“Ella me animó a escribir. Con nadie me entendí mejor que con ella sobre el lugar que había de ocupar la mujer en las letras”, dijo alguna vez Victoria Ocampo sobre Virginia Woolf. La escritora, intelectual, ensayista, traductora, editora, filántropa y mecenas argentina mantuvo una larga relación amistosa con Woolf, la británica autora de clásicos como Un cuarto propio y La señora Dalloway.
Pero la amistad entre estas dos escritoras clave del siglo XX fue muchas veces menospreciada, por un lado, y la influencia que cada una tuvo en la obra de la otra fue opacada ante la idea infundada de que Woolf, en realidad, solo se burlaba de Ocampo.
Para refutar esta idea, la escritora y periodista argentina Irene Chikiar Bauer -autora de la monumental Virginia Woolf, la vida por escrito, la mayor investigación sobre la autora de Orlando realizada en español- escribió Virginia Woolf y Victoria Ocampo. Biografía de un encuentro, libro en el que ahonda en la amistad entre ambas, su profunda influencia y las razones por las cuales muchos tomaron al peculiar sentido del humor de Woolf como una ofensa para Ocampo.
Celos amorosos, cuantiosas herencias, chismes literarios y una caja de mariposas que cruzó el océano y hoy, casi un siglo después, todavía brilla como el testimonio de una de las amistades más interesantes de la literatura del siglo XX: todo esto puede encontrarse en Biografía de un encuentro, la profunda investigación sobre las diferencias y similitudes de dos apasionadas escritoras sin educación formal que trascendieron las barreras y limitaciones impuestas a su clase social y a su género.
“Virginia Woolf y Victoria Ocampo. Biografía de un encuentro” (fragmento)
Comencemos por las mariposas de la amistad
Pocos años después de fundar la Revista y Editorial Sur, en una etapa de gran plenitud personal, Victoria Ocampo, una mujer que proviene de una acaudalada familia argentina, decide enviarle a la escritora inglesa Virginia Woolf una caja de mariposas de Sudamérica. Con este gesto quiere certificar que la ha escuchado con atención, y que el vínculo amistoso y profesional que están construyendo tiene la capacidad de surcar el océano Atlántico.
Victoria es generosa. Ha recibido, y recibirá, varias herencias, desea gozar de la vida, lo que para ella significa rodearse de la flor y nata de los escritores que admira. Si Virginia quisiera, si estuviera dispuesta, seguramente le mandaría de regalo un pasaje para que visitara la Argentina. Pero Virginia no se anima a dejar Inglaterra para hacer un viaje tan largo, nunca se ha subido a un avión. Prefiere emprender otros vuelos, los de la creatividad y la fantasía.
En Fin de viaje, su primera novela, publicada en 1915, supo crear una Sudamérica a la medida de sus sueños. O de sus pesadillas, si nos atenemos al trágico final de Rachel, la joven heroína, quien, como la autora del libro, pierde a su madre en la infancia. Los temas principales de la novela, como los mandatos que pautaban las relaciones entre hombres y mujeres jóvenes, la escasa preparación y la ignorancia en materia sexual de las chicas de su estrato social, serán desarrollados en la mayoría de los libros de Virginia Woolf.
No es extraño, entonces, que en su primera novela aparezca como personaje secundario la señora Dalloway, que será protagonista del libro que unos quince años después llevará su nombre. En Fin de viaje, asistimos a una escena de acoso cuando Richard Dalloway, político conservador y contrario al voto femenino, se abalanza sobre la incauta Rachel y fuerza un abrazo y un beso del que luego la responsabiliza diciendo que ella lo había tentado.
El encuentro se produce en un barco, donde viajan Rachel y su padre, un constructor de embarcaciones que acepta la propuesta de Helen, tía de su hija, para que la acompañe un tiempo en Santa María, la isla sudamericana a la que se dirige junto con su esposo. Allí, Rachel conocerá a unos jóvenes universitarios y a otros turistas ingleses. Helen se propone guiar a su sobrina en el tránsito a la adultez y para darle herramientas afines a la introspección, le facilita “una habitación para ella, independiente del resto de la casa, un cuarto donde poder tocar música, leer, meditar, desafiar al mundo, habitación que podía convertir en fortaleza y santuario a la vez”.
