Tras el innegable éxito que supuso la publicación y posterior adaptación al cine de “El niño con el pijama de rayas”, el escritor irlandés John Boyne regresa a las mesas de novedades en las librerías con la traducción al español de su más reciente libro: “Todas las piezas rotas”, de la mano del grupo editorial Penguin Random House, a través de su sello Salamandra.
Al interior de estas páginas, cerca de 336, el autor retoma la historia de su novela más exitosa y se dedica a contar lo que ocurrió con la familia de Bruno tras el terrible suceso en el que el niño pierde la vida, mientras acompañaba a su amigo Shmuel, en el marco de la guerra.
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Boyne sitúa a los lectores en 1946 y en la época actual, de la mano de la hermana de Bruno, en un viaje que inicia en la París de la época, y finaliza en el Londres de hoy, Gretel, ahora con noventa y un años, ha estado viviendo en un pequeño apartamento de Winterville Court, con vistas a Hyde Park. Llegó allí buscando un lugar en el que pudiera sentirse cómoda y que le permitiera purgar los demonios de su pasado.
Durante décadas vivió tranquila, sin mayor preocupación, pese a la historia oscura que la acogía, pero un día, una joven familia se muda al piso de abajo, y Gretel no puede evitar entablar amistad con Henry, el hijo pequeño de la pareja.
Desde hace mucho que se prometió no hablar con nadie acerca de su huida de la Alemania nazi, en compañía de su madre, ni de la trágica muerte de su hermano, mucho menos de su padre, quien comandaba uno de los campos de concentración del Reich.
Una noche, tras ser testigo de una violenta discusión entre la madre de Henry y su padre, un productor de cine llamado Alex Darcy-Witt, quien tiene un temperamento demasiado explosivo, es un hombre dominante y abusivo, Gretel siente que debe proteger al pequeño. Henry, sin embargo, le recuerda mucho a Bruno, y termina recordando todo aquello que había intentado olvidar durante tantos años.
El dolor, el sufrimiento, la culpa y el remordimiento se mezclan con los deseos de salvar a Henry, pero para hacerlo, Gretel tendrá que revelar los demonios de su pasado. ¿Hasta qué punto su propio dolor le permitirá conseguir la redención?
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“Mis cortinas se movían ligeramente siempre que el agente inmobiliario aparcaba su coche y entraba con un cliente para enseñarle el piso mientras yo tomaba notas sobre cada vecino en potencia. Había un matrimonio de setenta y pocos muy prometedor: los dos hablaban con voz suave e iban cogidos de la mano, pero preguntaron si en el edificio aceptaban mascotas (yo estaba escuchando por el hueco de la escalera) y se llevaron un buen chasco cuando el agente les dijo que no. También vino una pareja de treintañeros homosexuales que, a juzgar por su ropa gastada y su desaliño general, debían de ser extraordinariamente ricos, pero, según dijeron, el «espacio» se les quedaba un poco pequeño y no se identificaban del todo con su «relato». Una joven de rasgos feúchos no dio detalles sobre sus intenciones y sólo comentó que a un tal Steven le encantarían aquellos techos tan altos. Como es lógico, yo apostaba por los gais (acostumbran a ser buenos vecinos y hay pocas probabilidades de que procreen), pero resultaron ser los menos interesados” - (Fragmento, “Todas las piezas rotas”, de John Boyne).
Sobre “Todas las piezas rotas”, el también escritor John Irving, ha dicho que esta pieza da cuenta del gran trabajo de John Boyne como maestro de la ficción histórica. “Es imposible estar preparado para la magnitud y el impacto emocional de esta novela”, comentó.
Fueron cerca de diecisiete años los que dejó pasar el autor desde la publicación de la primera novela. Cabe recordar que la historia de “El niño con el pijama de rayas” se centra en Bruno, el hijo de un alto militar inscrito al partido nazi. El niño conoce a Shmuel, un pequeño judío que se encuentra recluido en el campo de concentración que está a escasos metros de la casa donde vive con su familia.
Ambos se hacen amigos y en un momento dado, sin saberlo de nada, los niños terminan metidos en una de las cámaras de gas. La novela, y que valga el spoiler, termina con la familia de Bruno dándose cuenta de la tragedia que acaba de ocurrir y el lector no logra intuir qué es lo que viene después, si sobreviven a la guerra y a los estragos del nazismo, o si, a causa de su pesar, no encuentran consuelo y, simplemente, se dejan llevar.
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Haber escrito una secuela en el mismo periodo en que la novela comenzó a ser leída, habría sido nocivo. “Necesitaba que también los lectores tuvieran distancia”, comentó recién John Boyne, y se refirió también a lo que significan para él estas dos obras. Tanto “El niño con el pijama de rayas” como “Todas las piezas rotas” son su “particular granito de arena como escritor para intentar mantener vivas las historias de los supervivientes del holocausto”.
Y respecto a la más reciente, señala que el tema central no es como tal la guerra, o los estragos de esta, sino la complicidad, que ha venido siendo su interés como autor a lo largo de su obra. “Yo crecí en Irlanda con los escándalos de la Iglesia, y no me interesan tanto las personas que cometieron los delitos como los que sabían lo que pasaba y no hicieron nada para evitarlo, y en el caso de la Alemania nazi, quería escribir sobre esa sensación de culpa(...) y cuánta debe acarrear en este caso Gretel por no haber revelado los secretos”.
Lo peor que podría haber pasado con esta secuela es que fuera completamente desacertada, pero la realidad es otra. Es lo bueno que tiene Boyne, ha escrito Laura Revuelta para ABC, con su manera de contar los hechos, sean cuales sean. “La sencillez al servicio de unas historias muy bien hiladas desde el arranque mismo de la trama”. Es imposible levantar la mirada.
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