Preguntarle a Carolina Sanín por la cancelación es inevitable. Aunque la entrevista con la escritora colombiana tenga como eje su novela Tu cruz en el cielo desierto -que ahora se puede descargar de forma gratuita en México desde Bajalibros-, Sanín se muestra dispuesta a hablar sobre la polémica del último tiempo: la editorial mexicana Almadía, después de haber comprado y pagado por los derechos de sus libros Somos luces abismales y Tu cruz en el cielo desierto para México, le hizo saber que no los publicaría debido a sus cuestionamientos a la política identitaria.
¿Qué dijo Sanín? En la videocolumna de la revista Cambio Colombia llamada “La identidad, las mujeres y el mundo siguiente”, publicada el 30 de octubre del año pasado en YouTube, la escritora colombiana dijo que el “transactivismo” era “fascista”, que “si se equipara totalmente la identidad de una mujer trans y una mujer que nace mujer” sería como “borrar” la experiencia histórica de ambos grupos. También cuestionó “el reclamo de la población trans a ser reconocidos de un sexo distinto de aquel con el que nacieron” y siguió: “El nombre de eso es privilegio, no es derecho”. En definitiva, fue acusada de TERF (feminista radical trans-excluyente por sus siglas en inglés).
Escritoras de la talla de Mariana Enríquez, Claudia Piñeiro y Samanta Schweblin expresaron su apoyo a Sanín luego de que le negaran la publicación de los libros previstos. El tema sigue candente.
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Ahora, desde Bogotá y en diálogo con Infobae Leamos, Sanín no duda en decir que el silencio por parte de Almadía en estos cuatro meses (y que sigue) es “extremadamente cobarde”. Y redobla la apuesta cuando agrega que ninguna editorial se anima a publicarla en México “porque es ir en contra de unos colegas, lo cual es un comportamiento mafioso”. La escritora colombiana dirá mucho más: que le dieron de baja dos invitaciones a ferias tras la polémica y que la cruzada cancelatoria sigue firme.
¿Se trata, entonces, de censura? “Más que censurada, creo que fue un intento de callarme, de eliminarme, eso es la cancelación”, dice Sanín y advierte que está en peligro la libertad de expresión.
Pero antes de hablar de la controversia, la conversación se centra en Tu cruz en el cielo desierto. Con esta novela la autora de Todo en otra parte, Los niños y Ponqué y otros cuentos bucea en las aguas de las redes sociales para narrar una relación de amor virtual, a la distancia, entre una escritora colombiana y un poeta chileno que vive en China.
La seducción se despliega a fuerza de coqueteos en forma de tuits, likes y mensajes directos. Los dos se atraen y el sexo a través de pantallas da paso a la necesidad de la carne: ella quiere tocar a su amado, olerlo, sentirlo. Pero las promesas se desvanecen y los amantes nunca se encuentran. “El no requería que nos encontráramos nunca en persona, sino solo así, en fantasma, cada uno en su lado del mundo, haciendo el papel del amor en el teléfono”, cuenta desgarrada la narradora.
“Es una historia autobiográfica de amor y una investigación”, define Sanín a Tu cruz en el cielo desierto. Podemos pensar que el libro es varios géneros a la vez: una novela, una crónica y una reflexión sobre el amor, la angustia, el deseo, las ausencias y las palabras que llenan los vacíos que el cuerpo no penetra. Se trata, en definitiva, de una historia de amor fallida, efímera y frecuente en los tiempos que corren.
“La relaciones virtuales son un desarrollo del amor romántico”
También hablamos de sexo, si es analógico y anacrónico, de por qué en el siglo XXI todavía es un tema tabú en la literatura, sobre la carnalidad de los sentimientos (¿acaso hay distinción entre hombres y mujeres para pensar los deseos, la correspondencia y el dolor?). Y otros temas que atraviesan nuestros días: la teatralidad y la puesta en escena de la vida, si el ser humano devino un personaje de sí mismo, si la seducción es la moneda corriente.
