Recuerda el poeta Alberto Szpunberg: “Buriam gloui nievo kroi/ virji shnieshni ekrutá… mi padre marcaba el ritmo con la mano. Ahorá sé que se trataba de eso; dejarse llevar por la poesía hacia no se sabe dónde. Aunque en casa nadie entendía nada todos sabíamos que iba en serio. Tokakzvevo nozavoi/ toza platit kakditiá aún lo escucho: mi padre con el índice en alto apuntando al cielo…Pushkin, en ruso recitado por su padre nacido en Berdichev, ciudad con una importante comunidad jasídica judía y que formó parte del imperio ruso; ese fue su inicio en la poesía. Fueron esas sonoridades, el ritmo también, de la literatura rusa y del idisch, en autores como Itzjak Leibosh Peretz o Shalom Aleijem, las que dieron origen a su sensibilidad poética: ya a los siete años escribía poemas.
Nacido en Rojas y Galicia, barrio de Caballito de la Ciudad de Buenos Aires, en 1940 en el seno de una familia judía y fallecido en el 2020 en Barcelona, Alberto Szpunberg manifestó desde muy joven su vocación por la literatura y la poesía en particular. A los 22 años publicó su primer libro Poemas de la mano mayor siendo uno de los miembros más jóvenes de la llamada “Generación del ´60″ integrada por poetas de la talla de Juana Bignozzi, Miguel Ángel Bustos, Juan Gelman, Julio Huasi, Luis Luchi, Ramón Plaza, Eduardo Romano, Roberto Santoro, Susana Thenon, Hector Yanover. Muchos de ellos reunidos alrededor de las revistas Eco contemporáneo, Ancu, Barrilete y Pan duro. Influenciados, según declaraban, por el tono de las letras de tango en un principio -Poemas de la mano mayor tiene un epígrafe de los hermanos Expósito-, rápidamente incorporaron modos del habla cotidiana a una poesía que buscaba un lector más popular, por la cual fueron nominados como “coloquialistas”.
“Borrar los límites o establecer una continuidad entre la vida concreta y la poesía es una suerte de gran utopía”, señala el poeta y crítico Daniel Freidemberg. Y algo de ello sucedió en la vida propia de muchos de ellos que ya en esos años se incorporaron a los primeros movimientos guerrilleros. Szpunberg se vinculó en ese entonces al EGP (Ejército Guerrillero del Pueblo). De él también formaba parte su amigo Marcos Szlachter, quien murió en el monte salteño en 1964, y a quien le dedicó dos poemas de su libro El che amor (1965). Así, Marquitos se transformó en uno de los poemas más citados en el ambiente revolucionario y sin duda le imprimió un cierto perfil “militante” a su obra.
Sin embargo, afirma Szpunberg, “ya en ese momento sentía mucho rechazo por lo de ‘compromiso’ y ‘poesía social’ " porque su obra nunca lo fue. Si bien no rehuyó a los temas y acontecimientos de su época, a las discusiones sobre la lucha armada de los ‘70 o a la denuncia de las violaciones a los derechos humanos por parte de la dictadura militar de 1976, su poesía tuvo siempre un impulso lírico, una sensibilidad sensorial y sonora que trascendía las preocupaciones políticas de su época.
Tras El Che amor se sucedieron casi 20 años de silencio poético por parte de Szpunberg. Al principio, la acción y gestión política, por ejemplo dirigió junto con Paco Urondo la dirección de la Carrera de Lengua y Literatura de la UBA en 1973, ocupó el lugar de la palabra. Luego el exilio lo llevó a Barcelona para sobrevivir a las persecuciones, matanzas y desapariciones del gobierno militar de Videla. Recién en 1981 volvió a publicar, Su fuego en la tibieza (1981), pero su poesía no era la misma.
Aunque como siempre afirmaba “no escribiría poesía si no quisiera cambiar el mundo” había duelos y amarguras que escribir y entender: “Para la bota brutal que patea la mesa/ la marca no es ningún dato revelador” (Casa allanada). Luego siguieron Apuntes (1987), La encendida calma (2002), El libro de Judith (2008), La academia de Piatock (2008) y otros más reunidos en Solo la muerte es pasajera ( 2013). Su último libro fue El hombre revelado, en el 2016.
