El politólogo Andrés Malamud acaba de publicar un libro atípico: Diccionario arbitrario de política. Y aunque los diccionarios suelen pecar de aburridos y sistemáticos, el reconocido politólogo se propone escapar de ese destino. Y lo consigue.
En este diccionario antiacadémico de la política, Malamud reunió más de 225 vocablos, apreciaciones particulares y algunas veces irónicas sobre ciencias sociales, política internacional y delicias varias de la democracia argentina.
En la sucesión de definiciones aparecen desde desarrollos más extensos de algunos conceptos, que sirven un acercamiento rápido del lector no especializado, hasta apreciaciones breves o metáforas.
Como muestra van algunas de esas definiciones:
“Gobernar. En los libros, ejercicio de planear e implementar políticas públicas. En la práctica, emparchar”.
“Maldición de la doble H. Karma de los presidentes argentinos que consiste en luchar contra las dos H: hiperinflación y helicóptero”.
“Malvinas. Islas del Atlántico Sur que Argentina recuperará el día que su PBI per cápita alcance al de los malvinenses”.
“Nación. Dícese de un conjunto de personas que se inventa un pasado común y odia a sus vecinos”.
Malamud reside en Portugal, tiene unos diez libros publicados -escritos o compilados por él- y trabaja como investigador de la Universidad de Lisboa. Desde allí, dialogó con Leamos sobre su Diccionario arbitrario de política.
-¿Cómo surge este nuevo libro?
-José Natanson, director de la editorial, me dijo que estaba leyendo muchas cosas sueltas mías, y me pidió que las profundizara. Para los politólogos. los diccionarios siempre son una fascinación, como el del gran Norberto Bobbio. Divulgación, provocación y entretenimiento, esas son las funciones que cumplen, más que de formación.
-Vayamos a algunas definiciones. Usted señala, por ejemplo, que en el AMBA vive el 35% de la población en el 0,5% del territorio. Y que en las dos Buenos Aires, capital y provincia, vive el 45% de la gente pero tuvieron en cuarentena a todo un país.
-Si, la referencia es a las decisiones pandémicas. El trío pandémico (Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof) tomaba las decisiones para todo el país. Entonces, hubo municipios cerrados sin un solo caso de COVID. Faltó sensibilidad y flexibilidad, piensan el país desde el Obelisco. El mundo está visto desde ahí. Las 22 provincias del interior no pueden contrapesar a las dos que toman las decisiones.
-Usted señala que existe una “anomalía presidencialista” cuando se combinan crisis económica con corrupción y cortocircuitos entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo. ¿Qué pasa si los cortocircuitos son con el Poder Judicial, como ocurre ahora?
-Desde hace dos décadas hay un blindaje legislativo, por lo menos hay que tener un tercio en el Congreso, si no son despedidos. Pasó en Brasil, Paraguay, Bolivia. Ahora lo que algunos dicen es que también hace falta un escudo judicial porque te pueden echar los jueces, aunque hasta ahora no está demostrado. Un presidente cae cuando se subleva la calle. Hasta ahora, los jueces han brindado más protección que agresión. En el hiperpresidencialismo, los presidentes fuertes son los que lideran su partido y tienen mayoría parlamentaria. Menem sí tuvo ese poder y Kirchner lo tuvo cuando encaró a Duhalde. La Constitución no te empodera, te empodera la política.
-En la definición de “Argentina y occidente”, señala que el país tuvo históricamente un desarrollo alto respecto de América latina, pero que ha habido una latinoamericanización de la estructura social.
-Si, ya estamos ahí, latinoamericanizados. Uruguay nos superó, Paraguay aprovecha nuestros nichos exportadores. Se tornó más desigual y más informal. Antes el nivel de desarrollo era muy superior, hoy estamos en la media. Nos empezamos a derrumbar en 1975, con el Rodrigazo, y todo siguió barranca abajo aunque con serrucho. América Latina depende de la volatilidad de los precios internacionales. Las buenas políticas moderan esos ciclos, pero nosotros los potenciamos.
Anticorrupción pero no tanto
-En otra definición, usted señala que las cruzadas anticorrupción son erosivas para las democracias y que habría que buscar un punto intermedio, con una justicia no religiosa, que no sea una cruzada.
