Luis García Montero extraña a Almudena: “La muerte se parece mucho a un animal doméstico, aprendes a vivir con la ausencia del otro”

El poeta y director del Instituto Cervantes pasó por Buenos Aires para presentar su último libro “Un año y tres meses”, un poemario sobre la historia de amor con la aclamada Almudena Grandes.

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Luis García Montero lee "Un año y tres meses" para Almudena Grandes

Al final, lloramos los dos. ¿Cómo son los viernes -esos que conocimos en Completamente viernes, de presencia total del amor cotidiano, profundo y desbordante- después de ese año y tres meses de enfermedad y la muerte de su esposa, Almudena Grandes?, le pregunto a Luis García Montero, el poeta, el director del Instituto Cervantes y, también, el gran compañero y viudo de la querida periodista y escritora española.

Nuestros ojos se llenan de lágrimas inevitables: los míos, los suyos y los de los lectores de su amada Almudena. Tengo esa pregunta marcada como la última pero golpea en el pecho ahogado desde el inicio de la entrevista.

¿Cómo se hace para escribir los versos más hermosos de Un año y tres meses, su último libro, con el corazón estrujado? Lo que quiero saber es, en definitiva, cómo se hace para crear belleza sobre lo más difícil, La muerte es miserable, miserable, / la muerte es miserable. También sobre el diagnóstico inesperado, El hospital, la cuesta, el maletero / la lentitud de tus rodillas / al entrar en el coche, las pelucas, la quimioterapia y esa luz de lectura negociada que ya no se negocia, la última noche de Fin de año, las miradas y las palabras contenidas.

Luis y Almudena. La historia de un amor.
Luis y Almudena. La historia de un amor.

¿Cómo se hace para seguir escribiendo esta historia de amor cuando “uno de los dos muertos debe seguir de pie”? “Los viernes se han convertido en cualquier día de la semana”, me confiesa García Montero. Nuestros ojos se humedecen, sí, pero tengo que ser sincera: ya me habían desgarrado esa tarde las casi 80 páginas de este poemario, que no solo es delicadeza, sensibilidad y fuerza en versos, también es un diálogo con la Historia de la poesía. Francisco de Quevedo, Jorge Manrique, Gustavo Adolfo Bécquer, Luis de Góngora, Rosalía de Castro, Joan Margarit se cuelan en este libro que define como “difícil”. Porque, me dice, que “la muerte es también como un animal doméstico”.

¿Puede hacerse el amor en vuestro cielo?, se pregunta, porque también las manos tienen lágrimas. Los poemas son un recuerdo de la militancia y de la piel, la que se ofrece y se abre, la que se extraña y que hoy suspira de conmoción. ¿Cómo se hace?

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Y aunque escribe en su poema “Asuntos familiares”: Nunca había previsto que me tocase a mí / cerrar la puerta, apagar la luz / cuando el reloj se agote, / cuando desaparezcan los aviones, / los barcos o los trenes / y este viajero amigo y desdichado / se quede sin oficio de viajar. / Me asusta su monólogo, / el eco despiadado de mi sombra, ¿podemos acostumbrarnos a convivir con la muerte? Una sola toalla en el perchero, el sofá vacío y el ordenador que ya no se prende recuerdan que los 30 años de amor son resistencia y fragilidad.

Un rato antes de la presentación de Un año y tres meses en un colmado y conmovido Centro Cultural de España en Buenos Aires junto al poeta y la periodista Patricia Kolesnicov, al final, lloramos los dos. Y hablamos de lo revolucionario del cuidado en un mundo individualista, cómo la poesía se vuelve un modo de encontrarle sentido a la vida, al amor, a los miedos, a la muerte y, también, como un espacio donde se encuentran la intimidad y lo público. La memoria, lo colectivo, el lenguaje del amor y cómo continuar el legado de Almudena Grandes también forman parte de la entrevista. Una vista cansada me habla, me encuentro con ojos que miran el mundo, entre la deriva y la esperanza.

