“Mamá, sigamos por acá”, una voz contundente sorprendía este viernes en los pasillos del Pabellón Amarillo de la Feria del Libro. Antes de llegar a la sala Tulio Halperín Donghi, Ida Vitale -que en noviembre celebra su centenario- iba caminando (sí, caminando) por los largos pasillos hasta la sala donde se iba a presentar. Su hija Amparo Rama y la periodista Silvina Friera la acompañaron hacia un encuentro que estuvo cargado de abrazos, efusividad, fotos, selfies, una firma de libros improvisada y acidez humorística.
Ida Vitale recreó una memoria literaria, un camino entre amistades, admiración y reflexiones cuando dijo que siempre le envidió Borges a la Argentina, que aprendió de él lo que no pudo ser ella, que su poesía le enseñó a mirar y admirar y a “ser discreta en no copiar”; que María Elena Walsh era “encantadora, graciosa, buena gente” y que, además nos tocó a los argentinos, esos que “por distraídos no saben ver más allá”. Habló de Idea Vilariño, de Armonía Somers, de Alberto Girri, de una abuela y la botánica, del derecho del lector; dijo que ahora escribe cartas y que guarda una novela: “Para escribir una novela mala más vale hacer alfajores”. Dijo mucho más, pero vamos por partes.
Pocos minutos habían pasado de las 19 pero Vitale ya había posado para numerosas fotos con expositores y lectores que rebalsaban de entusiasmo por inmortalizar el momento, antes de comenzar el acto oficial del Día de Uruguay y la posterior entrevista, “Las 100 vueltas de Ida”. “¿Y este que se aseguró la primera fila quién es?”, dijo la ganadora del Premio Cervantes, saludando a uno de los presentes. “¿Te reconoció mamá?, le preguntó rápidamente Amparo y, atenta, Vitale le retruca: “¿Cómo no lo voy a reconocer?”.
Primero fue el turno del acto oficial y de las palabras de las autoridades uruguayas que tomaron la palabra, Silvana Della Gatta, agregada cultural de la Embajada de Uruguay; Lourdes Pérez, vicepresidenta de la Cámara del Libro uruguaya; y el ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, quien destacó que “hace tiempo que los uruguayos y los argentinos nos leemos de un lado al otro de la orilla”. Mientras, la integrante de la generación uruguaya del 45 y representante de la poesía esencialista esperaba en el primer asiento de la primera fila con su saco marrón, la cartera y un ejemplar de Tiempo sin claves y Poesía reunida sobre su falda. Se peinaba, también.
Los teléfonos celulares ya se alzaban en la sala, función Cámara de fotos. Ida Vitale subía al escenario.
Le acercaron el Libro de Honor de la Feria del Libro, que incluye firmas de presidentes, de monarcas e integrantes de la realeza. Le pidieron si concedía su firma y, con su humor característico, dijo -sin micrófono- “yo no sé escribir”. Se reía, pícara.
Luego, Silvina Friera inició la entrevista con unas palabras de la poeta argentina Gabriela Franco, coordinadora del Festival de Poesía de la Feria, e hizo la primera pregunta: ¿De dónde viene tu asombro? “El micrófono transforma todo y yo me voy a aprovechar de lo que entienda”, contestó Vitale y empezaron los primeros aplausos de los tantos que hubo en el encuentro. Los diálogos entre la periodista y la poeta uruguaya primero iniciaban bien fuerte al oído de Vitale y luego se repetía la pregunta al público, con micrófono. “Uno nunca contesta lo que le preguntan pero eso es algo que hay que respetar”
El recorrido de “Las 100 vueltas de Ida” siguió por los días en que la uruguaya estudiaba canto lírico, en cuánto admiraba a su profesora de entonces y que así aprendió a oír. Friera mencionó uno de los ejes de la Feria: los cien años de Fervor de Buenos Aires, el poemario y primer libro del máximo escritor argentino. “Borges fue eso de lo que siempre le envidié a la Argentina. Aprendí de él lo que nunca pude ser”. ¿Qué aprendiste de él?, fue la siguiente pregunta y dijo: “La poesía de Borges me enseñó a admirar y mirar y a ser discreto en no copiar” y siguió: “Borges debió haber tenido una vida muy complicada”.
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¿Y cómo conoció a esa voz que nos trae infancia, poesía y una de las mayores exponentes de la cultura argentina? Ida Vitale recordó que ella ya admiraba a María Elena Walsh antes de conocerla y que “era encantadora, graciosa, buena gente y les tocó a ustedes”. Pero otra frase sobre Walsh fue más contundente: “Para mí ella era la poesía, la más entrañable”.
