¿La deuda durará para siempre? ¿Alguna vez alguna generación de argentinos terminará de pagarla? ¿A qué hay que prestarle atención en los discursos de los candidatos para saber cómo se van a vincular con los acreedores?
Aunque no tan (tristemente) popular como la inflación, que pica en punta entre los temas de conversación que más angustian a los argentinos, la deuda que tiene el Estado con distintas entidades de crédito es parte del imaginario colectivo a la hora de pensar cómo estamos y qué nos depara el futuro.
Martín Kanenguiser es periodista especializado en Economía, con posgrados en Relaciones Internacionales y en Historia. Y es, sobre todo, un estudioso de la deuda pública vernácula. Con ese bagaje escribió La maldita herencia. Una historia de la deuda y su impacto en la economía argentina 1976-2022, un libro electrónico editado por Leamos y que puede descargarse gratis desde la plataforma Bajalibros.
El periodista, que también es autor de El default más tonto de la historia. La crisis de la deuda que aún se puede evitar, respondió algunas preguntas a pedido de Infobae Leamos. ¿El objetivo? Esclarecer lo más posible el panorama de la deuda que nos aqueja a todos, y de paso llevarle a lector datos sobre los gobiernos que más endeudaron y los que más desendeudaron las arcas públicas.
Sin tecnicismos y, sobre todo, sin anestesia.
La deuda argentina, sin pelos en la lengua
1. ¿Se va a acabar alguna vez la deuda externa en la Argentina?
La deuda se conceptualiza desde hace unas décadas como pública o privada, más que externa o interna, porque la idea de “deuda externa” tenía que más que ver con lo que ocurría en los 80 cuando había pasivos de un país con los gobiernos y los bancos del resto del mundo.
Desde los 90, con la aparición de los bonistas, se habla de deuda pública, para referirse al problema del endeudamiento de un estado nacional, porque los acreedores del país pueden vivir dentro o fuera del mismo.
Dicho esto, la respuesta corta a la pregunta es: no. Las deudas de los países no se pagan, se refinancian. Claro, a veces se cumple con estos compromisos y, otras, como en el caso de la Argentina en nueve oportunidades en su historia, se dejan de pagar y el país cae en default.
Desde aquel recordado default con aplausos como en la asamblea legislativa del 2001 presidida por Adolfo Rodríguez Saá, hasta el controvertido default del 2014 decidido por los tribunales de Estados Unidos por el reclamo de un grupo de fondos de inversión, llamados en algunos casos “fondos buitre”.
Un país puede, como hicieron Brasil y la Argentina a principios de este siglo, pagar una deuda puntual, como ocurrió entonces con el FMI, pero eso no garantiza que no tenga que buscar, como ocurrió con el gobierno de Cristina Kirchner luego de ese gesto, fuentes alternativas de endeudamiento, como fue la Venezuela de Hugo Chávez con tasas astronómicas, del 16% anual, bastante más altas que las del FMI.
2. ¿Es cierto que la deuda externa es culpable de toda la crisis económica argentina? ¿Y de la inflación?
No, la deuda es un emergente de problemas previos. Igual que en una familia o una empresa que gasta más de lo que genera y tiene que ir a un prestamista; de acuerdo a su situación de solvencia previa, encontrará mejores o peores condiciones para refinanciarse, con tasas más altas o bajas y plazos más largos o cortos. En el caso de la Argentina, a mayor superávit fiscal, menor necesidad de endeudarse.
Claro que la deuda de por sí no es mala si se utiliza para obras de infraestructura, porque significa que las próximas generaciones irán pagando un bien del que disfrutarán en el futuro, como por ejemplo una obra de agua potable o una nueva ruta.
3. ¿Cuál es la incidencia de la deuda externa en la vida cotidiana de los argentinos?
Alta. Cuando un país ya no puede apelar a la emisión monetaria para financiarse porque tiene una inflación demasiado elevada, debe endeudarse más. Reducir la carga de la deuda utilizada para pagar gasto corriente –salarios, por ejemplo- es relevante para aliviar la situación de las próximas generaciones, pero para ello es necesario cortar los problemas de raíz que no pudieron solucionar ni los gobiernos militares, ni los democráticos. Este es un asunto pendiente desde mediados de la década del 70.
