Horacio Tarcus, el guardián argentino de Karl Marx

Maneja uno de los archivos más importantes sobre el tema y dirige una colección en la editorial Siglo XXI. Aquí, dice que los partidos de izquierda deberían “deconstruirse” . Y que hay cierto aspecto de Marx que está “volviendo”.

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Horacio Tarcus.
Horacio Tarcus.

Seguramente el lector o lectora escuchó, en algún lugar, frases como: “La historia sucede dos veces, pero primero como tragedia y luego como farsa”. O: “La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”. O quizás sepa apreciar la intertextualidad con Hamlet cuando el personaje shakesperiano menciona al Fantasma (su padre) como un viejo topo (old mole) en el siguiente frase: “Y cuando la revolución haya llevado a cabo esta segunda parte de su labor preliminar, Europa se pondrá de pie, y gritará jubilosa: ¡Bien has cavado, viejo topo!”.

Todas estas sentencias pertenecen a la pluma de Karl Marx y están todas en un solo libro, un clásico del marxismo, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, que acaba de ser reeditado por editorial SIglo XXI, bajo la supervisión y prólogo de Horacio Tarcus, un impulsor del resguardo de obras, folletos, afiches y todo documento que permita rescatar o revisar las intervenciones de los grupos o individuos señalados genéricamente como de izquierda, ya desde los clásicos como Marx (y anteriores como Fourier) pasando por los “ismos” que se produjeron en el siglo XX bajo esa adscripción (comunismo, trotskismo, guevarismo, maoismo) a las formas más actuales que se nutren de ese acervo, entre ellas el ecologismo o el feminismo.

Tarcus fundó en 1998 el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CEDINCI) que llegó a convertirse en uno de los archivos más amplios sobre la temática. A pocos días de que se cumpla el 25° aniversario de su fundación, el CEDINCI señaló en un comunicado que: “el Ministerio de Ciencia y Tecnología nos ha asignado un subsidio que no llega a los 20.000 pesos mensuales, un aporte que valoramos pero que no alcanza siquiera a pagar la cuenta de electricidad”. Es entonces con el aporte de los socios al Centro y su enorme Biblioteca que la institución se sostiene.

Pero además desde hace varios años Tarcus dirige una colección en editorial Siglo XXI que publica rescates de obras que van desde los documentos de Marx en sus batallas en la Primera Internacional (donde los socialistas disputaban la dirección del movimiento obrero en lucha con los anarquistas) al relato de León Trotsky acerca de su fuga del destierro, ordenado por el Zar, en Siberia (el libro llamado La fuga de Siberia en un trineo de renos fue se convirtió en un best seller) pasando, claro, sobre cómo la amenaza de colapso ecológico amenaza los intereses de la humanidad.

Infobae Leamos conversó con Horacio Tarcus acerca de qué queda del marxismo en términos editoriales, cuál es su presencia hoy en la producción contemporánea y el rol del CEDINCI, entre otros temas.

–Se dice cada cierto tiempo que Marx está volviendo, ¿no? Los libros de la colección de Siglo XXI que usted edita serían una prueba, ahora que acaban de publicar El 18 Brumario de Luis Bonaparte, un texto muy importante porque da cuenta de cómo caracterizaba Marx en tiempo real los acontecimientos que lo rodeaban.

–Bueno, hay un retorno a Marx que se constata en los libros que analizan elementos contemporáneos como el ecologismo, el feminismo, las conferencias internacionales sobre su obra. Los libros que publicamos podrían también insertarse en esta corriente ya que, además de los textos canónicos de Marx, publicamos aquellos que eran ya inhallables o que debaten el Marx de nuestro tiempo. El 18 Brumario… recoge la versión original, acompañada por un extenso aparato que incluye diversos prólogos, el contexto, fotografías de las primeras tapas y así.

–¿Percibe que estos retornos no vuelven sobre el Marx del Manifiesto Comunista, de aquel que batallaba en la revolución de 1848, del comunista militante de la Primera Internacional?

–Creo que es así. Si bien a través de Siglo XXI publicamos una antología de 400 y pico de páginas donde está el Marx de la Primera Internacional, el de la Liga de los Comunistas, no es lo que está en circulación masiva. Me parece que hay una dificultad en traducir el lenguaje político militante al tiempo actual porque el lenguaje político militante de Marx llega a nosotros mediado por la tradición leninista, por la tradición trotskista, maoista, guevarista; los “ismos” del siglo 20. Ese Marx puede ser el centro de una lectura académica por fuera de esas lentes.

-¿Cómo sería?

