“De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”, dijo alguna vez el gran escritor argentino Jorge Luis Borges.
De todos modos, puede que las nuevas generaciones (o, al menos, una gran parte de ellas) no compartan con el autor de Ficciones y El Aleph su asombro por los libros. Es por eso que, a fin de que los adolescentes se acerquen a su monumental obra, la Fundación Borges publicó, bajo la editorial Sudamericana, el libro Seres imaginarios de Borges, una propuesta multimedia que, además de sus textos, incluye coloridas ilustraciones, videos y hasta una variedad de propuestas didácticas de comprensión y producción. La selección y adaptación la hizo Fernando Flores Maio, vicepresidente de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges y las ilustraciones son de Mariana Bendersky.
“Mucha gente dice que Jorge Luis Borges es un autor complicado, difícil de comprender, pero la cuestión no es entender. Yo tuve una experiencia maravillosa. Cuando tenía ocho años, en mi casa había muchos libros y cayó en mis manos uno de Borges; entonces leí: “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche”. Era el comienzo del cuento “Las ruinas circulares” y dije: “¡Ah! ¿Qué es esto?”. Lo leí hasta el final. Yo no sabía quién era Borges, nada de nada”, escribe su viuda, María Kodama, al comienzo de Seres imaginarios de Borges.
“Seres imaginarios de Borges”
“El tigre”
Iba y venía, delicado y fatal, cargado de infinita energía, del otro lado de los firmes barrotes y todos lo mirábamos. Era el tigre de esa mañana, en Palermo, y el tigre del Oriente y el tigre de Blake y de Hugo y Shere Khan, y los tigres que fueron y que serán y asimismo el tigre arquetipo, ya que el individuo, en su caso, es toda la especie. Pensamos que era sanguinario y hermoso. Norah, una niña, dijo: Está hecho para el amor.
“Los tigres del Annam”
Para los annamitas, tigres o genios personificados por tigres rigen los rumbos del espacio.
El Tigre Rojo preside el Sur (que está en lo alto de los mapas); le corresponden el estío y el fuego.
El Tigre Negro preside el Norte; le corresponden el invierno y el agua.
El Tigre Azul preside el Oriente; le corresponden la primavera y las plantas.
El Tigre Blanco preside el Occidente; le corresponden el otoño y los metales.
Sobre estos Tigres Cardinales hay otro tigre, el Tigre Amarillo, que gobierna a los otros y está en el Centro, como el Emperador está en el centro de China y China está en el centro del mundo. (Por eso la llaman el Imperio Central; por eso, ocupa el centro del mapamundi que el Padre Ricci, de la Compañía de Jesús, trazó a fines del siglo xvi para instruir a los chinos.)
Lao Tse ha encomendado a los Cinco Tigres la misión de guerrear contra los demonios.
Una plegaria annamita, vertida al francés por Louis Cho Chod, implora con devoción el socorro de sus incontenibles ejércitos.
Esta superstición es de origen chino; los sinólogos hablan de un Tigre Blanco, que preside la remota región de las estrellas occidentales. En el Sur, los chinos ubican un Pájaro Rojo; en el Oriente, un Dragón Azul; en el Norte, una Tortuga Negra.
Como se ve, los annamitas han conservado los colores, pero han unificado los animales.
Los Bhils, pueblo del centro del Indostán, creen en infiernos para tigres; los malayos saben de una ciudad en el corazón de la jungla, con vigas de huesos humanos, con muros de pieles humanas, con aleros de cabelleras humanas, construida y habitada por tigres.
“La escritura del Dios”
… En ese afán estaba cuando recordé que el jaguar era uno de los atributos del dios.
Entonces mi alma se llenó de piedad. Imaginé la primera mañana del tiempo, imaginé a mi dios confiando el mensaje a la piel viva de los jaguares, que se amarían y se engendrarían sin fin, en cavernas, en cañaverales, en islas, para que los últimos hombres lo recibieran. Imaginé esa red de tigres, ese caliente laberinto de tigres, dando horror a los prados y a los rebaños para conservar un dibujo.
En la otra celda había un jaguar; en su vecindad percibí una confirmación de mi conjetura y un secreto favor. Dediqué largos años a aprender el orden y la configuración de las manchas. Cada ciega jornada me concedía un instante de luz, y así pude fijar en la mente las negras formas que tachaban el pelaje amarillo.
Algunas incluían puntos; otras formaban rayas trasversales en la cara interior de las piernas; otras, anulares, se repetían. Acaso eran un mismo sonido o una misma palabra. Muchas tenían bordes rojos.
“A un gato”
No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.
“Beppo”
El gato blanco y célibe se mira
en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura
y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.
¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?
Me digo que esos gatos armoniosos,
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede al tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Ennéadas.
¿De qué Adán anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?
Seguir leyendo: