Hace siglos que ciencia y espiritualidad parecen estar en las antípodas, como si ambas fueran los extremos de un camino a elegir, contradictorias entre sí, irreconciliables. Pero no todos están de acuerdo con esa separación tan tajante y reduccionista.
“Se cree que Ciencia y Espiritualidad buscan, por distintos caminos, las respuestas a la creación de este maravilloso Universo. Se cree que la ciencia debe ser atea y la espiritualidad no debe tener ningún rasgo de raciocinio. Pero en verdad esto no es así”, puede leerse al comienzo de Espiritualidad científica, libro en el que Fabián J. Ciarlotti y Néstor N. Cesarini -expertos en ayurveda y la relación entre medicina y filosofía- buscan unir esos dos polos aparentemente opuestos.
“El pensamiento científico no tiene por qué ser ateo, podemos seguir el método científico pero ser creyentes en un Ser Supremo. Además podemos reconocer que no somos solo este cuerpo físico y que el mismo es solo un vehículo de nuestro verdadero Ser. En las antiguas civilizaciones, esta división aparente entre ciencia, religión y espiritualidad no se vislumbraba tan evidente”, afirman los autores.
Publicado por Ediciones Lea, Espiritualidad científica hilvana lo intelectual con lo místico, lo concreto con lo abstracto, lo empírico con lo inmaterial, y llama al lector a llevar a cabo un proceso de autoconocimiento y autorrealización con herramientas tanto científicas como espirituales, hoy más necesarias que nunca para digitar el camino de la humanidad que, según los autores, tiene dos destinos: evolución o extinción.
“Espiritualidad científica” (fragmento)
Se cree que Ciencia y Espiritualidad buscan, por distintos caminos, las respuestas a la creación de este maravilloso Universo. Se cree que la ciencia debe ser atea y la espiritualidad no debe tener ningún rasgo de raciocinio.
Pero en verdad esto no es así, antiguos sabios de Oriente en sus rituales, pujas y ceremonias perseguían la precisión matemática, guiados por la astrología sabían que determinados días, hierbas, y objetos ubicados con una orientación vinculada a los puntos cardinales y formando determinadas figuras geométricas como por ejemplo yantras era la mejor forma de agradar a la divinidad. Por tal motivo, debían profundizar en el conocimiento de la astronomía, matemática, en definitiva la vinculación de lo exacto (ciencia) con lo espiritual.
El pensamiento científico no tiene por qué ser ateo, podemos seguir el método científico pero ser creyentes en un Ser Supremo. Además podemos reconocer que no somos solo este cuerpo físico y que el mismo es solo un vehículo de nuestro verdadero Ser. En las antiguas civilizaciones, esta división aparente entre ciencia, religión y espiritualidad no se vislumbraba tan evidente.
En los tiempos contemporáneos pareciera que ganó la ciencia, dado que todo aparenta ser cierto una vez que es comprobado.
Pero en verdad esto no tiene por qué ser así, una persona dedicada a las ciencias puede tener su propia creencia o practicar alguna disciplina espiritual a la vez que es un gran científico. Por eso decimos que hay una Espiritualidad Científica.
Necesitamos de la ciencia y de la espiritualidad para alcanzar la plenitud existencial.
Decimos que un ser es espiritual cuando siente en todas las cosas la presencia de la Consciencia Absoluta, del Supremo, de la Divinidad, o como se la quiera nombrar, y cuando experimenta los sentimientos más nobles del ser: el amor, la compasión, la solidaridad, la no violencia, la paz, la alegría en cada relación interpersonal y con su entorno.
La espiritualidad nos encamina al encuentro con quien verdaderamente somos, hacia nuestra esencia, nuestro Yo Superior.
El camino de esa búsqueda puede ser diferente y marcado por las creencias individuales, pero en definitiva el objetivo es el mismo.
El discernimiento y la espiritualidad
Si nos remontamos a relatos bíblicos podemos observar que hasta antes de la aparición del bien y el mal, que trajeron la tentación y el pecado original, no se necesitaba discernimiento debido a que no había nada que decidir.
El budhi, el principio de discernimiento, es necesario a partir de la aparición de una decisión a tomar.
