Fervor de Buenos Aires. Así se llama el primer poemario de Jorge Luis Borges, publicado hace exactamente cien años. El título calza con el clima de la Feria del Libro: si bien el evento transcurre en La Rural, es como si toda la ciudad se viera involucrada de alguna forma. Lo indican los folletos que entregan en la mesa de Informes y que ya se agotaron; en este sentido la Feria es una fuente inagotable de cosas agotadas: la capacidad de las salas en las conferencias más interesantes, los planos impresos, la señal para usar datos celulares, y finalmente uno mismo, que asiste a la Feria para agotarse de tanto recorrer.
“La edición de este año gira en torno a dos cuestiones, una son los cuarenta años de la democracia, y la otra son los cien años de Fervor de Buenos Aires”, explicó Alejandro Vaccaro, presidente de la Fundación El Libro y biógrafo de Borges, a Infobae Leamos. “Inauguramos una muestra donde se exhiben todos los textos precursores de Fervor”. A primera vista podría pensarse que Borges –a quien le gustaba decir que el país estaba en decadencia desde la Ley Sáenz Peña– y la democracia no tienen mucho en común, pero si miramos bien hay una coherencia.
Antes, un pequeño rodeo. El material bibliográfico se exhibe en el pabellón 9, al que se conoce más popularmente como Hall Central. El visitante que ingrese por Plaza Italia tendrá que atravesar el pabellón Ocre, tradicionalmente dedicado a las provincias, y luego el “túnel” decorado con imágenes de los cuarenta años de democracia. Néstor Kirchner y la baja del cuadro de Videla en el Colegio Militar, Carlos Menem apoyado en su Ferrari en la Quinta de Olivos, Diego Maradona en el balcón de la Casa Rosada con la Copa del mundo en la mano, Mauricio Macri y Juliana Awada, sonrientes. Todos tienen su lugar, no hay en las fotos una selección especialmente partidaria.
Y entonces sí, el pabellón 9. En el costado derecho, contra la pared, el visitante va a encontrar la muestra. Si tiene suerte va a encontrarse con León, un joven expositor que hizo su tesis universitaria sobre la época ultraísta de Borges y explica la proveniencia y contexto de cada documento. Todos pertenecen a la colección privada de Vaccaro, algunas son anteriores a la primera edición de Fervor de Buenos Aires, otras son reediciones posteriores.
El desembarco mítico
Una breve recapitulación. La familia Borges volvió a Buenos Aires en marzo de 1921 después de un período de seis años en Europa. Georgie todavía no cumplía veintiuno y ya había dado el primer paso de todo escritor verdadero, es decir, destruir sus obras de adolescencia (Los naipes del tahúr y los Ritmos rojos). Volvía a su ciudad, a sus calles, a sus esquinas, que ya no eran las que había conocido en la infancia. La nostalgia lo llevaría a escribir y publicar, ahora sí, su primer libro: Fervor de Buenos Aires (1923).
Pero lo que el visitante va a encontrar no son los poemas de Fervor, sino las publicaciones anteriores, que están dispersas en revistas literarias europeas, cuando la estética de Borges todavía no tenía una identidad definida. “Hemos recopilado todos los poemas que Borges escribió antes de 1923″, explicó Vaccaro, “de algunos se conservan los manuscritos pero están inéditos, otros fueron publicados en revistas literarias, mayormente de España”.
Por ejemplo, se puede apreciar la revista en la que Borges publicó por primera vez un poema. Se trata del “Himno del mar” y está fechado en 1919, en una revista de Sevilla llamada Grecia. La letra es chica, pero se leen los versos: “Yo he ansiado un himno del Mar con ritmos amplios como las olas que gritan”, y en la siguiente estrofa: “Hoy he bajado de la montaña al valle / y del valle hasta el mar, / el camino fue largo como un beso”. Otro poema se titula “Guardia Roja” y se publicó en la revista Tableros, de Madrid, en noviembre de 1921: “El viento es la bandera que se enreda en las lanzas / La estepa es una inútil copia del alma”.
