Rita Segato explica por qué hay que refundar el feminismo para refundar la política

En su nuevo libro, “Escenas de un pensamiento incómodo”, la antropóloga y activista feminista argentina analiza la relación entre género, racismo y violencia desde una óptica decolonial. Acá puede leerse un adelanto exclusivo.

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La antropóloga argentina Rita Segato escribe en su nuevo libro de ensayos: "Decimos humanismo, pero en realidad posiblemente no existió etapa más inhumana en la historia de la humanidad".
La antropóloga argentina Rita Segato escribe en su nuevo libro de ensayos: "Decimos humanismo, pero en realidad posiblemente no existió etapa más inhumana en la historia de la humanidad".

“Los ensayos que componen este volumen salieron a la luz a lo largo de tres décadas. Se encontraban dispersos, perdidos, casi inaccesibles”, escribe la antropóloga y activista feminista argentina Rita Segato al comienzo de su nuevo libro, Escenas de un pensamiento incómodo: género, violencia y cultura en una óptica decolonial.

“En ese período, un pensamiento crítico y decolonial por largo tiempo intuitivo fue fermentándose en el tratamiento de los distintos campos presentes en este volumen: el patriarcado como violencia originaria, el fracaso del punitivismo como meta de la Justicia, lo que los museos no entienden –sobre el eurocentrismo y su carácter intrínsecamente racista–, la llaga abierta de Palestina, la antropología frente a la religión y la ética”, explica Segato en la presentación.

La antropóloga parte del disciplinamiento de la mujer en los mitos fundacionales (pone el conocido ejemplo de Adán y Eva) como momento inicial de la historia, a partir del cual surge el desdoblamiento entre lo masculino y lo femenino. Desde ahí, desmenuza en sus ensayos la relación entre género, racismo y violencia.

Escenas de un pensamiento incómodo, publicado por Prometeo Ediciones, saldrá a la venta en mayo y tendrá su presentación en la Feria del Libro de Buenos Aires, el próximo 5 de mayo a las 20.30 en la Sala Julio Cortázar (Pabellón Blanco).

“Escenas de un pensamiento incómodo” (fragmento)

Portada de "Escenas de un pensamiento incómodo: género, violencia y cultura en una óptica decolonial", de Rita Segato, publicado por Prometeo Ediciones.
Portada de "Escenas de un pensamiento incómodo: género, violencia y cultura en una óptica decolonial", de Rita Segato, publicado por Prometeo Ediciones.

Refundar el feminismo para refundar la política

Hace 25 años que pienso el tema de la violencia contra las mujeres como parte del último tramo de una reflexión más antigua sobre la estructura de género o patriarcado, que inicia con el trabajo de campo entre miembros de una religión afrobrasilera para mi tesis doctoral defendida en 1984 con un largo capítulo sobre el tema. La cuestión racial y el mundo de la afrodescendencia se han cruzado desde el primer día, por lo tanto, con mi abordaje del tema que nos ocupa. Sin embargo, las audiencias son en nuestro continente mucho más propensas al interés por la violencia contra las mujeres y mucho menos interesadas en el tema de la discriminación racial y del racismo.

Dicho esto, trazaré un breve panorama de cómo fue mi camino hasta aquí, hasta llegar a algunos descubrimientos que he hecho más recientemente pero que no dejan de ser desdoblamientos del trayecto anterior. Es importante hacer referencia a ese camino pues mis categorías del presente representan el desarrollo de conceptos que se han venido desdoblando desde mi primer abordaje del tema de la violencia de género.

Es en mi libro Las estructuras elementales de la violencia donde propongo entender la violencia contra las mujeres como el resultado del cruce de dos ejes y de una economía simbólica que fluye a lo largo del cruce de los mismos. Esa economía simbólica vincula, por un lado, un eje que es la relación entre el agresor y la agredida, donde el agresor encarna el polo moral del circuito. Su moral es una condición muy arcaica en la imaginación colectiva que reedita una estructura mítica presente en todos los continentes: el mito adánico.

¿De qué habla el mito adánico, que tiene réplicas en el África, en Nueva Guinea, en el mundo Oceánico, en el mundo Amerindio? Habla de una indisciplina, una desobediencia, un desacato, un delito o pecado de la mujer fundadora, y de su disciplinamiento como momento inicial de la historia de un pueblo. Se narra así la toma del poder por los hombres mediante el disciplinamiento de las mujeres, y la construcción, a partir de ahí, de las dos posiciones: la femenina y la masculina.

En 2019, Rita Segato fue la encargada de abrir la Feria del Libro de Buenos Aires.
En 2019, Rita Segato fue la encargada de abrir la Feria del Libro de Buenos Aires.