4. ¿Cuál fue el gobierno que más endeudó y el que más desendeudó a la Argentina?
No siempre las cifras reflejan toda la verdad, aunque resulte una frase de sentido común. Es importante aclararlo, porque hay gobiernos, como el kirchnerismo, que afirmaron que se desendeudaron y en realidad hicieron dos cosas diferentes:
1-Cambiaron deuda del exterior por deuda local, atada a la inflación y al tipo de cambio, es decir, indexada a variables que no controla.
2-No pagaron todo lo que debían y por lo tanto, en los gobiernos que siguieron aparecieron deudas debajo de la alfombra.
Además, si se observa en términos absolutos, el gobierno de Alberto Fernández es uno de los que más endeudó al país, pese a no tener acceso a los mercados voluntarios de deuda. Pero siempre es más valioso en términos estadísticos mirar la deuda en relación con el PBI o las exportaciones de un país para definir su capacidad de repago. Por ejemplo, la deuda durante la dictadura creció cinco veces; hasta mediados de los 70 no era un problema.
¿Macri endeudó mucho al país?: en realidad, primero reconoció deuda no pagada por los gobiernos previos, luego se endeudó en el mercado y finalmente tuvo que recurrir al FMI cuando el crédito se cerró para el país en 2018. Pero gran parte de ese crédito reemplazó deudas previas. Satanizar al FMI es un lugar común, pero este gobierno amplió el crédito que Macri tomó con ese organismo.
5. ¿Si la deuda no creciera más, cuántas generaciones de argentinos van a pagarla?
Imposible determinarlo ex ante. Pero un plazo más largo de repago no significa necesariamente una mala noticia si las condiciones de ese préstamo son favorables por tasa o por las condiciones para el país. Los clisés de que endeudarse a 100 años es una locura no reflejan que tal vez es mejor tener un bono largo, que eventualmente puede ser cancelado, antes que uno corto, caro y que nadie quiera comprar.
Cuando el gobierno de Cristina Kirchner comenzó a distorsionar las estadísticas públicas, el Estado se cerró la puerta a endeudarse a tasas bajas, en dólares y en pesos. Todo depende de las condiciones macroeconómicas del país. Que esta cuestión no se transforme en un problema depende de un principio básico: hay que ahorrar, sobre todo cuando el país atraviesa un período de “vacas gordas”, con altos precios de sus productos de exportación.
Así, el país puede utilizar esos excedentes cuando entra en crisis, por razones externas o internas, o ambas. Hay gobiernos con ángulos ideológicos muy diferentes a Estados Unidos, como el de Evo Morales en Bolivia, que han entendido la importancia de ahorrar parte de sus recursos. Por lo tanto, el superávit y la deuda no son cuestiones de derecha o de izquierda.
6. ¿Qué le conviene prometer a un candidato a Presidente para no subestimar la deuda ni sembrar el pánico en los votantes?
¡Esta es la pregunta más difícil! Ja. Es una decisión subjetiva, pero los candidatos a presidentes no suelen querer decir qué van a hacer si ganan, ni quiénes los van a acompañar en su eventual gobierno, para no “quemarse”. Se ha criticado al macrismo por no decir “toda la verdad” de la herencia del kirchnerismo en 2015 y al actual gobierno por no dejar de hablar de Macri, que dejó el gobierno hace más de tres años.
En 1999, el entonces candidato Fernando De la Rúa les preguntó a sus asesores economistas qué medida debía tomar primero al llegar al gobierno; uno de ellos le respondió que debía devaluar. De la Rúa lo miró y dijo: esa no es una opción, díganme otra cosa. Y la convertibilidad explotó dos años después.
Lo ideal sería que cada gobierno se haga cargo de los problemas antes mencionados y que la carga para el siguiente sea la menor posible. Pero, como lo indica el título del libro, la responsabilidad “intertemporal” no parece ser un rasgo común de la clase política argentina y por eso, la deuda en la Argentina constituye una Maldita Herencia.
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