La escritora española Irene Vallejo, que cobró enorme notoriedad en las letras en castellano tras la publicación de su novela El infinito en un junco, aseguró en una entrevista que los libros siempre han sido perseguidos y que es partidaria de que las bibliotecas públicas no censuren y ofrezcan incluso libros que se consideren dañinos.
La autora, que habló con la prensa durante un viaje a Canadá a donde llegó invitada por la Universidad de York, señaló que el momento actual es “muy vibrante y lleno de polémicas”. Preguntada por la situación en Estados Unidos, donde hay un creciente movimiento para eliminar de la esfera pública libros de temáticas como la homosexualidad o el racismo, la escritora zaragozana, que ganó en 2020 el Premio Nacional de Ensayo de España justamente con El infinito en un junco, dijo que no es una novedad.
“Habíamos olvidado hasta qué punto los libros han sido siempre perseguidos. La palabra, la literatura, el pensamiento, las teorías, la ciencia, desde que existe memoria documentada de la existencia de libros, existen también datos, evidencias de que esos libros han sido quemados, perseguidos”, explicó.
Vallejo añadió que la censura que existía en tiempo de los emperadores romanos ha perdurado “desgraciadamente en nuestras democracias, donde todavía sigue manifestándose bajo otras formas, quizá a veces más sutiles y otras veces más directas y más evidentes”.
“Ahí está en juego también lo esencial de una democracia y de la libertad de palabra dentro de esas democracias. Personalmente, en este debate siempre he pensado que lo principal de una biblioteca pública es que ofrezca todas las versiones posibles de la realidad”, dijo.
“En el momento en que empezamos a cercenar determinados puntos de vista, ya estamos de alguna manera guiando a los lectores, privándoles de la libertad de que tengan el abanico abierto de todas las posibilidades y todas las opciones y después tomen partido en función de lo que han leído, de lo que han explorado libremente”, continuó la autora.
Para Vallejo, “hay que conservar intactos incluso los libros que consideramos dañinos o perjudiciales porque de alguna manera nos están contando cuál es nuestro pasado, cuál es nuestra historia. Por ejemplo Mein Kampf (Mi lucha), de Hitler, como caso excepcional”.
“Pero también a través de lo que ha sucedido, a través de libros que nos cuentan cómo fue el racismo, cómo fueron las persecuciones, el Holocausto, los genocidios, que nos hablan de esclavitud y de aspectos terribles de nuestro pasado, aprendemos cómo en su momento se justificaron ese tipo de realidades, cómo aparecieron, cómo se desarrollaron”, ahondó.
“Y de alguna manera nos dan herramientas para afrontarlas si este tipo de peligros vuelven a manifestarse en nuestras sociedades. Creo que la idea de edulcorar la imagen de nuestro pasado es peligrosa porque el pasado deja de ayudarnos, deja de ofrecernos claves sobre la condición humana que también tiene muchos recodos oscuros. Y además nos podría hacer caer en la nostalgia de pasados que no queremos repetir”, concluyó la autora.
Vallejo reconoció que El infinito en un junco, del que se han vendido alrededor de un millón de ejemplares en todo el mundo y que ha sido traducido a cuarenta lenguas, le ha cambiado la vida.
“Es un libro que ha hecho suceder todo lo más inesperado. Cuando lo escribía pensaba que probablemente sería mi último libro y ha resultado todo lo contrario, el principio de toda una nueva etapa profesional y personal. El libro que ha cumplido mi sueño de infancia de poder dedicarme a la literatura y además vivir de ella”, declaró. “Así que es un libro al que estoy profundamente agradecida”, sumó.
Fuente: EFE
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