“La educación física”, de Rosario Villajos, una novela sobre el cuerpo y la culpa: “Hay tantas cosas que me molestan que no sabría ni por dónde empezar”

La escritora española consiguió con este título el Premio Biblioteca Breve 2023. Habló con Leamos respecto a su proceso de escritura y reflexionó alrededor de las temáticas de su obra

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La escritora española Rosario Villajos,
La escritora española Rosario Villajos, ganadora del premio Biblioteca Breve 2023 con "La educación física". (Paloma Rodríguez Barceló).

Catalina acaba de cumplir dieciséis años. Una tarde de finales de agosto, decide abandonar la casa de su mejor amiga tras un desagradable percance. El sitio se encuentra en una urbanización a las afueras de la ciudad, cuando llega a la carretera, Catalina entiende que la única forma de volver a su casa es haciendo autostop; sin embargo, como a cualquier joven de su edad, le aterra subirse al auto de un extraño.

El miedo es menor, en todo caso, al que le produce el hecho de imaginarse, en medio de la nada, si no cumple con el toque de queda que le han impuesto sus padres.

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“Lleva cinco coches diciéndose que está segura de que el siguiente se detendrá, o el siguiente, o el siguiente de color rojo, o el siguiente blanco pero con matrícula capicúa, o el siguiente del color que sea pero a partir de ese momento. El siguiente del siguiente también pasa de largo, igual que los minutos que lleva ahí de pie, por eso deja de contarlos y decide entretenerse haciéndose daño. Catalina se inició en esta fórmula ansiolítica cuando tuvo que aprender a quedarse sola en el hospital. La entiende como una ofrenda, un pequeño soborno con el que alimentar a la criatura monstruosa que guarda dentro a cambio de que no se asome” - (Fragmento, “La educación física”, de Rosario Villajos).

Si el padre de su mejor amiga no hubiese hecho lo que hizo, Catalina se sentiría más tranquila; quizás, si no estuviera pidiéndose disculpas todo el tiempo por ser mujer, se sentiría más segura.

Catalina lleva desde hace mucho enfrentando una batalla con su cuerpo, como si éste fuera su enemigo. Lucha contra su feminidad, y en eso anda desgastándose cada día que pasa. Si no lo hiciera, si viera las cosas de otra manera, tal vez todo sería más sencillo.

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Su mente se precipita como un río de aguas turbias. Catalina no sabe distinguir entre muchas cosas todavía y se confunde ante las ideas del amor. Su cabeza es un caos en el que la duda parece extenderse como un cáncer. Le es imposible pensar con claridad, mezcla canciones con memorias, y se reprime ante las frustraciones. Una montaña rusa de emociones la embarga constantemente y piensa que todo es su culpa, por ser quien es, por ser mujer.

"La educación física", de Rosario
"La educación física", de Rosario Villajos, saldrá publicada en España en marzo

Con esta historia, la escritora española Rosario Villajos consiguió el Premio Biblioteca Breve 2023, en su 65.ª edición, imponiéndose ante un total de 700 manuscritos. Ambientada en los inicios de los años noventa, “La educación física” presenta a los lectores el retrato de esta mujer adolescente cuya relación con su cuerpo es más que compleja, así como el rencor que siente hacia un mundo que se empeña en hacerla sentir culpable por el hecho de ser mujer.

“¿Por qué había oído a las chicas del instituto hablar de compresas y tampones pero no del dolor? ¿Es que había un complot para no aterrorizar a las niñas más pequeñas con eso? Se preguntó si a ellas también les dolía tanto, si les causaba diarrea y retortijones, si la sangre era roja o marrón, como la suya. Cómo aliviarían el mal en su vientre, en su pecho, en sus piernas, en su espalda. Hablar de todo eso con mamá le parecía impensable, así que dio por hecho que todas las reglas eran iguales, que la menstruación siempre sería así: una mancha en las bragas que aparece tras un dolor de barriga, avisándote de su llegada con un día de antelación. Sin embargo, desde que la tiene, su ciclo no cumple ninguna norma ni en su propio calendario, va y viene sin que haya manera de saber cuándo y cómo; el dolor aparece incluso a los dos días de haber comenzado a manchar. No comprende cómo es posible seguir el ritmo diario con la misma energía que un día sin periodo. Lo más desconcertante, a pesar de todo, es que mamá se echase a reír la primera vez que le insinuó que prefería no ir a clase en ese estado” - (Fragmento, “La educación física”, de Rosario Villajos).