Luis García Montero presentó su libro en Buenos Aires junto a la periodista Patricia Kolesnicov. (Mariano Roca)
Luis García Montero presentó su libro en Buenos Aires junto a la periodista Patricia Kolesnicov. (Mariano Roca)

“¿Cómo estás?”, le pregunta Kolesnicov al autor de La intimidad de la serpiente, minutos después de las 19 para dar inicio a la presentación. Aunque la pregunta suena simple es, quizá, la más difícil de responder. “Estoy emocionado y feliz por recordar a Almudena en Buenos Aires, esta ciudad tan importante para ella”. García Montero cuenta que no volvió a escribir desde que terminó el libro y deja al auditorio arrasado cuando dice: “Que la persona que quieres se haya muerto en tus brazos es un recuerdo inolvidable y tener la suerte de morir al lado del que uno quiere, también”. Las lágrimas de los presentes indican el golpe del recuerdo y la memoria y los suspiros ahogados resoplan en el fondo del salón.

Ante la escucha atenta de María Jesús Alonso Jimenez, embajadora española en Argentina; Luis Marina, consejero cultural de la embajada de España; Coca Morazo, directora del Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA); Ezequiel Martínez, director general Fundación El Libro y la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires; Paola Lucantis, su editora y amiga, Mariano Roca, Josefina Delgado, entre otros, García Montero lee poemas como “El misterio y el secreto”, “Lectores”, “Los cuidados”, “La mudanza” y “Un año y tres meses”. Aplausos cálidos, tímidos, íntimos.

Luis García Montero lee sus poemas para Almudena en Buenos Aires. (Crédito: Mariano Roca)
Luis García Montero lee sus poemas para Almudena en Buenos Aires. (Crédito: Mariano Roca)

También cuenta que él es “muy institucional” pero el 31 de diciembre de 2020 decidió “saltarse las normas”, disfrazarse de médico y estudiar la manera de colarse en el hospital y estar con ella. Menciona a Joaquín Sabina y sus consejos. Un año y tres meses es un libro tan hermosamente conmovedor como desgarrador porque escribirlo, para él, “fue como lidiar con el vacío”. Esta historia de amor de más de 30 años es un rescate de la complicidad que siente que perdió, de una reivindicación de un “nosotros” y de este año y tres meses, / estos días finales que ya son, / ahora, recordados, los más felices de mi vida.

Al final, lloramos los dos. Y empiezo por ahí.

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¿Cómo son los viernes después de ese año y tres meses?

Los viernes se han convertido en cualquier día de la semana. Pero la vida te da ilusiones y te hacen que los viernes vuelvan a ser viernes. Llega el fin de semana, que vas a tener tiempo para tomarte una copa para tí mismo o para leer. Y la vida te da sorpresas y de pronto te hace recordar que los viernes van a seguir siendo importantes, por ejemplo, dos amigas van a abrir en Buenos Aires una librería con el nombre de Te Llamaré Viernes.

—Dejó un ejemplar de su libro Completamente viernes con ella en el último adiós, ¿le leyó a Almudena Un año y tres meses, en su fuero íntimo, a modo de ofrenda, después de su muerte?

—Sí, la verdad es que cada vez que uno hace una lectura o si estoy con amigos, ella está ahí, ¿no? Es una forma de estar ahí, de leernos, de seguir leyendo juntos.

—En Completamente Viernes se narra el amor, la presencia, el otro, ese otro que se cuela en los más mínimos detalles ¿Cómo es narrar la ausencia?

—Está bien la unión de los dos libros. Al principio, cuando empecé a hacer estos poemas sobre la enfermedad y la muerte de Almudena, pensé hacer una publicación conjunta desde el principio de los dos y que esta historia completase la historia de amor desde que había empezado. Y un amigo o editor me dijo que publicara ahora Un año y tres meses. En Completamente Viernes se cuenta la historia de un amor.

