Humberto de la Calle, de la realidad de una negociación con la guerrilla más antigua de América a la ficción de su primera novela: “En mi caso este es el comienzo de una vida distinta”

Infobae habló con el senador, exjefe negociador de los diálogos de paz con las Farc, exministro, exvicepresidente, y ahora escritor sobre su primera novela: ‘La inverosímil muerte de Hércules Petrorius’, que fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Bogotá

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Infobae habló con el senador, exjefe negociador de los diálogos de paz con las Farc, exministro, exvicepresidente, y ahora escritor sobre su primera novela: ‘La inverosímil muerte de Hércules Petrorius’.

Humberto De la Calle acaba de publicar, a los 76 años, su primera novela. No es escritor, advierte desde el principio —no de la novela, de la entrevista—, pero desde siempre, dice, ha tenido inquietud por la literatura, por los libros y las letras. Tal vez porque no fue un joven deportista y era más bien tímido, se refugió, como muchos, en los libros, principalmente en la literatura latinoamericana y en el existencialismo francés. Esas fueron sus primeras lecturas, de las cuales se podrían encontrar vestigios en las páginas de “La Inverosímil muerte de Hércules Petrorius”, que se presentó oficialmente en la Feria Internacional del Libro de Bogotá.

La novela arranca con la muerte del protagonista. Desde el inicio nos cuenta qué pasó, pero no cómo —un cómo que es tan absurdo como la misma lucha armada, reflexiona De la Calle—. Para descubrirlo, el senador, devenido en escritor, crea un andamiaje de 213 páginas en el que, gracias a la intuición —pues insiste en que no es escritor profesional—, no solo retrata la vida de Hércules Pretorius, un joven idealista —inspirando en un estudiante “muy racional” que tuvo De la Calle cuando fue profesor de Derecho—, que se debate entre sus deseos de cambiar a Colombia con las armas o por la vía institucional. Hércules terminaría en las filas del M-19 y fallecería en la operación Calarcá, de esto se enteraría De la Calle, como dice, por el correo de las brujas.

Con esta novela, De la Calle advierte que está viviendo un renacimiento, un cambio de piel, y el regreso a sus viejos intereses: los libros, la literatura, la historia, asuntos que, reconoce, fueron quedando de lado por los afanes mismos de la vida. “La inverosímil muerte de Hércules Petrorius” es una novela en la que además de contar la vida y muerte del protagonista, hace una suerte de periplo por el destino del M-19, llegando a comentar, incluso, la posesión de Gustavo Petro, exmilitante del eme.

A lo largo de la primera parte de la novela se cuenta la vida del protagonista, en ella se cuelan recuerdos de la infancia y adolescencia de De la Calle, permeados por reflexiones de un viejo senador que ha sido testigo de la realidad política de Colombia en los últimos treinta años; la segunda parte, no solo narra la muerte de Hércules, sino que hace un recuento de algunos momentos claves en el ocaso del M-19 como guerrilla y su surgimiento como partido, mezclados con algunas confesiones del exministro De la Calle y sus reflexiones sobre el devenir de esta guerrilla.

El senador de la Calle dice estar viviendo una suerte de renacimiento, también anunció que está preparando una nueva novela. @DeLaCalleHum/Twitter.
El senador de la Calle dice estar viviendo una suerte de renacimiento, también anunció que está preparando una nueva novela. @DeLaCalleHum/Twitter.

Sobre esto habló Infobae con el senador, exjefe negociador de los diálogos de paz con las Farc, exministro, exvicepresidente, Humberto De la Calle, que ahora como escritor, vive su inverosímil renacimiento.

Usted ha dicho que siempre ha sentido inquietud por los libros, por la cultura, y que este libro estaba engavetado y lo había escrito hace años, por lo menos una parte. ¿Por qué publicarlo ahora?

