Si antes de este libro los lectores no habían tenido noticia de la poeta Aixa Rava, entonces la puerta que se abre será más que oportuna, pues no hacen falta más de tres versos para quedar a merced de sus palabras.
Su poesía, como muy pocas, tiene la particularidad de salpicar, de soplar como el viento sobre el rostro de quien lee, llenarlo de olores y sensaciones, mostrarle las formas y los colores propios de la Tierra del Fuego, sus sonidos y sus silencios, hacerle saber que hay algo más allá del frío y el tiempo.
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Con prólogo de la poeta Marisa Martínez Pérsico, “Sobre esta misma nieve”, título publicado en España por el sello Esdrújula Ediciones, y terminado de imprimir en Granada, el 21 de septiembre de 2022, mismo día que nació Luis Cernuda, 120 años atrás, contiene entre sus páginas los versos de cuatro poemarios de la autora que vieron la luz con anterioridad y unos cuantos más completamente inéditos.
Acogidos aquí se encuentran “Barda” (2014), “La luz no se corta como el papel” (2016), “Los sitios de mi cuerpo” (2019) y “En el patio crece una planta rosario” (2021).
El libro abre con un epígrafe de la poeta Susana Villalba: Mi mano/acaso imprime en lo que toca/la huella/de una herida.../...caminé,/escribí,/no sé rezar/de otra manera. Luego viene el primer poema, una evocación a la infancia, a los días en aquellos parajes gélidos de Tierra del fuego, y así mismo se titula y arranca: “La luz rodea el verano en el recuerdo,/aquí la sombra deambula con los niños;/entre tuberas y fiordos, los glaciares/hacen que el hielo se vuelva un enemigo”.
Escribe Martínez Pérsico en el prólogo que “Aixa Rava construye un mundo onírico donde lo delicado convive con lo salvaje en la tensión cotidiana de un yo que habita un paisaje inmenso, inabordable, por momentos indócil. Su poesía es un contrapunto de glaciares, neviscas, valles, álamos protectores, frambuesos, altas lengas (...), plantas rosario, espinosos alpatacos (algarrobas), y ‘los pequeños movimientos afectivos’ que se desarrollan en interiores domésticos”.
Versos sobre hacer pan, cebar el mate, y fritar las tortas con la Tía Mercedes; versos sobre lo panorámico, lo que se ve de cerca y de lejos; sobre la niñez de antes, la maternidad de ahora, lo femenino; versos sobre los ires y venires, sobre no saberse quieta ante un cielo inmenso; versos sobre el viento, sobre el ave y la hoja que cae.
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“Reflexiones territoriales amplias se suman a las escenas domésticas y a la idea de errancia”, escribe Martínez Pérsico, “la migración interna, individual, dentro de la misma Patagonia argentina, y la migración intercontinental, ancestral y familiar, con el barco metafórico partiendo desde un pueblo del interior”.
¿Qué es lo que pasa cuando ya no hay nada?, se pregunta Rava. Ya no suena la voz, no se recuerda la sensación al tacto, no se sabe bien qué fue antes y qué fue después. La poeta se hace preguntas, se interpela, intenta responder, pero tantea, apenas si deja huellas.
Con voz quedita y la mirada baja, Rava recorre los destinos del amor y la querencia, se instala de lleno en el recuerdo y rescata la memoria, lo mejor que puede; se mira en el espejo, ella, y se reconoce mujer, aunque no pueda sola, “con tanto territorio vivo”.
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“Aixa Rava construye una poesía con despliegue hacia adentro y hacia afuera. Nos revela una mirada personal, lírica e intimista de un territorio fascinante”, apunta Martínez Pérsico en su prólogo, y es que la voz de la argentina, busca fuga cual libélula, campo ancho, cielo abierto; se hace pájaro, “¿qué importa la altura si se tiene fe en el vuelo?”; lo suyo es el ensueño, pues “hasta el cuerpo más pequeño tiene lugar para la fantasía”.
Profesora en Letras, poeta y editora, Aixa Rava es, quizá, una de las voces más intensas de la nueva poesía argentina. Versos suyos aparecen en distintas antologías nacionales y extranjeras, y su labor al frente del sello Tanta Ceniza Editora la destaca como gestora entusiasta del oficio más preciso de la palabra, el más doloroso y sublime también, la poesía.
Por terceros supe de este poemario, y a terceros lo regresó también. La que se refugia al interior de “Sobre esta misma nieve” no es cosa distinta a la textura del hielo, palabra habitada, liberada, una poesía que se abre a sí misma, como la semilla de un rosario en plena luna de invierno.
“(...) con la esperanza de seguir conversando de poesía”, me escribió Aixa Rava en la dedicatoria en mi ejemplar. “Ojalá”, le dije entonces, y aquí estamos, otra vez, a merced del idioma del abrazo donde se fugan todas las palabras.
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