Liliana Bodoc y la historia de amor entre un mulato y la hija del “amo”

“El rastro de la canela”, de la célebre autora de “La saga de los confines”, es una novela corta ambientada en los tiempos de la Revolución de Mayo que cuenta un romance prohibido e imposible que desafiará todas las costumbres de la época.

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Se reeditó "El rastro de la canela", novela corta de Liliana Bodoc, la escritora argentina que falleció en 2018 a los 59 años.
Se reeditó "El rastro de la canela", novela corta de Liliana Bodoc, la escritora argentina que falleció en 2018 a los 59 años.

Dos años antes de la Revolución de Mayo, a pocas cuadras del Cabildo, se gesta una historia de amor y libertad entre la hija de una familia de alta sociedad y un mulato comprometido en la lucha por liberarse de España. El rastro de la canela es una ficción histórica escrita por Liliana Bodoc y ambientada en la Buenos Aires colonial entre 1808 y 1810.

Tras su primera publicación en 2010 y a cinco años de la inesperada muerte de la autora de La saga de los confines, Penguin Random House suma esta novela corta a una serie de reediciones que incluyen Aprendiz de dragón (2016), con ilustraciones de Poly Bernatene, y Cuando San Pedro viajó en tren (2008).

“Me gusta mucho la historia pero sobre todo me gusta imaginarme a sus personajes de carne y hueso, con sus miedos, sus dudas y sus amores que, seguramente, siglos más atrás, siglos más adelante, van a ser parecidos a los nuestros”, dijo Bodoc. “Eso es El rastro de la canela, una historia de cualquier día, de cualquiera de nosotros, solo que con otro ropaje”.

Amor y libertad

El rastro de la canela es una novela breve dividida en cuatro partes: una introducción que relata la historia familiar de las protagonistas, seguida por una sección ambientada en 1808, otra el año siguiente y, por último, la conclusión a principios de 1810. El relato transcurre mayormente en la hacienda porteña de los Torrealba, una familia nacida de la imaginación de Bodoc.

Las protagonistas son dos hermanas de clase alta, Clara y Amanda, y sus familiares y esclavos. La vida de Clara, 20 años mayor que su hermana, gira alrededor del deber y de un matrimonio sin amor. Su único hijo, Fausto, es un adolescente enfermizo y fanatizado con la corona española. Amanda, la hermana menor, fue criada por esclavas en Río de Janeiro, y tiene un espíritu más libre que desafía las costumbres y los usos de la familia.

La historia comienza cuando Amanda se muda con Clara a Buenos Aires tras la muerte de su padre. “La cena, en la casona de la familia Torrealba, es una antigua y dulce costumbre que los tiempos están a punto de deshacer”, escribe Bodoc. “Doña Clara disculpa a su hermana argumentando que es necesario darle tiempo para que adquiera modales oportunos. Es que en aquella hacienda y al cuidado de las esclavas, Amanda había perdido cortesía y buen gusto. Pero con paciencia, doña Clara lograría transformarla en una joven prudente y, ¡Dios mediante!, casarla bien.”

La novela integra el contexto histórico y político de los tiempos pre-independentistas y aprovecha “los intersticios de la historia; los lugares en los que se agrieta y deja pasar la ficción”, en palabras de la propia Bodoc. En ese espacio habitan las hermanas, a quienes no les interesa particularmente el clima de cambio que crece alrededor, y el marido de Clara y su hijo Fausto, quienes están entusiasmados por los festejos de la asunción de Fernando VII en España y por el prospecto de un nuevo virrey.

Allí también convive Tobías Tartamuez, un mulato que trabaja en la hacienda y que es parte del movimiento revolucionario, además de ser el hijo bastardo del marido de Clara y una esclava fallecida. El amor que nace entre él y Amanda la alejará aún más de los mandatos que todos esperan que ella cumpla. En el personaje de Tobías se evidencia la sutileza de la pluma de Bodoc: casi no lo vemos participando de acciones revolucionarias pero mediante gestos, descripciones y pequeños momentos, el lector se va dando cuenta de las tendencias políticas del personaje.

En las cocinas de la hacienda las esclavas también tienen un rol protagónico y disputas entre ellas: “María habla entre dientes con los dioses que conoció en Río de Janeiro y que hizo suyos. —¡Meu Oxalá nos salve! ¡Meu Xangô nos proteja! La esclava Fátima reconoce el sentido de sus palabras y se aferra al crucifijo que lleva colgado del cuello: —Oiga, negra, aquí no é bien visto nombrar lo que usté ha nombrao. ¡Que en eta casa se reza en cristiano…!”. Lo que empieza como una pequeña discusión en la cocina va en escalada y termina con los esclavos de la hacienda divididos entre aquellos que van en contra de sus amos y aquellos que no.

Liliana Bodoc es conocida por “La saga de los confines” y llegó a publicar más de 40 libros.
Liliana Bodoc es conocida por “La saga de los confines” y llegó a publicar más de 40 libros.

