El viernes 4 de mayo de 2018 en un festival de escritores en Australia la vida del escritor Junot Díaz fue transformada en menos de tres minutos. Al final de una charla pública, la escritora Zinzi Clemmons -desde la audiencia- le hizo una pregunta sobre un ensayo en The New Yorker en el que Díaz contaba, por primera vez, cómo, a sus ocho años, había sido abusado sexualmente de forma repetida por una persona muy cercana a su familia. A mitad de la respuesta Clemmons lo interrumpió para acusarlo a él de haberla abusado a ella.
Al día siguiente, en Twitter, la escritora dijo que no podía mantener más su silencio. Denunció que a los 26 años, como alumna de posgrado en la Universidad de Columbia, Díaz le dio un beso sin su consentimiento. Una ráfaga de ex alumnas de Díaz salieron a denunciar que él les había hablado en mal tono o con voz agresiva.
La conferencia en Australia inmediatamente canceló todas las citas de Díaz. Algunas librerías en los Estados Unidos declararon que dejarían de vender sus libros. El autor, en medio del torbellino, voluntariamente renunció a su posición de charmain en el directorio del Premio Pulitzer; la universidad MIT, donde Díaz era profesor de Escritura Creativa, inmediatamente comenzó una investigación sobre las acusaciones.
El autor de La maravillosa vida breve de Óscar Wao (Premio Pulitzer, 2008) estaba terminado. Era un abusador sexual. Pero a fin de año, tras rigurosas investigaciones independientes, MIT y el comité del Premio Pulitzer lo absolvieron. Lo mismo pasó con el periódico The Boston Review, donde Díaz había sido editor de ficción por 15 años. Sin embargo, en la opinón pública no ha habido perdón unánime. Hace cuatro años que Díaz no se anima a entrar en una librería. Hace cuatro años que no escribe ni una palabra de ficción.
Un posible giro de esta situación podría ser un reciente articulo del periodista Ben Smith en la revista Semafor. Allí resume decenas de entrevistas con fuentes directas. Entre otras cosas, revela que bajo juramento, la escritora Zinzi Clemmons admitió que lo que había recibido fue un beso en la mejilla.
Infobae Leamos se contactó con Junot Díaz para ver dónde se siente parado en este momento. En la conversación (por Zoom), Díaz se escuchaba pensativo un sus respuestas. No se escucha rencor o autopadecimiento de ningún tipo. Reflexivo, el autor de nacionalidad estadounidense-dominicana ve lo que le pasó dentro de nuestro complejo momento cultural.
-Este reciente artículo de Ben Smith, ¿qué trae de nuevo respecto a cómo se interpreta tu caso?
-La diferencia fue que los medios, en general, no hicieron un periodismo abierto sobre este caso. Ninguno dijo claramente por qué ellos consideraban que estas acusaciones seguían siendo problemáticas considerando la evidencia que me absolvía. Era más como, “bueno, no encontramos nada para sustanciar estas acusaciones, pero le vamos a seguir dando espacio”. La distinción entonces fue que Ben Smith hizo periodismo de verdad.
-¿Al principio cómo fue para vos la tormenta mediática?
-Cuando pasó todo esto, todos los diarios se enloquecieron con las acusaciones. Nunca fui tan famoso como cuando cuando era un supuesto predador. Y aun en ese momento, había tanta información francamente obvia, información importante que me hubiera absuelto en el momento. Pero los periodistas lo ignoraron o simplemente no les interesaba o no querían hacer su trabajo. Habían audios, hay gente que fácilmente podrían haber entrevistado. Pero creo que los medios se enamoraron de las acusaciones y terminó con eso.
-Ahora, sin embargo, todo se clarificó, ¿no?
-Con el artículo de Smith, miembros del comité de Pulitzer por fin hablaron. Antes se habían impuesto un cono de silencio. Pero por fin dijeron la verdad. Las personas que me estaban acusando en publico, en privado -con abogados presentes- admitieron que lo que pasó solo fue un beso en la mejilla. Y eso fue una enorme diferencia entre lo que estaban diciendo online y en público comparado con lo que decían delante de los letrados a puertas cerradas. Antes no había existido la instancia en la que una persona juntó toda la información y contó lo que pasó de verdad, para enfrentarlo a lo absurdo de lo que ocurrió. Ben Smith rearmó la historia.
-¿Por qué se descarriló todo tan rápido tras las acusaciones?
-Mi argumento sería que, aparte de las mentiras incendiarias que fueron dirigidas hacia mí, el periodismo también colaboró en desinformar. Si revisas múltiples portales de noticias, se ve que estaban publicando artículos mucho después de que salieron las acusaciones, cuando ya era claro -con la evidencia disponible- que tenían una oportunidad de escribir y publicar algo mejor. Solo huyeron de esa realidad. Fue una situación donde se ignoraron estándares básicos del periodismo. Asumieron que era culpable, pero una vez que se hizo evidente que era inocente, allí hubo un silencio colosal.
