme que no leyera todo, que siempre es bueno guardar un proyecto para el futuro y entonces yo quería leer. Y lo logró. Esa curiosidad me condujo a una elevación de la que ya no quise bajarme-asume.

A ella misma, admite, le asombra que todo haya empezado así, pasándole una franela seca a los lomos de esos libros, y con esas lecturas iniciáticas. No se imaginaba escritora. Pero el destino le tenía preparada otra cosa.

En 1949 publicó La luz de esta memoria, su primer libro, y se convirtió de inmediato en una de las poetas centrales de la Generación del 45, un colectivo que terminó siendo determinante en la historia de la poesía de su país: ese fue el inicio de un recorrido descollante que, casi setenta años más tarde, en 2018, quedaría coronado por el Premio Cervantes.

Fue, además, la quinta mujer en la historia en recibir el máximo galardón de la lengua española, habiendo recibido otros antes -muchos-, como el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en 2015, el Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo (compartido con Ramón Xirau), en 2009; o el Alfonso Reyes, en 2014. Aunque, en el caso de la que hoy es esta anciana de belleza innegable, risa fácil y ojos chispeantes, contemporánea de Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti, lo más notable no son los títulos, los calificativos ni los premios, sino la manera en que enlaza las palabras y crea destellos luminosos y certeros, sobre todo cuando escribe. Muchos de sus versos provocan conmoción.

“Sólo acepto este mundo iluminado, / cierto, inconstante, mío”, se lee en Cada uno en su noche, un libro de 1960.

Otro: “la Vida velocísima / deja / tras el zarpazo, / el desgarrón por donde gotea / la constancia”.

También sorprende su vitalidad: Vitale ya pasó por Feria porteña el jueves, la noche del acto de inauguración, volvió el viernes a una entrevista pública en el predio, y el sábado por la tarde, y en el medio paseó y concedió algunas entrevistas.

Vitale en 2018, cuando recibió
Vitale en 2018, cuando recibió el Premio Cervantes de manos del Rey de España. (EFE)

Sentada en un moderno silloncito de la embajada de Uruguay en Buenos Aires, conversa con Infobae Leamos. El solo hecho de saberse en la ciudad de Jorge Luis Borges, a quien conoció casualmente en un escaparate de Montevideo, o de su entrañable amiga María Elena Walsh, la muestra entusiasmada.

-A Borges lo conocí en una situación desopilante: ‘mirando’ la vidriera de un pequeño negocio, como perdido, le pregunté qué hacía y se inquietó, pero a mí me preocupaba que en realidad ya estaba ciego o casi ciego, y estaba solo ahí como mirando la nada -cuenta-. Después entendí que escuchaba todo. Y cuando supe, todavía no entiendo cómo, que había llegado a la conferencia que debía dictar en mi ciudad, me tranquilicé. Él parecía molesto por que yo hubiera querido prestarle ayuda. Es curioso que hayamos estado los dos parados en ese escaparate sin entendernos del todo. No sé qué año sería. Deben estar orgullosos de que sea argentino.

María Elena Walsh le trae recuerdos más íntimos, entrañables:

-Fuimos muy, muy amigas -explica-, ella paraba en mi casa cuando visitaba Montevideo, yo en la suya cuando viajaba hacia aquí. Era muy lúcida y muy cómica, aunque también tenía su carácter. A mi hija Amparo la adoraba, le traía ropa y le cantaba sus canciones, que gustaron a todos. Eso aunque es sabido nunca dejó de asombrarme. Yo creo que los primeros en valorarla eran los chicos, que tienen una inteligencia innata. Los chicos pueden no tener información o estar mejor o peor educados, pero inevitablemente reconocen cómo son las personas.

Vitale conversó con la periodista
Vitale conversó con la periodista Silvina Friera en la Feria del Libro. (Crédito: Fundación El Libro)

Ya no escribe (“Estoy de vacaciones”, dice risueña) pero lee todo lo que llega a sus manos.

-Igual podría prescindir para siempre de la poesía, lo que no puedo es alejarme de la música...

