Todo el tiempo hay nuevos libros sobre el nazismo: ¿fenómeno editorial o compañía para elaborar el trauma?

A 90 años de la llegada de Hitler al poder, la literatura y la no ficción siguen ofreciendo nuevas historias sobre el horror del Holocausto. ¿Por qué la Segunda Guerra es la más narrable? Responden los editores.

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El campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, identificado como uno de los más crueles de los instalados por el nazismo. Jakub Porzycki/Agencja Wyborcza.pl via REUTERS
El campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, identificado como uno de los más crueles de los instalados por el nazismo. Jakub Porzycki/Agencja Wyborcza.pl via REUTERS

El tatuador de Auschwitz, La bailarina de Auschwitz, Las costureras de Auschwitz: la literatura vuelve una y otra vez a ese lugar siniestro y a ese momento terrible, uno de los más oscuros de la historia de Occidente y de la Humanidad. Y hay más: La trilogía de Auschwitz, El maestro de Auschwitz, Maletas de Auschwitz.

Autores europeos de diversos países que en novelas de ficción histórica o relatos biográficos (a veces autobiográficos) vuelven a visitar- ya en pleno siglo XXI- aquel infierno en la Tierra que fue la Segunda Guerra Mundial. Que, aunque pasaron más de 75 años de su capitulación, nunca termina de terminar. Porque todavía hay más: El chico del pijamas a rayas, HHhh, Mi papá alemán, La abuela, y la lista continúa.

¿Moda, morbo o elaboración permanente de un trauma irreparable? El filósofo Theodor Adorno dijo que no se puede hacer poesía después de Auschwitz, y su frase ha sido analizada no como una cancelación de la poesía sino como una cancelación del “entretenimiento” o el mero análisis estructural –la escolástica de la poesía- que en algún punto implicaría una reconciliación con lo ocurrido. También la crítica ha dicho que ese “no se puede hacer poesía” rechaza el consuelo de lo lírico como la pretensión de recomponer una totalidad fragmentada.

Entonces surgen narrativas diversas, variadas, dispares, insistentes. Porque no hay reconciliación, pero sí se puede (¿se debe o es inevitable?) escribir novelas. De hecho, las librerías exhiben casi de manera permanente sendos títulos alrededor del tema Holocausto aunque pasaron 80, 90 años de todo aquello.

Interesante observar que el fenómeno libresco tiene al menos dos vertientes: por un lado, los libros de autores europeos que son traducidos y editados por sellos editoriales con casa matriz en España y que llegan al público hispanoamericano en cantidades generosas. Y, por otro lado, las producciones locales, es decir, de autores argentinos, que indagan desde la periferia el tema de la Segunda Guerra. Entre estos libros, Mi papá alemán, de Mónica Müller y La abuela, de Ariel Magnus, apuestan a una búsqueda narrativa particular, personalísima, original y profunda.

España exporta

Pere Sureda es un respetado editor español, con más de cuarenta años de trabajo y experto en temas editoriales. Para Sureda, la frenética circulación de novelas con tema Segunda Guerra Mundial, “no es boom ni moda; yo lo veo de una manera diferente”, puntualiza.

“En 1940, España no estaba en la Guerra ni estaba en Europa, porque estaba muy ocupada en la posguerra del franquismo -describe Sureda-. La guerra mundial ocurría en Europa. Y en España estaba Franco y estaban los censores, porque el gobierno de Franco censuró todo. Entonces, qué pasa: las personas de posguerra, los que vivieron la posguerra (holandeses, alemanes, franceses) estuvieron ávidos de escribir y leer sobre ese tema tan trascendental. Pero en España no había esa posibilidad de leer, ni se sabía detalle ni existencia de muchas cosas, porque era un país cerrado, que vivía de espaldas a Europa y las mentes más brillantes, los editores más brillantes, se habían ido a América: a México y a Argentina. España era un páramo”.