Ahora era el turno de cruzar hacia la orilla uruguaya. Primero, para referirse a una prosista. “Armonía Somers empezó muy mal para mí” y ante un auditorio sorprendido, la poeta contó que la había conocido cuando Somers era practicante de la escuela donde estudiaba y la miraba con desconfianza. Tras el recuerdo invitó a leerla y advirtió que “no tiene el nombre o la frecuencia que tendría que tener. Es una excelente prosista”. Sobre Idea Vilariño dijo: “Tuve la suerte de hablarle bastante” y agregó “es mi gran amiga solo que no nos hablamos nunca pero nos leemos”.
¿Por qué el mundo natural aparece tanto en su poesía?, preguntó Friera y la ganadora del Premio Alfonso Reyes recordó a una de sus abuelas, que era botánica y le significó el respeto por lo natural, los animales y las plantas pero no todos porque “nunca he tenido trato con rinocerontes”, bromeó la autora de Luz de esta memoria. Risas, aplausos y los teléfonos celulares se siguen levantando para retener un instante.
Friera salió de la poesía para indagar en esa novela que Vitale escribió pero que tiene guardada, ¿qué pasó? ¿Por qué nunca la publicó? La respuesta tuvo su impronta: “Para escribir una novela mala más vale hacer alfajores”. Los aplausos siguieron en la sala Tulio Halperín Donghi, entre miradas de fascinación y admiración. Ella, sin embargo, dijo: “En este momento estoy en una sala llena de gente distraída”.
También contó que está escribiendo cartas y su hija intervino desde la primera fila para refutarla. Vitale le contestó fiel a su estilo: “¿Querés que te la lleve a la puerta?”. Luego recordó nuevamente a Borges pero admitió que había tenido más contacto con Alberto Girri, a quien conoció más.
“La literatura está escrita para un momento y no para otro”, dijo sobre el derecho del lector que “nadie se ha atrevido a discutir”. La multipremiada poeta uruguaya también destacó que cada libro es un momento y una persona y que uno de los mayores trabajos son los que tienen los padres y maestros. ¿Por qué? Porque deben saber cuándo y qué hay para combinar para leer y bromeó una vez más: “Hay jóvenes que están vacunados contra la lectura, cabe suponer que se van a enfermar alguna vez”.
Tras el intenso diálogo, llegaron las preguntas del público. La primera fue si había tenido relación con Juan Carlos Onetti. El humor una vez más se apoderó de la respuesta: “Vamos a ser precisos dado la forma de Onetti”. Siguió una pregunta sobre Victoria Ocampo. “La admirábamos, la necesitábamos, la leíamos”, dijo Vitale y opinó que “me pareció uno de los abusos argentinos” por haber nacido de este lado del Río de la Plata.
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Una última pregunta antes de la tan esperada lectura. La consulta giraba en torno a la intimidad en sus poesías. Vitale fue certera: “Nunca pretendí escribir una literatura confesional que estuvo de moda alguna vez, algo que me parece arriesgado, aparte de muy inútil, porque presupone imaginar un lector que van a ir dispuestos a ayudar (al escritor). Los poemas con mucha angustia dentro no le hacen bien a nadie” y remató contra la “inutilidad” de escribir poemas cargados de sentimientos propios y dramáticos. También dijo que “los poemas con mucha angustia adentro no sirven”.
Llegó el momento de leer y desde el público cantaban ¡Lec-tu-ra! ¡Lec-tu-ra! La Premio Cervantes eligió los más cortos y se sacó los anteojos para leer. “Me hago preguntas que todavía no tienen respuestas”, dijo al finalizar uno de los poemas y le siguieron “Compensaciones”, “Oro es tiempo” y “Renacentista”. Tras su últimos versos dijo a los presentes: “Agradezco la paciencia”. Los aplausos inundaron la sala y una larga fila de una firma improvisada de libros se formaba. Afuera de la sala esperaban las copas de champagne para festejar -por anticipado- el centenario de una de las poetas más emblemáticas de la generación del 45. Este sábado leerá más, en el marco del Festival de Poesía.
Oro es tiempo
Pago con oro
la plata azul del pez,
el jade de la arveja,
el moscatel entrado en el otoño.
La centelleante cúpula
del tiempo
se amoneda y llueve
y no es amor
y es la muerte de Dánae,
sin duda.
Pago con oro
en polvo y en cenizas
contra mí misma
Ida Vitale en la Feria
Dónde: Sala Victoria Ocampo, Pabellón Blanco
Cuándo: Sábado 29
Hora: 18.30
Participan: Ida Vitale (Uruguay), Pedro Eiras (Portugal), María Casiraghi (Argentina), Martín Pucheta (Argentina), Gabby de Cicco (Argentina) y Sandro Barrella (Argentina)
Presenta: Gabriela Franco
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