El poeta y marido de Almudena Grandes, Luis García Montero deposita un ejemplar de su libro 'Completamente viernes: 1994-1997' en el nicho donde será enterrada la escritora este lunes al Cementerio Civil de Madrid. (EFE/ Fernando Villar)
El poeta y marido de Almudena Grandes, Luis García Montero deposita un ejemplar de su libro 'Completamente viernes: 1994-1997' en el nicho donde será enterrada la escritora este lunes al Cementerio Civil de Madrid. (EFE/ Fernando Villar)

—¿Cómo empieza la historia de amor?

—El título Completamente Viernes tiene que ver con muchas cosas. Almudena había hecho una novela, su segunda novela, a principios de los años 90, que se titula Te llamaré Viernes. Nosotros vivíamos en dos ciudades cuando empezamos a convivir, ella en Madrid y yo en Granada, y nos uníamos en una de las dos ciudades los viernes, que es además el día de Venus. Y entonces en ese libro fui contando la historia de nuestro amor, de nuestra realidad. En el último libro, Un año y tres meses, lo que cuento es después de casi 30 años de convivencia, cuando llega la enfermedad y cuando se produce la muerte.

—¿Es un homenaje, un cierre, un diálogo?

—Muchas cosas. En primer lugar es una respuesta a mí mismo para encontrarle un sentido a la vida. Es un intento de mantener un diálogo con Almudena, con la memoria de Almudena, con la ausencia de Almudena. A mí me gusta decir que lo que yo he descubierto también después de la pérdida y leyendo este libro, que para las personas que no tenemos creencias religiosas, la muerte no es un problema metafísico sino que se parece mucho a un animal doméstico.

“La conciencia de la necesidad de cuidarse y vulnerabilidad es lo que le da sentido a este libro. Los dos hemos estado cuidándonos el uno al otro desde cada una de las dos orillas de la enfermedad hasta el final.”

—¿Cómo es eso?

—Mis hijas encontraron en la calle un gato Y Almudena no lo quería en la casa porque quién iba a cuidar el gato. “No, es una locura, no queremos animales domésticos”, decía. Y las niñas, que conocían mucho a su madre, le dijeron: “mamá le hemos puesto al gato Negrín” -era el nombre del último presidente de la República Española que salió al exilio- y claro, una vez que el gato fue bautizado con ese nombre, el gato no volvió al exilio de ninguna manera y se quedó 16 años a vivir con nosotros. Te cuento esto porque en esos 16 años uno entraba a ducharse y de pronto colaba por el cuarto de baño y se ponía a mirarte. O uno se sentaba a ver la televisión y el gato saltaba y se sentaba en el sofá al lado tuyo. Y acababas conviviendo con el gato. Fíjate que a la hora de mantener la memoria de la persona que está ausente y que el dolor se convierte en duelo, la muerte es también como un animal doméstico. Te acostumbras a vivir con la ausencia del otro, que es una forma de convivir con el otro.

—¿Cuáles son los momentos en los que cae en la cuenta de la ausencia?

—Yo ahora entro en el cuarto de baño y de pronto lo que me encuentro es que en vez de dos toallas colgadas en el perchero, hay una sola. O me siento a ver la televisión y de pronto lo que siento es que me sobra la mitad del sofá cuando veo la televisión o si paso por un sitio que antes tenía siempre un ordenador encendido, pues ahora lo que me llama la atención es que ese ordenador esté apagado porque nadie está escribiendo en él. Te acostumbras a convivir con la ausencia del otro, el dolor se convierte en tristeza, en tristeza de duelo y la memoria te hace compañía. Mucha de la reflexión de los poemas de este libro tiene que ver con eso: con la convivencia, con la muerte como una forma de presencia de alguien que sigue estando en tu vida.

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—Fernando Savater en su libro La peor parte, en el que escribe las memorias del amor que vivió durante 35 años con su esposa Sara Torres se pregunta para qué sirve un libro como ese. ¿Por qué escribir Un año y tres meses?

