Cruel y encantadora. La novela de la escritora japonesa Aki Shimazaki nos pone de frente a uno de los peores cucos terrenales: la enfermedad de Alzheimer. Luna llena es el relato de Tetsudo, esposo de Fujiko por 48 años. Juntos tuvieron 3 hijos. También nietos. Pero, de pronto, todo eso desaparece para dar paso a la dimensión desconocida de la vida del matrimonio Niré. Paso a contarles.
Tiempo atrás, y con los primeros síntomas de la enfermedad de Fujiko, el hijo menor -Nobuki- les propone mudarse a una residencia para personas mayores. Finalmente, aceptan convencidos de que allí podrían estar bien cuidados y más contenidos.
”Mi esposa padece de Alzheimer. No reconoce ya a nuestros nietos y confunde a la menor de nuestras hijas con la primogénita, Kyoko, que murió de cáncer hace 5 años. Por fortuna, a mí todavía me reconoce y sigue llamándome cariño”, cuenta el protagonista en el libro.
Así, durante los primeros seis años en aquel establecimiento, la vida del matrimonio japonés transcurrió tranquila, sin mayores sobresaltos. Hasta que, una mañana, se produce un quiebre que cierra para siempre el capítulo de los casi 50 años en pareja y abre otro muy diferente al anterior, que los llevará a un plano desesperante e incierto.
“Al despertar, la señora Niré se ha quedado perpleja al verle a Usted acostado en su habitación. ¿Cómo? ¿Fujiko no me ha reconocido?, exclamó, estupefacto. Exacto. Inmediatamente ha bajado a buscarme y me ha dicho: ¡Dios mío, hay un desconocido durmiendo en la otra cama!”.
Como en la peor de las películas de terror y de buenas a primeras, los personajes de esta historia se transforman en perfectos desconocidos. Ya no son un matrimonio. Ya no tienen hijos. Tampoco nietos. Tetsudo y Fujiko vuelven a foja cero por obra y gracia de la cruel enfermedad devora cerebros. A partir de ese día, y hasta sabe Dios cuando, Tetsudo pasa a ser el novio de Fujiko, por sugerencia de una de las enfermeras de la residencia, logrando así la tranquilidad -momentánea- de la atormentada señora Niré.
“Pero si yo no estoy casada – dice Fujiko- Es imposible que sea mi marido. (…) Ah!, es verdad, usted todavía esta soltera. Ese hombre es su futuro marido, y se llama Tetsuo Niré”, responde la enfermera. Y esto recién empieza.
Bajo un nuevo cielo de incertidumbres, Tetsuo tiene que aprender a lidiar con lo incomprensible y a aceptar lo inaceptable. No solo tiene que decidir si quiere o no fingir el papel del novio de quien en verdad es su esposa (“Me veía preparado para que, llegado el día, Fujiko no me reconociese, pero no me imaginaba volviendo a ser su novio”), sino que, además -y aquí es donde la cosa se pone picante-, debe enfrentar historias pasadas de su mujer que los laberintos de la enfermedad trajeron sin piedad al presente como parte de una nueva realidad para ambos.
Así las cosas y peor también. Lo que trajo el volcán en erupción del Alzheimer a la memoria de Fujiko pasó en una noche de luna llena. Pasaron cosas que, luego, se transformaron en secretos bien guardados hasta que, años después, el Alzheimer los trajo de regreso inesperadamente. Y, ¿saben qué? Prefiero no contarles más.
Ahora, eso sí: lo que sigue a partir de aquí será la razón principal por la cual hay que leer esta obra de la premiada autora japonesa que, como algunos de sus colegas de pluma, hacen que nos volvamos adictos o detractores de la literatura oriental. Imperdible.
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