-Exacto. Están los casos de Italia, con el Mani Pulite, donde fueron hasta el hueso y provocaron un Berlusconi. Y en Brasil, con el Lava Jato, pasó lo mismo: en un sistema político estable, también fueron hasta el hueso contra la corrupción y lograron un Bolsonaro.
En Alemania y Japón, después de la Segunda Guerra Mundial, si encarcelaban a todos los responsables no quedaba nadie, entonces seleccionaron. Y en Nuremberg dejaron presos a 22. Hay que ser quirúrgicos. Hace falta un cirujano y no un carnicero. En Alemania, Helmut Kohl tuvo que devolver dos millones de marcos. En Francia, Sarkozy fue preso. En Portugal, Sócrates. Pero pagan los cabecillas y modifican el sistema. Buscan que las cosas funcionen.
-El desarrollo, sostiene usted, depende de la geopolítica y de los Estados Unidos.
-En el desarrollo del país, en 1930 pasó algo, hubo un golpe de Estado. Pero lo que más nos tiró del mundo en ese momento fue lo que estaba pasando en el mundo. Hubo un intento en la década del 30 que trató de industrializar la Argentina, pero llegamos tarde. Estábamos yendo para donde otros ya habían ido.
-Dentro del concepto de “guerra”, señala que, hasta el conflicto de Putin contra Ucrania, el nivel de enfrentamientos bélicos fue bajando progresivamente. ¿Cree que esto puede cambiar?
-Por ahora sigue siendo muy grave el conflicto en Ucrania por lo que puede derivar de esa guerra, pero el número de muertos es muy bajo respecto a número de bajas en una masacre. La tendencia en el mundo sigue siendo a la baja, el problema es que tienen armas nucleares.
-¿Y la guerra contra las drogas? Menciona el caso de Portugal como una experiencia exitosa.
-Si, en Portugal hubo un pico de adicciones y muertes por sobredosis en el año 2000. En ese momento dijeron “fracasamos”, y entonces se decide despenalizar. No se sanciona con cárcel, el consumidor no es un delincuente. Para consumo personal, se puede tener una dosis de hasta diez días de drogas. No hay diferencia entre drogas duras y drogas blandas, al narco se lo persigue, pero se separó la seguridad de la salud pública. Se persigue a los criminales y se atiende a los enfermos, hay programas de rehabilitación por medio de casas rodantes en todo el país. Eso destruye el mercado.
-Por último, usted dice que es cada vez más difícil ejercer el poder pero más fácil de ganar.
-Así es, el poder es cada vez más fácil de ganar, porque en la inestabilidad y en la incertidumbre, cualquiera puede llegar a ganar. También es cada vez más caro gobernar y más fácil de perder ese poder, porque la gente protesta en la calle. Un año antes de las elecciones, respecto de Trump o Bolsonaro decían “no puede ser”. Pero en algún momento comienzan a ser verosímiles sus candidaturas. Y cualquiera puede ganar.
Diccionario arbitrario de política (Fragmento)
Raúl Alfonsín - Presidente argentino (1983-1989)
1. La lucha política argentina se estructuró durante décadas alrededor de un eje que enfrentaba a Sarmiento e Yrigoyen con Rosas y Perón. Los primeros promovieron la soberanía popular a través de la educación y las instituciones, los segundos mediante la movilización y la conducción personalizada. Alfonsín nunca escondió su pertenencia al primer campo. Respetaba la representatividad popular del otro, pero se reconocía en la socialdemocracia europea y el pensamiento occidental liberal antes que en el particularismo nacionalista. Negociaba con todos, porque ésa era su concepción de la democracia: la negociación, por oposición a la eliminación.
2. El Pacto de Olivos, un acuerdo con el presidente Carlos Menem que habilitó la Reforma Constitucional en 1994, constituyó la segunda parte de la agenda reformista de Alfonsín. Primero había sido la democracia, ahora su institucionalización mediante un sistema de contrapesos que él imaginaba más equilibrado. La tercera etapa, la reforma económico-social, quedó −muy a su pesar− inconclusa.
3. Alfonsín no encarnó al estereotipo argentino: eso lo hizo mejor Menem. En la visión de Oliver Stone, Alfonsín no sería Nixon sino Kennedy: reflejaba mejor las aspiraciones de su pueblo que su realidad. Todavía hoy, quizá para siempre, Alfonsín representa a la Argentina que no consigue volver a ser, que quizá nunca más lo sea.