—Para mí la poesía es responderme a decir qué digo cuando digo “soy yo”, o cuando digo “nosotros”, o cuando digo “te quiero”. Como el golpe fue tan fuerte y la vida casi se quedó sin sentido, necesité escribir el libro para intentar comprender los horizontes de lo que estaba pasando. Eso tiene que ver con un eje fundamental de la poesía: el poeta no se dedica a hacer un desahogo testimonial sobre su vida, no es un notario, necesita trascender su yo biográfico a un yo de emociones artísticas que afecte también al lector. Ya no solo habla de su propia biografía, sino de la condición humana de lo que afecta al hombre o a la mujer que lo va a leer, lo que significan el amor, el miedo, la muerte.

—¿Y la trascendencia?

—Trascender mi experiencia propia para convertirla en un espacio poético para buscar un nuevo sentido a la vida, que tiene que ver con la serenidad del conocimiento. Si hay un momento de pérdida muy doloroso, es porque antes se ha tenido la suerte de tener algo que vale mucho. Lo que me acaba consolando del dolor que tengo ahora es los muchos años de convivencia, con la suerte de compartir la vida con alguien que te permite construir un “nosotros”. Lo que me permite encontrarle el sentido a la vida de las preguntas de Un año y tres meses es el recuerdo de Completamente viernes y de todo lo que ha habido antes de la pérdida.

“Almudena forma parte de la educación sentimental de muchos lectores”

—En el poema “La muerte es sueño” escribe que nunca tuvieron fe pero tenían las palabras, ¿la poesía llena esos espacios vacíos, deshabitados?

—Intentan responder y darle sentido al vacío y al camino para salir de él. La literatura es un diálogo con la memoria. El ser humano, cuando es consciente de que va a desaparecer, quiere dejar huella. La muerte es una construcción cultural del ser humano. Cuando el anciano de la tribu contaba en torno al fuego la historia de la comunidad, pues intentaba mantener la memoria de la comunidad. Uno de los valores de la literatura es ese, es el mantener la experiencia, la memoria del ser humano en general y de cada vida en particular, dejar constancia de esa memoria y de esa necesidad de convivir con el recuerdo.

—En el homenaje a Almudena Grandes en la Feria del Libro de Buenos Aires en 2022, Paola Lucantis, su editora en Tusquets Argentina y amiga, dijo que la escena perfecta para describirla es “tierra en las manos” y que nos enseñó a creer en la memoria colectiva, ¿cómo continuar su legado?

—Ha habido una reacción de cariño muy fuerte a Almudena en España, pero también en México, en Argentina. Si es verdad lo que ella decía, que el verdadero premio de un escritor son sus lectores. Almudena forma parte de la educación sentimental de muchos lectores. Por ejemplo, en España se ha hecho un club de lectura con su nombre, le han puesto su nombre a calles, se han bautizado bibliotecas. Incluso la estación de Renfe de Atocha ahora se llama Puerta de Atocha Almudena Grandes. Su literatura es de mucha calidad. Se ha apostado también por mantener en sus libros la memoria de no solo de su vida personal, sino de la historia de España, pues yo creo que su legado se mantendrá a lo largo del tiempo en el mundo de la literatura.

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—Almudena era su primera lectora, ¿leyó los poemas que escribió durante su enfermedad?

—No. Estaba muy acostumbrado a que leyera los poemas cuando los iba escribiendo. Creo que lo que le da sentido a este libro es la conciencia de la necesidad de cuidarse. La construcción de un nosotros, el amor, el compromiso social, más que con el deseo de prepotencia o de dominio, tiene que ver con la conciencia de vulnerabilidad. Somos seres que necesitamos ser cuidados y que necesitamos cuidar a la persona que queremos. Y en ese sentido, los cuidados son muy importantes. En un proceso de una enfermedad, uno tiene el derecho a la esperanza, porque la ciencia ha avanzado mucho y se pueden vencer muchas enfermedades. Comprendí en los últimos días que el optimismo de Almudena, el no dudar de que se iba a salvar de la enfermedad era un modo de cuidarnos a nuestros hijos y a mí porque no quería contagiarnos sus miedos y los disfrazaba. Yo desde el principio tampoco quise contagiar miedo ninguno, porque no quería entrar en el peligro de provocarle más miedo o más dolor.

