¿Cómo hablamos de la democracia y de la dictadura con los más chicos?

Los libros son de las mejores puertas de entrada a la historia argentina más reciente. Crear personajes de la misma edad que los lectores es una de las claves para involucrarlos. Autores como Liliana Bodoc, Paula Bombara, Federico Lorenz y Adela Basch dedicaron parte de su obra a estos temas.

"Que nos digan dónde están": las ilustraciones ayudan a acercar esos años a los lectores de las nuevas generaciones.

De todas las tiras inolvidables de Mafalda, aquí va una de las muy inolvidables. En la primera viñeta Mafalda está parada y pega un grito que dice “¡Burocracia!”. En las cuatro que siguen, sentadita en una silla, Mafalda espera, espera tanto que se tienta con una revista tirada por ahí, la hojea, la deja. Parece que no está pasando nada pero está pasando algo: el tiempo. En la última de las viñetas aparece una tortuga y entonces Mafalda se agacha para darle de comer y remata: “Su lechuguita”.

Es incalculable la cantidad de argentinos y argentinas que aprendieron el significado de la palabra “burocracia” gracias a esa tira que muy probablemente los haya llevado al diccionario más cercano o al adulto más cercano. Pero la estadística no importa en este caso. Importa decir que de algunas lecturas se sale transformado para siempre porque revelan cómo funciona el mundo con las palabras justas.

¿Cómo se enseña todo lo que la palabra “democracia” puede tener adentro a los más chicos? ¿Cómo se enseña qué es la democracia en este país que en diciembre celebrará cuarenta años de algo que, desde que el voto es universal -incluso contemplando los años de supuesto voto universal prohibido a las mujeres- jamás había conseguido? Y porque para nombrar la democracia hay que hablar también del terrorismo de Estado, ¿cómo se les cuentan los desaparecidos de la última dictadura a los nenes y las nenas que van a la primaria y a los chicos y las chicas que van a la secundaria? Una respuesta siempre posible: con libros.

La editorial Norma pensó una colección de seis libros para celebrar los cuarenta años de democracia ininterrumpida en la Argentina.

En 2002, cuando la recuperación democrática aún no había cumplido sus primeros veinte años, la prestigiosa autora de literatura infantil Adela Basch publicó Una luna junto a la laguna. La cosa es así: una rana, un gato y una paloma nacen, con no mucho tiempo de diferencia, al lado de la misma laguna. En una misma tierra -¿en un mismo país?- y rodeados cada uno de sus familias de ranas, gatos y palomas.

Sus padres, sus abuelos y sus hermanos mayores se turnan para enseñarles el mundo que tienen alrededor: esto es el día, esto es la noche, esto es un perro, esto es una manzana, esto es una mariposa, ahora que hace frío es invierno, ahora que hace calor es verano, y así.

Y a la rana, el gato y la paloma -que son distintas especies que conviven en una misma tierra-, por separado, les dicen también “esto es la luna”. Lo que pasa, y eso se revela a través de las ilustraciones de las que se ocupó Alberto Pez, es que a cada uno le enseñaron la luna en algún momento distinto del mes: creciente, llena, menguante. Para cada uno de los bichos-personajes que habitan el cuento la luna es como a ellos se las enseñaron.

Se hacen amigos los bichos, y en algún momento de su amistad se dan cuenta de que para todos luna hay una sola, y de que para cada uno la luna es una cosa distinta: lo saben cuando les toca dibujarla en el piso de tierra con un palito. Hay una menguante, una creciente y una llena, ¿y entonces qué? Entonces conversan, y mientras conversan pasa un mes entero y la luna es de todas las formas dibujadas en la tierra. “La luna es como yo la dibujé, pero también de otra manera”, dice uno de los tres, y entienden que estaban todos hablando de lo mismo aunque cada uno tuviera una idea distinta: se ponen de acuerdo.

Adela Basch, referente de la literatura infantil, sintentizó la democracia en la idea de que sus personajes lograran ponerse de acuerdo.

“Es interesante poder explicar la democracia, que es una forma de vida, de la manera más sencilla posible. Que se vea cómo esa idea opera en nuestra vida todos los días. Ver que hay distintas perspectivas para mirar el mundo y poder respetarlas porque hay espacio para todas sin que ninguna sea la más importante”, cuenta Basch a Infobae Leamos, y suma: “Es importante que la buena literatura apoye ideas como la de la democracia y que lo haga no a través de una bajada de línea, que finalmente desmiente a la democracia porque impone, sino de una manera poética”.