-Creo, y esta es mi opinión personalísima, que el lenguaje político y el imaginario político forjado por el bolchevismo no tiene hoy una traducción y una recepción por parte de la militancia de los movimientos sociales, ni el movimiento feminista, ni el movimiento ecologista, ni otros movimientos sociales. Estos movimientos no se sienten permeados por un lenguaje que tiene que ver con la táctica y la estrategia, con el partido pensado como Estado Mayor y toda una serie de metáforas militares y todo un imaginario de la revolución inminente o medianamente inminente que, de algún modo, dictaba la política de la Internacional. En ese contexto pensar en sancionar una ley que defienda los glaciares o una ley de despenalización del aborto; eso hubiera sido reformismo que nos distraía de la revolución. Hoy me parece que hay toda una serie de movimientos que están dispuestos a una lucha por reformas, donde las transformaciones radicales pueden estar en el horizonte por lo menos en la izquierda de esos movimientos, pero no se sienten interpeladas por ese lenguaje duro, por ese lenguaje militar de la estrategia, de la táctica, del Estado Mayor.

–¿Esos conceptos hoy no tendrían actualidad?

–Mirá, las estructuras tradicionales de los partidos de izquierda eran inevitablemente, no podían ser de otro modo por la época en que surgieron, estructuras fuertemente patriarcales. Hoy estamos viviendo una transformación profunda. No basta con que un partido con una estructura patriarcal levante un programa feminista, sino que ese partido tendría que reestructurarse o “deconstruirse”, ese partido tendría que construirse y funcionar de otro modo y yo creo que los partidos de izquierda siguen atados al imaginario de un modelo de partido surgido en un contexto de revoluciones que se pensaban inminentes. Entonces el pensamiento de Marx, si bien es muy anterior al bolchevismo, llega a nosotros mediado por el pensamiento de la Tercera Internacional, de la Cuarta Internacional, del maoísmo, del guevarismo. Hoy sería imposible darles a jóvenes militantes los textos del Che sobre la construcción del foco revolucionario, sobre el movimiento guerrillero, no hay traducción contemporánea salvo para pequeños grupos.

–Entre esas lecturas del regreso de Marx, el italiano Enzo Traverso señala algunas imágenes en los textos de Marx que dan cuenta del momento positivista, de avance de las fuerzas sociales que caracterizaban a su época.

–Sí, sin duda. Yo te diría que hay una ideología del progreso muy fuerte que atraviesa todo el siglo 19 y que inclusive es más extensa, anterior y posterior al positivismo. El paradigma marxista del siglo 19 está en competencia con el positivismo, son herederos de Saint-Simon. Hay una confrontación clara pero ambos comparten de algún modo esta filosofía del progreso aunque le den distintos contenidos y le pongan distintos sujetos al progreso.

Karl Marx
Karl Marx

–¿Pero no había una negatividad en algunos contemporáneos a Marx, o posteriores, que confronte con ese positivismo?

–Hay pocas excepciones, uno es George Sorel, un personaje muy curioso dentro del universo socialista, un pensador de fines del siglo 19, principios del siglo 20 que es muy leído por Walter Benjamin y que escribe un libro que se llama Las ilusiones del progreso que de algún modo rompe con el paradigma progresista. Lo que nosotros hacemos es ocuparnos de la historia del pensamiento político y llevamos a cabo prácticas editoriales en las que tratamos de pensar qué es lo que sintoniza con las demandas del pensamiento emancipador del presente. Por eso digo hay un Marx que aparece como mucho más actual y otro que queda latente, el Marx de la estructura partidaria, el Marx del proletariado, el Marx de la insurrección. En El 18 Brumario Marx habla mucho sobre la revolución, pero complejiza la revolución porque viene de una revolución. Pasa lo mismo que con Gramsci, se convierten en pensadores muy interesantes porque están pensando ante la derrota de una revolución inmediata y ponen la revolución en el largo plazo. Marx acá dice: “Bueno las revoluciones se corrigen incesantemente a sí mismas”, que es como un llamado a decir “esto recién empieza, aprendamos de las revoluciones derrotadas”, veamos cómo se enriquecen. En ese sentido me parece que hay un juego entre historia y memoria, entre pensamiento y memoria. Nunca es actual la totalidad de lo que dice un autor, pero siempre hay modos de leerlo.

–Ustedes en el CEDINCI tienen textos de la Primera Internacional, que entiendo son para estudiosos, mientras que los que publican en Siglo XXI se dirigen a un lector actual, un espectro más amplio. ¿Cuál es el criterio de selección?

–Mirá, yo te diría que son planos distintos. En el CEDINCI no hay ningún tipo de selección, al revés, te diría que acá la voluntad es que estén todos los textos de todas las internacionales y de todos los “ismos” y en diversos idiomas, en lo posible, en las lenguas originales, pero claro que también las traducciones. Acá sobre todo viene el estudioso, el investigador. En la editorial Siglo XXI es otra cosa. Es una editorial que, si bien tiene una una línea progresista, necesita vender sus libros, entonces busca un lector más amplio. En el CEDINCI tenés una enorme biblioteca de feminismo, una biblioteca monumental de marxismo, hay 195.000 libros, hay 11.000 colecciones de periódicos y revistas, hay una colección que ronda los cinco mil afiches políticos. O sea, aquí hay de todo y el investigador pide y en general se le da lo que pide.

–¿Y en la editorial?

