Tan enamorados: cuáles fueron los libros que Borges le dedicó a María Kodama

La viuda y albacea del máximo escritor argentino fue la mujer a la que el autor de “El Aleph” más veces invocó en su obra. Falleció este domingo a los 86 años.

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Antes de que María Kodama conociera a Jorge Luis Borges y fuera una figura clave en la vida y en la obra del escritor argentino, a quien le dedicaría numerosos libros, cuentos, textos y poemas, ella había quedado impactada cuando, siendo pequeña, leyó al escritor argentino por primera vez.

Lo que no sabía era que Borges también quedaría impactado por ella años más tarde y que sería la mujer que más lo inspiraría. “Esa intensidad es lo que sintió una chica de nueve, diez años que no entendió nada y que sería la única obra de toda su obra que yo salvaría”, supo contar Kodama en una entrevista con Infobae.

Se conocieron personalmente durante un curso de literatura inglesa, luego vino el encuentro casual a la salida de un librería en la calle Florida cuando Kodama casi lo tira al suelo y los encuentros en la confitería Richmond: las charlas sobre literatura anglosajona se hicieron rutina y su relación, una consecuencia obvia.

Nunca se separaron: viajaron por el mundo, publicaron dos libros juntos y se casaron en 1986. Tras la muerte del autor de El Aleph, ella creó la fundación para mantener viva su obra. Una relación cargada de admiración, amor y compañerismo.

Este domingo, con la muerte de María Kodama, se cierra un capítulo importante en la vida y obra de Jorge Luis Borges. Su relación con Kodama fue una de las más intensas y complejas de su vida, y su influencia se hace sentir en numerosos textos y poemas del escritor argentino.

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¿Cuál fue la primera dedicatoria? ¿Y las que siguieron? Aquí, una cartografía literaria por las huellas del amor en forma de dedicatoria en sus libros:

En "La moneda de hierro"
En "La moneda de hierro" se lee la primera dedicatoria de un poema de Borges a María Kodama.

La primera vez que Borges escribió una dedicatoria para Kodama fue en el poema “La luna”, incluido en el libro La moneda de hierro, publicado por Emecé, en 1976. Se lee:

La luna

A María Kodama

Hay tanta soledad en ese oro

La luna de las noches no es la luna

que vio el primer Adán. Los largos siglos

de la vigilia humana la han colmado

de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.

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El camino de dedicatorias recién empezaba. Un año después de La moneda de hierro, Borges publicó Historia de la noche. A partir de este libro Borges inauguró un género propio, minúsculo, dedicado a Kodama. En la obra del máximo escritor argentino no solo es importante el cuerpo central, sino también el paratexto: los prólogos, epílogos y, por supuesto, las dedicatorias. Y en ese último elemento, María Kodama fue la protagonista indiscutida. En Historia de la noche se lee:

Por Venecia de cristal y crepúsculo. Por la que usted será: por la que acaso no entenderé. Por todas estas cosas dispares, que son tal vez, como presentía Spinoza, meras figuraciones de una sola cosa infinita, le dedico a usted este libro, María Kodama.

"Historia de la noche".
"Historia de la noche".

En 1981, en La cifra, Borges escribió: “De la serie de hechos inexplicables que son el universo o el tiempo, la dedicatoria de un libro no es, por cierto, el menos arcano. Se la define como un don, un regalo. Salvo en el caso de la indiferente moneda que la caridad cristiana deja caer en la palma del pobre, todo regalo verdadero es recíproco. El que da no se priva de lo que da. Dar y recibir son lo mismo”.

Y siguió en la dedicatoria: “Como todos los actos del universo, la dedicatoria de un libro es un acto mágico. También cabría definirla como el modo más grato y más sensible de pronunciar un nombre. Yo pronuncio ahora su nombre, María Kodama. Cuántas mañanas, cuántos mares, cuántos jardines del Oriente y del Occidente, cuánto Virgilio.”

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"Los conjurados".
"Los conjurados".