En la actualidad cada uno de nosotros practica el discernimiento, ya que permanentemente tomamos decisiones sobre los caminos a seguir.
Consideran los Vedas que no existen ni el bien ni el mal; en todo caso, lo que hay es bien y ausencia de bien. En cada uno de nosotros hay un santo y un demonio conviviendo juntos. El ser humano debe decidir a quién alimentar.
Lo que nos sucede en este plano terrenal es producto de la verdad creada por nuestra mente. Nuestra mente filtra lo que experimentan nuestros sentidos, lo procesa y nos hace creer que es la realidad.
La verdad no es la realidad, verdades hay tantas como seres humanos en este universo, pero realidad hay una sola.
Solo que esa realidad es percibida a través de nuestros sentidos y, como explicaremos seguidamente, es nuestra mente la que traduce esa realidad y la convierte en una verdad, vinculada al contenido de esta mente.
Cuando a través de un sendero espiritual practicamos por ejemplo la meditación, la experiencia directa vivida nos acerca a la realidad porque trascendemos nuestra mente, nos acercamos a lo que verdaderamente somos, a esas potencialidades que todo ser humano tiene para ser descubiertas y que permiten conectar con una profunda evolución espiritual.
No necesitamos de un lugar específico o de una persona en especial para acceder a lo divino, la divinidad ya está presente en la vida misma.
El desarrollo de la espiritualidad en Occidente
En Occidente la ciencia se ha desarrollado en profundidad, una persona difícilmente sea capaz, en una sola vida, de acceder a todo el conocimiento de las diferentes ramas de la ciencia. El problema radica en que todo el avance fue realizado en relación al estudio de lo externo, del saber intelectual.
Hoy tenemos datos precisos como por ejemplo sobre la distancia entre planetas y estrellas, pero nos encontramos con que el desarrollo de la espiritualidad, de las “ciencias del alma”, no fue realizado con el mismo ímpetu.
No hemos estudiado detenidamente por qué reaccionamos en determinados momentos de forma inadecuada, o por qué nuestros pensamientos pueden no tener fin, ni cómo tener control sobre nuestras emociones.
Las respuestas a todas estas preguntas, la ciencia no las tiene o son muy superficiales. Desde chicos nos enseñaron a repetir de memoria las invasiones inglesas, a sufrir por Vilcapugio y Ayohuma y a odiar a los realistas, a repetir las capitales de los países de todo el mundo, frases, fórmulas, datos, fechas, pero nunca algo profundo. Quiénes somos, el servicio, la meditación, a conocer la mente con sus miedos y condiciones.
En cambio, en Oriente hubo un estudio exhaustivo de temas relacionados al espíritu, ellos se han detenido a analizar el funcionamiento de nuestro propio ser, sus vehículos (cuerpo físico – mente) llevándonos al autoconocimiento, a la autorrealización.
Para esto es necesario que el ser humano despierte su conciencia hacia la evolución.
Ser espiritual, dicho de una manera simple, es ser mejor persona cada día, es reflexionar cada noche sobre qué puedo mejorar mañana, es preguntarse “en qué actué bien y en qué no”, tanto en las relaciones interpersonales, como con uno mismo y con la naturaleza.
Esta toma de conciencia es el primer paso en la evolución espiritual.
La mejor religión es la que te hace mejor persona.
Salud, ciencia y espiritualidad
La salud, de acuerdo a la OMS (Organización Mundial de la Salud), se define como el resultado del equilibrio entre lo biológico, lo psicológico, lo social, lo económico, lo emocional, y, cada vez más, lo espiritual.
Para Ayurveda, la salud no es la mera ausencia de enfermedad, sino que existe cuando hay equilibrio entre el cuerpo, la mente y la conciencia, trabajando armoniosamente como unidad.
En general, cuando una persona está atravesando una situación difícil de enfrentar en la vida, como por ejemplo una enfermedad, recurre a sus creencias, a su fe y eso es lo que le da la fortaleza, incluso considerando esto una parte fundamental de la sanación.
Ahora bien, la espiritualidad y la religión no son lo mismo, es muy importante hacer esa diferenciación. La religión tiene que ver con un conjunto de dogmas y valores a seguir, mas esto debe ser un camino espiritual para quien la profese.