La única vez que el libro de Basch dice la palabra “Democracia” es sobre un costado de la tapa, para dar cuenta de que es parte de la colección que la editorial Norma acaba de publicar en el año de los cuarenta años. Además del de Basch, pensado en principio -y esto es porque las edades sugeridas son una estimación pero nunca una regla- para chicos de 2º y 3º grado, Norma publicó otros cinco libros para estudiantes de primaria y secundaria.

“Los cuarenta años de democracia que se cumplen este año son un eje muy importante en la colección que pensamos. Cuarenta años no son nada pero en la historia de la vida de las personas es un montón: hay docentes que no vivieron este recambio, o eran muy chiquitos y no se acuerdan, y por supuesto que los lectores para los que están pensados los libros de ninguna manera vivieron ese recambio porque son chicos o adolescentes”, explica Laura Leibiker, directora editorial de literatura infantil y juvenil de Norma Argentina.

“Podríamos haber hecho un único libro, muy potente, pero decidimos que fueran varios para que hubiera muchas voces. Que lo importante para hablar de democracia era que hubiera diversidad de voces y que nos pudiéramos escuchar”, suma la editora del sello. La publicación de los seis libros, pensados para las casas pero sobre todo para las aulas, está acompañada por un paquete online de material didáctico, desde líneas de tiempo que pintan de rojo los tiempos dictatoriales hasta guías para trabajar cada libro en clase.

El proyecto web tiene un logo -también impreso en los libros- que da cuenta de un grupo diverso de personas con una bandera argentina, como participando de una manifestación: “Era importante para nosotros representar a personas distintas unidas por la posibilidad de peticionar ante las autoridades”, resume Leibiker. El nombre elegido para el proyecto web es “¡Al gran pueblo argentino, democracia!”. Una forma de decir que democracia es salud.

El libro de Bodoc tiene por protagonista a otro libro: "Un elefante ocupa mucho espacio", prohibido durante la última dictadura.

3155 o el número de la tristeza es un cuento de (la gran) Liliana Bodoc que nunca se había publicado individualmente y que Norma incluyó en su colección Democracia. ¿Cómo se le cuenta la última dictadura a un chico que anda por la mitad de la primaria o en los primeros años de la secundaria? Bodoc hizo así: “Mil novecientos setenta y seis. Se apagó el verano. Se escuchó la tos seca del otoño. La ciudad se llenó de carretas negras, conducidas por sombras. Los relojes tomaron la costumbre de detenerse muy temprano porque la calle y la noche eran una combinación impensable. Los gritos de las almas que intentaban escapar de sus perseguidores se escuchaban con claridad, pero nadie tenía atención para prestarles. Ni amor suficiente para salir en su ayuda”. Guau, ¿no?

3155 es para la autora, que murió en 2018, el número de la tristeza porque es el número del decreto de la dictadura que prohibió algunos libros infantiles en 1977. Una de las historias censuradas y perseguidas por la Junta Militar fue Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann. El decreto decía: “Se trata de cuentos destinados al público infantil, con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria a la tarea de captación ideológica del accionar subversivo”.

Hay algo especialmente conmovedor en el libro de Bodoc, y es que el protagonista es otro libro: el de Bornemann, que atraviesa la vida de varios personajes. Hay un nene que tiene un papá que le lee a su hijo Un elefante ocupa mucho espacio antes de dormir hasta que un día le cuenta que ese libro fue prohibido, y que se tiene que ir, y que “mañana a la noche seguimos”. Pero no vuelve, y la mamá llora, y los abuelos deciden que es mejor cambiar de casa.

Hay una nena que lee el libro hasta que la mamá, con la voz desencajada por el peligro, anuncia que hay que prender fuego el ejemplar -”Lo prohibió el gobierno. No se puede tener en casa, ni en la escuela”, dice-, y lo mete en un fuentón de aluminio y se asegura de que arda hasta la última letra, y la nena está segura de que el humo tiene forma del elefante prohibido que se empeña en no desaparecer.

El cuento de Liliana Bodoc nunca se había publicado como libro.

El 10 de diciembre de 1983 miles de personas salieron a cantar”, escribe Bodoc y sus letras se rodean de una de las ilustraciones de Vitu Caruso. El Cabildo, la Catedral, la Plaza de Mayo repleta, una bandera que dice “Memoria”, otra que dice “Verdad” y una de “Justicia”.