Catalina, el personaje principal de esta novela, le permite a la autora reflexionar acerca de conceptos como la feminidad, los estereotipos, la inocencia, la presión social, y el machismo imperante, que ha influido, de manera errada, en los valores de toda una generación.

Así lo destacó el jurado del premio, conformado por Pilar Eusamio, Pere Gimferrer, Inés Martín Rodrigo, Elena Ramírez e Isaac Rosa, que indicó que “La educación física” da cuenta de “una voz narrativa que explora su propia identidad a través del cuerpo, (...) recoge el sentir de una generación y lo convierte en una experiencia a la vez única y universal”.

En la novela, el lector asiste, además, a la historia reciente de un país que le ha dado la espalda a las mujeres, como en el caso de las niñas de Alcásser, un asesinato atroz que terminó convertido en una especie de atractivo televisivo para la gente. Marcó una época, defendiendo una idea errónea.

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Rosario Villajos se deja la piel en esta novela y reúne todo lo mejor de su obra narrativa. La nacida en Córdoba, España, dedicó su infancia al dibujo, la lectura y las películas. Al crecer, se formó en Bellas Artes y empezó a trabajar en la industria musical, de la cual saltó a la cinematográfica, luego a la artística y finalmente a la cultural. Comenzó a escribir desde antes, pero no fue hasta 2017 que su nombre apareció en el radar, con la publicación de la novela gráfica “Face”.

En 2019 se publicó su primera novela, “Ramona”, y luego llegó “La muela”, una historia sobre la soledad y la precariedad en la sociedad contemporánea, que terminó por catapultarla.

Como una suerte de guiño a “La educación sentimental”, de Gustave Flaubert, esta novela de la autora española, pone sobre la mesa una verdad poderosa: la ausencia de una educación corporal en nuestras sociedades, una educación física, en hombres y mujeres, pero no como nos la han enseñado en estos años, hablando de deportes y demás, sino en cuanto al valor de la aceptación y el cuidado propio.

No es “La educación física” una novela de carácter filosófico que, cual ensayo, rechaza ciertos valores y propone otros, en relación con un tema. Es, precisamente, una pieza de ficción que se adentra en discusiones de gran valía e incitan al lector a reflexionar alrededor del cuerpo, el deseo, la libertad, la culpa y el consentimiento.

Una historia que toca muy de cerca a su autora. “Soy adicta a arrancarme los padrastros”, aseguró Villajos, en una entrevista con El Cultural, “siempre he querido saber por qué hago eso. En mi caso empecé a hacerlo muy jovencita, cuando algo me molestaba me entretenía haciéndome daño”.

La novela también tiene que ver con estar muy cansados de todo y de todos. “Cuando te haces daño, te espabilas (...) Me apetecía hablar de ello. Está mal visto porque es una tara muy grande, pero creo que habría que preguntarse por qué tanta gente lo hace. Creo que no conozco a nadie que no tenga un pequeño tic, y no digo TOC, porque suena demasiado fuerte”, comentó.

“La educación física” es un acto de reconciliación, dice Lucas Méndez Chico, en un artículo publicado por El Independiente. “(...) la universalidad de esta historia, más allá de representar una etapa en la que todos hemos sentido esa insatisfacción de no saber encajar, está en el hallazgo de sentimientos reales y en la forja de una empatía capaz de salvar cualquier distancia corporal o generacional”, escribe.

Rosario Villajos conversó con Leamos, desde España, en medio de uno de sus tantos viajes, respecto a la publicación de su más reciente título y el recorrido de su obra.

Rosario Villajos (José Martpin S.)
Rosario Villajos (José Martpin S.)