La academia de Piatock constituye el giro más radical de su obra. Es un encuentro con la “judeidad” como forma de expresar lo que la especialista sobre el tema de ‘judaismo y literatura latinoamericana’, Valentina Litvan, señala: “los modos en que la dimensión judía se expresa en y por la lengua en la subjetividad” de una obra literaria. La academia de Piatock lo lleva a Szpunberg a la aldea judía (Shtetl en idisch) donde nació su padre, a la cuna del jasidismo, a su infancia y sus lenguas diversas: “- ¿Por qué esta noche es diferente a las demás si quien pregunta responde por otra boca y en esta ya no hay palabras sino chirridos de arena entre los dientes?” (El Cordero de Dos Cabezas formula las Cuatro Preguntas). Un camino similar siguió Juan Gelman cuando se acercó a los místicos españoles y a los salmos en su libro Citas y comentarios (1982) hasta llegar a Dibaxu (1994) escrito en ladino. Son poemarios donde cada poeta responde a su herencia familiar judía y que integra a su estilo y su poética.
Alberto Szpunberg unió en su obra, finalmente, el espíritu utópico de un testigo que asistió a triunfos y fracasos de la vida y la política popular. Una poesía que estuvo entre su fe en la revolución social y su fe en el humanismo místico que atraviesa la tradición judía y bíblica. La de la discusión por el sentido de las palabras y el canto en el rezo laico en comunidad junto con el del habla popular que encontramos en las calles. Un “lenguaraz de la historia argentina como pocos se han visto”, expresó con precisión la poeta Diana Bellessi al recordarlo y despedirlo.
Aquí, varios poemas.
Los días corren
Vendrá ese día, amigos, mis hermanos.
Mi viejo amor, no creo se le vaya la tristeza,
más bien se apretará a mis huesos como nunca
Y yo no dejaré de quejarme del mal tiempo,
este reuma, esta humedad no me dejan volar como quisiera.
Mi hijo más grande se reirá de mí, de mis modelos,
y tendrá razón, volando el atorrante, atropellándome,
mi hijo más pequeño me preguntará qué día es hoy
y no sabré qué decirle, lunes, martes,
distraído como estoy pensando en ese día.
Vendrá ese día, amigos, mis hermanos,
mi corazón a cuenta, mi corazón de un saque.
(de Juego limpio, 1963)
Marquitos
Él se veía con las manos la cabeza
los pies ambos codos todos caídos
es decir miraba pasar las nubes
los pájaros las hojas y era hermoso
vinieron los compañeros a decirle
tiemblen que soplan vientos fuertes
entonces él tomó la tarea
de reincorporarse armarse componerse
apiló la cabeza las manos ambos codos
los pies y desde arriba
barría los pájaros agujeraba las nubes
bajaba las hojas y era hermoso
entre todos sostenían los sueños
y él tiraba tiraba fortificado.
(de El che amor, 1965)
Casa allanada
Este azúcar derramado sobre el suelo ya no será dulzura
en el remolino del café que se ahondaba bajo la mirada pensativa:
ninguna cucharita la invitará a viajar por los aires
a cargo de una mano que conocía a ciegas su medida exacta.
(de Su fuego en la tibieza, 1981)
Habla Piatock
Yo, Piatock, vi muchas cosas en mi vida.
En vísperas del día más terrible de los días, asistí al parto de un cordero de dos cabezas:
con la una asentía, con la otra negaba, pero en sus cuatro ojos brillaba
la misma única mirada de los que de una u otra forma van a morir.
Yo sentí que los cuatro ojos me miraban
y aún humedece mis ojos la misma única mirada.
(de La academia de Piatock, 2008)
En Como la muerte es pasajera, Buenos Aires, Entropía, 2013.
Ha Shem
Hasta el Nombre, por soberbia, se contamina del nombre
y ya nada ni nadie contesta cuando se invoca el Nombre:
yo soy un nombre, ¿esta palabra mía –yo– es el Nombre?
¿nombre gramatical y sustantivo es sólo mi nombre?:
Y el Nombre tiembla como si un viento se revelase
y toda la tierra, esta vez llamada por su Nombre,
no fuesen palabras sino pura voz innominada.
(de El hombre revelado, Ediciones en danza, Buenos Aires, 2016)
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