Los amantes de la literatura más exquisita están de enhorabuena gracias a la publicación de la nueva novela de Maggie O’Farrell, Retrato de casada, que editó Libros del Asteroide. Allí la autora irlandesa orquesta un mecanismo parecido al que operó en Hamnet, su anterior y celebrada obra.
Si en esta última se encargó de situar en el mapa a la esposa y el hijo fallecido de William Shakespeare, en este caso hace algo similar con Lucrezia de Médici, una de las hijas de la poderosa dinastía italiana que contrajo matrimonio, por imposición familiar, con Alfonso II de Este, duque de Ferrara con tan solo 13 años y que falleció poco después en extrañas circunstancias. La historia oficial dice que murió de tuberculosis y la extraoficial, que fue envenenada.
Precisamente lo que quería Maggie O’Farrell con esta nueva obra era cuestionar los acontecimientos del pasado y darles una nueva vida a través de una interpretación a medio camino entre la exhaustiva documentación y la fabulación.
La novela nos introduce en los vericuetos de las intrigas palaciegas a través de su protagonista, a la que iremos conociendo en las diferentes etapas de su vida. Una joven indómita dentro de las estrictas ataduras de sus progenitores, que en la novela es capaz de acariciar a una tigresa salvaje, pintar retablos en miniatura, memorizar la historia clásica y sentir que el espectro de la muerte se acerca cuando sus padres la prometen.
Una apasionante historia repleta de descripciones que nos introducen en el ambiente suntuoso de la época al mismo tiempo que nos acercamos a una precisa indagación psicológica de los miedos y frustraciones de una niña sometida a los designios del heteropatricardo. De nuevo, Maggie O’Farrell consigue aunar poesía y crudeza en un relato que trastoca los cimientos del relato histórico.
-¿Qué es lo que más le interesó del personaje de Lucrezia de Médici y por qué decidió centrarse en ella para construir esta novela?
-Llegué a Lucrezia gracias a un poema de Robert Browning titulado My Last Duchess, que se enseña en muchas escuelas y universidades británicas. En él, encontrábamos la voz de un duque que le habla a su esposa fallecida mientras mira su retrato detrás de una cortina. De forma casual, en su monólogo afirma que la asesinó, no se sabe si de forma real o metafórica. Me sorprendió que todo el mundo conociera este poema y no se le hubiera dado especial relevancia a ese dato. Entonces no sabía si lo que estaba escrito se refería a personas reales o ficticias, así que busqué información y, efectivamente tenía que ver con Lucrezia de Médici, que murió a los 16 años y fue retratada por Bronzino.
Sentí un especial interés por su imagen, porque su rostro era diferente al que había visto en otras pinturas renacentistas. Era muy expresivo, muy inquisitivo y en estado de alerta, nada que ver con el vacío que desprenden otras figuras de la corte del momento. ¿Qué había detrás de esa mirada? Me dio la impresión de que tenía algo que decir, que no había sido una mujer pasiva y decidí que tenía que escribir sobre ella y contar su versión de la historia.
-En la novela, Lucrezia se caracteriza por ser una gran virtuosa de la pintura, especialmente de miniaturas, en las que utilizaba la técnica de las diferentes capas escondiendo detrás dibujos que no quería que se vieran. ¿De alguna manera esa era también su intención, la de adentrarnos en ella y en su psicología hasta eliminar esa máscara de las apariencias?
-Sí, me interesó mucho ese proceso de las pinturas escondidas detrás de otras, que era algo que no conocía antes. No es que fuera demasiado experta en Historia del Arte antes de comenzar la investigación de esta novela, así que para mí constituyó un auténtico descubrimiento. Incluso detrás de la Mona Lisa hay otras capas escondidas, así que me pareció una interesante metáfora para adentrarnos en esa sociedad tan jerarquizada en la que cada uno tiene su posición de cara a la galería, pero no sabemos cómo son en la intimidad. Si vamos quitando todas esas capas nos quedamos con la esencia. Pero también hay otra cuestión que tiene que ver con cómo vemos la historia, o cómo nos la han contado.
Hay una serie de versiones que son las aceptadas, pero detrás de ellas, hay muchas incógnitas, muchos estratos, muchas interpretaciones. Y eso es lo que he querido abordar en la novela, un posible análisis desde otra perspectiva contemporánea. Además, entronca con la forma en la que se vestían, también a través de capas y capas que ocultaban prácticamente toda su identidad. Miras esos retratos y percibes el peso, no ves nada de su cuerpo, están escondidos. En realidad, de eso va el libro, de que creemos que conocemos la historia, pero en realidad no. Y, en ese sentido, hay muchas versiones alternativas, extraoficiales, porque no puede haber una sola que lo abarque todo.
-¿Quería representar, a través de Lucrezia, el papel de la mujer como objeto reprimido dentro de la alta sociedad del momento?
-Eran totalmente invisibles, claro. Y es algo que me interesaba y, de alguna manera, desde nuestra perspectiva actual, quería analizarlo. Las damas de la corte estaban encerradas, no solo en los ropajes, también en los edificios, estaban abandonadas a una suerte que no era la que habían elegido. Y eso es un discurso muy contemporáneo a la hora de hablar de la progresiva liberación del género femenino a lo largo de los tiempos.
