Los versos iniciales aparecieron preparando la Poesía completa de Irene Gruss para Ediciones en Danza. “Los primeros poemas de este libro surgieron en diciembre de 2020, justo cuando estábamos trabajando con Eduardo Mileo en la edición de la poesía completa de Gruss. Ese repaso por su poesía estuvo en el origen de este libro y por eso durante algún tiempo lo llamé Diálogos con Irene. Luego el diálogo se amplió, se fue por las ramas de ese amplio árbol de palabras que nos precede y que guiaron (como se guía la hiedra) la escritura de este libro”, señala la poeta argentina Gabriela Franco.
Releyendo sus libros uno a uno, en esa conversación imaginaria con esta poeta tan cercana y admirada, Franco empezó un nuevo poemario: Por las ramas. El libro fue publicado recientemente por Ediciones en Danza y presentado dentro de las actividades del Festival Poesía Ya!, en el pasado mes de febrero tras haber sido ganador del Premio Storni 2022 otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación y el Centro Cultural Kirchner. El jurado estuvo integrado por Susana Villalba, Mario Ortiz y Elena Anníbali.
La poeta llega a su cuarto poemario –a diferencia de los anteriores Los que van a morir (2007), Modos de ir (2013) y En orden de aparición (2019), publicados todos en Ediciones en Danza- con poemas breves y concisos por lo que citan, dicen y callan. Entonces, el libro comienza por frases hechas: “como chupar clavos”, “una piedra en el zapato”, “llamar a las cosas por su nombre”, “un tiro por la culata”, etc..
Allí está “El recoveco/ del refrán: refrendar la voz/ en la impostura” (”XXVIII”) que lleva a “forzar el pensamiento” (”IV”). Luego, ese “irse por las ramas” (”XXV”) de un poema a otro se sigue a un estar, a habitar el “árbol de palabras” de la lengua y la poesía como lo distingue la poeta Mirta Rosenberg; y Gabriela Franco lo sabe muy bien.
Por las ramas es el camino de pensar qué es un poema: “Esto no es un poema, se dice/ de un poema y se quiere/una teoría” (”XV”), o “El poema es a veces una cajita y otras, / una hoja en una pila de cajas” (”XXXIII”), mientras resuenan los ecos de otras poéticas.
Así, se establece un diálogo con múltiples voces. No hay primera persona porque ella cede ante esas otras voces. Son poemas de la reflexión, como ensayos poéticos breves, por su vocación en el leer y reescribir otros poemas. Son versos sin nombres propios, aunque en las citas veladas se llegan a reconocer, porque son un tejido poético de voces que se distinguen en una red común: “Las palabras al oído. ¿Adónde/ sino enredadas entre el pelo, / mezcladas con el ruido/ de la calle?” (”XLIII”).
Ellas son variadas e inquietantes. Puede ser la entrada al infierno de Dante: “¿Es como entrar/ en un bosque?, ¿la mitad del camino?” (”XXX”). O la sensibilidad inquietante de Gruss: “Hincar el diente en el mundo, sin/ pedir perdón, sin permiso” (”XXVI”). O la visión disociada de Alejandra Pizarnik: “Alejarse de lo que fue. Alejarse de/ lo que se hizo, de lo que dio/ alegría” (”XIX”). Y aun más.
Son cincuenta poemas a los cincuenta años de la poeta Gabriela Franco, nacida en la Ciudad de Buenos Aires en 1970. ¿Será una manera de cifrar el misterio de una vida, la mitad de un siglo, es decir, de un todo, enmarcado en los números romanos que ordenan uno a uno los poemas del libro? ¿O será La mitad de la verdad como llamó Irene Gruss a su obra reunida?
La poeta sabe que el tiempo es acotado, que somos seres finitos. Como en su libro anterior, En orden de aparición, el final de la vida está aquí sin disfraz. Allí, como en la búsqueda del hermano, en su ausencia y su muerte indocumentada, casi sin relato. Aquí, en Por las ramas, como una nueva posibilidad: “La vida que se va/ suelta la mano. Entrega/ sin pesar sin calculo” (”XLII”). Es la mitad que queda en el azar del encuentro y del intercambio con otras voces. Una tensión cercana y lejana a la palabra propia.
Porque “Esto es un árbol. La raíz dice raíz, rama cada rama”, nos recuerda Mirta Rosenberg en “La consecuencia”, uno de los poemas citados como epígrafe en Por las ramas. De este modo, Gabriela Franco reclama desde un principio en su nuevo libro, con sutileza y sin concesiones, un intercambio abierto con la lengua y la poesía. Es un cruce, un tejido vivo y sensible por medio de la palabra, entre la vida concreta y el pensamiento abstracto que no se apaga, nunca se termina: “Ni la ropa tendida ni/ la palabra. Es fácil decir/ rosa, se dice. Sin embargo/ la dicha solo llega al decir/ otra cosa” (”XL”).
“Por las ramas”, de Gabriela Franco (fragmento)
“I”
—Huir de las formas,
encontrar y perder
la fe. Aunque no se crea.
se trata de creer, no
de sufrir, que cansa
como chupar clavos. Lamer
lo que no sacia, roer
las astillas, la gran
obra
“VII”
—Guardar un secreto no es
pedir peras al olmo. Es elegir
entre los frutos: la débil manzana, la
generosa paciencia. Sentarse a esperar
que caiga. El peso propio
no se sabe hasta que llega
el momento: el secreto madura
como los muertos; rompe
el cántaro va a la fuente.
En la caída pasa
la vida
“XXV”
—Cada una de las partes se divide
o, mejor, se multiplica. No existe
centro, aunque sí, tal vez, un
claro. Lo que oculta siempre
invita a perderse en la selva
de la respuesta; a irse
por las ramas
“XXXVIII”
—Hablar en vano, devanar
el seseo, una rebanada de cordura,
un cordel que engorda la
ilusión. ¿Es mucho
pedir? ¿Extraer
del agua la niebla,
de la palabra la noche?
Salir al fresco, dar
conversación, una pitada,
entreverarse y soltar al aire
un arabesco, esa joya
del humo
“XLVII”
—No hay una cosa por otra, sino
la cosa en sí. La ceniza ahora
no es una diferencia, es
el acontecimiento. La piedra
en su mínima expresión. La
repetición, pulida
hasta el cansancio. Los restos
que dicen hubo
calor
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