En 1993, durante el ataque de un grupo armado al pueblo de Mattru Jong, en Sierra Leona, Ishmael Beah tenía 12 años. Ante los hechos, se vio en la necesidad de escapar hacia la selva, esquivando los cuerpos sin vida de cientos de personas a las que veía a diario, y refugiarse allí por unos días. Lo único en lo que podía pensar, si es que se puede pensar en algo en estos casos, era en su hermano Junior.
Apenas unos días atrás, Ishmael y su hermano, acompañados por su amigo Talloi, se encontraban en Mogbwemo, a punto de salir hacia el concurso de talentos para demostrar sus habilidades como raperos, a 26 kilómetros de allí. Nunca se les habría pasado por la cabeza que aquel día sería el último de tantos en su aldea.
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Cuando los rebeldes atacaron, Ishmael perdió a su familia. Tres años después es capturado por el ejército nacional de Sierra Leona, quienes lo obligan, junto a otros niños, a combatir en la guerra civil que azotaba al país. Así, se ve en la obligación de recorrer varios pueblos, con la esperanza de encontrar a los suyos, en la búsqueda de refugio y comida. Un AK-47 colgada al hombro se convirtió en su aliado y, a merced de los excesos, el joven terminó volcándose de lleno al consumo de drogas, suministradas por sus superiores.
Siendo tan solo un niño, al igual que tantos otros durante esa época, Ishmael Beah tuvo que vivir lo inimaginable, a merced de un conflicto que vio morir a cerca de 50.000 personas inocentes.
Años después, lo reunió todo en su libro “Un largo camino” (’A Long Way Gone’) y rápidamente llamó la atención de los lectores. Se publicó originalmente en 2007 y en ese año estuvo nominado al Premio Pluma en la categoría de Mejor Autor de Debut. La revista Time lo escogió entre los diez mejores libros de no ficción de ese año, situándolo en el tercer lugar del listado, y apareció entre los 100 libros, según Amazon, que todo lector debería leer por lo menos una vez en su vida.
¿Cómo se ve la guerra a través de los ojos de un niño? ¿Cómo alguien, a los 12 años, termina convirtiéndose en asesino? ¿Cómo deja de serlo? En este libro, Ishmael Beah cuenta una historia, la suya, con una fuerza pocas veces vista en la literatura y consigue un relato conmovedor y sincero, una de las piezas más reveladoras de la no ficción en los últimos 50 años.
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En 1996, Beah fue rescatado por un equipo de Unicef y otras ONG, quienes lo acompañaron en su proceso de rehabilitación. Pronto se mudó a Nueva York, en donde vivió en un hogar de acogida con la editora Laura Simms, quien lo impulso a escribir.
Interesado por otros niños en condiciones similares a la suya, Beah se implicó en la defensa de los derechos de los niños. Estudió y se preparó para ello.
Hace unos años, fue nombrado por la UNICEF como embajador del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia y desde entonces ha trabajado por el bienestar de la niñez en todo el mundo, preocupado, especialmente, por los niños de África, en donde siguen siendo usados para fines bélicos.
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“Un largo camino” ha sido reeditado recientemente en español por el sello Big Sur. Desde su publicación original, el libro ha sido traducido a más de 35 idiomas, convirtiéndose en una pieza de consulta necesaria para todo lector.
Al interior de estas páginas, Beah consigue empatizar con el lector a través de su testimonio, no haciendo que quien lee sienta lástima por él, sino generando consciencia respecto a la realidad de muchos niños que han tenido que renunciar a sus vidas para disputar guerras ajenas.
“Estábamos ya en lo alto de una colina poblada de arbustos, justo detrás del pantano, en un claro a pocos metros de la ruta de escape. Al ver que los civiles estaban a punto de escapárseles, los rebeldes empezaron a lanzar granadas propulsadas RPG y a disparar fusiles AK-47, G3 y todas las armas de que disponían, directamente al claro. Así es que no había elección, teníamos que cruzar el claro porque, siendo unos niños, el riesgo de quedarse en la ciudad era mayor en nuestro caso que intentar la huida. A los niños se los reclutaba inmediatamente y se les grababan las iniciales RUF donde los rebeldes decidieran, con una bayoneta al rojo vivo. Eso no solo significaba que quedarías marcado de por vida, sino que nunca podrías escapar de ellos: escapar con las iniciales de los rebeldes grabadas era un suicidio, dado que los soldados te matarían sin preguntar y los civiles armados harían lo mismo” - (Fragmento, “Un largo camino”, de Ismael Beah).
Los niños soldado han sido descritos y retratados por periodistas y novelistas, quienes se han esforzado por imaginar su vida y dar cuenta de los horrores que han tenido que pasar. Sin embargo, son pocas las experiencias narradas por los propios protagonistas y este relato de aquí da cuenta de la forma en que alguien desciende a los infiernos y emerge de él.
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