Blanca, la niña que quería volar es el primer libro de Benjamín Vicuña. Pero no es una novela que cuenta sus devaneos como galán ni un intento de hacerse el poeta. Él fue hacia lo biográfico en forma de autoayuda, atravesando su dolor más grande y el modo en que logró salir a la superficie del lago de tristeza en el que lo hundió la muerte de su hija.
La novedad llegó el miércoles 26, cuando el actor chileno publicó en sus redes sociales la portada. La foto muestra la tapa celeste y las dos manos de ese padre que cierra su duelo sosteniendo el ejemplar, como acunándolo. El subtítulo aclara el contenido: “10 actos para conjurar el olvido” y da paso a su versión de cómo fue su proceso.
“Aquí les presento mi libro. Espero que este relato pueda servir y acompañar a muchos que miran el cielo día y noche, con más preguntas que respuestas”, escribió el actor en la descripción del post. Casi al instante, aparecieron los miles de corazones que indican “Me Gusta” y también comentarios en respuesta de miles de seguidores, amigos, colegas parientes. Marley, Eugenia Tobal, Georgina Barbarossa, Gastón Pauls, Matías Martin y -como un latido de lastimadura que comienza a sanar-, también la expareja del autor, Pampita, dejaron su apoyo.
“Decidí hacerlo porque me escribía mucha gente. Inevitablemente, me transformé en un embajador del dolor”, comentó Vicuña recientemente en una entrevista con el diario español El Mundo. Así que lo hizo. Lo terminó y salió de imprenta con un prólogo del psicólogo Gabriel Rolón, editado por el sello Planeta.
Aunque todavía no está en las librerías, se va a presentar formalmente en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires el 4 y 5 de mayo. Diez días después, Blanca Vicuña Ardohain debería cumplir 17 años. Pero el destino tuvo para ella otros planes.
El 15 de mayo de 2006, en Santiago de Chile, nació la primera hija de una de las parejas de aquel momento. La modelo argentina, una de las más cotizadas y famosas, Carolina Ardohain, popular y cariñosamente conocida como Pampita, y el actor chileno galán de galanes Benjamín Vicuña. Daban inicio, así, a un aluvión de niños que vendrían después hasta formar un familión: Bautista, Benicio y Beltrán completaron las cuatro letras B de su manada. Como en el nombre de su padre.
La niña mimada, la primera, la única chica entre las infancias de la casa, de ojos marrones y pícaros, pequeña estrella en potencia, fue capturada mientras crecía en imágenes de paparazzi de Chile y Argentina. Siempre se la veía feliz, saludable. Morena por el sol, a mediados de agosto de 2012, aparecía corriendo por las playas de la Riviera Maya y la foto se replicaba en las revistas de espectáculos. El futuro, auguraban las notas, le garantizaría pasarelas, tablas, lo que ella quisiera.
Sin diagnóstico
Las vacaciones se acortaron porque la niña comenzó a sentirse mal. Eso también lo cubrió la prensa de espectáculos: el regreso a Chile, donde residía por aquellos años la pareja, por una fuerte gripe de la hija mayor, que no aflojaba. El 30 de agosto hubo una primicia, internaron a Blanca en la Clínica Las Condes. Los médicos no encontraban el motivo de la desmejora abrupta, no había diagnóstico. Los medios, ya no solo de chimentos, cubrían el caso.
El diario chileno Las Últimas Noticias publicó que a Blanca le costaba respirar con normalidad, tenía fuertes dolores en el pecho y había sido atendida en la Unidad de Tratamientos Intensivos (UTI). Pampita y Vicuña vivían en la guardia pediátrica. No hablaban con los medios, pero usaban sus redes. “Creo en Dios”, puso el actor en su cuenta de Twitter. La modelo pidió dadores de sangre y también escribió: “¡Hija, te estamos mandando todo nuestro amor! Ya muchos que ni te conocen se unieron a nosotros y estamos rezando por ti, ¡fuerza Blanca!”. #FuerzaBlanca se hizo trending topic.
Nueve días
Pasaron los días. Nueve en total. Y Blanca dejó este mundo. Tenía solo seis años. “Como consecuencia de una neumonía hemorrágica que ocasionó una falla multisistémica, fue confirmada la muerte de Blanca Vicuña Ardohain”, publicaron los medios. Después hubo un comunicado oficial de la madre y el padre, en redes: “Agradecemos el cariño y apoyo para Blanca, se fue rodeada de amor y luz. Viviremos nuestro dolor en la privacidad de la familia, amigos y con la energía que nos han enviado cientos de personas. Infinitas gracias”.
Durante bastante tiempo, Vicuña y Pampita se mantuvieron en silencio. Al entierro solo fueron familiares y amigos y hubo una suelta de globos blancos en honor a la niña. De a poco, comenzaron a poder decir, en entrevistas, conversaciones, el nombre de su hija. El actor tomó la costumbre, que se hizo ritual, de recordarla en sus redes el 8 de cada mes y cada aniversario anual con algún detalle, una foto inédita, flores blancas.
Pasó más tiempo. Los otros hijos crecieron, la pareja se separó, formaron nuevas familias, cada uno tuvo más hijos. Pero Vicuña nunca dejó de escribir. Poemas, cartas, reflexiones para la niña. Algunas quedaban en su intimidad y otras, muchas, las fue posteando, ahora hace ya tiempo en Instagram. Como el último 8 de septiembre, que se cumplieron diez años de su muerte y el actor subió un video inédito. Es la nena jugando en una cama elástica. Salta, el pelo le envuelve la cara roja repleta de vida. El padre alienta al grito de “¡Dale, Blanca, dale mi amor!” y de fondo se oye la risa de la madre.
En ese mismo post, el texto que acompaña es una carta. Ahí, además, Vicuña ya anuncia lo que ahora es realidad. “Diez años que comenzaron con la rabia, la negación la impotencia, más tarde la aceptación y luego la reconstrucción”, dice y también cuenta: “Aquí estoy, cerrando este ciclo y comenzando otros, embarcado en el proceso de escribir un libro, con mis limitaciones, con mi sensibilidad, con mis metáforas y mis carencias. Un libro que intentará sanar a muchas otras personas a las que, como a mí, una fecha les quedó marcada a fuego”.
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