Ya sabemos cómo funciona: ni la televisión acabó con los cines, ni los e-books con los libros en papel, ni las clases por zoom con las aulas. Pero la aparición de la inteligencia artificial en el ámbito de la creación artística vuelve a despertar las voces de los apocalípticos. ¿Un programa como ChatGPT puede armar un texto literario si le damos las coordenadas adecuadas, imitando los escritores del realismo mágico, por ejemplo? ¿Puede crear un dibujo “a lo Picasso” o componer la letra de una canción con la misma carga de emoción que una persona? ¿Van a desaparecer los trabajos artísticos como se los concibe en la actualidad?
Con un millón de usuarios en menos de una semana, esta plataforma abrió el debate, porque la inteligencia artificial no sólo escribe códigos de programación, sino que también puede redactar ensayos, componer videos, crear un logo e infinidad de tareas en pocos segundos, con resultados más o menos logrados.
En medio de este debate, Ana Santos Aramburo, directora de a Biblioteca Nacional de España, quien lleva diez años frente a esa institución y ha puesto en marcha un interesante proceso de digitalización de su contenido, dialogó con Infobae sobre el tema.
-Existe, a través de la inteligencia artificial, la posibilidad de que una computadora intervenga en el proceso de creación de un texto, incluso que intente escribir una obra literaria, como ocurrió recientemente con un ensayo en el sistema GPT, que realizó un poema “a la manera de García Lorca”. ¿La inteligencia artificial marcará un antes y un después en la escritura o será necesario seguir contando con el componente humano en la creación de un libro?
-Sin duda, la inteligencia artificial va a cambiar muchas cosas y será, de hecho ya lo es, un punto de inflexión a la hora de componer textos escritos. Pero no tengo duda de que se va a tener que seguir contando con las personas, no solo para seguir “alimentando” a las máquinas sino también para determinar sus normas de entrenamiento en las que deben imperar los valores éticos de los que, obviamente, carece una máquina.
-¿Si este proceso avanza y se perfecciona, impactará de alguna forma en el futuro de los libros? ¿Se podría convertir en una amenaza para el oficio de los escritores?
-Más que una amenaza puede constituir un reto. Las máquinas no crean en realidad textos, sino que utilizan textos escritos por personas para componer los suyos, por lo que, necesariamente, debe disponer de grandes cantidades de datos y contenidos para hacerlo. Si en algún momento desapareciese la capacidad de creación de los seres humanos el potencial de la IA se vería muy limitado y desaparecería el paralelismo que debe llevar toda corriente artística o literaria con la sociedad de su tiempo. Sin embargo, sí que creo que va a impactar en la redacción de otro tipo de textos como escritos de tipo técnico, informes o incluso textos académicos o escolares que, tras ser revisados por una inteligencia humana, pueden proporcionar una más amplia variedad de contenidos e incluso la posibilidad de que estos sean contemplados de distintas maneras.
-Como directora de una de las bibliotecas nacionales más importantes, ¿cómo cree que la inteligencia artificial podría impactar en el proceso de clasificación y almacenamiento de la información?
-Sin duda va a hacerlo. El proceso técnico de los materiales que ingresan en una biblioteca es uno de los más costosos que se realizan en una biblioteca. Por otro lado, los catálogos bibliográficos contienen una gran cantidad de información normalizada lo que puede facilitar la tarea de procesar y clasificar los documentos que ingresan en una biblioteca. Aunque no sabemos cuándo se producirá, porque estos desarrollos están directamente relacionados con el beneficio económico que pueden producir y quizá en este campo no sean rentables en las primeras fases.
-El libro en papel ya ha demostrado -como el cine frente a la TV- que conserva sus seguidores fieles. ¿Cree que en este tema hay un componente generacional importante o que muchos de los lectores jóvenes seguirán siendo fieles al objeto libro?
-Creo que el libro como objeto gusta a todas las generaciones, está inmerso en nuestro imaginario colectivo como algo perfecto para la lectura; de hecho, desde que el códice sustituyó al rollo como soporte de escritura hacia el siglo III no se ha encontrado un formato mejor para la lectura. El libro en papel es, además, un objeto de belleza, tanto en su composición tipográfica como en sus ilustraciones y en su diseño por lo que, además del placer de la lectura, proporciona un gozo estético y, por lo tanto, la emoción y el disfrute aumentan.
-Usted mencionó en una entrevista reciente que en España han aumentado las estadísticas de lectura y los números de ventas de libros. ¿Relaciona de alguna forma este fenómeno con la pandemia del Covid19 y la postpandemia? ¿Cree que existe una especie de reverdecer de la cultura y las manifestaciones artísticas en general (conciertos, visita a los museos) como ha ocurrido históricamente después de las grandes crisis?
-Desde luego durante la pandemia, y especialmente durante el confinamiento, se incrementaron mucho los índices de lectura y la industria editorial experimentó un crecimiento significativo. Quizá ante ese impacto emocional, sorprendente e inesperado, necesitábamos buscar respuestas. Y que mejor manera de buscarlas que refugiarnos en la capacidad de creación del ser humano y encontrar belleza. Esto no solo nos proporciona un goce estético sino también ideas y conocimiento, lo que nos lleva a reflexionar y nos ayuda a entender las situaciones. En los momentos peores de nuestra vida buscamos consuelo y eso lo proporciona el hecho de contemplar el mundo desde lo más sublime: la capacidad de creación del ser humano.
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