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Sanín estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Los Andes, y obtuvo un Ph.D. en Literatura Hispánica de la Universidad de Yale, trabajó como traductora, fue profesora, colaboró con distintos medios y dicta talleres. Y leer Tu cruz en el cielo desierto es, también, un recorrido exquisito por otros libros que escribieron el amor y que visitó la autora: Shakespeare, Dante, la Biblia, Rulfo, García Márquez hasta llegar a claras referencias a Fragmentos de un discurso amoroso, del intelectual francés Roland Barthes.
Tras conversar sobre Tu cruz en el cielo desierto, que Leamos, el sello editorial de Infobae, acaba de publicar gratis en México, hablamos de las voces disidentes, incómodas y de la controversia. Empecemos por ahí.
—En Tu cruz en el cielo desierto la narradora define a Twitter como un lugar sin profundidad, como una pared. Allí usted fue centro de varias polémicas: ¿qué lugar ocupan las voces o ideas distintas a las legitimadas como “correctas”?
—Las voces marginales ocupamos un lugar central en las redes sociales, aunque parezca contradictorio. Hasta cierto punto, le servimos a la máquina y no podemos ser ingenuos al respecto. Eso mismo produce clics y movimientos y, sin embargo, algunas personas que estamos ahí tratamos de huir del lugar común. Es impresionante cómo las redes promueven el lugar común, el cliché. La expresión ya viene prefabricada en plantillas, en memes, en stickers y van automatizando el sentimiento, lo enfrían y lo dramatizan. Entonces es, al mismo tiempo, una uniformización, una congelación y un encendimiento constante de hiper histrionismo. También hay lugar para ir en contra de esos lugares comunes, estar oponiéndose a ellos, pero al estar en la misma plataforma es parte del juego.
“Fue un intento de callarme, de eliminarme, eso es la cancelación”
—Pasaron algunos meses desde que Almadía rescindió el contrato por su postura sobre la política identitaria. Usted lo informó por Twitter y hubo cancelaciones y polémicas, ¿cómo se sintió?
—Me sentí fatal. En ese momento tuve alguna soberbia de decir “no me importa tanto”. Pero, ahora, en retrospectiva, me sentí muy, muy mal. Fue humillante. Por el trato que me dio la editorial, además de rescindir el contrato: por no haber hablado conmigo, por comunicarme esto a través de mi agente pero no dejar nada por escrito pero decirle a ella, oralmente, que se debía a mi postura con respecto al sexo, al género y a la política identitaria pero no hablarme nunca a mí, por haber postergado durante un par de años la publicación de los libros y nunca decir por qué, eso fue extremadamente humillante, indecoroso y una mala de ellos. Fue indigno y ya sabrán cómo lidiar con la falta de dignidad.
—¿Considera que fue censura?
—Más que censurada, creo que fue un intento de callarme, de eliminarme, eso es la cancelación. Y en México quedé eliminada porque, de hecho, ninguna editorial se anima a publicarme porque es ir en contra de unos colegas. Ha sido tremendo. No ha habido editorial en México que me publique, lo cual es un comportamiento mafioso, literalmente, mafioso. Para mí, quedaron realmente muy mal, pero bueno, a nadie le importa porque tienen dinero.
―Escritoras como Mariana Enríquez y Claudia Piñeiro salieron a respaldarla, entre otros, ¿cómo toma ese gesto?
—Estuve muy agradecida con la gente que me apoyó, que fue muchísima, y estuve también muy agradecida con la oportunidad de hablar de eso y la visibilización que se le dio. Más allá de lo que piense del sexo y el género, pude ver el peligro que corre la libertad de expresión y también tener ciertas posturas que, por tacharlas de discriminatorias, que pueden no serlo pero, ojo, incluso si lo fueran, el que existan no puede estar prohibido. No puede estar prohibido que la gente diga lo que piensa. En mi caso, insistí una y otra vez en que no era una postura discriminatoria y que defendía los derechos humanos de todas las personas pero hablaba de la importancia de la diferencia sexual para defender los derechos de las mujeres, eso era todo.
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—¿Se cruzó con alguien de la editorial en este tiempo? ¿Cómo es la situación ahora?