-¿Cómo ha afectado esto a tu vida como escritor?
-Bueno, en primer lugar, escribir siempre me resultó difícil. Siempre he sido una persona que necesita tomarse mucho tiempo para entrar en ese espacio realmente privado desde donde se escribe. Y esto no ayudó para nada. Creo que con el paso del tiempo tendré más idea de cómo esto me afectó como escritor, pero no ayudó para nada. Y creo que aún los escritores más compulsivos, escritores que publican un libro por año, escritores que escriben torrencialmente, hubieran sentido un gran contratiempo en caso de atravesar este tipo de situación. Y para mí lo fue.
-¿Sientes que esto ya se terminó? ¿Que se puede pasar a una nueva etapa?
-Justamente es eso lo que es diabólico de este tipo de situación. Porque, antes que nada, no hay gran pérdida para las personas que hacen estas acusaciones escandalosas. Ellos siguen para delante con sus vidas. Les dan contratos para escribir libros. Pueden seguir viviendo sus vidas, aun si sus acusaciones fueron probadas como mentiras. A ellos no les afecta demasiado. Este es el momento cultural en el que nos encontramos. Por el otro lado, por supuesto, hay mucha gente que no consume redes sociales, lectores que son lectores y nada más, y nos les importa una mierda este tipo de cosas. Una vez que vieron que el comité del Pulitzer me absolvió, dejaron el tema y fueron para adelante. Afortunadamente hay lectores. Si mi vida y mi muerte dependieran de las redes sociales de los medios sociales, dios mío.
-No usas las redes sociales. ¿Eso fue una protección ante esta situación?
-Creo que sí. No tengo ninguna presencia en las redes sociales. Tenía una página en Facebook. Aun está viva, cualquiera la puede ir a ver. Y te reirías, porque podrías mirar dos años de posteos y aprender nada sobre mí. Solo fueron posteos sobre los artículos que estaba leyendo e ideas en las cuales estaba interesado…
-Recuerdo una declaración tuya tras ganar el Pulitzer que, tan rápido como te la dan, te lo pueden sacar…
-Sí, lo he dicho varias veces en público. Siempre lo dije. Siempre fui cauteloso con la comunidad literaria. Siempre fui consciente de que era una comunidad que, más allá de su superficial celebración sobre la diversidad, castiga de una manera profundamente más severa a las minorías. Y abandonarán a cualquiera persona de un momento para otro. Nunca describiríamos a la industria editorial como corajuda. Los editores que se pararon a apoyar a Salman Rushdie en el momento de la fatwa no lo podrían hacer hoy.
-¿En qué sentido?
-Quiero decir que si alguien publicara Los versos satánicos hoy, y pasa lo que pasó (N. de la R.: se refiere al atentado contra la vida de Rushdie ocurrido en 2022), el editor hubiera cancelado el libro y todo el mundo denunciaría al autor. Estamos viviendo en un momento muy, muy extraño. Nuevamente, creo que no es un accidente. No hace falta que seas la persona afectada por este tipo de ataques para darte cuenta de que el mandato número uno de este momento neoliberal es la precariedad. Nadie tiene cómo sentirse seguro. Nadie tiene que tener ningún tipo de estabilidad. Cualquier persona en cualquier momento tiene que estar expuesta a perder todo. Y creo que una de las cosas que ha hecho el neoliberalismo a muchos de nosotros es que nos hemos convertido en explotadores de esa precariedad. Estamos buscando formas de hacer precarias las vidas de los otros. Lo hacemos debajo de la bandera de todo tipo de lemas de los que nos vanagloriamos… No me imagino a los grandes poderes del mundo mirar la situación y preocuparse. Ellos están como, “Hey, esto es maravilloso”. El nivel de falta de organización, el nivel de falta de unidad entre nosotros; la precariedad por encima de la solidaridad… Nunca han estado tan bajos los niveles de solidaridad.
-¿Cuándo descubriste que querías escribir y ser exitoso en eso? ¿Cómo te imaginabas ese futuro idealizado?
-Era un mundo donde había lectura sin fin. Me convertí en escritor porque quería estar alrededor de lectores. Cuando estaba pensando en ser escritor, pensé que sería el tipo de profesión donde lo que más importaba era la lectura.
-¿Pero la realidad cambió?
-Las cosas cambian. Siempre supe que la lectura era un hábito y un amor que es cuestionado. Guiarte por algo que amas va a ser difícil en una sociedad como la nuestra. Pero nunca me imaginé que las cosas llegarían a una situación como la que atravesé. Cuando pienso en todo lo que me pasó, estoy agradecido a los lectores. En general. No solo desde el punto de mis preocupaciones egoístas propias de seguir teniendo lectores, sino a los lectores en general. Gente que aun ejerce un proceso deliberado en su manera de pensar. También creo que no puedes seguir escribiendo si no crees que a la larga gana la verdad. Que a la larga vamos a mejorar. Realmente creo eso. Creo que vamos a mejorar y que, finalmente, lo que le interesa a la gente es la verdad.
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