Una guerra virtual, dos imperios gastronómicos y un inesperado romance entre enemigos: así empieza “Tweet cute”

Inspirada en la película “Tienes un e-mail”, el best seller de la estadounidense Emma Lord es una comedia romántica que demuestra que en el amor (y en Twitter) todo vale.

"Tweet cute", primera novela de la best seller estadounidense Emma Lord, es una reescritura de la película "Tienes un e-mail", protagonizada por Tom Hanks y Meg Ryan.

Inspirada en Tienes un e-mail, la joven best seller estadounidense Emma Lord reescribe en su primer libro, Tweet cute, la icónica película de 1998 dirigida por Nora Ephron y protagonizada por Tom Hanks y Meg Ryan. Pero en esta novela, en vez de una guerra entre una pequeña librería independiente y una gran cadena, la disputa es entre dos negocios gastronómicos.

La historia transcurre en Nueva York y los protagonistas son Jack Campbell y Pepper Evans, dos estudiantes de secundaria que terminan envueltos en una guerra virtual por defender el prestigio de sus familias. Big League Burger es la cadena de hamburguesas de la familia de Pepper y ella se encarga de manejar la cuenta de Twitter, mientras que Jack hace lo mismo con la tienda de delicatessen de su abuela, Girl Cheesing.

En el mundo real, son compañeros de colegio y co-capitanes del equipo de natación pero en redes sociales son enemigos indiscutidos. Ninguno sabe quién se encuentra manejando esas cuentas. El conflicto empieza cuando en la red de Girl Cheesing se acusa al negocio Big League Burger de robar su receta secreta de queso a la parrilla. A partir de ese momento, se produce un divertido cruce de tweets, memes y varios retweets que comienzan a hacerse virales.

Pero en Tweet cute, editado por V&R, ambos personajes terminarán por enamorarse el uno del otro en medio de esa guerra virtual, aunque sin saber quién está realmente del otro lado. ¿Qué harán cuando las máscaras virtuales se caigan y los secretos salgan a la luz? ¿Vencerá la enemistad? ¿Quién ganará, el orgullo o el amor?

“Tweet cute” (fragmento)

Portada de "Tweet cute", de Emma Lord, publicado por V&R.

Pepper

En honor a la verdad, casi no sale humo del horno cuando suena la alarma.

–Eh… ¿se está incendiando el apartamento?

Bajo la pantalla de la computadora, cuya mitad está ocupada por la cara de mi hermana mayor Paige, ahora con el ceño fruncido, quien me llamó por Skype desde la Universidad de Pensilvania. La otra mitad está ocupada por el ensayo sobre Grandes esperanzas que he escrito y reescrito tantas veces que creo que Charles Dickens estará revolcándose en la tumba.

–No –murmuro mientras atravieso la cocina para apagar el horno–, solo mi vida.

Abro el horno y sale otra humareda, que revela un Pastel Monstruo terriblemente ennegrecido.

–Mierda.

Tomo la escalera de mano de la despensa para apagar la alarma contra incendios y abro todas las ventanas de nuestro apartamento en el piso veintiséis, desde donde veo el Upper East Side de Nueva York extenderse bajo mis pies: todos los edificios imponentes con sus luces brillantes encendidas, incluso mucho después de la hora en la que cualquier persona en su sano juicio se iría a dormir. Me quedo mirando por un momento, de alguna manera todavía no me he acostumbrado a la impresionante vista a pesar de que llevamos aquí casi cuatro años.

–¿Pepper?

Cierto. Paige. Levanto la pantalla de la computadora.

–Todo bajo control –digo, mostrándole un pulgar hacia arriba. Ella levanta una ceja incrédula y luego hace la mímica de correrse el flequillo. La imito y termino desparramándome Pastel Monstruo por toda la frente mientras Paige hace una mueca de dolor.

–Bueno, si terminas llamando a los bomberos, ponme sobre la superficie más alta, así puedo ver entrar a los musculosos. –Sus ojos se alejan de la pantalla, sin duda para mirar la publicación inconclusa del blog de repostería que llevamos juntas–. Supongo que hoy no vamos a tomar ninguna foto para la entrada, ¿no?

–Tengo otros tres pasteles ya hechos que puedo fotografiar cuando les ponga el glaseado. Te enviaré esas fotos más tarde.

–Cielos. ¿Cuántos pasteles monstruo has hecho? ¿Ya volvió mamá de su viaje?