— Casi yo diría que, desde mi adolescencia, sí tenía esa pasión por la lectura y algo de escritura en los años finales del bachillerato y la universidad. Hay algunas cosas por ahí que no han salido a la luz pública, especialmente algunos poemas que prefiero que sigan siendo anónimos, pero eso fue desapareciendo, digamos, por los rigores de la vida. El trabajo, la necesidad de atender a la familia, los hijos, en fin, y entonces uno termina escribiendo memoriales de carácter jurídico, que es realmente un veneno para la literatura; pero yo mantenía ahí como en el congelador, esa idea y esa ansia y el deseo de expresarme, que de algún modo en el periodismo aparecían en columnas en el periódico El Espectador.

En este caso concreto de la novela “La inverosímil muerte de Hércules Petrorius” hay una primera parte que fue escrita hace décadas, en el momento en que ocurrían los hechos... es una novela de ficción, pero, obviamente, hay un hilo central que proviene de la realidad. Finalmente, cuando terminé, pensé que yo no era un escritor y que era para hacer el ridículo, y me olvidé de eso, y lo archivé por ahí.

Después, vino una publicación reciente de Darío Villamizar, que muestra esa misma operación Calarcá —que fue decretada por el M-19 con el ánimo de fundar una base guerrillera en un lugar entre Antioquia, Risaralda, Caldas, la idea era atravesar el Chocó— y yo comienzo a ver, en una época en que el movimiento estudiantil se radicalizaba, que algunos estudiantes no volvían a clase y el correo de las brujas nos contaba que era que habían ingresado al M-19; en particular, un alumno muy brillante, muy racional, que desapareció y luego se supo que ingresó al M-19 e hizo parte de esa operación Calarcá, donde murió. El cómo muere es uno de los elementos teatrales de libro, y prefiero que compren y lo lean.

Pero yo recogí mi vieja novela, complemente estos datos con base ya en testimonios y escritos de la realidad y, sobre esa base, termino haciendo la versión que acaba de salir y que para mí es como un renacimiento de esa vieja vocación que estaba ahí adormilada, digamos.

¿Ese primer manuscrito se revisó después de que se archivó, como dice, o se quedó en esa gaveta esperando?

— No, yo lo tenía ahí, siempre recordaba que ahí estaba, pero, repito que, en lo que pudiera llamarse en términos católicos respeto humano; era como decir: hombre, yo tengo otras actividades y realmente dudo de mis propias destrezas, porque no soy escritor profesional, pero con el insumo de ese choque —incluso en el libro de Darío Villamizar hay fragmentos de los diarios de la Chiqui Cardona, que fue protagonista de la toma de la embajada de la República Dominicana y murió también en esa operación—, entonces ahí vino la unión de esos dos insumos, pero yo no había tocado una novela desde hace tres décadas, 30 años, o algo así, cuando fue escrita la primera parte.

¿Cómo fue encontrarse con ese primer manuscrito?

Retomé el manuscrito inicial y me pareció que todavía había elementos allí vigentes. Primero, lo que corresponde a una época —eso me lleva, ya en la escritura del libro, a la vida infantil de mi barrio, siempre entendiendo pues que Hércules Pretorius es obviamente un personaje—, en algún momento crucial, que es como es la radicalización del movimiento estudiantil, la irrupción de la lucha armada, los nexos de grupos estudiantiles con las distintas guerrillas; primero, en particular con el ELN, mucho más que con las Farc, y luego con el M-19, como una segunda oleada, que es donde se desarrollan estos acontecimientos.

Entonces me pareció que hay algo ahí interesante, aun cuando a partir de allí la primera parte no es exactamente la que había yo guardado, o sea, ahí sí hubo una recreación y el ingreso de nuevas reflexiones, por lo que finalmente hay como dos formas de mirarla.

Para mí es la tragedia de un niño, un joven romántico que busca la justicia social, que abomina la violencia y, sin embargo, termina metido en esa odisea macabra de la operación Calarcá. Ricardo Silva Romero, que leyó la novela, en la contracarátula hace un comentario en el que dice que también tiene otra posible mirada, que no es propiamente una sátira, porque la muerte de un estudiante no es algo risible, pero sí un poco el descubrimiento casi caricaturesco de esos ideales, que terminan volviéndose trizas y la realidad los va golpeando.

