En los últimos años, una problemática ha ido haciéndose paso a lo largo y ancho del mundo: la victimización. Esta mecánica es cada vez más utilizada en discusiones y debates como una infalible estrategia de enunciación, más cuando pone del otro lado, como antagonista, a un “otro” que se percibe (o se construye) como una amenaza.
Esto, claro, no quiere decir que no existan víctimas reales ni tampoco que estas no tengan derecho a plantearse como tales cuando la situación así lo dicta, pero en su libro El conflicto no es abuso, la escritora y activista estadounidense Sarah Schulman advierte la conveniente ligereza con la que la victimización se lleva a cabo, en especial por parte de personas en situación de poder.
La autora, que además de su trabajo como escritora es profesora, activista gay e historiadora del SIDA, comienza el libro con tres ejemplos: el asesinato de dos hombres negros indefensos que no representaban ninguna amenaza por parte de dos policías blancos en Estados Unidos; la golpiza casi letal de Ray Rice, “un jugador profesional de fútbol americano rico y poderoso”, a su esposa; y la desmedida respuesta del gobierno israelí ante las protestas palestinas por la ocupación del territorio.
En los tres casos, la autora explica cómo los victimarios, a fuerza de razonamientos a veces inconscientes, otras meticulosamente calculados, se transformaron a sí mismos en víctimas ante la presencia de un conflicto que no supieron afrontar sin el uso exagerado de la fuerza. ¿Qué se pone en juego para que este tipo de procesos se den cada vez con mayor frecuencia? ¿Cómo podemos salir de estas peligrosas mecánicas? ¿De qué manera podemos distinguir el conflicto -que puede ser tanto una guerra como una pequeña discusión de pareja- del abuso?
“El conflicto no es abuso” (fragmento)
Mientras comenzaba este libro, durante el verano de 2014, la comunidad humana atestiguó, con agotamiento y frustración, la repetición sistémica de la crueldad injustificada. Vimos policías blancos en Ferguson, Missouri y Staten Island, Nueva York, asesinar a dos hombres negros desarmados, Michael Brown y Eric Garner. Vimos a un jugador profesional de fútbol americano rico y poderoso, Ray Rice, golpear a su esposa, Janay, hasta dejarla inconsciente en un ascensor. Vimos al gobierno israelí asesinar en masa a más de dos mil civiles palestinos en Gaza. De inmediato resultó evidente que los métodos que hemos desarrollado colectivamente hasta la fecha para comprender este tipo de acciones a fin de evitarlas no son adecuados.
Como novelista, para crear personajes que tengan credibilidad, aplico el principio de que las personas hacen las cosas por determinadas razones, incluso si no son conscientes de esas razones o si no pueden aceptar que sus acciones tienen una motivación, en lugar de ser neutrales y objetivas. Usando este principio para examinar esos eventos, tengo que preguntarme qué piensan los policías blancos, el jugador de fútbol rico y el Estado-nación militarizado que está sucediendo que produce y justifica la brutalidad de sus acciones.
Como atestiguan el video y los relatos de los testigos, ni Michael Brown, ni Eric Garner hicieron nada que justificara la forma en que fueron tratados por la policía. Eric Garner vendía cigarrillos sueltos y Michael Brown caminaba por la calle. Ambos intentaron ofrecer a la policía alternativas a la crueldad. Eric Garner informó a la policía de las consecuencias de sus acciones sobre él, cuando les dijo once veces, mientras lo estrangulaban ilegalmente: “No puedo respirar”. Michael Brown levantó las manos en señal de rendición y dijo: “No disparen”. Pero algo ocurrió dentro de las mentes, los impulsos y las identidades grupales de los policías blancos, en el sentido de que interpretaron ese no evento original, combinado con comunicaciones fácticas y pacificadoras, como una especie de amenaza o ataque. En otras palabras, estos policías observaron la nada misma, la completa ausencia de amenaza, y allí vieron un peligro lo suficientemente grave como para justificar el asesinato. No pasó nada, pero esta gente con poder vio abuso.