No quiero verla a los ojos, así que dirijo la mirada hacia la cocina, donde las sartenes están acomodadas en una fila. Paige apenas pregunta por mamá estos días, así que siento que debo tener mucho cuidado con lo que diga a continuación; más cuidado que con, por ejemplo, el estado de distracción académica que me dejó al borde de un incendio.

–Debería volver en dos días. –Y luego, como parece que no puedo evitarlo, agrego–: Podrías venir, si quieres. No tenemos mucho que hacer este fin de semana.

–Paso –responde Paige arrugando la nariz.

Me muerdo el interior de la mejilla. Paige es tan testaruda que cual quier cosa que diga para intentar salvar la distancia entre ella y mamá suele empeorar las cosas.

–Pero podrías venir tú a Pen a visitarme –me ofrece alegremente. La idea sería tentadora si no tuviera que hacer el ensayo de Grandes esperanzas y un montón de otras grandes esperanzas con las que lidiar: un examen de Estadística Avanzada y un proyecto de Biología Avanzada de preparación para la universidad, los preparativos para el club de de bate y mi primer día oficial como capitana del equipo de natación feme nino, entre otras cosas, y eso es solo la punta de mi iceberg metafórico y sumamente estresante.

"Tweet cute", de Emma Lord, fue incluido por la revista Cosmopolitan en su lista de los 100 mejores libros de literatura juvenil.

La cara que pongo debe decirlo todo, porque Paige levanta las manos en señal de rendición.

–Lo siento –digo por reflejo.

–Primero, deja de pedir perdón –dice Paige, que ahora está metida hasta el cuello en una clase de teoría feminista a la que abraza con un entusiasmo agresivo–. Y segundo, ¿qué te está pasando?

–¿Qué me está pasando? –pregunto, abanicando los últimos restos de humo para sacarlos por la ventana.

–Toda esta... onda rara... de Barbie estudiosa que tienes –me dice, señalando la pantalla.

–Me preocupan mis calificaciones.

–En casa no te preocupaban –señala Paige con un resoplido. Por “casa”, se refiere a Nashville, donde nos criamos.

–Aquí es diferente. –No es que ella sepa cómo es, teniendo en cuenta que nunca tuvo que ir a la Academia Stone Hall, una escuela privada tan elitista y competitiva que incluso Blair Waldorf ardería en llamas a los dos minutos de cruzar el umbral. El año en que mamá nos mudó aquí, Paige estaba por terminar la secundaria e insistió en ir a una escuela pública; además, ya tenía calificaciones de su escuela anterior que le servían para impulsar sus solicitudes universitarias–. La escala de calificaciones es más exigente. El ingreso a la universidad es más competitivo. –Pero tú no eres competitiva.

Ja. Tal vez yo no era así antes de que ella me dejara para irse a Filadelfia. Ahora mis compañeros me conocen como la Terminator. O la santita, o la “siempre lista”, o cualquier apodo con el que haya decidido agraciarme esa semana Jack Campbell, el infame payaso de la clase y la espina que tengo clavada.

–Además, ¿no enviaste ya una solicitud anticipada a Columbia? ¿Crees que les va a importar una mísera B menos?

No es que quizás no les importe, no tengo dudas de que sí les va a importar. Escuché a unas chicas en el aula hablar de un chico de otra escuela que está a una calle de la nuestra. Dijeron que le anularon la aceptación a Columbia porque le dio un ataque de desmotivación a punto de terminar la secundaria y bajaron sus calificaciones. Pero antes de poder justificar mi paranoia por este rumor sin fundamento, se abre la puerta de entrada, seguida por el clic clic clic de los tacones de mi madre que golpean contra el suelo de madera del apartamento.

–Adiós –dice Paige.

Corta la llamada antes de que yo vuelva a mirar la pantalla. Suspiro y cierro la computadora justo antes de que mi madre entre en la cocina, engalanada con su habitual atuendo de aeropuerto: unos jeans negros ajustados, un suéter de cachemira y unas enormes gafas de sol negras que, a decir verdad, le quedan ridículas dada la hora que es. Se las quita y las posa sobre el pelo rubio perfectamente peinado para inspeccionarme a mí y al huracán que alguna vez fue su cocina impecable.

–Has vuelto antes.

–Y se supone que tú deberías estar en la cama.

Da unos pasos y me abraza; yo la aprieto un poco más de lo que debería apretarla una persona cubierta de pastel. Solo han pasado unos días, pero me siento sola cuando ella no está. Todavía no me he acostumbrado a que haya tanto silencio, sin Paige ni mi padre.