-Sorprende viniendo de usted…

-A mí no me sorprende, porque yo me acuerdo que ya de joven gastaba todo lo que tenía en ir a escuchar conciertos, la música está allá arriba, arriba de la poesía incluso, a mí se me hace que es obvio para todos…

-¿Y qué siente al saber que está tan cerca de sus 100?

-Aburrimiento, le diría. Una está más condicionada, los amigos se mueren, las ganas también se apagan un poco, pero yo tengo la suerte de tener una hija que me ayuda y una nieta, y eso es bueno, es una suerte diría, que no todos tienen. Yo tengo la vida y tengo ayuda. Y tengo mis recuerdos, más visibles que lo que pasó ayer; incluso me parece mentira que casi haya pasado un siglo desde que leí algunas cosas, como Guerra y paz, a mis diez años.

No entendió todo, asume, pero sí recuerda la curiosidad que despertó en ella la lectura.

Hay otra biblioteca en su memoria, una giratoria, en casa de una compañera de escuela que era hija de otro poeta uruguayo, Carlos Sabat Ercasty: él fue quien le prestó un volumen precintado de Las mil y una noches, “expurgada con minucia” por su corta edad. Y por esos años llegaron también a sus manos Alicia en el país de las maravillas, Robinson Crusoe, Dickens, Stevenson.

-Me volví codiciosa de libros. Y cuando descubrí El Quijote, en la secundaria, supe que era el libro de mi vida. Siempre me gustó mucho y lo daba en mis clases.

Ha dicho que, para ella, “la poesía es un puente, sí, pero no de seguro hierro, no de palabras siempre claras, sino riesgoso, lleno de fisuras, cubierto con las angustias invisibles que quizás solo valen para quien lo construyó”.

-¿Le asombra que hoy el género siga convocando la atención de los jóvenes?

-No, porque siempre fue así, siempre están naciendo nuevos poetas.

Buena parte de su prodigiosa producción aparece compilada en Poesía reunida (1949-2015), volumen publicado por Tusquets en 2017.

Otros de sus títulos recientes son Todo de pronto es nada (2015), Cerca de cien (2015), Sobrevida (2016).

Y al margen de sus escritos, su vida está salpicada de otras muchas proezas: durante la dictadura uruguaya (1973-1985), se exilió en México, en 1974. Allí el célebre Octavio Paz la introdujo en el comité asesor de la revista Vuelta, y también tradujo libros para Fondo de Cultura Económica; impartió conferencias y lecturas, participó en jurados, fundó revistas y colaboró en numerosos diarios.

Regresó a Uruguay en 1984, y en 1989 volvió a partir a Austin, Texas, donde vivió durante casi 30 años, hasta que falleció su segundo marido, en 2016. Entonces volvió a su país. También ejerció la docencia, hasta los 70 años, en Montevideo.

-¿Qué le enseño la docencia a usted, y qué le enseñaron los años?

-Yo no sé si aprendí gran cosa… Aprendí que los docentes no siempre son los mejores lectores, y que no siempre saben motivar a los niños a leer. Y de los años, aprendí que la vida a veces maneja las cosas mejor que una, no siempre, pero a veces sí. Y que no quiero vivir sin música o sin chocolate -ríe, sigue riendo-. Porque seguramente son tonterías, pero eso es lo que quiero decir, que yo con lo que tengo estoy bien. Y que está hermosa Buenos Aires.

Vitale en Buenos Aires

El sábado 29 de abril, Ida Vitale participó del XVI Festival Internacional de Poesía de la Feria del Libro, que culminó el domingo junto a Pedro Eiras (Portugal), María Casiraghi (Argentina), Martín Pucheta (Argentina), Gabby de Cicco (Argentina) y Sandro Barrella (Argentina), con coordinación de Gabriela Franco.

Este miércoles a las 20.30 se proyectará el documental Ida Vitale, basado en la vida de la poeta de 99 años, que estará presente en la cita. Será en el Malba.

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