Desde hace algunos años, el profesor y neurobiólogo italiano Stefano Mancuso ha venido trabajando en hacer conscientes a las personas de la importancia de la vida vegetal para nuestro desarrollo como sociedades y el buen curso de nuestras vidas como habitantes de este planeta.
La Tierra, defiende el italiano, debería ser considerada como el planeta de las plantas. Su existencia en sí misma es toda una aventura. La fitosociología, algo más que una ciencia, una de las disciplinas que se concentra en el estudio de la vegetación, así ve el entorno natural, como una aventura. Las plantas se comunican entre ellas y también con nosotros, se mueven, recuerdan, intentan enseñarnos.
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Si supiéramos cómo acatar a lo que tienen para decirnos, quizá podríamos resolver varios de nuestros problemas cotidianos y pensar en mejores modelos de organización social, dejando de lado las estratificaciones y las divisiones.
En las páginas que componen “La tribu de los árboles”, título publicado en español por Galaxia Gutenberg, con la traducción de David Paradela López, el autor intenta, como si fuera una novela, pero con las maneras del ensayo, partir de sus pasiones para llegar a sendas conclusiones. Este no es un libro de divulgación, es una ficción con aire enciclopédico, la primera novela del italiano.
Del bosque llega una voz, reza la contraportada, es la de un viejo árbol que habita allí desde siempre y ahora quiere tomar la palabra. A su alrededor no aparece humano alguno, solo árboles, grandes, pequeños, de distintas especies, con diferentes responsabilidades y roles dentro de su comunidad.
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Todos se enfrentan a diario a problemáticas que los afectan en su cotidianidad, igual que ocurre con todas las comunidades. Aumentos de temperatura, falta de agua, presencia de insectos, incendios derivados del cambio de clima.
Con buen tino, Mancuso deja de lado por un momento, aunque no por completo, la divulgación científica y se lanza a narrar esta maravillosa fábula sobre la vida de los árboles, a partir de una idea poderosa: “Contemplamos la vida como humanos que somos, sin darnos cuenta de que apenas somos una facción irrelevante del planeta”.
La de “La tribu de los árboles” es una lectura que nos permite darnos cuenta de que no somos más que el 0,3% de todas las especies que habitan en este mundo y que las plantas, en gran medida, tienen mucho más derecho a vivir en armonía que nosotros mismos.
Solemos pensar, de manera errónea, que las plantas son pasivas, que solo están ahí, pero lo cierto es que son dueñas de gran parte de la vida sobre la tierra. El trabajo del autor italiano ha sido pensar una novela desde la perspectiva que solo ellas pueden ofrecer, con el ánimo de que las comprendamos mejor.
Con sus acciones, su adaptación a la situación climática actual, tan variable, sus respuestas a los problemas que los seres humanos causamos, las plantas construyen a cada día que pasa el futuro de este planeta que nos ha correspondido habitar. Sin ellas el futuro no existe.
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“(...) nací un mayo de hace muchos años, en un momento muy feliz para la comunidad. El alimento abundaba, el clima era benigno y los camaradas prosperaban sin molestias ni preocupaciones de ningún tipo. Los pequeños jugaban entre los arbustos, y los adultos, felices por la bonanza de la estación, recorrían la ladera charlando en busca de agua y de recursos. Hasta los ancianos participaban de la serenidad de aquel mes de mayo haciendo lo que saben hacer mejor: recabar información de todos los rincones de nuestra vasta comunidad para compartirla con los camaradas a quienes pudiera interesar. Esta es, con mucho, la tarea más delicada de cuantas incumben a los clanes; requiere una larga experiencia, una memoria de hierro, los contactos adecuados y una gran capacidad de discernimiento. De ella se ocupan, desde siempre, los más ancianos, coordinados por el primus, que es el único capaz, en caso necesario, de comunicarse simultáneamente con todos y cada uno de los integrantes de la comunidad, sin excepción” - (Fragmento, “La tribu de los árboles”, de Stefano Mancuso).
La pluma de Stefano Mancuso, quien desde otras orillas ya ha explicado este asunto, permite en esta novela que quien la lee sienta la necesidad de mirar a su alrededor. Con el rigor científico que le ha caracterizado, el autor italiano funde en la ficción una historia emocionante y llena de aventuras.
Los lectores, sin importar la edad o su procedencia, podrán disfrutar de esta pieza que, a decir verdad, es una de las muestras más interesantes del último tiempo, en lo que refiere a este tupo de contenidos que juegan muy bien con los límites del texto escrito.
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