—¿Qué sintió con esos primeros versos escritos? ¿Qué hay en ellos?

—No podía escribir sobre algo que me afectaba autoengañándome, borrando el miedo, la desorientación, el vacío, porque entonces estaba falsificando las respuestas que yo le estaba pidiendo a la poesía. Y en vez de engañarme, lo que decidí es no enseñarle a Almudena los poemas que estaba escribiendo. Creo que en ese sentido me comporté como ella se comportaba cada vez que hablaba con toda naturalidad, como si lo de la muerte fuese imposible. Los dos hemos estado cuidándonos el uno al otro desde cada una de las dos orillas de la enfermedad hasta el final.

—¿Qué implica el cuidado en Un año y tres meses?

—Si el nosotros de una historia de amor es una conciencia de cuidar y ser cuidado y esto lo traspasas al contrato social, la dignidad de la política y del contrato social es la dignidad de los que marcan un contrato de convivencia para hacer posible los cuidados en libertad, en igualdad y en fraternidad. También pensar en lo que es el compromiso de Almudena y mío con determinado pensamiento político, con determinada postura pública se convierte también en una reflexión sobre la enfermedad, la sanidad pública, la necesidad de cuidarnos públicamente y la necesidad de reivindicar la esperanza. Uno debe ser consciente de que la ciencia ha avanzado mucho y hay mucha gente que supera la enfermedad.

—¿El cuidado es revolucionario?

Y el amor. Vivimos en una época donde hay poderosísimos medios de control de la conciencia, sustitución de la información verídica por mentiras y calumnias, que lo que al final hacen es despedazar los instintos obsesivos de cada uno. Son instintos que acaban en el odio, en la visión unidimensional y en la consideración de que el mundo se puede definir por las propias obsesiones y que todo lo demás es una amenaza, incluso la diversidad.

—¿Hay peligro?

—El peligro ya no es solo el supremacista que se cree con derecho a imponer su realidad a todos los demás sino que hasta los que formamos parte de minorías nos encerremos en nuestra propia minoría y convirtamos el espacio del bien común en un espacio de sectas, donde cada minoría esté enfrentada a otra, sin crear el bien común. Vivimos en una sociedad que tiene dinámicas culturales que convierten la libertad en la ley del más fuerte. Frente a eso, los cuidados son los que nos hacen conscientes de que convivimos con nuestra vulnerabilidad y que hay que establecer marcos justos de convivencia para salvarnos de la selva.

—Llegar a pensar en eso...

—Este libro era muy difícil para mí. Ha tenido buenas críticas y reconocimiento, pero la verdadera satisfacción es cuando se ha acercado a alguien y me ha dicho, “yo soy enfermera y trabajo en cuidados paliativos, gracias por escribir este libro”, o “yo he perdido a mi marido con una enfermedad, había perdido el sentido a la vida”.

—¿La poesía es el lenguaje del amor?

—Es un lenguaje que está acostumbrado a unir la intimidad con lo público. Eso tiene que ver con el amor, pero tiene que ver incluso con la sociedad en la que estamos viviendo. Con las redes sociales hay también un diálogo muy rápido entre lo más íntimo y lo público, en Twitter, Facebook pero allí se resuelve con el insulto. Frente a ese espacio que desemboca en el insulto y en el desprecio, la poesía establece un ámbito de pudor donde el yo se elabora a lo público para establecer vínculos, no desprecios o mentiras. Estamos en una dinámica donde a la gente se le está olvidando pensar lo que dice antes de decir lo que piensa.

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