Habría distintas formas de leerlo, pero fundamentalmente el tema central yo diría que es el agobio de la violencia que rodeaba a este joven que vacilaba entre ingresar a la guerrilla o mantener una vida política activa, por los mecanismos reformistas, pero tradicionales.

En la novela, parece que muchas veces Hércules, el personaje, es un vehículo para que Humberto De la Calle exponga sus reflexiones, ¿cómo fue entretejer sus opiniones de exministro, exjefe negociador, exvicepresidente y senador con las del personaje de la novela?

— Es claro que Hércules es Hércules y que es un personaje ficticio, pero naturalmente que hay rasgos de Humberto y probablemente no solo en él, sino en otros protagonista; eso es normal en literatura, pero esa versión inicial de la primera mitad todo esto ocurrió mucho antes de La Habana y entonces ahí no hay osmosis entre una cosa y otra.

Como hay una especie de reescritura, en función ya de quién soy hoy, pues naturalmente que esta discusión sobre la violencia, el terrorismo, el significado de la muerte ciega de personas inocentes... eso termina, obviamente, impregnando el texto final, y para mí sigue siendo una reflexión llena de congoja de un país martirizado por un conflicto que finalmente no termina, que hacemos todo tipo de esfuerzos para encontrar esas macabras realidades, con una perspectiva que también toca como esa otra visión, que repito, no quiero utilizar la palabra humorística, pero sí muestra también, de alguna manera, la volatilidad de discusiones, que en su día uno cree que son fundamentales y que se terminan diluyendo.

Infobae habló con el senador, exjefe negociador de los diálogos de paz con las Farc, exministro, exvicepresidente, y ahora escritor sobre su primera novela: ‘La inverosímil muerte de Hércules Petrorius’.

La novela no es solo sobre el pasado ni las reflexiones son exclusivamente sobre ese tiempo en el que Hércules vive y muere, también se comentan acontecimientos recientes, como la posesión del ahora presidente Gustavo Petro y el show con Duque de sacar o no la espada de Bolívar, ¿por qué incluir esto en un libro que, irremediablemente, va envejecer? ¿Es una suerte de colofón a esa lucha del M-19 y en la que Hércules finalmente creyó?

— En esa perspectiva, el punto, el hilo conductor, es el M-19 y lo que está ahora manifestándose desde el Gobierno y desde el presidente, la situación con la espada, que, además, se remonta al pasado, porque allí cuento cómo fue entregada por Antonio Navarro en su momento, y las discusiones que se plantean también en este nuevo gobierno, es interesante retomar ese hilo; ahora, en lo que uno pudiera llamar ingeniería inversa, o sea, desde ahora hacia atrás, pues me parece que eran elementos necesarios; entre otras cosas, porque, volvamos a recordar de qué manera todo el panorama en la época de Hércules Petrorius estaba signado por la toma de la embajada de la República Dominicana, luego el viaje a Cuba, el regreso por Panamá, la operación Calarcá, que simultáneamente se desarrolló con otra operación más al sur, por Nariño y Putumayo, que también fue un gran fracaso. En fin, creo que sí eran elementos no contingentes. Me parece que sí muestran las raíces de esto que vienen de mucho más atrás.

La novela tiene dos partes, en la segunda se hace una suerte de recuento casi que periodístico de lo que sucedido con el M-19 en la operación Calarcá, lo que pasó después del Acuerdo de Paz con el Estado, ¿cómo fue esa investigación para consolidar esta segunda parte en la que la ficción se mezcla con la no ficción?

