Estados Unidos, entre la censura de libros y la “reescritura” de clásicos: ¿peligra la libertad de expresión?

Crece la preocupación ante la cantidad creciente de títulos prohibidos en escuelas y bibliotecas por quejas de padres e instituciones, así como por efecto de nuevas leyes conservadoras. Cifras récord de libros “cuestionados” y amenazas a docentes y bibliotecarios.

La Asociación Americana de Bibliotecas (ALA) registró en 2022 un total de 1269 intentos de censura de libros, cifra que casi duplica la del año anterior y que marcó un récord. (Gettyimages)

La censura de libros en bibliotecas, escuelas y universidades de Estados Unidos se está convirtiendo en una amenaza creciente y organizada desde la esfera política conservadora, según los últimos informes de dos organizaciones en defensa de la libertad de expresión del país.

La Asociación Americana de Bibliotecas (ALA) registró en 2022 un total de 1269 intentos de censura de libros y otros recursos, una cifra que prácticamente duplicó la del año anterior y que marcó un récord en las dos décadas que la organización lleva recopilando este tipo de datos.

La mayoría de los libros “cuestionados” -2571- estaban escritos por personas de la comunidad LGBT+ o personas de raza no blanca, “con historias que alteran el statu quo y ofrecen perspectivas frescas en cuestiones difíciles”, dijo hoy la asociación, que publicó su informe anual y una lista de los textos más frecuentemente atacados.

El aumento de esas cifras, alerta, es “prueba de un movimiento político conservador creciente y organizado cuyas metas incluyen eliminar libros sobre raza, historia, identidad de género, sexualidad y salud reproductiva de las bibliotecas públicas y escolares de Estados Unidos que no cuentan con su aprobación”.

La mayoría de los libros censurados en Estados Unidos son de autores no blancos o de la comunidad LGBT+.

“Disputas colectivas” contra libros

De hecho, la inmensa mayoría de los intentos de censura, un 90 %, fueron dirigidos a varios libros a la vez, y en muchos casos a grupos de 100 títulos o más, algo que no se veía antes de la pandemia, cuando los intentos solían ir dirigidos a un solo libro por iniciativa de padres o madres.

Según un gráfico del informe, el 30 % de las acciones para que se retiraran libros fueron iniciadas por padres o madres, el 28 % por clientes -contribuyentes de las instituciones- y, en tercer lugar, el 17 % por grupos políticos o religiosos.

La directora la de la Oficina de Libertad Intelectual de la ALA, Deborah Caldwell-Stone, señala en el informe que “grupos conservadores” están usando las redes sociales para distribuir listas de libros a sus seguidores y que emprendan una “disputa colectiva que puede vaciar las estanterías de una biblioteca”.

Y advierte que no solo son los libros objeto de “ataques orquestados por grupos de padres conservadores y medios de la derecha”, sino que durante esos cuestionamientos, los trabajadores de bibliotecas escolares y públicas están siendo increpados y acosados, por internet y en persona.

La creciente censura de libros en escuelas y bibliotecas se suma a la ola de reescrituras de clásicos como Roald Dahl o James Bond con el fin de adecuarlos a la corrección política actual.

Legislación para la restricción

En la misma dirección apunta la organización PEN America, que alertó el pasado jueves de un aumento del 28 % en los vetos a libros en las escuelas en la primera mitad del curso 2022-2023, algo que lo achacó a la reciente legislación aprobada en varios estados de EE.UU. para restringir su acceso.

“En contraste con épocas anteriores en las que los vetos a libros eran iniciados por padres o ciudadanos preocupados, casi un tercio (...) fueron resultado directo de leyes estatales recién aprobadas en Florida, Utah y Misuri” que forman parte de una “campaña nacional”, sostuvo la entidad en una nota.

“A medida que aumentan los vetos a libros, junto a la proliferación de esfuerzos legislativos para restringir la enseñanza de temas como raza, género, historia estadounidense e identidades LGBT, la libertad de leer, aprender y pensar de los estudiantes sigue mermando”, agregó.

Ninguna de las dos organizaciones mencionó la polémica por las modificaciones de palabras consideradas ofensivas -y asociadas a la influencia de la política progresista- en clásicos de autores como Roald Dahl o Agatha Christie, aunque figuras destacadas de PEN como Salman Rushdie lo han tildado igualmente de “censura”.

La ALA ha impulsado una iniciativa llamada United Against Book Bans (Unidos contra el veto a los libros), desde la que promueve que hoy se celebre el Día del Derecho a Leer e invita a la sociedad a organizarse por la libertad de expresión, entre otras cosas, obteniendo prestados los libros “en riesgo de veto”.

La Biblioteca Pública de Nueva York, con numerosas “sucursales” en todos los barrios de la ciudad, ya ha recogido la idea y desde hace tiempo promociona públicamente la lectura y préstamo de los libros vetados en otros estados del país dominados por fuerzas conservadoras.

Fuente: EFE

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