Ver desde la península el movimiento editorial ayuda a entender la circulación de temas y propuestas en nuestras librerías de hoy, y de América. Nos hemos independizado, pero no del todo. España sigue siendo un país exportador de libros a mansalva, uno de los primeros productores de traducciones de todo el mundo, con un mercado asegurado: Latinoamérica.

Pere Sureda continúa: “En los 80s, con el fin del franquismo, España recupera el pulso democrático y empieza a haber cierta circulación de temas, ideas y muchos libros sobre marxismo y sociología, temas e ideas para derrocar al régimen y pensar la democracia, porque la atención de la opinión pública estaba centrada en Franco. Tusquets y Anagrama, por ejemplo, que son grandes editoriales de España, publicaban textos marxistas de estudio y de crítica: no publicaban literatura”.

En este devenir centrífugo entre literatura y sociedad, con una tensión permanente entre temas de interés lector y ofertas del mercado editorial, la historia continúa: “Ya recuperada la democracia, dice Sureda, los textos marxistas entran en decadencia, y entonces se pone atención en la novela de guerra. Opiniones de un payaso, por ejemplo, de Herinch Boll (Premio Nobel en 1972), tocaba el tema del Holocausto y de los nazis, y empieza a circular en España. Y, de a poco, se fue despertando interés en el tema. Entonces desde hace varios años hay producción porque hay avidez por conocer lo que ya debíamos haber conocido. ¡Andábamos con cuarenta años de retraso! Entonces, yo no calificaría la circulación de estos títulos como moda, sino más bien como resarcimiento. Y esto lo hablo con editores y otras personas del ambiente del libro y lo confirman”, asegura Sureda, que actualmente dirige la editorial Navona.

Esta necesidad de ponerse al día con un tema ríspido y doloroso se renueva con aventuras y desventuras de asuntos relacionados al nazismo, porque no todo es Auschwitz, finalmente. Entonces aparecen textos narrativos que transitan el gulag soviético y otra forma de autoritarismo extremo, nuevos amores contrariados o reencontrados, hijos que descubren andanzas filonazis de sus padres o abuelos.

Pero además, la industria de la traducción que en España es sumamente productiva: “España es uno de los principales países traductores del mundo. Esto quiere decir que se traduce muchísimo y, dentro de lo que se traduce, sí se podría decir que predomina el tema de la Segunda Guerra y todas las novelas alrededor de Auschwitz, como la memoria de los hijos de la posguerra que cuentan la Guerra Civil Española y lo entroncan con el fascismo de Hitler y el Mussolini y con la guerra Mundial. En esos temas, España exporta gran cantidad de títulos”.

Las mujeres también

Estas olas de traducción llegan a nuestras playas y generan (o alimentan) el interés local por el infinito tema. Y en estas corrientes de libros, algunos títulos son clave:

El tatuador de Auschwitz (2018) fue, de alguna manera, un libro inaugural de un pequeño boom de novelas sobre la Segunda Guerra”, dice Ignacio Iraola, ex director editorial de Planeta Argentina. Aunque en realidad, coincide con su colega español en que el auge de libros sobre la Segunda Guerra no existe o no responde a un fenómeno sino que se trata de un interés sostenido en el tiempo.

“La Segunda Guerra Mundial siempre ha dado muchísima literatura, ensayo e investigación periodística. Siempre siguen apareciendo libros y es un eje temático históricamente comercial, porque hay un público muy ávido de este tipo de lecturas. No lo veo como algo coyuntural, no lo veo como algo de ahora, me parece que, como la historia es cíclica, la historia de la venta de libros es cíclica también”, arriesga Iraola.

Por otra parte, hay algo contagioso en relación a los temas y a los géneros. Iraola señala: “Ocurre que cuando aparece un buen libro sobre algún tema (autoayuda, fantasy o Segunda Guerra), genera cierto boom de libros del mismo género. En su momento fue El código Da Vinci: cuando se convirtió en best-seller, Planeta sacó libros sobre sociedades secretas e investigaciones a partir de la masonería. Cuando hay mucha venta alrededor de un tema se empieza a rodear ese tema con otros relatos sobre el mismo asunto”. Otro ejemplo iluminador en este sentido es el fenómeno Harry Potter, que trajo a la luz nuevas sagas de fantasy y revivió otras.