La página siguiente a la de la manifestación dice “Yo fui. Y llevé a mi papá en el alma”. El nene al que le leían en la cama creció, tiene un cartel que dice “que nos digan dónde están” sobre la foto de su papá, lo abraza una mujer con un pañuelo blanco atado en la cabeza. La nena a la que le prendieron fuego el libro ocupa la página que sigue. Creció y tiene un ejemplar nuevo del libro de Bornemann. Y escribe Bodoc: “Yo no fui. Pero estoy segura de que el humo del elefante estaba entre la multitud”. Y antes del punto final hace que uno de sus personajes diga esto: “La libertad también ocupa mucho espacio”. Guau, ¿no?

República de Kiara es otro de los libros que integra la colección editada por Norma. Lo escribió Laura Ávila y lo ilustró Agustina Barriola. Entre ambas inventaron a Zoe, Tati, Paz, Lisandro y Kiara, personajes que juegan en el patio de la escuela a que son una banda de K-Pop a pura coreografía improvisada. Tienen, porque pueden, un castillo imaginario que no se ahorra los ponis voladores y de paso un trono para la reina, que es Kiara. ¿Será montada a las prerrogativas monárquicas que decide inscribir a la banda en una especie de concurso de talentos? Lo hace sin consultar a nadie, convencida de que puede decidir por todos.

Pero parece que no, que la idea no es buena para sus amigos, así que Kiara queda lejos del grupo por un tiempo hasta que algunos empiezan a extrañarla a ella y a su creatividad para inventar coreos. ¿Que vuelva o que no vuelva? Esa es la cuestión, y Zoe, Tati, Paz y Lisandro resuelven sentados en ronda y a mano alzada: votan y que sea lo que la mayoría quiera.

En "República de Kiara" un grupo de amigas tiene que decidir cómo sigue la banda de K-Pop que inventaron. Hay desacuerdos pero lo resuelven sentadas en ronda y votando.

Entonces, un recordatorio de la pregunta inicial de esta nota: ¿cómo se cuenta la democracia a los nenes y las nenas de tercer o cuarto grado? Bueno, ponerlos frente a un escenario en el que la mejor forma de ponerse de acuerdo es a través del voto y de respetar lo que el escrutinio diga parece una buena alternativa. Sobre todo por esto: porque los personajes tienen una edad parecida a los lectores, y eso es una manera de hacerles saber a esos lectores que pueden empezar a construir democracia en el patio de la escuela.

Para los más chicos, los de primer y segundo grado e incluso de prescolar, el libro El país de Malku está protagonizado por un nene del norte argentino que descubre la diversidad de la tierra -tan larga y tan ancha- en la que nació. Es que a Malku le prestan un libro -otra vez los libros en el centro de la trama- que cuenta la Argentina a través de sus paisajes, sus animales autóctonos, su flora nativa. Todo ese hielo, toda esa estepa que Malku ve en las ilustraciones, todo ese litoral, esa cordillera y esa pampa conviven con sus cardones, sus cabritos y sus llamas.

¿Cómo puede ser que todo esto sea un mismo país?”, parece ser la pregunta que el protagonista se hace desde el noroeste argentino mientras revisa las ilustraciones de los paisajes de otras latitudes. En el centro de la obra de Margarita Mainé, a la que Rocío Alejandro aportó sus dibujos, hay dos ideas aunque no se las nombren: todo eso es un mismo país porque en cada uno de esos rincones se ejerce una misma soberanía; todo eso es un mismo país porque quienes lo habitan se ponen de acuerdo -de nuevo, avalando lo que decida la mayoría- cada vez que les toca hacerlo.

En el otro extremo etario de la colección Democracia, Paula Bombara publicó La sombra del jacarandá, una novela dedicada a lectores de escuela secundaria. Tres datos introductorios: Daniel Bombara, el padre de Paula, fue secuestrado, torturado y desaparecido en 1975 por militares y policías; desde hace años Paula participa activamente en la organización Abuelas; su novela El mar y la serpiente, de 2005, ya había abordado, con tintes autobiográficos, los años de los grupos paramilitares y el terrorismo de Estado.