-En ese aspecto, esa habilidad de Lucrezia para la pintura la emparenta con algunas artistas célebres que han sido paulatinamente descubiertas y situadas en su lugar en la historia del arte cuando habían sido denostadas por su género femenino
-En efecto, ahí están Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana y Artemisia Gentileschi. Las mujeres en esa época tenían pocas opciones en la vida, fueran de la clase que fueran. Pero hubo un puñado que consiguieron desarrollar sus habilidades artísticas y ganarse la vida con ello. Pero si nacías en una familia como los Médici, tu destino como mujer solo era uno: casarte para afianzar lazos políticos. Los niños tenían que convertirse en gobernantes o soldados y las mujeres tenían que supeditarse a un hombre.
-En realidad, las mujeres se convertían en una especie de mercancía
-Imagínate, la dote de Lucrezia en aquel momento correspondería a 1,5 millones de dólares en la actualidad. Y era una niña de 13 años, lo que todavía genera una mayor aprensión. La casaron con un hombre que tenía casi 30 años y al que no conoció antes de su boda. Sus padres la educaron de una manera primorosa, sabía varios idiomas, entendía de literatura clásica, pero al final su papel era el de ser una esposa obediente que acatara todas las órdenes de su marido, y reproducirse, nada más. Es decir, un objeto peli y fértil, esa era su función. No es que me propusiera escribir una novela feminista, es que todos los elementos estaban ahí para que la interpretación fuera esa.
-En ese sentido, la maternidad se encuentra muy presente en la novela
-Lucrezia se sentía muy presionada al respecto. Ella era hija de ‘La Fecundísima’, pero no sabía que su marido era estéril. Así que todos le echaron la culpa de que no engendrara. Pero en aquella época las jóvenes tenían un miedo real a morir en el parto, ya que una de cada cuatro no sobrevivía. Así que la maternidad podía convertirse en algo aterrador.
-En la novela encontramos una pulsión de muerte muy fuerte, algo que también estaba presente en algunas de sus novelas anteriores
-Creo que las mujeres tenemos un instinto más desarrollado para percibir la muerte. Quizás tenga que ver con la maternidad, con el parto y con el hecho de estar siempre alerta. También hemos estado siempre más sometidas, así que supongo que es cuestión de una herencia adquirida. Si sientes que algo va mal, probablemente sea así. pel. Es como una especie de instinto de supervivencia animal.
-Resulta inevitable referirnos a su anterior novela, Hamnet, en la que también rescataba a un personaje ‘escondido’, apartado de la historia oficial, el hijo de Shakespeare.
-Sí, es cierto. Lucrezia y Hamnet no tienen nada que ver entre sí, pero sí están conectados por una especie de hilo invisible. Los procesos de investigación también fueron muy distintos a la hora de abordarlos, y casi tuve que olvidar todo lo que había aprendido sobre uno, para escribir esta nueva novela. Pero sí, ambos fueron niños que vivieron poco y de los que no se ha hablado mucho, son casi como notas a pie de página dentro de la historia. En el caso de Hamnet, me parecía un personaje fundamental a la hora de hablar sobre la personalidad y la obra de Shakespeare, porque sus mejores trabajos nacen a partir de esa pérdida, y la muerte estará siempre muy presente en ellos. Nunca he podido entender que nadie hubiera hablado antes de esa relación tan profunda, porque para mí ese descubrimiento resultó muy revelador. En el caso de Lucrezia pasa algo parecido, ha estado detrás de la cortina demasiado tiempo y era el momento de contar su propia historia.
-Sus novelas resultan muy cinematográficas para hacer adaptaciones. ¿Se han vendido los derechos de ellas?
-No puedo decir mucho sobre Hamnet, está en el aire, pero es posible que algo emocionante pueda suceder con ella. Por ahora, no puedo hablar mucho más. En cuanto a El retrato de casada, se acaban de vender los derechos a una productora italiana, y creo que es allí donde se debería contar esta historia. Eso sí, no es mi intención involucrarme en las posibles adaptaciones, estoy feliz de que de la escritura del guion se encarguen otros, porque no domino el lenguaje de ese medio. En cualquier caso, me encantaría verlas.
Quién es Maggie O’Farrell
♦ Nació en Irlanda del Norte en 1972.
♦ A los ocho años tuvo encefalitis, estuvo largamente internada y perdió un año de clases. Escribiría sobre esto en sus libros The Distance Between Us y Sigo aquí.
♦ De niña, enfrentó lo que era ser irlandesa en Gran Bretaña (le preguntaban si su familia era terrorista). Vivió en Escocia y en Gales.
♦ O’Farrell debutó con After You’d Gone, que ganó el premio Betty Trask y a la que siguió La primera mano que sostuvo la mía.
♦ También escribió La extraña desaparición de Esme Lennox, Instrucciones para una ola de calor yTiene que ser aquí.
♦ Su novela Hamnet, basada en la familia de Shakespeare, se publicó en 2020.
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