Cuando uno piensa en Don Quijote de la Mancha, la novela de Miguel de Cervantes Saavedra que se convirtió en la obra más destacada de la literatura española y en una de las principales de la literatura universal, no se la suele asociar al realismo. Lo primero que viene a la mente suele ser ese hidalgo que lucha contra los molinos gigantes, escena con todo un abanico de interpretaciones pero que, sin embargo, casi nadie asume como algo real.
Pero, ¿y si lo fuera? ¿Y si ese ingenioso hidalgo estuviera basado en una persona real? ¿Y si Cervantes, por cuyo entierro un 23 de abril se celebra este domingo el Día del Libro, hubiera basado a su caballero en hechos reales?
En Las otras vidas de don Quijote -el esclarecedor ensayo del español Javier Escudero para el que revisó, durante dos décadas, miles y miles de documentos de finales del siglo XVI-, el investigador demuestra que Don Quijote no fue producto de una mera invención, sino que tuvo una fuente en la que Cervantes se basó para sentar los pilares de ese universo que creó en 1605 y que luego amplió en 1615 con la publicación de la segunda parte.
Según afirma Escudero, la fuente de Cervantes fue un hidalgo llamado Alonso Manuel de Ludeña, que era su vecino en Esquivias (Toledo). Gracias a su exhaustiva investigación, el madrileño ha localizado toda una parva de personajes y aventuras que no solamente aparecen en Don Quijote sino, además, en otras novelas de Cervantes como El retablo de las maravillas, La ilustre fregona, La gitanilla o Rinconete y Cortadillo.
“No todo es como se nos había contado. Cervantes es un escritor organizado e informado, y la novela es verosímil y creíble. Su forma de escribir es como la de otros escritores, conoce a una serie de personas, le parecen interesantes y las incluye en sus novelas”, dijo Escudero.
Licenciado en Derecho, doctor en Humanidades y archivero de profesión, Escudero ha encontrado documentos -sobre todo relacionados con procesos judiciales- que dan cuenta de situaciones y personas del Quijote, como el hidalgo que atacó un molino de viento, el que compró un rocín que se le cayó o los que vestían como caballeros medievales.
Sobre Alonso Manuel de Ludeña, la misteriosa fuente de Cervantes, Escudero cuenta en Las otras vidas de don Quijote que vivió al lado de Cervantes en Esquivias, alejado de la Mancha, entre 1594 y 1607. Ese hidalgo manchego conoció a Cervantes porque arrendó tierras a Lope de Vivar Salazar, cuyo hijo fue el heredero de Cervantes y su esposa cuando ambos murieron sin dejar descendencia, y vendió otras a Gabriel Quijada de Salazar, el hijo de Alonso Quijada, casero de Cervantes y de quien se considera que Cervantes tomó el nombre de su libro.
“Tenemos que saber que proviene de hechos y personajes reales y que Cervantes pretende hacer literatura, no historia. Creo que esto no modifica para nada la creatividad de Cervantes”, afirma Escudero, quien defiende que su teoría es “la única que une lo que hasta ahora parecía irreconciliable”.
Y agrega: “El realismo en situaciones, personajes y aventuras del Quijote empieza desde la primera página, no en la segunda parte, como se nos ha dicho”, insiste Escudero, que además aclara que “sabemos que, escribiera donde escribiera el Quijote, Cervantes lo gestó tranquilamente, en largas conversaciones en Esquivias con estos hidalgos”. A su juicio, “se han dicho tantas cosas del Quijote, unas contradictorias con otras, a veces teorías inverosímiles, que ser sensato se convierte ahora en algo casi revolucionario”.
Con información de EFE.
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