En 1943 el doctor Miklos Lengyel, el esposo de Olga Lengyel, fue enviado a Alemania para trabajar en un hospital. La familia entera, los hijos y ambos padres, viajó a bordo de un tren repleto de personas que no conocían, ni intuían siquiera, la crueldad de su destino. El sitio al que se dirigían era Auschwitz-Birkenau.
Los horrores de la guerra y los múltiples intentos por sobrevivir fueron registrados por Olga Lengyel en un texto que luego tituló “Las cinco chimeneas”, fue el primer testimonio de una sobreviviente del Holocausto y los campos de concentración de Auschwitz, publicado en 1947.
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Las cinco chimeneas a las que se refería Lengyel en su texto eran los hornos crematorios de Birkenau en los que, a diario, quemaban los cuerpos de millones de personas. En su relato, registró con detalle la barbarie de este lugar y consiguió registrar los dramas de aquellos con quienes compartió y a quienes vio morir frente a sus ojos, incluyendo a sus hijos, quienes también fallecieron al interior de esos hornos.
Con el paso de los años, el testimonio de Lengyel se ha convertido en una pieza clave para comprender la desventura de esos tiempos. El documento cambió de título, por fines comerciales, y pasó a llamarse, dejando de lado los eufemismos, “Los hornos de Hitler”.
Publicado en distintas lenguas, la edición más reciente en español corre por cuenta del grupo Planeta, en Barcelona, que presenta a los lectores este relato desgarrador sobre una de las épocas más turbias de la historia humana.
Son 236 páginas las que componen “Los hornos de Hitler”, a lo largo de las cuales su autora consigue, no solamente denunciar los trágicos eventos, sino iluminar a los lectores con una pieza de alto calibre, hablando específicamente de su valor literario.
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En los hornos se amontonaban cada media hora 360 personas, que después eran reducidas a cenizas, para un total de 17.280 cadáveres cada 24 horas. A ellos se sumaban los cerca de 8 mil seres humanos que morían a causa del hambre o los trabajos forzados, y aquellos que eran ejecutados sin más y enterrados en fosas comunes. A diario, el número de personas que caía a causa del yugo nazi rondaba los 24 mil.
El humo de la carne quemada de estos millares de inocentes, entre los que se estuvieron también los padres de la autora, se siente con suma intensidad en las líneas de este relato estremecedor, una crónica rigurosa y extremadamente humana del genocidio más escabroso del siglo XX.
“Los hornos de Hitler” comparte importancia con los relatos de Primo Levi, que han sido capitales como testimonio para comprender la realidad de la guerra; sin embargo, el de Lengyel, si bien importante, aún está en deuda su reconocimiento como uno de los testimonios imprescindibles de este periodo.
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En estas páginas, los lectores se encontrarán de frente con los experimentos científicos que realizaban los nazis con los judíos y otros seres vivos; descubrirán cómo eran y cómo actuaban quienes dirigían los campos de concentración; conocerán a Joseph Kramer, el criminal número uno en el proceso de Luneburg; revivirán el drama de quien narra ante sus decisiones, como el hecho de haber llevado a su familia a Auschwitz, o haber mentido respecto a la edad de su hijo, diciendo que era menor de edad, solo por ahorrarle los trabajos forzados. A quienes no podían trabajar, los ejecutaban.
Su experiencia en la enfermería del sitio; el infierno que vivió para conseguir alimento, permitiendo que ultrajaran su cuerpo; su resistencia ante la degradación más absoluta. Todo lo registró Olga Lengyel en este libro que conserva las cicatrices y las marcas del cautivo.
Tras la publicación de su testimonio, luego de haber sobrevivido a todo y cargar con las muertes de su esposo y sus hijos, Albert Einstein le dijo a Lengyel que sus palabras eran un verdadero servicio a la humanidad, “al permitir que hablen los que ya están silenciados y casi olvidados”.
Olga Legyel era rumana. Nació en 1908 y falleció en 2001, a los 93 años, luego de haberle hecho frente al horror más grande y tras sobrevivir a tres episodios distintos de cáncer. Fue una de las personas que participó en la rebelión que destruyó uno de los hornos crematorios de Auschwitz-Birkenau. Su testimonio, durante el juicio de Bergen-Belsen, contra el Dr. Joseph Mengele fue contundente.
Tras la guerra, emigró a Estados Unidos y, si bien era médica, se dedicó a escribir y a leer. Fundó una librería en el número 58 de la calle 79 oriente, en el centro de Manhattan, auspiciada por la Universidad del Estado de Nueva York: The Memorial Library.
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