Nadie podría dudar del gran legado que dejó tras de sí el escritor argentino Roberto Arlt. Gran cuentista y cronista, el nacido en Buenos Aires supo cultivar una de las obras más originales de la literatura latinoamericana en el siglo XX.
Conocido e ignorado por muchos, Arlt fue una de las voces que mejor recepción tuvo en esos tiempos en que los intereses de los lectores se volcaban hacia un único hombre: Jorge Luis Borges.
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Como él, otros escritores fueron eclipsados por el autor de “Fervor de Buenos Aires”, pero era tal la calidad de la obra narrativa y periodística de Arlt que, con el tiempo, le fue reconocido su lugar en el competido mundo de las letras argentinas, gracias, especialmente, al trabajo que realizó Ricardo Piglia para rescatar su legado.
Una de las piezas más relevantes de Arlt, publicada originalmente en 1933, es “El jorobadito”, una colección de cuentos que llega en 2023 a sus 90 años y ha tenido entre sus lectores más entusiastas al propio Piglia y a Julio Cortázar, solo por mencionar algunos. Ambos coordinaron grandes antologías de la obra del escritor y ampliaron aún más su espectro.
Cortázar, por ejemplo, dirigió el proyecto del libro que compiló la obra completa de Arlt y escribió el prefacio de la edición que publicó Omeba, en 1981; Piglia, por su parte, en compañía de Omar Borré, estuvo al frente de la que, hasta ahora, es la mejor antología de cuentos del autor, editada por Seix Barral, del Grupo Planeta, hacia el año de 1997.
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La voz al interior de los cuentos de “El jorobadito” es la de un escritor poco bondadoso que se vale de la tragedia para detonar las tramas y construir personajes con rasgos autobiográficos, a la vez que engañosos. Arlt acostumbra a los lectores a leerle con narraciones en primera persona, no solo aquí, también en muchas de sus novelas.
Uno de los cuentos, ‘Escritor fracasado’, casi un monólogo interior, presenta a un narrador que ahonda en lo más profundo de su subconsciente, y se muestra inconforme ante ciertas dinámicas de la compleja sociedad en la que le tocó vivir y la mojigatería del circuito literario. “¿Para qué afanarse en estériles luchas, si al final del camino se encuentra como todo premio un sepulcro profundo y una nada infinita? Y yo sé que tengo razón”, se lee.
El autor arremete directamente contra los críticos ultraconservadores, contra los escritores estériles, como los llama, y refleja un desprecio por la posición oficialista literaria. Pero este desprecio no se limita únicamente al mundo del arte, lo siente también hacia cualquier vivencia institucionalizada, y esto es común en varios de los otros cuentos.
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En ‘Ester Primavera’, ‘El jorobadito’, ‘Noche terrible’ y ‘Una tarde de domingo’, por ejemplo, en los que el malestar hacia las instituciones es más notorio. En ‘Pequeños propietarios’ y ‘Las fieras’, la cosa no es inferior, aparece siempre una resistencia ante el orden impuesto. Arlt escribe siempre a partir de sí mismo, pero no para hablar de sí mismo, sino de lo que ve y lo que oye, de la sociedad que y el tiempo que lo acontecen.
Su oficio como periodista, con sus populares ‘Aguafuertes’, le permitió establecer una visión de mundo en la que el oprimido es el protagonista y todo se mueve como a pie de página. Su habilidad para cartografiar la realidad a través de la ficción es, simplemente, sublime. Sus antihéroes son casi siempre los mismos. Concentra en ellos la angustia y frustración de un hombre estigmatizado por la sociedad en crisis en la que vive.
“El jorobadito” fue la primera colección de cuentos que publicó Roberto Arlt. Su importancia, 90 años después, sigue vigente. Lo seguirá estando, empero, en tanto se le siga descubriendo como una de las voces más importantes de la literatura argentina y latinoamericana.
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