“Estoy en estado de shock. Creo que me llevará meses recuperarme y mucho más tiempo poder digerir todo lo que me ha pasado estos últimos cinco meses. Todo es diferente ahora. Mi vida nunca será la misma”, escribió Madonna luego de su segunda visita a la Argentina, que no se dio en ocasión de uno de sus espectaculares shows, sino a raíz de la grabación de Evita, película de 1996 en la que encarna a la política, actriz y ex primera dama Eva Perón.
La reina del pop tenía una certeza: “Yo era la única que podía interpretarla. Sólo yo podía entender su pasión y su dolor”. Y, con la tenacidad a la que nos tiene acostumbrados -aunque no sin un esfuerzo descomunal de su parte, cosa que no siempre figura en los titulares que tan injustos fueron históricamente con ella-, Madonna lo consiguió.
Pero su llegada al país, al igual que había sucedido en su primera visita, no estuvo desprovista de escándalos. Entre el escarnio de la prensa (con persecuciones constantes, operaciones orquestadas y títulos como “¿Madonna tiene sida?), las protestas de grupos peronistas (que la recibieron con graffitis que rezaban “EVITA VIVE, FUERA MADONNA”), y la vigilia incesante de sus fanáticos, la cantante estadounidense tuvo una estadía repleta de altercados.
Todo esto puede leerse, con lujo de detalle, en los Diarios de Evita, escritos in situ por la mismísima Madonna. Publicados originalmente en la revista Vanity Fair, estas entradas nunca habían estado disponibles en español. Hasta ahora. Con traducción del poeta Valentín Etchegaray y editados por Caracol, los Diarios de Evita cuentan con minucia las impresiones de Madonna sobre Argentina, sus costumbres, su política, su comida y más. ¿Qué pensaba la reina del pop, en el momento cúlmine de su fama, del país en ese entonces presidido por Carlos Menem?
“¿Ya dije lo aterrador que era estar acá? Asumo que esto será lo más cercano a una dictadura que viviré”, escribe en una de las entradas, después de que la prensa le pagara a dos jóvenes para que se tiraran sobre su auto en busca de un jugoso titular amarillista y la policía encarcelara a su secretaria, solo para liberarla horas más tarde, no sin antes incomodarla con comportamientos indebidos.
Pero, lo que por momentos podría parecer la inocencia (¿o insolencia?) de una superestrella que, acostumbrada a los lujos del primer mundo, de repente se ve “varada en un país incivilizado”, no tarda en descubrirse como el ingenioso sentido del humor de una mujer a la que, a fuerza de costumbre, ya no le preocupa ser subestimada.
Escribe, por ejemplo: “Mañana llega Antonio Banderas. La prensa está intentando vender la historia de un supuesto enfrentamiento entre su novia y yo, lo que es completamente estúpido, porque todo el mundo sabe que jamás saldría con un hombre que usa botas de vaquero”.
Y, sobre su dilatada entrevista con Menem, para la que tuvo que insistir, añade: “Discutimos sobre política del país y sobre cómo, privatizando industrias, Menem está tratando de deshacer el daño que Perón hizo. Le pregunté por qué se hace llamar peronista si sus políticas son tan diferentes. Su respuesta fue que estaba haciendo lo que Perón haría si estuviera en la oficina ahora. Buena respuesta. Por esto los llamamos políticos”.
Los Diarios de Evita, que serán presentados este sábado 18 a las 19 en Eros (Virrey Liniers y Estados Unidos, CABA), muestran el lado más íntimo y privado de una de las mujeres más públicas del mundo. Escribe Etchegaray, el traductor, en la contratapa: “Este es un texto que nos interpela a varias: las fanáticas de Madonna, las peronistas, las argentinas, las literarias y, en mi opinión, el grupo más importante, las que creemos que lo que hacemos está lleno de magia”.
Así empiezan “Diarios de Evita” de Madonna
Esta es una especie de diario: un borrador de sentimientos, ideas y sueños, todos relacionados a un mismo tema—la realización de Evita. Para cuando esta película haya salido, yo voy a llevar dos años viviendo a través suyo. Recuerdo sentarme en la navidad del 94 y escribir una carta apasionada al director, Alan Parker, listando los motivos por los cuales yo era la única que podía interpretarla, explicando que sólo yo podía entender su pasión y su dolor. Honestamente, puedo decir que no escribí esa carta por motivación propia. Era como si una fuerza mayor condujera mi mano a través de la hoja.
Poco después recibí noticias de Alan y, después de varias reuniones angustiosas, el papel era mío. Esto era sólo el comienzo de lo que terminó siendo una gran aventura. Me apena no haber empezado el diario en aquel momento, pero había muy poco tiempo. Tenía que aprender el guión, entrenar mi voz y dominar el tango antes de volar a Londres para grabar el soundtrack.