Paula Bombara publicó "La sombra del jacarandá". Su padre fue desaparecido en 1975 y la autora ya había metido a la dictadura en su trama en "El mar y la serpiente". (Foto: Editorial Norma)

El mar y la serpiente es una novela por la que me tocó ir muchísimas veces a las escuelas, y en esas visitas los chicos devuelven reflexiones, frases, dibujos que son inolvidables. Y también preguntas: ‘¿Hicieron algo para que los desparecieran?’ es una. Muchas veces creo que esa pregunta viene porque en sus casas se habla poco para evitarles el dolor. Yo creo que hay que contar con todas las letras, y contarles que hay muchos libros que pueden ayudarlos a conocer más”, cuenta Bombara a Infobae Leamos.

La sombra del jacarandá es una novela que la autora tenía en el tintero desde hacía años, especialmente desde que sus lectores empezaron a pedirle la continuación de El mar y la serpiente. En la trama, hay adultos que prefieren no profundizar del todo en las cicatrices que la dictadura les dejó -la desaparición de madre y padre, por ejemplo- e hijos de esos adultos que los interpelan y a la vez los acompañan mientras las cicatrices supuran.

“Yo siempre les decía a mis lectores que la continuación de El mar y la serpiente la iban a tener que hacer ellos y esto es un poco así. Quería hacer una novela en la que estuviera muy presente el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense -que fue la organización que identificó los huesos de Daniel Bombara en 2011- y en la que los adolescentes tuvieran participación, por ejemplo pensando nuevas formas de identificar los restos de los desaparecidos o instando a sus padres a preguntarse si tuvieron algún familiar víctima de la dictadura”, explica la autora.

“Estos proyectos generan muchas preguntas sobre la democracia cuando vas a las escuelas. Yo siempre intento que los chicos y las chicas piensen en lo más pequeño que te posibilita la democracia. ‘No podrían estar peinados así, ni vestidos así, ni sentados así. No sería seguro que vinieran solos a la escuela, y no podrían haber leído este libro si no hubiera democracia’, les digo para reflexionar. Creo que les sirve a los adolescentes y también a los adultos, que tendemos a quejarnos mucho de las fallas de la democracia más que a reconocer lo que disfrutamos de este sistema de gobierno”, suma.

"La sombra del jacarandá", una especie de continuación de "El mar y la serpiente".

Queda un libro más de la colección Democracia y es el pensado para 6º y 7º grado. Se llama Todas las voces y fue escrito por el historiador Federico Lorenz y el realizador y docente Mario Méndez. Una vez más, chicos y chicas de la misma edad que esos lectores a los que el libro está dirigido son parte central de la trama.

Es que Martina, una maestra entusiasta recién llegada a un cargo titular de primaria, idea un proyecto para reflexionar sobre los cuarenta años de democracia en la Argentina. Les dice a sus estudiantes que, junto a sus familias -puede ser un abuelo, la hermana mayor, una madrina, un papá- tienen que participar en el acto del 9 de Julio contando alguna experiencia durante esas cuatro décadas o durante la dictadura que los haya puesto a pensar.

Llega el día del acto y una abuela pasa al frente y dice que se acuerda de los levantamientos carapintadas de 1987, que tenía 23 años y fue a la Plaza de Mayo, que por primera vez sintió que a la democracia había que defenderla. Un tío dice que era chiquito pero que se acuerda bien que de los afiches de Raúl Alfonsín que decían “Porque somos la vida hay juicio a la muerte”. Un hermano mayor se acuerda de cuando se anularon las leyes de Obediencia debida, Punto final y también los indultos, y se reanudaron los juicios por crímenes de lesa humanidad. El portero de la escuela pide la palabra y les cuenta a los chicos, emocionado, cuando fue al Luna Park a ver a Mercedes Sosa, en 1984, después del largo exilio de la cantora.

Plaza de Mayo, diciembre de 1983: la Argentina acaba de recuperar la democracia. Foto NA ARCHIVO

A la voz de la maestra, que es la directora de orquesta del acto, se suman las de sus estudiantes y las de sus familias. Todas las voces tienen algo para aportar en el acto que sirve para pensar por qué hay que cuidar la democracia. También la de un abuelo historiador, que habla sobre el Juicio a las Juntas y que dice: “Esta muestra de los cuarenta años de democracia es una apuesta a la memoria”. En esa línea tal vez se condense el espíritu de los seis libros publicados por Norma.

Se amontonan las escenas que, con poesía y la contundencia que dan los hechos históricos, sirven para contar qué es la democracia. A los más chicos y a los no tanto. Ahora dependerá de cada lector encontrar la escena inolvidable que les enseñe para siempre qué quiere decir esa palabra que ocupa mucho espacio.

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