José Luis Espert expone en un libro sus ideas para que el país vuelva a ser el que fue

El economista liberal publica “La Argentina deseada”, donde resume sus propuestas para lograr el desarrollo “que merecemos”. También da su visión sobre la dolarización. Aquí, un adelanto

José Luis Espert y su libro "La Argentina deseada".

¿Será verdad que hay un país que queremos y no es posible? ¿Que la Argentina grande, la del desarrollo, la que miraba hacia adelante ya pasó y no volverá? El economista liberal José Luis Espert -que ahora es parte de Juntos por el Cambio- está por publicar La Argentina deseada, un libro en el que piensa cómo acabar con los privilegios que, dice, tienen unos y perjudican a otros. Y sostiene que abrirse al mundo ayudará a volver a tener mejor educación y más seguridad.

El subtítulo del libro es “Cómo lograr el desarrollo del país que merecemos” y el texto avanza para responder esa pregunta.

Desde la editorial Penguin Random House, que lo publica, explican: “Argentina fue un país que brindaba bienestar a quien elegía vivir en su tierra, pero desde hace siete décadas el deterioro es evidente y solo repite ciclos de breves auges que terminan siempre en crisis económicas, políticas y sociales, producto de la reincidencia del mismo modelo de economía cerrada, indisciplina fiscal, Estado mesiánico y sindicalismo extorsivo y anticuado, imposible de adaptarse al mundo moderno”.

Estará en librerías y en formato digital desde el 1° de mayo. Aquí, un adelanto:

Prólogo

Ves que están los chorros a punto de entrar en tu casa y, vos, ¿qué estás dispuesto a hacer? En ese segundo pensás: “Llamo a la policía. No, ya es tarde. Debería haber puesto una alarma, una cámara, un guardia, debería haber hecho un curso de defensa personal y comprado un arma”. Pero ya están ahí, pasaron la reja, tomaron el jardín. Todo lo que amás está en riesgo. Ahí te das cuenta de que no hay tiempo, de que estás solo.

"La Argentina deseada"; de José Luis Espert.

Es un poco como el cuento de Cortázar, Casa tomada: Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

—Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo.

Cada vez que pienso en la Argentina, pienso en mi casa, en mi familia, y siento lo mismo. Cada vez que viene un pibe y me dice que se va a Europa, pienso en eso. Cuando me dicen que alguien tiene que cerrar su negocio, vender lo que le queda y empezar de nuevo, o que le pegaron un tiro, pienso eso. En qué momento se robaron nuestra casa, nuestro trabajo, nuestro futuro. En qué momento nos cagaron. En qué momento la cagamos.

Pero la vida suele dar otra oportunidad. A veces. Hay gente que lo acepta con resignación. Pero yo estoy hecho de otra madera. Siempre di pelea. Y me di cuenta de que los delincuentes, que día a día habían robado nuestros sueños, estaban de una u otra forma arreglados con la policía, con el gobierno… con el Estado. Que a este también lo habían tomado, y que el Estado presente no era más que una coartada. Y que tenía que cambiar de estrategia.

“Quiero, como muchos, una Argentina en la que mis seres queridos y yo podamos crecer en paz. Y voy a defenderla”

Me metí en política para rebelarme contra ese falso destino inevitable que amenaza con arrasar con todo. No me doy por vencido. Quiero, como muchos, una Argentina en la que mis seres queridos y yo podamos crecer en paz. Y voy a defenderla. Quiero rescatar la Argentina que potencia todos nuestros talentos y nuestra parte positiva, que la tenemos y aún es enorme. La que merecemos y la que esperamos, nosotros y el resto del mundo.

(...)

El genio argentino emerge en los peores momentos y no por azar, sino con mucho esfuerzo y coraje. Por eso ahora este libro. Para unirnos, para debatir, para soñar y para empezar a construir la Argentina deseada. Manos a la obra.

Ni bimonetarismo ni dolarización

(...) Hay dos discusiones que suelen ser recurrentes: la existencia de un sistema bimonetario y la necesidad de la dolarización. Cristina Fernández dijo que el principal problema de la Argentina es la economía bimonetaria. Ya hay un sistema bimonetario en el país, sí. Pero este no es, como afirma, la causa de la inflación. El sistema bimonetario en realidad está desde la crisis de Martínez de Hoz, en 1981. Y, con las crisis de las monedas domésticas —independientemente de sus nombres: austral, peso convertible o el peso de hoy—, la bimonetización se ha profundizado.