A lo largo del año tuve experiencias de lo más extraordinarias, y ni siquiera habíamos comenzado a filmar, así que el mes previo al comienzo del rodaje me prometí que escribiría todo lo que me pasara. Tenía mariposas en el estómago y sabía que me esperaba el viaje de mi vida. Quería recordar cada detalle. Así que empecé…
Nueva York, sábado 13 de enero de 1996
Después de una serie de retrasos, finalmente recibí el OK para viajar a Buenos Aires. Necesito desesperadamente tener unas semanas previas al rodaje para ensayar, probar vestuarios y hacer pruebas de cámara. Pero, por sobre todo, necesito explorar e investigar el mito de Eva Perón. Una periodista argentina que conocí en Londres quedó en encontrarse conmigo en B.A. y gestionarme encuentros con personas que conocieron o trabajaron con Eva, así también con algunos antiperonistas. La mayoría son muy viejos y estoy segura de que varios sospecharán de mí. No puedo culparlos si la versión de mí que conocen es la que leyeron en los diarios. Estoy preparada para desarmar todo y lograr que compartan conmigo sus más profundos y oscuros secretos sobre Eva.
Buenos Aires, sábado 20 de enero de 1996
Es de mañana y acabo de llegar a mi hotel. Es grandioso pero decadente. Techos altos, ventanas grandes y un balcón hermoso. Mi única queja es que mi habitación está en el segundo piso y mis fans están gritando “Eva/Madonna” afuera, además de las letras de mis canciones. Esto es muy halagador durante el día pero no tan genial de noche cuando intento dormir.
Viniendo desde el aeropuerto vi dos veces graffitis en las paredes que decían “EVITA VIVE, FUERA MADONNA”. ¿Qué tal esa bienvenida? También leí en un diario local que Alan Parker, Antonio Banderas, que interpreta al Che, y yo fuimos declarados personae non gratae, que es una linda manera de decir que somos tres pedazos de mierda. Por supuesto, todo esto proviene de un pequeño grupo de peronistas que están desesperados por llamar la atención y no tienen bien en claro contra qué están protestando. Estoy segura de que todos vendrían a tomar el té si los invitara.
Nada de esto me desanima.
Domingo 21 de enero de 1996
Hoy me aventuré a salir de la ciudad para una serie de entrevistas con personas que conocieron a Evita. La más interesante fue con Tuco Paz, que fue un diplomático argentino por más de 40 años. Conoció a Eva cuando ella tenía 29 y fue la primera persona en contarme lo tímida que era. Me dijo que su actitud agresiva no era más que una reacción nerviosa a lo insegura que se sentía alrededor de ciertas personas. Dijo que tenía un buen humor pero que mucha gente se aburría con su interés monolítico en la política. No le interesaba nada más (eso sólo sucedía porque Prada aún no había empezado a hacer vestidos!).
Decía que Juan Perón la entrenó para hablar en público. Perón se sentaba en una silla y Evita iba detrás suyo y le hablaba a su nuca. Luego él traería una serie de tópicos sobre los que ella debería explayarse. Para que no se ponga nerviosa, él seguiría sin mirarla de frente. Por alguna razón, esta historia me tocó. Tomarse el tiempo para hacer esto parecía un verdadero acto de amor y cuidado de su parte.
El departamento de Tuco era hermoso—lleno de libros viejos y arte cubista precioso. Desafortunadamente, hubo alrededor de 500 fans haciendo de mi salida algo casi imposible. La policía no está increíblemente organizada acá y no tenía seguridad suficiente, por lo que el metro que tuve que caminar del edificio al auto me dio miedo. De alguna manera me tiraron al piso por 3 segundos. Logré gatear hasta el auto y cerrar la puerta, para terminar enterándome que me faltaba uno de mis zapatos y que el taco estaba roto en el que me quedaba. Eran Versace, no se preocupen.
Cuando todos estábamos en el auto salimos volando y descubrimos que una joven estaba subida al techo del auto para salvar su vida. Así que frenamos para bajarla, mientras ella pataleaba y gritaba que me amaba. Quería darle la tarjeta de mi psiquiatra, pero el conductor se alejó demasiado rápido.
Lunes 22 de enero de 1996
Hoy no salí de mi celda de prisión para evitar cualquier disturbio hasta que el asunto de la seguridad fuera resuelto. No era tan terrible. Llovió todo el día y las puertas de mis ventanas estuvieron golpeándose constantemente, abriéndose y cerrándose. Pienso que el espíritu de Eva está en mi habitación.