— Hubo un momento en el proceso de la escritura que parecía deslindado de la primera parte, que es mucho más basada en la ficción, aun cuando el personaje es real, de mi época universitaria, pero allí contribuyó más la imaginación. Hay muchas supuestas conversaciones entre Hércules Petrorius y, por ejemplo, Bernardo Jaramillo Ossa o Báez, el paramilitar, que no ocurrieron como están allí narradas, pero que son totalmente verosímiles. La segunda parte era más periodística y fue gran desafío como escritor; ahí tengo que agradecer a la editora, Natalia Jerez, porque sí parecía como una ruptura, por lo que hubo que trabajar más esa segunda parte, que en su versión inicial se basaba simplemente en el recuento de unos hechos que estaban allí, para que el ensamblaje de esto permitiera entender que se trataba de una sola novela, así tengan luces distintas; repito, soy un aprendiz, no tengo las destrezas de un escritor, pero fue un desafío que yo creo que logramos superar, aunque sí hay momentos en que parece más crónica que novela.

¿Cómo fue crear a Hércules? Sí, el personaje está basado en una persona real que usted conoció en la universidad, pero ¿cómo fue la confección del protagonista y por qué darle ese nombre, que podría antojarse inverosímil para un muchacho de un pueblito perdido en Caldas?

— Alguien me dijo eso: “pero ¿por qué esos nombres?”, luego, las mujeres que rondan en esa época de la Universidad —y luego Ackerman, bueno había un Ackerman en mi colegio, que claramente no tiene nada que ver—; pero es pura ficción con los retazos que no solo cubren la etapa del momento en que yo, como profesor, y Hércules, como alumno, tenemos esa interacción que el pueblo desaparece por la vida de Hércules, y algunos flashbacks del pasado, casi, incluso, de la niñez, de mi barrio Campo Hermoso, eso va aflorando entre los distintos personajes.

Sobre eso se monta una historia cuyo desenlace y su sustanciación sí es producto de una realidad de Hércules, cuyo nombre, pues, es extraño, de un Hércules que son muchos Hércules, porque cuántos estudiantes tomaron la decisión de irse a la guerrilla: Farc, ELN y luego el M-19, y hay elementos de realidad en todo esto: Por ejemplo, en aquella época, el atraco a la sucursal de Concasa, que era un banco en Manizales, fue un hecho cierto en el que aparecieron otras personas, también mis alumnos, particularmente una alumna que tenía toda la cobertura de una niña burguesa de clase media, relativamente alta; yo cuento que era la única que llegaba manejando su carrito y que luego termina ametralladora en mano en una sucursal bancaria.

Ahí afloran muchas cosas y luego hay cierta influencia también de mis lecturas iniciales: Yo entro a la lectura por la vía de la existencialismo francés: Albert Camus, Sartre..., luego también Herman Hess, por otro lado, y entonces ahí afloran también, en la perspectiva de los recuerdos, ciertas elaboraciones que se nutren de una especie de pesimismo, que fue la herencia que tuvimos en Colombia de esa primera literatura, cuyo pesimismo procedía del riesgo de la destrucción nuclear —cosa que no era nuestro problema—, pero que importamos; en mi caso, el pesimismo y una especie de mirada sombría.

Leía, hace poco, a algún autor que decía que nuestra generación hizo la tarea de martirizarse, de luchar casi que por el sufrimiento, y eso, obviamente, se liga con frustraciones de quienes pertenecemos a esta generación, pero yo creo que hay también unas líneas que para los jóvenes pueden ser interesantes.

La muerte de Hércules, que desde el título se anticipa, es inverosímil, teatral, absurda, si se quiere; sin entrar en detalles del cómo muere, ¿por qué darle esta muerte? ¿Es una forma poner de manifiesto lo absurdo de la lucha armada, en contraposición con esa idea de la muerte heroica, casi espartana?

— Ese es un tema muy interesante, que, además, se nutre de una anécdota: mi profesor de Derecho Constitucional, en la época en que estaba en boga el narcotráfico, decía: “hombre, es muy triste que una persona —por decir algo— Rodrigo Lara, termine asesinado por un sicario en motocicleta en una muerte indigna”; entonces, mi profesor decía: “uno va a morir, pero debe luchar por una muerte digna; por ejemplo, yo quisiera ser fusilado, si fuera un combatiente de la guerra civil española”. Entonces, ese tema de cómo morir ahí aparece y lo que pasó con Hércules es, usted lo ha dicho, teatral; es una muerte muy singular. Finalmente, lo que se sabe llegó por el correo de las brujas, en el libro de Villamizar, de ese personaje específico, no está el recuento de realmente cómo murió; ahí hay un espacio que permitió la ficción.