—No. Ni me dieron una respuesta pública ni privada, todas fueron a mi ex agente. Le dijeron que el motivo era ese (N.de R.: comentarios sobre identidad de género) y que yo podía salir a decirlo y que ellos lo iban a negar pero tampoco salieron a defender su postura, lo cual es extremadamente cobarde. Es más probable que tenga que compartir escenario con autoras que participaron de la cruzada cancelatoria y eso me parece extremadamente incómodo. De hecho, poco después del hecho hubo dos invitaciones que cancelaron. Se ha calmado un poco, pero los que tienen las de ganar son ellos porque son quienes publican a personas que aspiran a que las publiquen, entonces tienen poder. Yo no. Es interesante no tener poder sino otra cosa, ¿qué es esa otra cosa? Digamos que es libertad, pero también es expresión. Es poder de expresión.
—El libro propone pensar las relaciones en tiempos de redes sociales ¿se puede construir amor sin el cuerpo del otro?
—Creo que siempre, de alguna manera, hemos construido amores sin el cuerpo. La historia del romanticismo es esa. Las relaciones virtuales son un desarrollo del amor romántico y creo que hay un problema en eso porque el amor romántico siempre fue un amor masculino, que divinizaba e idealizaba a la mujer. Entonces ¿cómo no renunciar al amor romántico, pero darle la vuelta de modo que el deseo femenino sea igualmente tenido en cuenta? Las mujeres hemos sido mucho más carnales en nuestro deseo que los hombres, o en la historia de nuestro deseo, o en el imaginario de la literatura de nuestro deseo. En las relaciones virtuales me preocupa que se ignore la fisicalidad, sobre todo la de las mujeres, que somos, creo, las que más interés hemos tenido siempre en un amor del cuerpo, sentirlo y tenerlo. Siempre ha sido así, una relación sin cuerpo.
—¿Reemplazamos la construcción de un lazo social por la seducción?
—Me parece muy importante. No es solo sin la presencia del cuerpo, sin compartir, sino con la ausencia de una atmósfera en común, que se construya en la imaginación de los dos simultáneamente. Sin el espacio es muy difícil construir lazos. Tengo amigos -aunque no sé si sean amigos-, conocidos de Twitter, a quienes no he visto todavía, y casi que no me importa no verlos pero, definitivamente, mi lazo con ellos es muy distinto de mi lazo con las personas con quienes he estado en un mismo espacio. A lo mejor, todos los contactos que hacemos por las redes sociales es que estamos seduciendo constantemente y coleccionando. La cacería y la colección son parte de una misma cosa.
—En el libro está la idea de una escenificación. ¿El ser humano devino en un personaje teatral de sí mismo, sin ninguna realidad posible por fuera de la escena de las redes sociales? ¿El amor, la vida, los debates se volvieron una puesta en escena?
—Las redes te formatean el cerebro y cambian tu modo de pensar, tus frecuencias, el ritmo del pensamiento, y eso afecta tu vida. De verdad crees que ahí está pasando la realidad o que está transcurriendo tu vida en un sitio que no existe, con personas que no son personas, que vienen de personas pero que son personajes. Es un escenario, muy en teatro, y tú no te das cuenta que te metes en esa realidad subsidiaria creyendo que es la realidad. En un momento dado te das cuenta y estás a tiempo para no sufrir demasiado con lo que pasa ahí. Creo que me pasó así. En Twitter tienes un perfil, esa palabra que también se usa en lo policial cuando perfilas a un asesino, a los criminales. Es necesariamente caracterizador: ni somos personas completas, ni se espera que lo seamos. Somos modos de ser.
—Al momento de publicar este libro dijo que el sexo no es un tema frecuente en la literatura, sin embargo, en este libro es uno de los temas principales, ¿cómo escribir sobre un tema tabú?