La espiritualidad encamina al ser humano a su autorrealización, a conocerse en su nivel superior, a encontrarse con los valores que yacen en el corazón de cada individuo como ser el amor, la compasión, la paz y la alegría.
Pareciera que la ciencia está ausente en esta conjunción, pero ¿cómo poder entender aquello que no tocamos, que no está a simple vista pero, sin embargo, se manifiesta?
Muchos científicos piensan que somos apenas parte de la evolución de las especies, o una suerte de combinación química de dos células que se encuentran para fusionarse y generar otra.
Comprendimos en algún momento de nuestras vidas que mucho de lo que aprendimos de niños, eso a lo que no le encontrábamos la razón de ser porque no se vinculaba con nuestros intereses ni nuestro futuro era indispensable para desarrollar el pensamiento lógico, ya que sin un pensamiento racional se pierde el sentido común.
Al mismo tiempo, no fuimos formados en otro aspecto necesario para transitar en esta vida: no nos han enseñado sobre espiritualidad, ni sobre los valores éticos que sostienen el actuar correcto de una persona, ese actuar que nos lleva a la plenitud de nuestro propio ser y nos hace únicos.
El camino espiritual es el que nos conduce al despertar de la conciencia, a la manifestación de las cualidades del Ser. Y enseña a respetarnos, a ser compasivos y a vivir en una sociedad más humana. Nuestro mundo se destruye día a día por falta de espiritualidad.
Cuando pensamos que nuestra existencia física es el principio y el fin, que no hay nada más allá de uno mismo, de algún modo, la vida nos “pega una cachetada”, es decir, nos moviliza fuertemente y nos hace replantearnos nuestra fe, ya sea por ejemplo que nos quedemos sin trabajo, nos enfermemos de gravedad o muera un ser querido.
En ese momento, parece que nos desmoronamos por completo y está comprobado por la Psicología que el tener una creencia en algo superior, o la conciencia de que no somos solo este cuerpo físico, nos da fuerzas y nos ayuda a trascender la adversidad.
¿Por qué ante una situación límite es que tomamos conciencia de que no somos solo materia? ¿Por qué debemos esperar a que esto suceda para darnos cuenta y replantearnos lo que hacemos y lo que somos?
Ser espiritual implica estar ligado al Ser trascendente, amoroso, pacífico y alegre que realmente somos.
La ciencia puede darnos datos duros, hechos concretos, pero las decisiones que tomemos se basarán en nuestros valores y el nivel de consciencia que tengamos. Nuestra espiritualidad determinará nuestras decisiones.
Somos seres espirituales, por ende nunca la ciencia y la espiritualidad pueden ir por caminos distintos, porque estarían siempre abordando o mirando solamente una parte del Ser que somos.
La Espiritualidad Científica que hoy proponemos se basa en integrar el razonamiento con la conciencia del Ser que soy, buscando un sentido a la vida.
Darnos cuenta de quiénes somos, a qué venimos y cuál es nuestro propósito, nuestro dharma transcendental es lo que nos proponen los caminos espirituales.
Max Planck, el padre de la Física Cuántica, dijo: “Los Seres humanos son el resultado de las fluctuaciones cuánticas”, de este modo confirmamos lo que los antiguos yoguis enseñaban: que lo que concebimos como la realidad no es más que una mera ilusión.
Cuando nos concientizamos sobre esto y podemos correr el velo de esa ilusión (maya) nos damos cuenta de que lo que creíamos y aseverábamos no era más que una interpretación de nuestra mente.
Cada uno de nosotros tiene experiencias de vida desde la concepción y, también, de vidas anteriores, que quedan en nuestra mente como impresiones, huellas llamadas samkaras en sánscrito; de esta manera, filtramos lo que nuestros sentidos toman del exterior, de la vida cotidiana y lo interpretamos de una manera subjetiva.
Max Planck dijo: “Para el creyente Dios está al principio de todo, para el científico Dios está al final de todo”.
¿Qué importa si está al principio o al final? Descubriremos que está presente en toda manifestación, atemporal y perfecto.
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