Entre espejos, orquídeas multicolores y sillones verdes, esperaba pacientemente a Jacqueline Goldberg, una autora venezolana que, más que escritora infantil, es una poeta nostálgica.
Su libro “El niño que desayunaba de noche” es el motivo de la visita de la también cuentera a la Feria Internacional del Libro de Bogotá, 2023 que por estos días se desarrolla en la capital colombiana.
Tan pronto llegó al lugar de nuestro encuentro, la escritora, que también trabaja con una editorial que busca promover la cultura y la literatura en Venezuela, de inmediato comenzó a relatar algunos sucesos previos a algunos encuentros con lectores de colegios que llevó a cabo días atrás.
“Siento que con, toda lógica, las maestras querían tener cuidado de que no se entendiera que es malo ir al colegio, que tuvieran una connotación negativa, dado que “El niño que desayunaba de noche” siempre estaba malhumorado por tener que levantarse temprano; de hecho, yo misma releyendo el libro digo: “Uy, sí, puede ser” pero eso se manejó muy bien, pues las maestras intervenían y todos charlamos sobre las diferentes interpretaciones que podría tener el cuento.
Luego, fuimos a un colegio en el sur de la ciudad, donde la directora parece estar enfrentando un problema muy serio porque los niños se acuestan tarde en la noche, entonces, en la mañana están cansados y ella tiene una batalla también con los padres, quienes también interpretaron la historia de otra manera, completamente distinta, como que hay cosas que hacer en la noche y acostarse temprano para en la mañana llegar felices al colegio;, nada eso es maravilloso ya que, justamente, cada quien le da el sentido que quiere”.
— Cuando comencé a leer el cuento, yo pensé que el niño tenía autismo...
— Me encanta eso, porque, bueno, hoy en día alguien me dijo que si yo me había analizado, que si yo estaba en el espectro, le dije, bueno, no hasta ahora no, pero por lo que parece todos vamos a terminar estando en el espectro.
¿Entonces eh? Oye, es una bonita lectura y, en todo caso, si un libro puede ayudar a un determinado grupo de personas con esa interpretación, pues perfecto, nada me gustaría más que eso fuera así, porque además tengo una muy particular sensibilidad, yo tengo una discapacidad motora y para mí el tema de la discapacidad es fundamental.
Estoy escribiendo ahora un un libro justamente para niños que no había hecho hasta ahora, sobre esos temas que parecen tan obvios para uno y terminan quedándose de último.
— ¿Cómo llegó a esta idea de El niño que desayunaba de noche?
— Mi hijo tenía una edad, en ese momento en que yo escribí el libro, en la que no quería ir al colegio, porque hay que levantarse muy temprano, demasiado temprano, y él ha sido muy nocturno, y lo sigue siendo, y ya entendí que eso no es malo hay personas que no pueden luchar contra eso; entonces está inspirado en él, pero bueno, todo lo demás es ficción.
Jamás intenté que desayunará de noche o que se pusiera los zapatos, hay algo importante por destacar, pues en Venezuela, que veo que aquí es muy distinto, la comida de la cena es idéntica a la del desayuno; entonces, claro, mis desayunos y mi cena cuando era niña consistían de arepita, huevo, un plátano, o sea lo mismo en ambas comidas, que el café con leche y así...
Entonces, claro, cuando un niño se despierta en la oscuridad, ahí puede tender a un solapamiento, una confusión y yo quise jugar un poco con eso.
— ¿Cómo decide Jacqueline Goldberg iniciarse en el mundo de la literatura infantil?, teniendo claro que usted es más que todo poeta.
— Qué bueno que me lo digas porque aquí me traen solo como literata infantil.
— No pues vamos a cambiar eso un poquito...
— Mira, fue absolutamente azaroso: a mí jamás se me había ocurrido escribir literatura para niños. Yo estaba con alguien esperando un ascensor, el ascensor se abrió y yo sólo vi una sábana y un agente, el ascensor se cerró y mi amigo rápidamente entendió un mundo que para mí no existía y me dijo: espérate, ‘‘eso’' es la señora del piso de arriba que murió, debe estar el camión, el carro fúnebre debe estar esperándola abajo.
Me dijo: ‘”vamos a quedarnos aquí mirando al lago de Maracaibo”, y efectivamente así fue, y, hasta que él me dijo lo que ahí había, para mí era sólo una sábana. Yo llegué ese día a mi casa a escribir lo que creía que era un poema y eso se mezcló con la muerte de mi abuelo y que por el hecho de que yo era una pequeña no me llevaron al cementerio, sólo vi llegar a mis padres.
Escribí un texto que pensé que era un poema, como todos los que había escrito, esto sería en el 89, y, cuando le di el texto a leer a alguien, me dijo: “¿Te estás dando cuenta de lo que salió ahí? No sé, yo misma me quedé sorprendida. En Venezuela estaba arrancando y recuperándose la editorial Monte Ávila editores, que es del Estado, estaba arrancando con una colección de libros infantiles; yo mostré ese texto y resulta que gustó, claro, porque es el tema de la muerte; desde ahí empecé a escribir para niños, gracias a ese primer poema sobre la muerte, tema que hoy en día ya no es un ‘’tabú'’ como antes lo fue.
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