Donde la historia se agrieta

Como en otras historias de Bodoc, en El rastro de la canela no hay buenos ni malos, no hay moralejas y los personajes distan de ser perfectos. Amanda, por caso, representa la libertad y la ruptura de un estilo de vida colonial y elitista, pero nunca le parece una contradicción tener esclavos y la Revolución solo parece interesarle por su romance con Tobías.

Fausto, el hijo de Clara, sobrino de Amanda y medio hermano de Tobías, trabaja para el virrey Cisneros y funciona como un antagonista, aunque entenderemos todas las razones de su actuar: “A Fausto, la política se le mezcla con los sentimientos. Para él, un gobierno criollo es idéntico a la lujuria de una esclava revolcándose con su amo; y el partido patriota es un mulato ilegítimo. Mientras que el orden virreinal, en cambio, es su madre bordando, por siempre, en la quietud del atardecer”.

Las esclavas también participan del conflicto troncal e incluso, por momentos, atentan contra sus propios intereses por motivos personales. Es el caso de Fátima, la esclava personal de Clara, que se dedica a espiar a Tobías y pasarle información a los realistas a cambio de monedas de plata para comprar su libertad y la de su hijo.

Liliana Bodoc, que entendía a la literatura como “otra forma de comprender la realidad”, fue, es y será una gran formadora de primeros lectores. El rastro de la canela, para públicos de todas las edades, es también un libro que puede formar nuevas imaginaciones en torno a aristas poco visitadas de nuestra historia.

“El rastro de la canela” (fragmento)

Inician el regreso cuando son las cuatro y cincuenta y dos. La loma cuesta abajo es más breve.

Quizá por el color claro de su ropa, por su piel blanca o por su condición de ama, la joven se ve mucho más sucia y desprolija que el mulato. Además tiene sed, y lo dice.

—¿Servirían unas limas? —Tobías sabe de un frutal pequeño, medio escondido en la maleza—. No son gran cosa, pero tienen buen jugo.

Los relojes de Buenos Aires coinciden en señalar que falta una hora para que los Torrealba inicien su paseo.

Fausto ya está vestido y perfumado, esperando ansioso la hora de ir a la sala. Supone que Amanda está en su dormitorio empolvándose el rostro.

Esa noche lo verá mucha gente. Se detendrán a saludarlo y a conversar. Fausto no está acostumbrado a sentirse joven. Por eso la sensación lo agita más de lo razonable. Planifica hasta los últimos detalles. Sabe qué dirá y qué responderá Amanda. Por esa noche, no va a recordar que se trata de la hermana de su madre. Solo será una bella mujer que él llevará del brazo para asombro y comentario de todo Buenos Aires.

En un rincón del parque, Amanda tiene la boca húmeda de jugo. Come con gusto y no deja de elogiar el sabor de la fruta.

—No había limas en la hacienda —dice.

Entonces es Tobías el que quiere saber.

— ¿Extraña usted aquel lugar?

Es la primera vez que Amanda puede decir lo que siente sin enojar ni entristecer a nadie.

—Mucho. Cada día deseo regresar.

Lo dice, lo escucha, lo acepta. Pronuncia esas palabras y los ojos se le humedecen con el jugo de la tristeza.

En el año 1808, el amor debía atenerse a ciertas normas y razones. Si eres así, así debes casarte… Si te apellidas de este modo, únete a un apellido semejante… Si pones cubiertos en tu mesa, busca a quien ponga candelabros.

Si él es un mulato, no camines a su lado ni comas con él limas dulces.

Si ella pertenece a la familia del amo, no le quites el jugo que le moja los labios.

Pero en el año 1808, como antes, como siempre, el amor solía comportarse igual que una jauría avanzando sobre la mesa de un banquete. Lobos bebiendo el agua de miel, alimentándose con gajos de frutas, descubriendo la sal y el almíbar. Consagrados a una asombrosa felicidad sin pensar en el castigo.

El sombrero de Tobías cae al suelo, dejando al descubierto la rojiza cabellera de Amanda.

La pasión no se ordena en minutos ni en siglos. Establece un tiempo propio para el que son inútiles las calificaciones convencionales, porque no se trata de un tiempo largo o breve sino de un tiempo acariciado o insistente; no se trata de un tiempo bien o mal aprovechado sino de uno murmurado o lacerante.

Quién fue Liliana Bodoc

♦ Nació en Santa Fe, Argentina, en 1958 y a los diez años se fue a vivir a Mendoza. Murió en 2018 a los 59 años.

♦ Estudió Licenciatura en Letras en la Universidad Nacional de Cuyo. Antes de dedicarse a la escritura fue docente.

♦ Publicó más de 30 libros, enfocada especialmente en la literatura infantil y juvenil. La saga de los confines la popularizó a nivel mundial.

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