Ella me sujeta e inspira con ganas, sin duda inhalando una bocanada de pastel quemado, pero cuando se aparta, levanta la misma ceja que Paige y no dice nada.

–Tengo que terminar un ensayo.

Mi madre mira los pasteles.

–Parece que la lectura te tiene fascinada –dice con ironía–. ¿Es el de Grandes esperanzas?

–El mismo.

–¿No lo terminaste hace una semana?

"When you get the chance", de Emma Lord, está basado en el musical "Mamma Mia!".

Tiene razón. Supongo que, llegada la hora de la verdad, puedo tomar uno de los borradores anteriores y presentar eso. Pero el problema es que la hora de la verdad en la Academia Stone Hall es más bien la hora de la mutilación y la destrucción. Estoy compitiendo para entrar a una de las mejores universidades del país contra herederos que quizás desciendan de la mascota original de la Universidad Yale. No basta con ser buena, ni siquiera genial: tienes que aplastar a los demás; si no, te aplastan a ti.

Bueno, al menos en sentido metafórico. Y hablando de metáforas, por alguna razón, a pesar de haber leído el libro dos veces y haberlo anotado a más no poder, me está costando interpretar cualquier metáfora de una manera que no haga dormir al profesor de Literatura Avanzada. Cada vez que intento escribir algo coherente, solo puedo pensar en el entre namiento de natación de mañana. Es mi primer día como capitana en funciones y sé que Pooja estuvo preparándose durante el verano, así que ahora podría ser más rápida que yo, tener ventaja a la hora de socavar mi autoridad y hacerme quedar como una idiota delante de todos y...

–¿Quieres quedarte en casa y no ir a la escuela mañana?

Me quedo mirando a mi madre como si le hubiera crecido una segunda cabeza. Eso es lo último que necesito. Incluso faltar una hora les daría ventaja a todos los demás.

–No. No, estoy bien. –Me siento en la encimera–. ¿Terminaste con tus reuniones?

Mi madre está tan empeñada en lanzar Big League Burger a nivel internacional que es prácticamente lo único de lo que habla estos días: reuniones con inversores en París, en Londres, incluso en Roma, para tratar de decidir a qué ciudad europea llevará la franquicia primero.

–No del todo. Tendré que volver a viajar. Pero en la empresa están todos alterados por los lanzamientos del nuevo menú de mañana, y no me parecía bien estar fuera en medio de eso. –Sonríe–. Además, extrañaba a mi Mini-yo.

Resoplo, pero solo porque, entre su ropa de diseñador y mi pijama arrugado, ahora mismo parezco cualquier cosa menos eso.

–Hablando de los lanzamientos del menú –señala–, Taffy dice que no le has respondido los mensajes.

Trato de evitar que se note la punzada de fastidio en mi cara.

–Sí, bueno. Le di ideas de tweets para programar hace semanas ya. Y he tenido mucha tarea.

–Sé que estás ocupada. Pero es que eso se te da muy bien. –Me pone el dedo en la nariz de la misma manera que lo ha hecho desde que era pequeña, cuando ella y mi padre solían reírse de cómo me quedaba un poco bizca mirándolo–. Y sabes lo importante que es esto para la familia.

“Para la familia”. Sé que no es su intención, pero me molesta, teniendo en cuenta cómo empezamos y cómo estamos ahora.

–Ah, sí. Seguro que a papá le quitan el sueño nuestros tweets.

Mi madre pone los ojos en blanco de esa forma cariñosa y exasperada que reserva únicamente para mi padre. Si bien han cambiado muchas cosas desde que se divorciaron hace unos años, todavía se quieren, aunque no estén tan “enamorados”, como dice mi madre.

El resto, sin embargo, ha sido como un latigazo. Mi mamá y mi papá fundaron Big League Burger en Nashville hace diez años, como una tienda familiar. En esa época, solo había batidos y hamburguesas y apenas conseguíamos pagar la renta cada mes para mantener la tienda en pie. Nadie esperaba que tuviera tanto éxito ni que Big League Burger se convirtiera en la cuarta franquicia de comida rápida más importante del país.

Quién es Emma Lord

♦ Es una escritora estadounidense de literatura juvenil y romántica.

♦ Escribió libros como Tweet cute, You Have a Match, When You Get the Chance y Begin Again.

♦ Varios de sus libros son best-sellers de The New York Times y su debut, Tweet cute, fue elegido como parte de la lista de los 100 mejores libros de literatura juvenil de la revista Cosmopolitan.

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