Alta y baja política
Los asuntos internacionales suelen dividirse en alta y baja política. La alta política trata de la supervivencia de los Estados y se concentra en las áreas de defensa y seguridad; la baja política trata de todo lo demás, como el comercio y la cultura. Esporádicamente, algunos temas de baja política cobran relevancia estratégica y pasan a considerarse alta política, en un proceso llamado “securitización”. Al tornar vulnerables a los Estados, sea porque enferma a sus Fuerzas Armadas o porque paraliza sus sistemas productivos, la pandemia transformó a la salud pública en un área de alta política. Sin embargo, en contraste con amenazas clásicas como la militar, la protección contra las pandemias no exige ejercer poder sobre otros Estados, sino con otros Estados. La salud pública no es un bien privado, público ni de club, sino de red: cuanta más gente la tenga, mejor para todos. Eso torna a su producción un asunto de cooperación más que de competencia, salvo cuando el objetivo es destruir al adversario aun al propio costo.
Área Metropolitana de Buenos Aires
Monstruo demográfico que concentra al 35% de los argentinos en el 0,5% del territorio nacional. Está constituido por la Capital Federal más los 24 municipios circundantes que pertenecen a la Provincia de Buenos Aires. Las dos Buenos Aires completas, ciudad y provincia, reúnen el 45% de la población argentina. Sin embargo, ministros provenientes de ambos distritos constituyen regularmente entre el 80% y el 90% del gabinete nacional, siendo hoy el presidente un porteño y la vicepresidenta una bonaerense. Las Buenos Aires monopolizan la conducción y agotan la imaginación de la Argentina. Las buenas gestiones y los liderazgos políticos de las otras veintidós provincias se estrellan contra la concentración demográfica del conurbano y la concentración mediática de la Capital. El AMBA cuarentena al país y esteriliza toda voluntad de reforma.
Antinomia Argentina
Derecha e izquierda nunca prendieron en Argentina: la mitad de sus electores no consigue ubicarse en esa escala. Sin embargo, no es por falta de antinomias que pueden quejarse los argentinos. Al contrario: más allá de las simplificaciones, es posible interpretar la historia nacional como una sucesión de conflictos en que un bando puede prevalecer momentáneamente pero el otro nunca aceptará el resultado. Y, si se ubica a las ideologías democráticas en un continuo que va de mayor libertad (derecha) a mayor igualdad (izquierda), la política argentina casi siempre fue pre-ideológica. ¿O acaso el programa de gobierno de Hipólito Yrigoyen no era la Constitución Nacional? ¿Y el de Perón no fue la comunidad organizada?
La Constitución puede interpretarse como producto del liberalismo, pero también como instrumento de igualación territorial y política, mientras el organicismo peronista puede considerarse igualitarista pero también fascista. En el continuo derecha-izquierda, los grandes partidos nacionales siempre fueron inclasificables −y al mismo tiempo populares, tanto cuando ganaban elecciones como cuando auspiciaban golpes de Estado−.
¿Cuál es entonces la antinomia argentina? Ortega y Gasset describió la tensión entre racionalidad y vitalidad. Esas predisposiciones explican la historia nacional mucho mejor que las ideologías. Las primeras décadas de vida independiente enfrentaron a próceres que buscaban imponer las ideas de la época, importadas de Europa o Estados Unidos, con caudillos que defendían una relación autóctona con la tierra y la población local.
Próceres como Rivadavia y Sarmiento sostenían una cosmovisión universalista: la razón era una y debía solo adaptarse a las asperezas nacionales. Caudillos como Rosas y Facundo Quiroga desarrollaron una práctica particularista: las necesidades y experiencias de la vida se sobreponían a las elucubraciones doctrinarias de los letrados. Es fácil encontrar paralelismos entre los racionalistas de ayer y los radicales de hoy, o entre los vitalistas de entonces y los peronistas de siempre. Las categorías ideológicas convencionales, en cambio, son tan aplicables a cualquiera de esos grupos políticos como a Boca o a River.
Teorema de Baglini
Enunciado por el diputado radical Eduardo Baglini en 1986, el teorema sostiene que el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder.
Seguir leyendo