Además, la Segunda Guerra es un nudo temático con muchas posibilidades literarias: “La Segunda Guerra es una guerra romántica, tal vez fue la última guerra romántica de la Humanidad. Pero que no se malinterprete lo que digo: fue una guerra terrible, drástica, espantosa, y a la vez, sumamente literaria: con historias de espionaje, persecuciones, suspenso, sin celulares, y de lucha cuerpo a cuerpo (luego las guerras fueron más tecnológicas), todos estos ingredientes son muy románticos para escribir y apetitosos para leer”, explica Iraola.

Tan apetitosos que también generan su trasposición al cine, como El niño del piyama a rayas, que además tiene su parte dos. Y otras muchísimas películas que devienen o se transforman en libros de muchas ventas. Un éxito tracciona al otro. Y el público pide más.

Pero, entre tantas propuestas, hay sin embargo un punto distintivo: “Lo que sí me parece particular de este momento es el protagonismo de la mujer en estos libros sobre la Segunda Guerra: muchas autoras están escribiendo y publicando sobre este tema. Y muchas novelas son protagonizadas por mujeres”, dice Iraola.

De hecho La bailarina de Auschwitz, Las costureras de Auschwitz y El tatuador de Auschwitz están escritos por mujeres y se basan en historias de mujeres. Historias reales. Porque, además, hay cierto placer morboso en volver mirar lo que nos aterra. “La Segunda Guerra Mundial como tema ha vendido históricamente y existe, yo creo, cierta perversión o morbo que tiene que ver con que fue la peor guerra en la historia del mundo. El nazismo interesa, genera lectores. Un viejo editor, cuyo nombre no voy a mencionar, decía que si vos querías que un libro venda tenías que poner o a la torre Eiffel o una esvástica en la tapa. La torre Eiffel por lo aspiracional y la esvástica, porque la gente cuando ve nazismo compra. Y esto, funciona”, suma el ex director editorial de Planeta.

Otras voces, otros ámbitos: el capítulo argentino

Ariel Magnus es un escritor argentino, nieto de abuela alemana que en su libro La abuela (Seix Barral) aborda de una manera original y amorosa el tema del nazismo. Dice el prólogo de La abuela: “Existe una vasta literatura de y acerca de los sobrevivientes de los campos de exterminio nazis. Este libro no deriva de esa literatura ni tiene la intención de acrecentarla. La idea que lo rige no es la de reflexionar sobre el Holocausto ni la de contar para los anales la historia de una sobreviviente más. Su tema es una abuela y su nieto, en este caso mi abuela, (que sobrevivió a Auschwitz) y yo (que a veces reflexiono sobre asuntos que ignoro)”.

"La abuela", la historia que construyó Magnus sobre justamente su abuela, sobreviviente de los campos de concentración.
"La abuela", la historia que construyó Magnus sobre justamente su abuela, sobreviviente de los campos de concentración.

En La abuela, Ariel Magnus, narra con humor, ternura y gran maestría, los viajes de visita de la abuela a Argentina (cuando vivía en Brasil) y la visita del nieto y su pareja a Alemania, a los campos de concentración, también, en plan turistas y con la abuela. El libro de Magnus es de 2006 y responde a dos sentimientos: “Me mueve a hablar del presente de una persona de la que se supone que solo interesa el pasado, en primer lugar, la intuición literaria de que mi abuela es un personaje notable, y en segundo, la corazonada periodística de que la curiosa relación que todavía mantiene con el país de sus verdugos dice mucho de ese horrible pasado que ella preferiría olvidar y yo aquí busco reconstruir.” El resultado es una novela deliciosa que aborda el tema nazismo desde otra perspectiva y que permite, a la vez, dar la voz a una sobreviviente con una mirada particularmente sanadora del trauma.

