50 poemas a los 50 años: cómo cifrar (y descifrar) el misterio de la vida según la premiada poeta Gabriela Franco

En “Por las ramas”, la ganadora del Premio Storni de Poesía 2022 dialoga con Alejandra Pizarnik, Diana Bellessi, Irene Gruss y otros astros de la poesía argentina.

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En 2022, Gabriela Franco recibió el primer Premio Storni de Poesía a 130 años del nacimiento de la poeta argentina Alfonsina Storni.
En 2022, Gabriela Franco recibió el primer Premio Storni de Poesía a 130 años del nacimiento de la poeta argentina Alfonsina Storni.

Los versos iniciales aparecieron preparando la Poesía completa de Irene Gruss para Ediciones en Danza. “Los primeros poemas de este libro surgieron en diciembre de 2020, justo cuando estábamos trabajando con Eduardo Mileo en la edición de la poesía completa de Gruss. Ese repaso por su poesía estuvo en el origen de este libro y por eso durante algún tiempo lo llamé Diálogos con Irene. Luego el diálogo se amplió, se fue por las ramas de ese amplio árbol de palabras que nos precede y que guiaron (como se guía la hiedra) la escritura de este libro”, señala la poeta argentina Gabriela Franco.

Releyendo sus libros uno a uno, en esa conversación imaginaria con esta poeta tan cercana y admirada, Franco empezó un nuevo poemario: Por las ramas. El libro fue publicado recientemente por Ediciones en Danza y presentado dentro de las actividades del Festival Poesía Ya!, en el pasado mes de febrero tras haber sido ganador del Premio Storni 2022 otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación y el Centro Cultural Kirchner. El jurado estuvo integrado por Susana Villalba, Mario Ortiz y Elena Anníbali.

La poeta llega a su cuarto poemario –a diferencia de los anteriores Los que van a morir (2007), Modos de ir (2013) y En orden de aparición (2019), publicados todos en Ediciones en Danza- con poemas breves y concisos por lo que citan, dicen y callan. Entonces, el libro comienza por frases hechas: “como chupar clavos”, “una piedra en el zapato”, “llamar a las cosas por su nombre”, “un tiro por la culata”, etc..

Allí está “El recoveco/ del refrán: refrendar la voz/ en la impostura” (”XXVIII”) que lleva a “forzar el pensamiento” (”IV”). Luego, ese “irse por las ramas” (”XXV”) de un poema a otro se sigue a un estar, a habitar el “árbol de palabras” de la lengua y la poesía como lo distingue la poeta Mirta Rosenberg; y Gabriela Franco lo sabe muy bien.

Por las ramas es el camino de pensar qué es un poema: “Esto no es un poema, se dice/ de un poema y se quiere/una teoría” (”XV”), o “El poema es a veces una cajita y otras, / una hoja en una pila de cajas” (”XXXIII”), mientras resuenan los ecos de otras poéticas.

En "Por las ramas", Franco dialoga con poetas como Alejandra Pizarnik, Mirtha Rosenberg, Diana Bellessi e Irene Gruss.
En "Por las ramas", Franco dialoga con poetas como Alejandra Pizarnik, Mirtha Rosenberg, Diana Bellessi e Irene Gruss.

Así, se establece un diálogo con múltiples voces. No hay primera persona porque ella cede ante esas otras voces. Son poemas de la reflexión, como ensayos poéticos breves, por su vocación en el leer y reescribir otros poemas. Son versos sin nombres propios, aunque en las citas veladas se llegan a reconocer, porque son un tejido poético de voces que se distinguen en una red común: “Las palabras al oído. ¿Adónde/ sino enredadas entre el pelo, / mezcladas con el ruido/ de la calle?” (”XLIII”).

Ellas son variadas e inquietantes. Puede ser la entrada al infierno de Dante: “¿Es como entrar/ en un bosque?, ¿la mitad del camino?” (”XXX”). O la sensibilidad inquietante de Gruss: “Hincar el diente en el mundo, sin/ pedir perdón, sin permiso” (”XXVI”). O la visión disociada de Alejandra Pizarnik: “Alejarse de lo que fue. Alejarse de/ lo que se hizo, de lo que dio/ alegría” (”XIX”). Y aun más.

Son cincuenta poemas a los cincuenta años de la poeta Gabriela Franco, nacida en la Ciudad de Buenos Aires en 1970. ¿Será una manera de cifrar el misterio de una vida, la mitad de un siglo, es decir, de un todo, enmarcado en los números romanos que ordenan uno a uno los poemas del libro? ¿O será La mitad de la verdad como llamó Irene Gruss a su obra reunida?

La poeta sabe que el tiempo es acotado, que somos seres finitos. Como en su libro anterior, En orden de aparición, el final de la vida está aquí sin disfraz. Allí, como en la búsqueda del hermano, en su ausencia y su muerte indocumentada, casi sin relato. Aquí, en Por las ramas, como una nueva posibilidad: “La vida que se va/ suelta la mano. Entrega/ sin pesar sin calculo” (”XLII”). Es la mitad que queda en el azar del encuentro y del intercambio con otras voces. Una tensión cercana y lejana a la palabra propia.

Porque “Esto es un árbol. La raíz dice raíz, rama cada rama”, nos recuerda Mirta Rosenberg en “La consecuencia”, uno de los poemas citados como epígrafe en Por las ramas. De este modo, Gabriela Franco reclama desde un principio en su nuevo libro, con sutileza y sin concesiones, un intercambio abierto con la lengua y la poesía. Es un cruce, un tejido vivo y sensible por medio de la palabra, entre la vida concreta y el pensamiento abstracto que no se apaga, nunca se termina: “Ni la ropa tendida ni/ la palabra. Es fácil decir/ rosa, se dice. Sin embargo/ la dicha solo llega al decir/ otra cosa” (”XL”).

“Por las ramas”, de Gabriela Franco (fragmento)

Portada de "Por las ramas", de Gabriela Franco, editado por Ediciones en Danza.
Portada de "Por las ramas", de Gabriela Franco, editado por Ediciones en Danza.

“I”

—Huir de las formas,

encontrar y perder

la fe. Aunque no se crea.

se trata de creer, no

de sufrir, que cansa

como chupar clavos. Lamer

lo que no sacia, roer

las astillas, la gran

obra

“VII”

—Guardar un secreto no es

pedir peras al olmo. Es elegir

entre los frutos: la débil manzana, la

generosa paciencia. Sentarse a esperar

que caiga. El peso propio

no se sabe hasta que llega

el momento: el secreto madura

como los muertos; rompe

el cántaro va a la fuente.

En la caída pasa

la vida

“XXV”

—Cada una de las partes se divide

o, mejor, se multiplica. No existe

centro, aunque sí, tal vez, un

claro. Lo que oculta siempre

invita a perderse en la selva

de la respuesta; a irse

por las ramas

“XXXVIII”

—Hablar en vano, devanar

el seseo, una rebanada de cordura,

un cordel que engorda la

ilusión. ¿Es mucho

pedir? ¿Extraer

del agua la niebla,

de la palabra la noche?

Salir al fresco, dar

conversación, una pitada,

entreverarse y soltar al aire

un arabesco, esa joya

del humo

“XLVII”

—No hay una cosa por otra, sino

la cosa en sí. La ceniza ahora

no es una diferencia, es

el acontecimiento. La piedra

en su mínima expresión. La

repetición, pulida

hasta el cansancio. Los restos

que dicen hubo

calor

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