Uno de los más conocidos es Los conjurados, su último poemario, publicado en 1985, un año antes de su muerte. El libro incluye cuarenta y cuatro poemas y prosas poéticas que Borges asegura tuvieron su origen en sueños. El poema que da título al libro profetiza la concordia y hermandad entre los hombres, tal vez su último deseo. Y la dedicatoria, una vez más, para su compañera en la vida:

“De usted es este libro, María Kodama. ¿Será preciso que le diga que esta inscripción comprende los crepúsculos, los ciervos de Nara, la noche que está sola y las populosas mañanas, las islas compartidas, los mares, los desiertos y los jardines, lo que pierde el olvido y lo que la memoria transforma, la alta voz del muecín, la muerte de Hawkwood, los libros y las láminas? (…) En este libro están las cosas que siempre fueron suyas. ¡Qué misterio es una dedicatoria, una entrega de símbolos!”.

En Atlas, el libro de viajes con textos Borges y fotografías y notas de María Kodama, publicado por primera vez por Emecé, en 1984, se lee:

“En el grato decurso de nuestra residencia en la tierra, María Kodama y yo hemos recorrido y saboreado muchas regiones, que sugirieron muchas fotografías y muchos textos. (…) María Kodama y yo hemos compartido con alegría y con asombro el hallazgo de sonidos, de idiomas, de crepúsculos, de ciudades, de jardines y de personas, siempre distintas y únicas. Estas páginas querrían ser monumentos de esa larga aventura que prosigue”.

Hay también en el Atlas un texto muy significativo que da cuenta de cómo era el cotidiano de la pareja. Borges, siempre tan pudoroso, se permite mostrar un poco de la intimidad: un viaje a Europa, un desayuno juntos, una brioche que se vuelve arquetipo --¿del amor?--. El texto breve dice:

“Piensan los chinos, algunos chinos han pensado y siguen pensando que cada cosa nueva que hay en la tierra proyecta su arquetipo en el cielo. Alguien o Algo tiene ahora el arquetipo de la espada, el arquetipo de la mesa, el arquetipo de la oda pindárica, el arquetipo del silogismo, el arquetipo del reloj de arena, el arquetipo del reloj, el arquetipo del mapa, el arquetipo del telescopio, el arquetipo de la balanza. Spinoza observó que cada cosa quiere perdurar en su ser; el tigre quiere ser un tigre, y la piedra, una piedra. Yo, personalmente, he observado que no hay cosa que no propenda a ser su arquetipo y a veces lo es. Basta estar enamorado para pensar que el otro, o la otra, es ya su arquetipo. María Kodama adquirió en la panadería Aux Brioche de la Lune esta gran brioche y me dijo, al traérmela al hotel, que era el Arquetipo. Inmediatamente comprendí que tenía razón. Mire el lector la imagen y juzgue.”

En una entrevista con Infobae, Kodama supo hablar sobre qué pensaba Borges sobre su amor: “Es muy divertido porque él me decía siempre que nosotros, seguramente, de todas las formas posibles después de la partida, la más lógica, con eso significa que ya no creía, era la reencarnación. Y que seguramente nosotros veníamos de varias reencarnaciones, entonces me decía que le prometiera que en la próxima nos íbamos a reencontrar”.

Kodama continuaba con el conmovedor relato: “Sí, sí, seguro Borges, nos reencontramos. Ahora, usted sabe que yo soy salvajemente sincera. En la próxima, yo científica”. Y él cerraba los ojos desesperados y me decía: “No me diga eso”. Porque él volvería a ser escritor. “Entonces no nos reencontraremos”. “Sí, Borges. Dicen que en el infinito las paralelas se unen, así que nos reuniremos junto a ese dios, energía, fuerza primera, luz, como queramos llamarlo. No se preocupe”.

En los libros, en las palabras, en las infinitas dedicatorias, Borges y Kodama siguen entrelazados, reencarnando una y otra vez.

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