Existe hoy un debate dentro de los feminismos decoloniales: una de sus posiciones afirma la inexistencia de un patriarcado en el período precolonial, o sea, antes de la conquista y la colonización. Sin embargo, la extraordinaria dispersión planetaria de este motivo mítico de origen habla del carácter arcaico y fundacional de la subordinación femenina a la ley del padre como paso inicial que conduce a la historia humana, en la versión de diversos pueblos. Esa estructura mítica del error femenino y su disciplinamiento se recrea, se replica, se reedita en cada violación. El violador es ese sujeto patriarcal que va a castigar y poner en su lugar a la mujer, y la violación es un acto que atrapa a la mujer en su cuerpo como signo de una posición inescapable, de un destino sometido. Ese es el acto moralizador, disciplinante del violador hacia la mujer violada que, al ser reducida a su cuerpo, pierde la condición de persona en su plenitud ontológica –será una persona parcial, disminuida en su humanidad eincapaz de encarnar la posición de representante de la ley–.

La violación no es el efecto de una cultura particular. La violación es la evidencia de la continuidad y exacerbación de un orden político arcaico: el patriarcado. Este mito en sus variantes viene a decirnos que es el orden político más arcaico de todos, el que funda la primera forma de opresión y expropiación de valor: la opresión y expropiación de la posición femenina por la masculina.

Durante un largo período de la humanidad hasta los tiempos coloniales, en el orden comunal, esas eran y continúan siendo dos posiciones, pero no dos cuerpos necesariamente: las posiciones emanadas de la división sexual del trabajo, de roles y de afectos, y de las dos historias entrelazadas como son la masculina y la femenina, no necesariamente enyesadas y determinadas por un tipo de cuerpo. Ese atrapamiento por el cuerpo es definitivamente conquistual-colonial.

Se puede decir entonces que, como la raza, la conquista y la colonización le atribuyen una “naturaleza” y, más tarde, una biología a la posición dominada. No hay raza antes del momento histórico de la conquista porque la raza es la atribución de una naturaleza–más tarde una biología– diferenciada e inferior a la posición del derrotado. Ocurre, por lo tanto, del atrapamiento de una anatomía, de un fenotipo, en la cualidad de signo de una posición en la historia. De la misma manera, en el proceso de conquista y colonización también la posición femenina es atrapada por el significante-cuerpo, para ser engañosamente percibida más como una naturaleza que como una posición en la historia. Estos dos procesos, el de sexualización de la posición de género y el de racialización, se revelan así estructuralmente análogos y contemporáneos.

El proceso de la colonización entraña la imposición de los monoteísmos a los cosmos no monoteístas del mundo indígena y el camino hacia la colonial-modernidad, con su transición a la estructura binaria de anomalización, minorización y marginalización de las diferencias a partir de un centro que expulsa a sus otros a la condición de minorías residuales con relación al Sujeto Universal.

Como he dicho, dual y binario representan dos estructuras dramáticamente diferentes. La estructura binaria se desdobla en una gran variedad de binarismos en los cuales el segundo término pasa a ser una función –y también una invención– del primero: desarrollados/ subdesarrollados, blanco/no-blanco, moderno/primitivo, civilizado/bárbaro, sujeto universal (el Hombre)/minorías. Mientras el mundo pre-colonial es dual, el mundo colonial/moderno es binario, y el binarismo es el mundo del Uno con sus Otros – la mujer muta así en el otro del hombre, el negro en el otro del blanco, la sexualidad homoerótica en el otro de la heterosexualidad, etc–.

En este orden, solo un término es ontológicamente completo, y sus otros son defectivos. El hombre con minúscula, uno entre otros, parcialidad, del mundo comunal se transforma en el Hombre con mayúscula del humanismo moderno y pasa a encarnar, a englobar, a secuestrar todo discurso y acción que se pretendan políticos, pasa a iconizar, con su cuerpo, el universo entero de la politicidad. Estamos frente a la invención de las minorías. Frente a la invención de la minorización. La racialización y la generización dejan de ser diferencias en un orden jerárquico para ser restos, márgenes del uno. La ley generará paliativos y remedios para esa residualización de todas aquellas anomalías del sujeto universal. Y ese es un efecto de la modernidad, del humanismo moderno.