Sabemos por las imágenes de las cámaras de seguridad tomadas en el vestíbulo de un casino y en un ascensor que el corredor de los Baltimore Ravens, Ray Rice, y su esposa estaban discutiendo. Por mucho que no nos gusten las peleas con nuestras parejas y deseemos que no sucedan, el desacuerdo con nuestro amante es una parte común de la experiencia humana. Es imposible vivir sin que nunca ocurra. El desacuerdo íntimo es, como dicen, la vida. Sin embargo, Ray Rice experimentó ese conflicto de carácter común y regular que existe en cada relación, familia y hogar en el mundo como algo tan abrumadoramente insoportable y amenazante que golpeó a su esposa hasta dejarla inconsciente y arrastró su cuerpo exánime por los tobillos fuera del ascensor y la dejó tirada inerte en un pasillo. Observó ese conflicto común y cotidiano respondiendo con extrema crueldad. Observó la expresión regular, incluso banal, de la diferencia y vio una amenaza.
El gobierno israelí mantiene asediada la Franja de Gaza palestina desde 2005. Esto ha vuelto insoportable la vida cotidiana de sus habitantes. Hacia finales de la primavera del año 2014, el gobierno de Benjamin Netanyahu intensificó la presión sobre los palestinos, que ya sufrían, y algunas facciones dentro de Gaza respondieron con cohetes de tan mala calidad que sólo tuvieron un impacto simbólico. El gobierno israelí reaccionó a su vez a esta respuesta con más de dos días de bombardeos aéreos e invasiones terrestres que causaron muertes masivas y destrucción a gran escala, literalmente, de su infraestructura cultural y psicológica. Los habitantes de Gaza estaban reaccionando a un estado de injusticia que habían creado los israelíes: estaban resistiendo. Se negaban a aceptar un trato insoportable e injustificable. Los israelíes experimentaron esta resistencia al trato injusto en curso como un ataque.
Brown y Garner no hicieron absolutamente nada más que ser negros. Janay Rice expresó un conflicto común y corriente. Los habitantes de Gaza resistieron un trato insoportable. En todos estos casos, la policía, el esposo y la nación sobredimensionaron el daño. Tomaron la Nada, el Conflicto Común y la Resistencia, y tergiversaron estas posturas razonables de diferencia como Abuso. Desde la intimidad de una relación entre dos personas, pasando por el poder de la policía hasta la aplastante realidad de la ocupación, estos actores desplegaron una interpretación distorsionada en la que comportamientos justificables se entendieron como agresiones. De esta forma, reaccionaron de forma desmedida a un nivel que produjo tragedia, dolor y división.
Es ese momento de reacción desmedida el que deseo examinar en este libro. Mi tesis es que en muchos niveles de la interacción humana existe la oportunidad de combinar la incomodidad con la amenaza, confundir la ansiedad interna con el peligro exterior y, a su vez, escalar en lugar de resolver. Mostraré cómo esta dinámica, ya sea entre dos individuos, entre grupos de personas, entre gobiernos y civiles o entre naciones, es una oportunidad fundamental para la tragedia o la paz. El conocimiento consciente de estos mecanismos políticos y emocionales nos brinda la posibilidad de enfrentarnos a nosotros mismos, de lograr el reconocimiento y la comprensión para evitar una escalada hacia un dolor innecesario.
Quién es Sarah Schulman
♦ Nació en Nueva York, Estados Unidos, en 1958.
♦ Es novelista, dramaturga, escritora de no ficción, guionista, activista gay e historiadora del SIDA.
♦ Es profesora distinguida de Humanidades en el College of Staten Island (CSI) y miembro del Instituto de Humanidades de Nueva York.
♦ Recibió el premio Bill Whitehead.
Seguir leyendo: