Le pregunto a Patricia Suárez qué cuento eligió para grabar en el podcast La oreja que lee y me contesta que uno de Roald Dahl. Justo ahora. Justo ahora que Dahl estuvo en el centro de la polémica en todo el mundo cuando la editorial Puffin decidió meter mano en sus textos para hacerlos políticamente correctos. O mejor dicho: volver a meter mano a textos que se han tocado bastante, ya en vida del autor.
Por ejemplo, en la primera edición de Charlie y la fábrica de chocolate, de 1964, los Oompa-Loompas eran pigmeos negros, esclavizados por Willy Wonka desde “la parte más profunda y oscura de la selva africana” y pagados con granos de cacao. Luego cambiaron: ¿esclavitos negros? Intolerable... como si la realidad hubiera sido otra cosa.
También Charlie, el famoso niño pobre de la fábrica de chocolate era originalmente negro. Eso también resultó incorrecto: ¿un pobre TIENE que ser negro? Por supuesto que no. ¿En la realidad lo son? Bueno, un informe de 2020 mostraban que, en Inglaterra, había más personas negras muertas por COVID que blancas. Y la Oficina de Estadísticas Nacionales del Reino Unido explicaba que era por “las diferentes circunstancias en las que se sabe que viven los miembros de esos grupos, como las áreas con privación socioeconómica”. Para más refinamiento en ese tema, les recomiendo la novela Reunión de Natasha Brown, una novela que escapa cualquier preconcepto -la narradora es una negra ejecutiva con muy buen sueldo y pasajes en business- pero que muestra la realidad bien cimentada de la pobreza negra.
En fin: Dahl tuvo que cambiar a su Charlie. Si es pobre, mejor que sea blanco y nos sacamos un problema de encima.
En estos días opiné sobre lo de Dahl en esta nota y una amiga me señaló que el autor de Matilda era antisemita. Por ejemplo, en 1983 le dijo a una revista británica: “Los judíos tienen un rasgo de carácter que suscita animadversión. Tal vez sea su de falta de generosidad hacia los no judíos. Detrás de todo anti-algo siempre hay alguna razón. Ni un canalla como Hitler se las agarró con ellos sin tener algún motivo.” No hay remate, no hay justificación, no hay simpatía. ¿Y qué hacemos con sus grandes libros, que valoran la inteligencia, la determinación, la decisión de escapar del destino obvio?
Bueno, en todo eso pensó Patricia Suárez. ¿Qué hacemos entonces? “No podríamos leer a Quevedo, que es quien escribe la carta de expulsión a los judíos”, dice en el podcast, por la Execración contra los judíos que el poeta español escribió en 1633 y que ha sido definida como “un texto de un racismo radical”. O a Shakespeare, dice la narradora argentina, por El mercader de Venecia. Entonces, propone, “o se reversionan los textos a la hora de ofrecerlos al teatro o a la televisión o no deberían entrar tal como están al mercado educativo”.
¿Pero acaso no se trata de mostrar las cosas como fueron? “Si son esclavos y están contentos... no”, dice Suárez.
En fin que Patricia Suárez eligió leer Cordero asado, un relato que se puede encontrar en los Cuentos completos de Roald Dahl. Es un cuento duro, que empieza con una señora muy de su casa y esperando al marido, a la que el marido va a dejar apenas empieza el cuento. No sabemos por qué, pero él le dice que se va a ocupar de que estén bien ella y .. el chico que tiene en la panza.
Nunca subestimes a una señora a la que le estás cortando sus sueños, amputando su vida. Y muchos menos si está embarazada. Esa es la idea que hay que tener en la cabeza al leer Cordero asado. Casi cualquier otra cosa que diga será un spoiler. El cuento se puede escuchar clickeando acá.
Roald Dahl nació en 1916. Antes de ser escritor trabajó en una empresa petrolera en lo que hoy es Tanzania y fue miembro de la Fuerza Aérea. En 1940 su avión se estrelló pero, aunque estaba herido logró salir de él y sobrevivir. Le dijeron que no volaría nunca más pero volvió a volar. Se estaba peleando la Segunda Guerra Mundial y Dahl entró en combate.
Entre sus obras figuran Matilda, James y el durazno gigante, El superzorro, Las brujas y El dedo mágico.
Murió en 1990.
Patricia Suárez, nació en Rosario en 1969. Es narradora y en 2018, 2019 y 2022 fue la dramaturga más representada en la Argentina. Su primer cuento, El señor y la señora Schwarz salió en 1994 en la revista V de Vian.
En 2003 ganó el Premio Clarín de Novela por Perdida en el momento. El jurado destacó su escritura “singular, fluida y espontánea”. Es una buena definición pero quiero agregar: inteligente, aguda y con humor. Una agudeza que se expresa en el humor.
Patricia Suárez escribió varias novelas, entre otras Causa y Efecto, LUCY y Segunda Chance, que salió el año pasado. También tiene poesía, libros para chicos y, en teatro, una serie de títulos entre los que están Babel cocina y la trilogía Las polacas, donde se mete con la red judía de prostitución de principios del siglo XX. Es la historia que se contó, en televisión, en la serie Argentina Tierra de Amor y Venganza y que protagonizó la China Suárez.
Sobre esa historia, Patricia Suárez también escribió En La Varsovia, una novela que salió seriada en formato digital por Indielibros.
Más de “La oreja que lee”
Por La oreja que lee ya pasaron Martín Kohan, Cristian Alarcón, Marcos López, Alexandra Kohan, Florencia Canale, Agustina Bazterrica, María Kodama, Claudia Piñeiro, Luciano Lutereau, Lorena Vega, Eduardo Mileo, Rafael Spregelburd, Selva Almada, Enzo Maqueira, Sylvia Iparraguirre, Franco Torchia, Ezequiel Martínez, Guillermo Martínez, Gabriela Cabezón Cámara, Martín Caparrós, Mariela Gal, Gabriela Saidon, Pedro Medina León, Walter Lezcano, Laura Restrepo, Eduardo Sacheri, Santiago Roncagliolo y Jorge Consiglio.
Ellos leyeron cuentos de Jorge Luis Borges, Mariana Enríquez, Horacio Quiroga, Juan José Saer, Fleur Jaeggy, Chica Unigwe, Samanta Schweblin, Ignacio Molina, Flor Monfort, Julio Cortázar, Roque Larraquy, Diego Angelino, Liliana Heker, Sara Gallardo, Néstor Perlongher, Gabriel García Márquez, Daniel Moyano, Sylvia Molloy, Italo Calvino, Gabriel Goldberg, Abelardo Castillo, Santiago Roncagliolo, Fabián Casas, Mircea Cartarescu, Juan Carlos Onetti y Alejandra Kamiya.
Cualquier episodio del podcast se puede escuchar clickeando acá. No hace falta ningún dispositivo en especial: sirve una computadora, un teléfono, una tablet.
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La semana pasada me quedé pensando en todo lo que se clausuraba cuando se corregían los libros de Roald Dahl (y los de cualquiera, pero justo venimos hablando de estos).
A veces vengo masticando el tema del newsletter unos cuantos días; a veces es el impulso de lo que acaba de pasar.
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