Entre los muchos ídolos que ha tenido el Real Madrid a lo largo de su historia, existe uno al que el madridismo le tiene un especial cariño, por la manera en que arribó al club merengue. Su debut no pudo haber sido mejor. En su primer partido enfrentó al máximo rival, el FC Barcelona. Cuando parecía que todo terminaría en un amargo empate, apareció, levitando sobre el campo, para darle el triunfo a los blancos con un magnífico gol de cabeza.
Aquella anotación marcó el inicio de una carrera más que exitosa y fue también el preludio de una de las historias más bellas e importantes del madridismo.
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De ascendencia irlandesa, nacido en Santa Cruz de Tenerife, Luis Molowny Arbelo ha sido una de las grandes estrellas del Real Madrid, destacándose no solo como jugador sino también como entrenador. Su llegada al club, procedente de Marino, estuvo llena de incertidumbres, como todos los fichajes de los grandes jugadores. El Barcelona y el club Atlético de Madrid también lo pretendían, y fue solo gracias a la sagacidad de don Santiago Bernabéu que Molowny terminó vestido de blanco.
Bernabéu envió a Jacinto Quincoces, quien entonces era el entrenador del club, hasta Las Palmas para cerrar su fichaje. Si bien a Quincoces no le convencía el jugador, Bernabéu lo quería a cualquier costo. El presidente le ordenó al entrenador que lo fichara y luego hablarían. El traspaso costó alrededor de 250.000 pesetas de la época y el Real Madrid se comprometió a jugar cinco partidos en tierras canarias para deleitar al público fanático. El acercamiento fue definitivo y Molowny fue inscrito en el equipo blanco con un sueldo de 3.000 pesetas mensuales. Así fue como en el año de 1946, surgió ‘el primer ídolo de Chamartín’.
Velocidad, precisión, elegancia y terquedad, fueron las condiciones que supo explotar Molowny, más tarde apodado como ‘El Mangas’, en las once temporadas que brilló como jugador del Madrid, tiempo en el que consiguió varios títulos y marcó alrededor de 130 goles, una cifra más que interesante para la época, teniendo en cuenta que no jugaba como delantero centro.
Molowny solía partir desde la banda izquierda, desbordando y superando rivales. Si jugara hoy, sería un extremo de miedo, con sus centros magistrales al área que, durante muchos años, fueron la pesadilla de los defensores, tanto en España como en Europa.
Como estrella del fútbol canario, Molowny supo siempre destacar. Era un jugador habilidoso con una visión del juego envidiable, capaz de patear con ambas piernas y escapar de sus rivales con facilidad. Compartió equipo con jugadores como Alfredo Di Stefano, Paco Gento, Raymond Kopa y Ferenc Puskás, entre otros. Su buen juego lo llevó a vestir la camiseta de la selección nacional de España, con la que disputó el Mundial de Fútbol de 1950, en Brasil.
Aquella edición del torneo más importante del fútbol mundial vio a Molowny y a la selección española destacarse entre los mejores conjuntos, llegando al cuarto lugar del campeonato. Fue la mejor participación de España en una Copa del Mundo, hasta la edición de Sudáfrica 2010, cuando quedaron campeones.
De las canchas al banquillo
La carrera de Molowny como jugador fue más que exitosa y, una vez retirado, ya como entrenador, se encargó de ampliar su leyenda. En enero de 1974, luego de haber dirigido al U.D. Las Palmas por cuatro temporadas y conseguir un subcampeonato de liga, y tras haber estado al mando de la selección de España durante unos pocos partidos, ‘El Mangas’ llegó a hacerse cargo de la dirección técnica del Real Madrid, sustituyendo a Miguel Muñoz, uno de los entrenadores más laureados en la historia del club.
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Durante sus primeros cinco meses al frente del equipo, Molowny consiguió la Copa del Rey, pero a final de temporada, la presidencia decidió enviarlo a trabajar con las reservas, ante la llegada del entrenador Miljan Miljanic. En septiembre de 1977 fue promovido nuevamente al primer equipo y en dos temporadas se hizo con dos títulos de liga.
Yendo y viniendo, siempre que el club lo necesitó, Molowny estuvo dispuesto. En la temporada 1981 - 1982, ganó una vez más la Copa del Rey y en 1984 y 1985, consiguió de manera consecutiva dos títulos de Copa de la UEFA. En total, fueron cerca de ocho títulos los que obtuvo al frente del equipo, y en 1986 tuvo su última etapa como entrenador.
Más tarde, en 2001, con motivo de un partido entre el Real Madrid y el U.D. Las Palmas, el presidente Florentino Pérez le entregó a Molowny la Insignia de Oro y Brillantes del Real Madrid, agradeciéndole por todos los servicios que prestó al Club. Ese día estuvo presente su excompañero de plantilla y amigo, Alfredo Di Stéfano.
Un legado imborrable
Luis Molowny Arbelo falleció a la edad de 84 años, en febrero de 2010, sin poder ver a su selección coronarse en el Mundial de Sudáfrica. Desde entonces, y quizá un poco antes, su nieto, Luis Molowny Márquez, se dio a la tarea de descifrar al personaje detrás de su pariente, con el ánimo de rastrear la importancia e influencia de su figura para varias generaciones de aficionados al fútbol.
Fueron cerca de diez años los que dedicó Malowny Márquez a la investigación del legado de su abuelo y, producto de ello, surgió el libro “Luis Molowny, el primer ídolo de Chamartín”, publicado por el sello Letrame.
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En las cerca de 642 páginas que componen este ejemplar, Molowny Márquez repasa la exitosa trayectoria de Luis Molowny como uno de los genios que ha visto el fútbol español durante toda su historia, y consigue retratar al personaje a partir de anécdotas, testimonios y entrevistas a quienes compartieron con él en su mejor época, a quienes lo vieron jugar y lo disfrutaron como técnico.
Luis Molowny existe para muchos, gracias al fútbol, pero el fútbol, por lo menos en España, no existiría de la misma forma de no ser por Molowny. Una frase en el libro da cuenta de lo que era este deporte para el español: “Lo di todo por el fútbol sin pensar lo que el fútbol pudiera darme, pero todo lo que tengo se lo debo a él”.
La suya fue una vida que trascendió por la entrega que siempre tuvo hacia lo que más amaba. Y más allá de ser un hombre de fútbol, Molowny fue una inspiración en todos los campos para quienes más cerca de él estuvieron. Padre, esposo, abuelo, amigo, ‘míster’. Aquí, como todas las buenas historias, la suya ha quedado registrada para la posteridad, en una época en que el Real Madrid tiene más ídolos que títulos, con el ánimo de que más de uno se acuerde de los primeros, del ‘primer ídolo de Chamartín, Luis Molowny.
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