Entre la producción local de tema nazi, podemos leer también Mi papá alemán (Seix Barral), de Mónica Müller, un libro de investigación familiar que aborda sin anestesia el tema nazi:

“Trato de encontrarle –y no le encuentro- una utilidad o un sentido al trabajo de reconstruir la historia de esas personas que son parte biológica de mí. Ya no habrá más castigo para los victimarios ni reparación para las víctimas. Si alguien me dijera que intento liberarme de la culpa por lo que hicieron mi abuelo y mi tío, por lo que no hizo mi tía, por lo que pensó y dijo mi papá, tendría que admitir que tal vez sea cierto porque vivo bajo esa sombra que acusa. Tuve que escuchar a mi hija de 14 años decirme nazi porque me gusta que los cubiertos estén bien alineados a los costados del plato. Un socio me acusó de ser rígida como un coronel de la SS porque me negué a falsear la contabilidad de nuestra empresa en perjuicio de otra. Uno de mis amigos calificó de jactancia germánica mi reproche por una traición. Y otro me dice en broma que haber tenido dos maridos judíos es la mejor prueba de que soy antisemita”.

Mi papá alemán (Seix Barrail), de Mónica Müller
Mi papá alemán (Seix Barrail), de Mónica Müller

Müller bucea en su historia familiar y encuentra un hecho drástico. La pesquisa que la lleva a Alemania y la enfrenta a una pregunta crucial: ¿fueron sus tíos y su padre colaboradores del régimen? ¿fueron, incluso, cómplices? Con una pluma implacable, desde el lugar de la pregunta certera, Müller instala un relato valiente que la implica de manera directa.

Estos dos ejemplos de narrativas locales se enmarcan en la no ficción, (como otras novelas importadas de Europa) pero están claramente atravesados por otro gran tema local, que es el de la inmigración. Lo que viene a señalar que, desde la periferia, narrar la Segunda Guerra implica narrar hechos reales, y confirma que el tema de la inmigración siempre es un eje para la narrativa argentina. ¿Será también interés de los lectores locales acudir una y otra vez a este tema?

El mercado y los lectores

En la trama literatura-mercado, que en algunos aspectos no difiere de la consabida el huevo y la gallina, la pregunta eje vuelve otra vez: ¿el tema nazismo es una demanda genuina de los lectores o se trata más bien de una mega oferta de venta asegurada del mercado editorial?

Dice Pere Sureda: “Si hay demanda del mercado, salen a la luz los escritores, que se ponen a escribir alrededor del tema. Y mandan sus novelas a las editoriales y algunas editoriales los publican y venden bien… y otras deciden no publicarlos porque no tienen la calidad suficiente. La política de catálogo de cada casa editorial selecciona, incorpora o deja afuera”.

La pregunta entonces se corre de lugar: ¿qué pedirle a una novela que trabaja sobre el (archivisitado) tema de la Segunda Guerra? “Yo, como editor, a una novela sobre la Segunda Guerra le pido que sea un texto que esté bien informado y que sea honesto. Que no se inventen ‘bolazos’, quiero decir. Que los nazis no sean más sádicos que los propios nazis. Que el autor sepa dónde sitúa la novela y por qué, qué ocurrió ahí, y que la novela tenga muy claro qué es lo que quiere contar, sobre la base de una información real”, describe Sureda.

La siguiente pregunta al editor entonces es inevitable. Entre tantas novelas que circulan actualmente sobre el tema, ¿cuál elegir?: “Bueno, ahora acaba de salir la continuación de El chico del piyama a rayas. Y yo lo recomiendo. Pero recomiendo más el primero. Porque es un texto muy bien explicado, tierno, breve. Y abre los ojos. El segundo es un poco como cualquier continuación… de alguna manera el meollo del asunto está contado en el primer libro”.

Entonces, si no se puede escribir poesía, en el sentido de que no se puede estetizar ni hacer pura retórica de un hecho de tan imparable dolor humano, sí se puede hacer con el horror arte. Narrativas que invitan a abordar nuevas formas para el doloroso tema. Para volver a mirarlo, transitarlo, elaborarlo, desde otras novedosas voces y perspectivas.

Continuará.

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