En el marco de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, la escritora del género histórico-romántico Camucha Escobar pasó por el stand de Leamos-Bajalibros para conversar con Belén Marinone sobre su última novela, Nuestro oscuro pasado.
En esta entrevista habló de la guerra cristera, suceso que, según explica, México oculta de su historia. Ella ya sabía dónde quería ubicar y en qué momento su novela, y este tema le interesó, pero descubrió que “había poco y nada en castellano”, por lo que tuvo que “conseguir la mayor parte de los libros en inglés”. Este hecho no le impidió el acceso a su lectura porque al ser profesora de inglés no fue un inconveniente.
En este proceso de lecturas, de búsqueda de libros en castellano que no encuentra, se entera por qué sucede esto, y así lo explica: “Es un período del que México no le gusta hablar, es más, lo tienen como oculto, por eso, en parte, el título se llama así –Nuestro oscuro pasado– porque ellos no hablan [de eso]. Yo estuve en contacto con una amiga mía mexicana, que fue la que me corrigió el vocabulario y ella me dijo ‘mira, yo hasta el 2012 no me enteré que acá hubo una guerra cristera’”.
Y Escobar explica: “¿Qué fue la guerra cristera? Cuando asume el presidente [Plutarco Elías] Calles, que fue un presidente ateo, con un Gobierno ateo, por conflictos con la Iglesia –siempre hablamos de conflictos por poder y por dinero– prohíbe el culto, o sea, al Cristo Rey y a la Guadalupana. Imagínate para un país como México que es considerado el país más católico en toda Norteamérica, y justo le vienen a prohibir la religión. Pero ellos nunca se esperaron ninguna respuesta, porque el pueblo estaba hambreado ya desde las guerras zapatistas. Pero el pueblo se levantó, y lo que ellos pensaron que era una guerra de tres días fue una guerra de tres años”.
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Este hecho histórico fue el germen para una historia de amor, y así lo insertó en esa línea temporal: “Los personajes, cada cual, tenía su oscuro pasado, por así decirlo. Carmela venía de una familia en la que ella era hija bastarda, o sea, hija de una de una india, que el padre se la llevó a vivir con él, la madre muere en el parto y la abuela siempre la negó y le hizo la vida imposible, pero ella tenía un espíritu resiliente, es generosa de por sí, y tiene un don –como yo siempre pongo en mis novelas– el de la empatía. Ella podía darse cuenta de las emociones de los demás, pero no le pasó eso cuando lo conoce a Aurelio, porque cuando entran sus sentimientos de por medio no lo puede entender. Y Aurelio viene de ser testigo de la muerte de su padre, de ser obligado a matar a quien supuestamente asesinó a su padre, cuando no había cumplido 12 años todavía. Con esa carga lo alejan de su familia y se los llevan a vivir a Guadalajara, y el general Sanabria Rivas lo va a convertir en su mano derecha”.
Entonces, explica, “Carmela representa a los cristeros”, y Aurelio “que en realidad no estaba con los federales, pero como era la mano derecha del general, se ocupaba de los trapos sucios del general y fue difícil tener una relación porque se ve traicionado por una gran mentira”.
A continuación contó cómo comenzó a transitar su camino para llegar a ser escritora, que surgió por recomendación de su terapeuta, que le sugirió ir a un taller literario. Empezó escribiendo cuentos –que a su hija mayor y adulta le causaban pesadillas–, para luego saltar a la novela histórica. “Con el cuento pude expiar mis demonios y con la novela me pude relajar”, sintetiza.
A pesar de ser considerada una escritora de novela romántica, dice que el romance siempre existe en la vida de las personas, pero que, sin embargo, no es un género que consuma en la actualidad. “Novela romántica pura no leo, porque la verdad, me aburre una novela rosa. [...] Yo tuve 20 años, 30 años, y me leía todas las novelas románticas que se te ocurrieran, las leí todas. Pero son etapas que vas pasando. Yo tengo 61 años, pasé por mucho, y en este momento no me banco esa novela. Si me leo una novela, es una novela negra, un policial, eso me dan ganas de leer”.
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