Un caballero un poco mayor, pero muy apuesto, llamado Héctor Villanueva vino a hablar conmigo. Conoció a Evita cuando ella tenía 19 y trabajaba en una radio. Él dice que se sentía muy atraído hacia ella, pero que no hizo nada porque ella estaba casada (eso no suena a los hombres que yo conozco). Parece que nuestra querida Evita amaba tomar cerveza e ir a luchas de boxeo. Una chica como yo! Dijo que su plato favorito era la milanesa a caballo con papas fritas. Voy a probar eso mañana.
La única manera de comer sensatamente en este país es no comer. El concepto de light todavía no llegó acá.
Aún intento acostumbrarme a mis lentes de contacto marrones, que me marean, me dan náuseas y me hacen sentir constantemente a oscuras. O quizás esto es lo que sucede cuando te quedás todo el día en tu hotel. Tengo que salir más—empecé a hablar demasiado con mi perra. Podría jurar que me dijo mamá.
Martes 23 de enero de 1996
Hoy fue un día infernal. Primero, dormí como el orto. Los niñitos detrás de mi ventana aparecían cada dos horas a profesar su amor eterno. Shakespeare no era así.
Y por qué deberían dormir? Todos están desempleados—ninguno tiene que levantarse temprano e ir a trabajar. La única gente que está haciendo plata es la prensa y harán todo lo necesario para conseguir una foto o cualquier información sobre mí.
A veces pienso que mis teléfonos están pinchados y me pregunto si todos los empleados de este hotel están escuchando mis llamadas. Hay lentes de cámaras apuntándome por cada ventana y escondí mis objetos de valor porque la caja fuerte parece sospechosa.
Pero sólo porque estoy varada en un país incivilizado no quiere decir que no pueda divertirme un poco. Estaba determinada a salir a pasear. Habíamos ideado un elaborado plan en el que mi asistente, Caresse, se iría en el auto en el que normalmente ando y fingiría ser yo a los medios y los fans. La idea era que todos siguieran ese auto sin mí dentro de él. Ahí me iría en una camioneta con mis guardaespaldas y todos nos acostaríamos hasta que no quedaran moros en la costa. La buena noticia es que funcionó y yo pude salir a pasear tranquila.
Fui a Recoleta, al cementerio en el que Evita está enterrada. Nunca había visto un lugar tan lindo, decadente y embrujado como este. Había miles de gatos salvajes dando vueltas y cada mausoleo era más grandioso y exquisito que el anterior—pequeñas mansiones con ventanas para ver los ataúdes, rodeados de gárgolas, estatuas, pinturas religiosas, placas, coronas de flores y fotografías enmarcadas. Los muertos viven con estilo.
La mala noticia es lo que le pasó a Caresse. La detuvieron y me llamó afectadísima al celular desde la comisaría. Parecía que la prensa estaba furiosa cuando se enteraron de que yo no estaba en el auto. Caresse salió del auto y fue atacada por los paparazzis, que la empezaron a revolear y a decirle “puta”. Entonces le dijo al chofer que volvieran al hotel. Cuando ya habían recorrido más de un kilómetro, la policía frenó el auto y empezaron a acusarla de un crimen que ella había cometido.
Por supuesto que no llevaba su pasaporte encima, lo que en este lugar es un crimen penado con la muerte. Eventualmente Luciano, mi guardaespaldas argentino, se ocupó y 5 horas después, Caresse ya estaba de vuelta con nosotros, bastante conmovida. Ahí nos enteramos de todo lo que había pasado. En Argentina cualquiera puede acusar a otro de un crimen y entonces la policía lo buscará, en su casa o en su auto. Es normal que la policía te detenga y lleve a la comisaría antes de saber qué hiciste!
En este caso, parecía que algunos miembros de la prensa estaban intentando inculparme. Gracias a Dios que no estaba en ese auto. Le habían pagado a dos adolescentes para que se tiraran delante del auto cuando saliera del estacionamiento subterráneo y luego comenzaron la persecución para detener al criminal (que pensaron que era yo). Luego informaron a la policía, intentando obtener así alguna noticia jugosa sobre la famosa celebridad que va por ahí pisando a sus fanáticos. Cuando descubrieron que no era yo, decidieron torturar a Caresse.
Para el momento que llegó a la comisaría le estaban gritando “Asesina! Asesina!”. Llamé al productor y a mi manager y amenacé con renunciar si no lograban conseguir algunos hombres de servicio secreto para mejorar la seguridad. Si no, estaríamos visitando la comisaría cada vez que los diarios quisieran una noticia.
Ya dije lo aterrador que era estar acá? Asumo que esto será lo más cercano a una dictadura que viviré.
Acaso me olvidé de la parte del policía caliente diciéndole a Caresse todo el tiempo lo linda que era y pasándole los dedos por el pelo?
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