Helen cree que es importante desembarazarse de trabas y prejuicios, y confía en la capacidad liberadora de la palabra. Lamentablemente, nada impide que Rachel fallezca, antes de contraer matrimonio, debido a una enfermedad y a la impericia del médico que la atiende.
Darle al territorio sudamericano el estatus de lo extravagante, o de lo insólito, pudo haber contribuido a que, para Virginia Woolf, nuestra Victoria Ocampo fuera representante de ese exotismo. Por su parte, Victoria asociaba la literatura y la lengua inglesa al polo civilizatorio de la conjunción civilización y barbarie que venía dictando el paso desde la distinción realizada por Sarmiento. Pero, además, después de haberla leído, proyectándose en sus protagonistas y sintiendo que tenía mucho en común con ella, a Victoria, Virginia le parecía genial y de una extraordinaria belleza.
Y es así como relata la primera visión que tuvo de ella: “… de pronto oí su nombre y el mío pronunciados por un amigo, y al volver la cabeza hacia esa voz, el rostro maravilloso ya estaba vuelto hacia el mío”. La atracción fue mutua, las dos sabían de dónde provenían y adónde querían llegar.
Pensar en la adolescencia y juventud de Virginia Woolf y de Victoria Ocampo nos conduce a reflexionar acerca de la época que les tocó vivir. Época que, en parte, coincide con la del libro Cuando predomina lo espiritual, en el que la filósofa y escritora feminista francesa Simone de Beauvoir presenta relatos protagonizados por mujeres de principios del siglo xx, cuya educación religiosa y sentimental entra en colisión con la vida moderna y con las expectativas de las jóvenes de su época. En estas, se da un conflicto, una discordancia. Se ven divididas entre los valores heredados, valores que ya no encarnan, y un presente que aún no comprenden del todo, pero que quieren transformar.
Mucho antes que las protagonistas de ese libro, Virginia Woolf y Victoria Ocampo sintieron algo similar. Las dos nacieron en una época que propiciaba un modelo femenino, representado por sus madres, con el que no se sintieron identificadas. Santa paciencia, resignación, decoro, no expresar nunca los propios deseos era lo que se esperaba de niñas como ellas, nacidas, como se dijo, en las dos últimas décadas del siglo xix: Virginia en 1882, Victoria en 1890.
Conmovida profundamente por sus novelas y ensayos, en los que Virginia Woolf había elaborado vivencias e impresiones de la condición femenina, Victoria Ocampo deseó traducir a nuestro idioma los “momentos de visión” y la “poesía de la existencia” que los caracterizaba. Conocer a Virginia Woolf fue el paso necesario para lograr otro objetivo.
Victoria pretendía hacer traducir sus libros al castellano y publicarlos en la Revista y Editorial Sur, que recientemente había fundado. Apasionada por la vida y la lectura, siempre deseosa de encontrarse con sus escritores admirados, la editora argentina también ansiaba llegar al círculo íntimo de Virginia Woolf.
Por eso le envió aquella caja con mariposas sudamericanas que aún se encuentran en la que fue la casa de Woolf y hoy es un museo. Para comprender lo amoroso del regalo, para entender lo que para Victoria Ocampo significó la amistad de Virginia Woolf tenemos que presentarlas y comprobar lo que tenían en común y, como en toda amistad que se precie, aquellas diferencias que las separaban.
Quién es Irene Chikiar Bauer
♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1965.
♦ Es escritora, docente y periodista.
♦ Es autora de Virginia Woolf, la vida por escrito, la mayor investigación sobre Virginia Woolf realizada en idioma español.
♦ Además, escribió libros como Eduarda Mansilla. Entre-ellos y Virginia Woolf y Victoria Ocampo. Biografía de un encuentro.
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