Ella en un traje Chanel rosa, espléndida, con su marido gallardo tomándola del brazo, los dos sonrientes, un ramo de flores, el sol ilumina todo. La imagen que se contrapone es la trágica, la Primera Dama en el auto descapotable con el mismo atuendo clásico manchado de sangre, el presidente de Estados Unidos asesinado sobre su falda. El retrato congelado de Jacqueline Kennedy Onassis debería ser otro. Uno que la representa más certeramente.
La mujer delgada pero nada frágil, de 46 años jóvenes aunque repletos de experiencias. Pantalón recto de traje, blusa de angora al cuerpo, sweater atado a los hombros haciendo juego. Anteojos grandes, el peinado hacia atrás, impecable, de siempre. Un detalle diferente, imperceptible en la foto: el pelo con olor a cigarrillo y la oficina pequeña, atiborrada de libros, cajas con manuscritos, papeles por todos lados. Es Jackie, editora literaria, profesión que ejerció, exitosa y apasionadamente, durante más de veinte años.
La creadora del mito de Camelot en la Casa Blanca durante la presidencia de John Fitzgerald Kennedy puso su toque mágico en la industria editorial. Mantuvo su compromiso político y estético, firmó contratos con autores originales, difíciles de conseguir, novedosos y también fue abanderada de la cruzada contra las fusiones de empresas que conllevan recortes presupuestarios. No quería resignar calidad. Se dio gustos, cumplió caprichos, logró algunos imposibles.
Sobre todo, se enfocó en publicar textos que indagaran historias que de alguna forma tocaron la cultura. Se interesó en las biografías no convencionales de mujeres que no habían sido vistas hasta entonces, en las vidas de varios héroes de los derechos civiles y, desde su costado elegante, también estuvo detrás de varios proyectos de coffee table books. Además, entre otros hitos, llevó al rey del pop a la cima de venta de libros y convirtió a una de las cantantes más populares de los 70 y 80 en una celebrada autora de relatos infantiles.
El matrimonio más largo de Jackie fue con los libros. Amó la lectura desde la infancia y cuando terminó de ser “la esposa de” se dedicó al detrás de escena literario hasta su muerte, en 1994, a los 64 años, a causa de un cáncer rápido, implacable. Dos décadas en la industria editorial es mucho más tiempo del que pasó casada, si se suman los años con JFK y el magnate griego Aristóteles Onassis.
¿Por qué este costado de su vida es tan sorprendente? No es una novedad, ni era un secreto. En 2010 hubo dos publicaciones que pusieron luz por primera vez al tema: Leyendo a Jackie: Su autobiografía en libros, del historiador y biógrafo William Kuhn, y Jackie como editora: La vida literaria de Jacqueline Kennedy Onassis, del autor de best-sellers biográficos Greg Lawrence. Sin embargo, se la recuerda desde la moda, el estilo, la elegancia, sus matrimonios. Su gran carrera no está presente en el imaginario social.
Jackie comenzó su carrera editorial como consultora externa en Viking, en 1975, donde inicialmente ganaba 200 dólares semanales. Dos años después se fue a Doubleday, iba a trabajar a la oficina, aspiraba a ascensos y al reconocimiento del director en la misma medida que el resto de sus colegas: su salario subió a 100 mil anuales. Dicen sus biógrafos que probablemente pagaba de su bolsillo las flores que enviaba a los autores los días de publicación y los ejemplares de sus libros encuadernados en piel como gesto, mimo, inversión a futuro y, otra vez, marca de estilo.
Cuando en 1986 la firma alemana Bertelsmann compró Doubleday, se ajustó sin perder su postura. Le gustaban los libros hechos con belleza. Y también descubrir autores que no fueran necesariamente best-sellers. En 1994, por ejemplo, hizo una apuesta arriesgada al publicar la novela Poet and Dancer, de Ruth Prawer Jhabvala, y cuentan que cuando la cuestionaron, ella replicó: “A veces hay que hacer algo por tu alma”.
Entre el romanticismo y la practicidad, también usó el peso de su figura para conseguir lo inconseguible. Cuando el novelista egipcio Naguib Mahfuz ganó el Nobel en 1988, las editoriales estadounidenses comenzaron una competencia para publicarlo. Jackie era la que iba a lograr que le atendiera el teléfono. Trilogía de El Cairo —compuesta por Entre dos palacios, Palacio del deseo y La Azucarera— fue traducida al inglés con supervisión de Jacqueline Kennedy Onassis, dicen los créditos, y publicada en 1991.