–En la política de publicaciones se trata de ofrecer aquello que está dentro de una agenda y publicamos el libro de Nancy Fraser Contrahegemonía ya, que plantea una crítica del feminismo llamémosle burgués o el feminismo liberal; editamos la antología de Antonio Gramsci, publicamos el Manifiesto por un arte revolucionario independiente de Trotsky. Si yo publico los escritos militares de Trotsky lo van a leer 50 trotskistas, si publico el Manifiesto por un arte revolucionario independiente o el testimonio de viaje de escape de Trotsky de Siberia, bueno, se pueden hacer ediciones de dos mil tres mil ejemplares. En el CEDINCI, en cambio, yo tengo que tener todos los libros, incluso los escritos militares en ruso.

–El libro sobre la huida de Trotsky de Siberia fue un best seller.

–Va por la tercera hicieron acá, una edición en España, una edición en México y lo están traduciendo al portugués. Hablando de lo que se lee, casi no hay reediciones de Lenin. Esto también podría dar cuenta de qué le interesa al lector actual. Pero en definitiva entre las publicaciones en Siglo XXI, en la que el último lanzamiento es El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, y el archivo del CEDINCI logramos una armonía muy efectiva para, entre otras cosas, ese rescate de Marx del que hablábamos al principio.

Horacio Tarcus en el Prólogo a El 18 Brumario de Luis Bonaparte (fragmento)

La danza de los espectros y las labores de zapa

El encumbramiento definitivo de Luis Napoleón fue un duro golpe para los exiliados alemanes, entre quienes Francia se- guía siendo el epicentro de las expectativas revolucionarias. En un principio Marx concibió su ensayo para ellos, a pedido de su amigo Joseph Weydemeyer, un exoficial prusiano que había tomado parte activa en las revoluciones de 1848. Emigrado por razones económicas a Estados Unidos, Weydemeyer estaba por lanzar en la ciudad de Nueva York un periódico en idioma alemán, Die Revolution [La Revolución], destinado a la numerosa comunidad germana migrante.

Marx tenía abundante material a disposición. Había estudiado a los historiadores de la Revolución durante sus tres estadías en París (octubre de 1843-febrero de 1845, marzo-abril de 1848 y junio-agosto de 1849). Incluso fuera de Francia, no había dejado de seguir los acontecimientos políticos del país, leyendo la prensa francesa primero desde Colonia y luego en Londres. Los diarios londinenses le ofrecían además una cobertura detallada del golpe de diciembre. Pero si quería hacer su propia cobertura periodística de un acontecimiento reciente, Marx debía enviar en lo inmediato al menos tres artículos, uno por semana.

A pesar del apremio con que lo escribió, en El Dieciocho Brumario Marx hace gala de una prosa deslumbrante, equiparable a la que había desplegado en Sobre la cuestión judía, la Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel o el Manifiesto Comunista (y que volverá a exhibir en algunos tramos de El capital). Aparecen aquí una serie de frases epigramáticas que terminarán por desgajarse del texto original para convertirse en verdaderas sentencias de uso universal, tales como:

La historia sucede dos veces, pero primero como tragedia y luego como farsa.

La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos.

Los hombres hacen la historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas que les han sido legadas por la tradición.

La revolución no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir.

O el dictum shakespeariano: “¡Bien has cavado, viejo topo!”. Por medio de este último, Marx trama una vez más un juego intertextual con la obra de Hegel, aunque solo lo cite explícitamente una vez en El Dieciocho Brumario (Enseguida veremos en detalle esa remisión a Shakespeare).

Es ya célebre el párrafo con el que Marx da inicio a El Dieciocho Brumario:

“Hegel señala, en alguna parte, que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, por así decir, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa. Caussidière por Danton, Luis Blanc por Robespierre, la Montaña de 1848 a 1851 por la Montaña de 1793 a 1795, el sobrino por el tío. Y la misma caricatura en las circunstancias que acompañan a la segunda edición del 18 Brumario!”.

(...)

Otra de las imágenes poderosas de El Dieciocho Brumario hace gala del recién mencionado juego intertextual entre Hegel y Shakespeare, que José Sazbón reseñó en un ensayo deslumbrante. Cuando Marx señala que el ciclo revolucionario abierto en 1848 ya se ha clausurado, se vale de la imagen hegeliana del viejo topo de la historia para expresar asimismo que el ciclo de las revoluciones modernas apenas si había comenzado. Por debajo de la positividad de la historia visible. Marx apela a esa metáfora para poner de manifiesto el trabajo subterráneo de la negatividad histórica. La Revolución de 1848 había llevado a la perfección el sistem parlamentario para terminar derrocándolo; el bonapartismo estaba llevando ahora la centralización y la concentración de poder del Estado burgués a su máxima expresión, facilitando así las condiciones para la toma del poder político que llevaría a cabo la futura revolución proletaria. “Y cuando la revolución haya llevado a cabo esta segunda parte de su labor preliminar” -escribe Marx-–, “Europa se levantará, y grita jubilosa: ‘Bien has cavado, viejo topo!’”.

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