Entonces, se abre un rango de discusión sobre, primero, la propia muerte, esas condiciones de dignidad o indignidad, pero también hay una parte de la novela que se ocupa, en la voz de un estudiante radical que se llama Negativo, quien, tratando de validar, en una discusión con Hércules, por qué la muerte a consecuencia del terrorismo, esas muertes anónimas, tienen un propósito que va más allá de la muerte de alguien concreto; tienen un mensaje, llamémoslo, revolucionario, pero hay una discusión que yo creo que es bastante profunda, porque en el fondo tiene también algo de la discusión filosófica sobre el fin de la vida y sobre el uso de la violencia y sus consecuencias en ciudadanos ajenos, que podemos llamar inocentes, como suele decirse. Me parece que ahí también hay un elemento, un ingrediente un poco colateral de lo que pasa en todo esto, pero finalmente muere.

La tristeza de Hércules es que él nunca pudo superar el dilema violencia-romanticismo y termina en la guerrilla, casi por fuerza de las circunstancias, porque fue convirtiéndose en foco de la agresión, desde la extrema izquierda hasta del paramilitarismo. Su ingreso a la guerrilla era como un acto más bien de salvaguarda de su vida y el gran drama es que finalmente murió, y empiezo con el corrido de Rosita Alvires, porque, finalmente, en su día de suerte, de varios tiros, solo uno fue mortal, por eso yo digo que Hércules, por fortuna, murió de nada grave.

En el epílogo de la novela, hay una conversación con Iván Márquez durante las negociaciones en La Habana con las extintas Farc, ¿por qué incluir esta conversación, en la que Márquez advierte que lo más importante para un guerrillero es su toldillo, más que su arma?

Ese final, ese epílogo, es posterior, es escrito recientemente, o sea, no se conecta genéticamente con el momento de producción de la vida de Hércules; no, este es un colofón, y lo incluí porque sí me parece que es un drama: el drama del ser humano y del guerrillero. Es decir, finalmente la ausencia del toldillo termina siendo determinante, según los recuentos que hay, mucho más determinante, incluso, que la acción del Ejército. Entonces surge la pregunta de mi profesor de Derecho Constitucional ¿una muerte heroica se compadece con esas muertes, llamémoslas, indignas, callejeras, que no recogen ese significado histórico de este ser humano que perece.

Ese último punto sí coincide con la visión de Ricardo Silva de ver, más bien, el carácter de cierto patetismo, incluso con rasgos de humor, frente a otras lecturas que repito que sería la de la congoja y la vacilación frente a la violencia.

Este es mi primer ejercicio, que para mí es muy satisfactorio y que también lo interpreto como una especie de cambio de piel. Yo creo que este es como el comienzo de una vida distinta en mi caso particular.

Usted decía que la escritura de esta novela marca un renacimiento, un cambio de piel, ¿Humberto De la Calle se dedicará ahora más a los libros que a la política?

— Categóricamente, sí. Es un cambio de piel. Estoy comenzando una nueva novela, me va a tomar tiempo, porque tiene una parte que también es de investigación de campo. Fíjese la coincidencia, relacionada también con una forma de muerte, pero que está más ligada al suicidio, al suicidio asistido, de casos de la vida real de personas que han pedido ayuda para para ser eliminados, como una forma de suicidio; pero eso exige un trabajo de campo largo, por lo que no creo que sea una novela que salga pronto, pero sí reitero que en la vida política he estado en distintos momentos de Colombia, intenté ser presidente y mis conciudadanos no me dieron ese ese aval y pueden tener razón ellos, no es una queja; luego, estoy regresando a recuperar esas raíces viejas, que estaban como en hibernación, en el congelador.

El lanzamiento de la novela fue el pasado 30 de abril en la FILBo 2023
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