Puso a trabajar su mente analítica, estratégica, a la hora de conseguir autores, sacar libros al mundo y hacer negocios. Marcaba tendencia. Mezcló la industria de la música con la editorial. Jackie conoció a la cantante Carly Simon en 1983 en una fiesta en la exclusiva isla Martha’s Vineyard, donde eran vecinas. Se hicieron amigas. Cuando en 1989 la compositora ganó el Oscar por Let the River Run, alma sonora de la película Secretaria ejecutiva, la editora la convenció para que escribiera. El resultado fueron dos libros infantiles que se siguen vendiendo: The Boy of the Bells (1991) y The Nighttime Chauffeur (1993).
Mientras Michael Jackson sacaba su álbum Bad, Jackie le propuso que publicaran una autobiografía. La primera versión, hecha por el ghost-writer Robert Hillburn, no funcionó porque mostraba poco y nada. Finalmente, instó al cantante a que fuera realmente el autor, con la ayuda de la escritora Shaye Areheart. Moonwalk se tuvo que imprimir en secreto por el enorme interés del público. Ahí, el músico habla de las cirugías estéticas, la violencia de su padre durante su infancia y más detalles jugosos. Llegó a librerías en 1988 —con una introducción de su célebre editora— y, por supuesto, fue súper éxito de ventas.
¿Por qué estas historias no son tan importantes como sus gafas de sol redondas, su clásico pañuelo en la cabeza? “Lo que es triste para las mujeres de mi generación es que se suponía que no debían trabajar si tenían familias. ¿Qué iban a hacer cuando los niños crecieran?, ¿ver las gotas de lluvia bajar por el cristal de la ventana?”, dijo una vez. Otro de sus clásicos, no tan célebre como su porte, era el humor corrosivo.
¿Quién es esa chica? Señorita, más fina…
Los dos libros biográficos que salieron en 2010 sostienen que los veinte años que Jackie pasó en el sector editorial revelan mucho sobre su persona. En un resumen de su historia más conocida, la que queda adherida al mito, se pueden encontrar, igual, un montón de flechas que señalan el camino que iba a seguir al final.
Jacqueline Lee Bouvier nació en Southampton, Estados Unidos, el 28 de julio de 1929. Llegó al mundo ya rica. Su padre trabajaba como corredor de bolsa. La madre era, como fue ella luego, una socialité. El abuelo materno construyó el edificio de lujo 740 Park Avenue, en Manhatan, en donde solo viven millonarios. Ahí se criaron Jackie y Caroline, su hermana menor. La mayor, pasó su infancia sacando libros a escondidas de la biblioteca familiar.
A los 18 años, en 1947, cuando se graduó en uno de los mejores colegios secundarios de la Costa Este de Estados Unidos, escribió en el anuario su deseo futuro: “No ser un ama de casa”. Durante sus años universitarios le prohibía a su compañera de cuarto que le hablara o la interrumpiera cuando leía. Estudió mucho. Se rodeó de libros.
A los 22 años se graduó con una licenciatura en literatura francesa de la Universidad George Washington. Era 1951 y su hermana había terminado la secundaria, así que pasaron el verano juntas viajando por Europa. De aquella aventura surgió el único libro autobiográfico de Jackie, One Special Summer (Un verano especial), que escribieron a cuatro manos y se publicó en 1974 con dibujos suyos.
Su primer trabajo fue como fotoperiodista para el ya desaparecido The Washington Times Herald. No se cuenta mucho, pero este detalle impacta directo en su futuro de editora. Su tarea puntual era buscar gente al azar por la calle, hacerles preguntas ingeniosas, sacar la foto y después armar la publicación junto a una selección de respuestas.
En 1952 se comprometió con un corredor de bolsa, como su padre, pero al poco tiempo canceló la boda. Su destino iba por otro lado. En una cena, el periodista y futuro ganador del Pulitzer Charles L. Bartlett le presentó al joven congresista demócrata John Fitzgerald Kennedy. La relación de la pareja creció junto a la carrera del político, que al poco tiempo fue elegido como senador de Massachusetts. Se casaron en 1953 y, juntos, siguieron la carrera presidencial. Tuvieron cuatro hijos, dos murieron en la infancia.
Con 31 años, se convirtió en la tercera Primera Dama más joven de la historia estadounidense y la primera en contratar una secretaria de prensa. Jackie había entendido que su rol iba más allá de ser acompañante. Se enfocó en las artes, la cultura, la preservación del patrimonio arquitectónico y restauró la Casa Blanca. Pero también ganó aliados internacionales que apoyaron la administración de Kennedy.
Cinco años después del asesinato de su marido, en 1968 mataron también a su cuñado, Robert Kennedy. Jackie declaró que tuvo miedo por su vida y la de sus hijos. Por eso decidió irse del país. Ese mismo año se casó con su viejo amigo Aristóteles Onassis. Agregó el apellido griego sin perder el primero y también pasó a ser, a veces, Jackie O. Quedó viuda por segunda vez en 1975. Entonces volvió a Estados Unidos y comenzó su segunda vida. O la predestinada: editora de libros.
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