Ya en Buenos Aires, en 1922, Borges fundó la revista PROA con Macedonio Fernández y Ricardo Güiraldes. La ciudad de Buenos Aires fue fundamental para la mirada del escritor: “Si nunca hubiera vivido en el extranjero, dudo que hubiese podido verla con esa rara mezcla de sorpresa y afecto. La ciudad [...] me inspiró los poemas de Fervor de Buenos Aires”, escribió Borges en su autobiografía de 1970, dictada en inglés a su colaborador Norman Thomas Di Giovanni.
Fervor, que se imprimió en cinco días, cumple ahora cien años. “No recuerdo absolutamente nada de ellos. El libro fue producido con espíritu un tanto juvenil”, confesaba el propio Borges sobre esos textos. Así las cosas, algo es evidente: ¿por qué la exposición en La Rural se ocupa del período pre-Fervor de Borges, época que el propio autor no lamentaba olvidar y cuyos poemas suprimió o, por lo menos, corrigió durante décadas en cada reedición? Hay una respuesta.
La exposición en la feria
Uno podría preguntarse qué lugar ocupa el período seleccionado para la muestra en la carrera literaria de Borges, pero también podría preguntarse algo más interesante: qué lugar ocupa la muestra en la configuración de la identidad de la Feria. Bajo esta nueva formulación queda de lado la redondez del número cien: la efeméride está sujeta a un objetivo superior.
“Aquí no hay grieta”, subrayó Alejandro Vaccaro en el acto inaugural después de mencionar la articulación entre el Ministerio de Cultura de la Nación y el de la Ciudad. La frase podría entenderse como algo más que una declaración de rigor, sobre todo si pensamos en el discurso incendiario de Guillermo Saccomanno el año pasado, en los escraches a Pablo Avelluto en 2019, en los reclamos públicos de Claudia Piñeiro por los derechos de los escritores como actores fundamentales del circuito editorial.
Pero hay más. Miren cómo empieza la descripción de la propuesta escrita sobre la muestra de Borges: “En tiempos de grieta y al parecer de diferencias insalvables, emerge la figura de un hombre a través del prestigio logrado por su maravillosa obra literaria”. Y sigue: “Muy pocas veces se enredó en debates extraliterarios y cuando lo hizo usó su arma predilecta, la ironía. No ofendió ni vituperó a nadie [...]”.
Por supuesto, los lectores de Borges sabemos que si algo practicaba con gusto el autor de Ficciones es lo que él mismo llamaba “el arte de injuriar”, a veces en broma y a veces en serio. Discusiones extraliterarias libró de todo tipo y tamaño, desde su famoso dictamen de que “la democracia es un abuso de la estadística” (en julio de 1976) hasta la posterior firma de la solicitada de 1980 que pedía por los desaparecidos. Todo esto por no hablar de su gran pasión: la mítica enemistad con el peronismo.
¿Entonces?
En términos estéticos, el Borges de Fervor de Buenos Aires es el menos relevante, pero en términos institucionales es el mejor. ¿Por qué? Porque conecta con el Borges previo a la política, el inicio de una carrera literaria descomunal: es un argentino en potencia. Y hay más: en el Borges de aquellos años aparece el pasado fundacional, se hace carne el mito del desembarco desde Europa para empezar en la Tierra Prometida. En una palabra, es la Argentina con la que todos estamos de acuerdo, el territorio conceptual en el que no hay grieta.
Leída de esta forma, la exposición sobre Borges tiene una importancia clave, y la selección del período ultraísta es mucho más que una superstición del calendario. Los primeros poemas de Borges están escritos desde fuera del país, y tal vez por eso, porque desde afuera el escritor pudo ver el conjunto con los ojos de la nostalgia, hay en ese período algo irrefutable. De nuevo: “Una mezcla de sorpresa y afecto”.
¿Qué escritor fue el que dijo que escribir una obra es como construir un país?
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