— ¿Cuánto tiempo transcurrió mientras anduvo escribiendo esta novela? Porque el lector intuye, en cierto modo, que el tiempo pasa frente a sus ojos, y sobre su espalda, como al interior del libro mismo.

— Unos dos años, empezó como un ejercicio literario, una especie de diario adolescente inventado. Me gusta escribir varias cosas a la vez y en ese momento estaba inmersa en otra novela que no tenía nada que ver con eso, pero me fui enganchando cada vez más al diario y menos a la otra historia y me di cuenta de que tenía que trabajar en diario hasta convertirlo en el relato específico del que ha salido este libro.

— Después de “La muela” y “Ramona”, esta novela supone una continuación en la búsqueda de sus inquietudes estéticas. Lo femenino, el cuerpo, la memoria... ¿De qué manera identifica, si es que lo hace, que existe un inconformismo de su parte, como escritora desde luego, hacia ciertas temáticas y que este se hace repetitivo en sus obras?

— No creo que sea inconformismo, yo lo llamaría obsesión. Me da por un tema y hasta que no lo sepa todo de ese tema no paro. No es concretamente el cuerpo o de forma abstracta lo femenino, sino la identidad que nos deparan ciertas vivencias, en mi caso la de haber venido al mundo con cuerpo de mujer. Si hubiera estado obsesionada con la guerra de Vietnam, habría buscado novelas sobre el tema, pero las novelas que encontré sobre eso que tú llamas lo femenino estaban faltas, desde mi punto de vista, de lo más importante, que es el cuerpo y las sensaciones que transmite un cuerpo, porque somos eso, cuerpo, al fin y al cabo. Así que me he dedicado a escribir aquello que yo misma necesitaba entender y leer.

— ¿Cómo vincula su faceta artística a la escritura? O, ¿es necesario separar, por ejemplo, la pintura mural de la novela?

— Pues la incorporo a mis obsesiones. Por ejemplo, acabo de participar en una exposición colectiva y mi aportación ha sido una pieza audiovisual sobre la domesticación de la mujer, el primer animal domesticado de la historia, en contraposición a la domesticación de un caballo.

— Respecto a “La educación física”... ¿Qué hace que Catalina sea tan feroz en lo que tiene que ver con sus reflexiones? Qué convulsa es la manera en que piensa.

— Lo que hace que sea tan feroz es su cuerpo, que es quien realmente está narrando la historia, un ente mucho más sabio que una chica de dieciséis años, puesto que lleva acumulado el aprendizaje de siglos de historia bajo la piel.

— ¿De dónde ha venido el insumo para su caracterización?

— De mi imaginación sobre todo. Nunca conocí en los noventa una chica tan alta como Catalina, pero también me he inspirado en las características de muchachas a las que sí conocí, o en cómo las veía, y por supuesto, en algunos recuerdos propios.

— ¿Qué influencias rescata para la escritura de esta novela? Es la típica pregunta, pero qué más da si se necesita explorar en sus lecturas.

— Despentes, Ernaux, Nerea Barjola para lo más formal, y también la novela Carrie, de Stephen King, que releí mientras la escribía y me sigue pareciendo una maravilla.

— ¿Por qué “Carrie”?

— Me gusta que el problema de Carrie, la extrañeza, parte de lo real. Es lo bueno de Stephen King, que trata temas tan graves como el bulling a través de algo imposible: una chica con el poder de la telequinesia.

— ¿Cambia en algo su vida con el premio?

— No lo sé, de momento no ha cambiado mucho. Me emociona mucho más que se haya publicado el libro y que lo haya publicado Seix Barral, eso ya es un premio en sí.

— Después de esto, de la escritura, de los viajes, de la vida de ahora, ¿qué te incomoda?

— Tal vez ya no necesite de la incomodidad para escribir, me apetece partir de otra sensación que no sea el rencor hacia esta sociedad que me ha tocado vivir, pero no me la voy a jugar asegurando que va a ser así porque hay tantas cosas que me molestan que no sabría ni por dónde empezar.

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