—La relación con el lector o la lectora es una relación virtual, a través de la escritura, como en las redes sociales. Quieres excitar al lector de otra manera como no lo harías con ningún otro tema porque no se trata solo de su imaginación, sino de una incitación, un efecto físico casi que inmediato. El sexo está en la literatura pero no tanto como uno esperaría. Es lo más importante que hay. Yo soy bastante psicoanalítica y me pregunto si [el sexo] no es lo único y lo principal y me sorprende que no lo exploremos aún más literariamente. Por supuesto que se ha hecho, desde el Cantar de los cantares, pero que el sexo no haya inspirado otros géneros que no sean los del porno es interesante. ¿De qué se trata el porno? De la descripción del objeto de deseo. ¿Cómo podría, literariamente, haber géneros para hablar de sexo y cuáles serían? No hemos inventado un despliegue de nuestras inquietudes sexuales. Hay una paradoja en el sexo: lo extremadamente ordinario es también el extremo de lo íntimo. Es ordinario, común y vulgar, pero no público y eso es una contradicción terrible.
—¿El sexo es una cuestión analógica o virtual? ¿La protagonista de la novela tiene sexo?
—Yo creo que no, pero soy conservadora respecto al sexo. Creo que la protagonista tenía una mutua masturbación que es, necesariamente, una mutua utilización del otro. Es distinto de una relación sexual porque la intimidad está vulnerada en el sexo virtual.
“Me pregunto si el sexo no es lo único y lo principal y me sorprende que no lo exploremos aún más literariamente”
―En Tu cruz en el cielo desierto hay una idea de no correspondencia del amor y de los deseos entre los protagonistas. ¿Cómo son las concepciones de amor y deseo en varones y mujeres?
―El amor romántico es muchas veces un delirio, y es difícil que un delirio tenga otro delirio que le corresponda. A veces pasa, y entonces del delirio se sale a otro estado: a la conjunción, la compañía, el acompasamiento. En cuanto al deseo, es más fácil que el deseo fusible —y no la ilusión amorosa— sea correspondido entre dos personas, y lleve a un encuentro.
―En un pasaje del libro la narradora dice: “Decir mi dolor, que es el pobre anacrónico dolor de las mujeres a quienes se les ha hecho creer palabras de amor para que olviden la verdad única del amor callante”, ¿las mujeres sufrimos distinto por amor?
—Creo que hay una tradición de engaño y burla que es posible gracias a la creación y la multiplicación de un discurso destinado a hacer creer a la mujer en el amor como una vida nueva, en la unión amorosa como un destino. Don Giovanni (y todas las versiones de El burlador de Sevilla) lo ilustran muy bien. Creo que la burla amorosa es la expresión más constante del dominio sobre las mujeres.
―Romeo y Julieta aparece en el texto y la narradora distingue entre los dos amantes y dice que Romeo siempre está ausente, el que no está, que es el insomne, como Hamlet y Macbeth. ¿Vivimos en una época de Romeos?
―Sí, a menudo se olvida que en Romeo y Julieta ella es la dispuesta al amor físico y real, y que, por su confianza en la materialidad y el placer y en su propio deseo, se enfrenta a su padre y hace una pequeña revolución, mientras él quiere solo hablar y morir. Creo que es generalizada esta disposición a la realidad por parte de las mujeres. Y sí, creo que siempre ha habido muchos Romeos.
Quién es Carolina Sanín
♦ Nació en Bogotá, Colombia, en 1973. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Los Andes, y obtuvo un Ph. D. en Literatura Hispánica por la Universidad de Yale.
♦ Ha publicado las novelas Todo en otra parte (2005), Los niños (2014) y Tu cruz en el cielo desierto (2020). Su obra también incluye los libros de relatos Ponqué y otros cuentos (2010) y Somos luces abismales (2019); los libros de humor Yosoyu (2013) y Alto rendimiento (2016); los libros para niños Dalia (2010) y La gata sola (2018); el ensayo biográfico Alfonso X, el Rey Sabio (2009), la antología crítica Pasajes de Fernando González (2015) y el ensayo El ojo de la casa (2019).
♦ Forman parte de su producción literaria Nueve noches para la Navidad (2020), ilustrado por Powerpaola, y la antología Pasar fijándose (2021), en la que reúne columnas periodísticas. Su último libro es El Sol (2022).
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