Decimos humanismo, pero en realidad posiblemente no existió etapa más inhumana en la historia de la humanidad. Es una etapa donde se produce un sujeto universal, pero que en realidad en la imaginación colectiva tiene un rostro, tiene un cuerpo. Un hombre con minúscula se transforma en un Hombre con mayúscula, como sinónimo de humanidad, y aparecerán sus otros y todas las diferencias pasarán a ser anomalías de ese sujeto universal pleno. Entramos así en el período aciago, que marcha en una dirección aciaga, que es la colonial-modernidad. No podemos percibir con claridad su naturaleza aciaga porque nuestra visión está empañada por prejuicios negativos con relación a la vida comunal, así como prejuicios positivos con relación a la ciudadanía. Ambas son miradas prejuiciosas, informadas por falsas creencias. La ficción institucional, el mito ciudadano, se ha mostrado como una construcción inalcanzable para las mayorías en América Latina.

Rita Segato: "La mayor parte de las violaciones y agresiones contra el cuerpo femenino no se hacen en soledad, son hechas colectivamente".
Rita Segato: "La mayor parte de las violaciones y agresiones contra el cuerpo femenino no se hacen en soledad, son hechas colectivamente".

Ese universo denso de la masculinidad y su historia colonial son aquello que es necesario comprender para entender el ataque del violador a su víctima. Lo que ocurre cuando un cuerpo es apropiado, dominado, rapiñado. Sin entender el carácter plenamente político del acto violador, la estructura de poder muy particular que implica, no podremos comprender la naturaleza de este crimen en el mundo contemporáneo, pues en él se pone en acto un proceso histórico por el cual un sujeto se alimenta y construye al fagocitar a su inconmensurable alter, y ese alter es la substancia que lo constituye.

El otro eje, horizontal, es un eje cuya relevancia no ha sido suficientemente reconocida. Es el eje del sujeto masculino con sus pares. Del agresor con sus “semejantes”. La mayor parte de las violaciones y agresiones contra el cuerpo femenino no se hacen en soledad. No son hombres solos, anómalos, raros, locos, enfermos mentales, con inclinación al crimen quienes las perpetran. La mayor parte de las violaciones son hechas colectivamente, en grupos, en pandillas, en gangs. Y eso contradice el sentido común alimentado todo el tiempo por los medios de comunicación masiva. Pero los datos muestran –y mis datos también– que ese sujeto agresor está acompañado siempre, aun cuando sus otros relevantes, sus “semejantes”, no se encuentran materialmente a su lado. ¿Y por qué está acompañado? Porque está dando examen: está mostrando algo a alguien.

¿Dónde está puesta la libido? ¿Cómo puede violar? Y para hablar de esto nos resulta útil mencionar aquí un caso paradigmático: el caso de Atenco. El caso de la violación de una mujer de 73 años agredida sexualmente por un grupo de policías cuando se resistía a la toma de Atenco para la construcción de un aeropuerto. Ella es violada multitudinariamente, llega a denunciar la violación y fallece poco después. Entonces: ¿Dónde está puesta la libido? ¿Qué libido hace que se viole a alguien que no es realmente el objeto de un deseo propiamente sexual? ¿Qué deseo es ese? ¿Por qué lo fisiológico se activa sobre un cuerpo que no sería el cuerpo capaz de activar la libido y en una situación bélica de la cual la libido propiamente sexual no forma parte?

Cuando escribí los textos que forman parte de Las estructuras… hablé de un mandato masculino que llamé “mandato de violación”, pero sin indagar todavía cómo es posible, fisiológicamente, que una violación pueda suceder en medio de condiciones que son, naturalmente, de extrema tensión como son las condiciones en que se da todo crimen, todo desafío a la ley. Mucho más tarde llego a comprender que el lugar en que la libido se encuentra colocada, lo que despierta el deseo, es el “espectáculo de sí” como dominador, como fagocitador de un alter nutritivo para la posición de sujeto potente. La libido que está colocada en el espectáculo. Es una libido narcisística que retroalimenta al sujeto. El gozo es atrapado en el narcisismo del sujeto y su espectáculo de potencia ante sí mismo y ante los ojos de sus pares, los miembros de lo que en Las estructuras… llamo “la fratría”, “hermandad” o “cofradía” masculina, y en mis textos y entrevistas más recientes identifico como “corporación” masculina, pues voy comprendiendo hacia el presente que la estructura de la masculinidad es corporativa.

Quién es Rita Segato

♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1951.

♦ Es escritora, antropóloga y activista feminista.

♦ Es reconocida por sus investigaciones que se han orientado a las cuestiones de género en los pueblos originarios y comunidades latinoamericanas, a la violencia de género y a las relaciones entre género, racismo y colonialidad.

♦ Escribió libros como Contrapedagogías de la crueldad, Mujeres intelectuales, Reinventar la izquierda en el siglo XXI y La guerra contra las mujeres.

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