Cada vez nos bimonetizamos o nos dolarizamos más por la inflación de la moneda, que tiene tres funciones: reserva de valor —ahorrar en la moneda que emite el Banco Central del país—, unidad de cuenta —establecer los precios del mercado— y para hacer transacciones —comprar y vender—. Acá usamos una sola, y cada vez menos, las transacciones. La reserva de valor ya no es más el peso, sino el dólar, y la función de unidad de cuenta tampoco se cumple, porque hasta los precios están dolarizados. Por eso se está dolarizando cada vez más la economía.

Dolarizar, sí o no. (AP Foto/Matt Slocum)

Sin embargo, la solución no sería una dolarización. ¿Por qué? ¿Qué implicaría eso? A veces se citan de ejemplo países que han dolarizado, como Ecuador, y se dice que la dolarización causó el derrumbe de la inflación. En realidad, es una mala lectura de lo que pasó. Ecuador dolarizó después de una hiperinflación, que es el repudio a la moneda doméstica, a la que emite el Banco Central de ese país. Como fue repudiada la propia moneda, no les quedó más opción que importar la de otro país. Luego de eso, desapareció la inflación.

En cierto punto, la hiperinflación es matar el perro para que se acabe la rabia. ¿Qué se hace al eliminar la moneda doméstica? Se deja de usar la propia, se pasa a usar la de otro país y, sin capacidad de emisión monetaria, se acaba la inflación. Adoptar la moneda de otro país se da después de la hiperinflación. En nuestro país, la convertibilidad, en respuesta a la hiperinflación de 1989, fue en algún punto una dolarización de la economía. De hecho, nunca se había dado crédito en dólares y, en este escenario, lo hubo.

Para poder dolarizar hay que comparar dos cosas: la cantidad de dólares y la cantidad de pesos. Las reservas del Banco Central son en dólares. Para avanzar en el análisis es necesario comparar la cantidad de pesos dividida por el valor del dólar. Y, para que se pueda dolarizar, las reservas en dólares deben ser muy grandes respecto de los pesos. Dicho de otra manera, la cantidad de pesos medidos en dólares tiene que ser nada comparada con la reserva de dólares del Banco Central.

En general, cuando hay hiperinflación, el denominador de la moneda local cae sustantivamente hasta transformarse en la nada misma. Si el Banco Central está fuerte con sus reservas, no hay manera de que lo ataquen, porque la hiperinflación licúa todos los pesos. Entonces, al licuarse todos los pesos, la opción que queda es dolarizar.

Esto es clave porque, cuando se anuncia una dolarización, es necesario tener pocos pesos para transformarlos definitivamente en dólares. Lo que no cuentan los que quieren dolarizar es que, para hacerlo y que no se prenda fuego el país, hay que tener muchos dólares en las reservas. La otra opción es prender fuego el país y transformar los pesos en la nada misma. Dolarizar es algo serio, aunque para algunos sea un eslogan temerario e irresponsable. Hoy, en la Argentina es inviable una dolarización sin hiperinflación porque no hay suficientes dólares para hacerle frente al evento.

Los que hoy proponen dolarizar piensan absurdamente en hacer un gran blanqueo de capitales para que la gente traiga todos los dólares que tiene afuera. Ya hubo un blanqueo con Macri, se prometió que no se iban a cobrar más impuestos y lo primero que hizo el gobierno de Cambiemos al tener problemas fiscales fue cobrar un impuesto a los capitales blanqueados.

Los que quieren dolarizar también están pensando en un proceso de devaluación para que los pesos no les hagan frente a las reservas. Se sostienen en que nadie quiere el peso argentino. Es entendible y bastante cierto. Nadie lo quiere para ahorrar y ya no es útil como unidad de cuenta, pero para hacer transacciones todavía sirve. Desde el enfoque monetario, ese es el argumento de quienes defienden la dolarización, porque de tres funciones que tiene el peso argentino como moneda ya perdió dos.

La cuestión es que, con la dolarización, se ataca el problema de la demanda —ya que nadie quiere los pesos—, y la inflación —como ya se expresó antes— es también un tema de oferta. Si las cuentas fiscales están todavía desequilibradas y se obliga al Banco Central a no emitir, va a empezar a endeudarse, y las posibilidades de entrar en un default crónico se vuelven muy reales. Zimbabue hizo una mala dolarización, y al año el Banco Central ya estaba emitiendo dólares truchos. Dolarizar no es broma.

Lo que emerge como una conclusión natural es que para dolarizar se necesita encarar previamente una gran reforma del Estado para no tener déficit. ¿Por qué no se habla en la Argentina de lo que realmente hay que hacer para que la dolarización sea viable? Tal vez, de esa manera, si algún día se hiciera la tan necesaria reforma del Estado para bajar la inflación, entonces sí el camino podría ser dolarizar. Pero no sin antes debatir, consensuar y hacer esas reformas.

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