Las noticias de las últimas semanas sobre los cambios realizados en las obras literarias de Roald Dahl o Ian Fleming, el autor de las novelas protagonizadas por James Bond, desencadenaron en los últimos tiempos largos debates sobre las pertinencia de intervenir textos del pasado que hoy podrían resultar incómodos y pusieron en cuestión la figura de los “lectores de sensibilidad”, un rol de larga tradición que las editoriales encomiendan a un grupo heterogéneo para prevenir susceptibilidades que podrían alterar el curso de nuevas publicaciones.
Rechazados por algunos autores, defendidos por otros: aquellos que trabajan en la industria editorial como “lectores sensibles” se han convertido en tema de acalorado debate en los últimos años, según consigna el periódico inglés The Guardian, un diagnóstico que se suma al ofrecido recientemente por otro diario del mismo origen, The Telegraph, quien divulgó que los encargados de esa tarea en el sello Ladybird Books habían encontrado “problemáticos” varios cuentos de hadas.
Los lectores sensibles pueden convertirse en los “malos” o “buenos” implícitos y su servicio es visto como la razón por la que se han realizado cambios. Sin embargo, este punto de vista asume “que tienen más poder del que realmente tienen”, dice Helen Gould, una lectora de sensibilidad citada por The Guardian que asesora sobre temas que incluyen problemas de raza y salud mental.
“Nunca edito texto directamente”, indica la mujer. Y describe para el periódico su tarea: cuando se le pida que realice una lectura de sensibilidad, la leerá, y anotará las secciones en las que cree que se podrían realizar cambios específicos.
“Un autor podría haber escrito una descripción inexacta de cómo se logra un peinado negro y proporcionar comentarios generales”, apunta Gould. Luego, los autores y editores pueden optar por aceptar sus sugerencias e implementar cambios o ignorarlos. Entre otros aspectos, evalúan si la representación que se hace de los diversos grupos de población está libres de estereotipos o si los textos están acorde con los valores y la sensibilidad actuales.
Los lectores sensibles pueden ser contratados por los editores para leer un libro, generalmente antes de que se publique, y hacer sugerencias editoriales sobre el contenido que podría considerarse ofensivo, inexacto o estereotípico.
Este rol comenzó a ser cuestionado cuando salieron a la luz los cambios realizados en las historias para niños de Dahl que se hicieron después de una consulta con Inclusive Minds, una organización que trabaja con editores de libros para niños “para apoyarlos en una representación auténtica”. Las opiniones estuvieron divididas: para algunos equivalieron a censura, mientras que otros los vieron como una adecuación de época necesaria.
Gould sospecha que hay dos hilos cuando se trata de por qué los editores la contratan. “Es una cuestión de diversidad e inclusión a nivel organizacional”, pero también hay “probablemente un aspecto de relaciones públicas”, dice. “Lo último que quieres es publicar un libro y luego que mucha gente en las redes sociales diga que esto es ofensivo”.
Según The Guardian, a pesar de que últimamente ha habido más conversaciones públicas sobre la sensibilidad de los lectores, el agente literario Jonny Gellar no ha notado un aumento particular en su uso. “En cierto sentido, ha habido lectores sensibles desde siempre”, sostiene, dado que “un aspecto del trabajo de los editores de libros siempre ha sido pensar en la forma en que se percibirá el texto”.
Charlie Higson , actor, comediante y autor de ficción para adultos jóvenes, incluidas las primeras cinco novelas de Young Bond, está de acuerdo en que, de alguna manera, la formalización de la lectura sensible no es “nada nuevo”.
“Como ya han dicho muchas otras personas, creo que el principal problema con los cambios de Dahl es que no estaban muy bien hechos y no tienen su voz auténtica -dice Higson-. Estoy seguro de que en el caso de los libros de Dahl, no fueron los propios lectores sensibles quienes hicieron los cambios”, ya que los lectores sensibles generalmente solo están ahí para hacer sugerencias. Pero si se van a realizar cambios sustanciales en la obra de un autor fallecido, “lo ideal sería que participara un autor adecuado, un escritor infantil experimentado y respetado”.
Fuente: Télam S.E.
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