La voluntad del molle, la recordada novela de Karina Pacheco, ha vuelto a las librerías, pero esta vez con un distintivo diferente: ganadora del Premio Nacional de Literatura 2022 (por El año del viento). El día en que el país reconocería la labor de la narradora cusqueña, fue el mismo en que la crisis política y social recrudecería con el golpe de Estado de Pedro Castillo. Desde entonces, el acontecer ha mantenido a la autora peruana en un constante estado reflexivo que hoy comparte con Infobae .
¿Qué ha escrito después de ese día?
Había estado trabajado en nuevos cuentos, pero desde el 7 de diciembre de 2022 me sentí un poco paralizada por el contexto. Como le está ocurriendo a muchos peruanos: me despierto preocupada preguntándome adónde vamos a llegar como país. Las fracturas de toda una vida parecen no solo quedarse como fracturas, sino parecen estar volviendo a quebrarse más hondamente.
¿Qué papel cumplen los escritores en ese proceso de sanación? ¿O cree que en el 2023 los escritores han perdido relevancia en esta tarea?
Depende de lo que uno escriba. Lo mío es lo social y político unido a historia familiares. Por el mismo tipo de temas que abordo y que investigo para mis novelas, tal vez me siento más interpelada a la hora de hacer preguntas o plantear reflexiones fuera de mi literatura.
¿Y qué se ha interpelado durante estos días?
En general, seguimos anclados en abismos, sin vernos, sin mirarnos. Estamos cayendo en un abismo del cual no sabemos cómo vamos a salir. Pero creo que, por lo menos, se podrían dar gestos desde la clase política que no se dan.
Precisamente La voluntad del molle, libro que ha reeditado Planeta, muestra esos quiebres y distancias no solo entre peruanos, sino entre integrantes de una misma familia.
Yo creo que uno de nuestros mayores dramas como país es la falta de mirarnos en el espejo. Nos falta reconocernos a un nivel íntimo y en nuestra diversidad completa. Hemos construido la autoestima nacional en símbolos muy superficiales como un ceviche, un pollo a la brasa, una foto de Machu Picchu. ¿Dónde está nuestra autoestima como país? Desde pequeños se nos enseña que creces en la medida que pisoteas a más gente.
¿Se ha sentido pisoteada?
Sí, alguna vez y lo veo todo el tiempo. La frase: “¿sabes tú quién soy yo?”, es como decir que estoy por encima de ti, que soy una ciudadana de primera y tú eres de tercera. En vez de construir un país entre todos, impongo mi fuerza porque yo tengo un derecho.
¿En el mundo editorial se ha sentido apartada?
Cuando empecé a publicar sí, por el centralismo tan fuerte. Hasta mi cuarta novela, que ganó el Premio Nacional de Literatura Federico Villareal (en 2010), tuve cero atención en medios. Lo que viene fuera de Lima se mira con recelo con el prejuicio de que quizás no tenga tanta calidad. Tuve pequeñas reseñas, buenas, pero pocas.
¿Sentía que habían leído con interés su obra o eran textos generales?
La primera y única reseña de La voluntad del molle en su primera edición en el 2006 salió un año después de haberse publicado el libro. Fue bastante elogiosa, pero nunca me he guiado por la publicidad que han recibido mis libros, si no no hubiese escrito tanto.
¿Qué ha tenido que pasar para que ahora sí estemos un poco más interesados en lo que escriben los narradores de otras regiones que no sean Lima?
Lima suele ser muy sorda a la producción, a los procesos sociales, políticos, a la propia historia de la región, lo cual lo estamos viendo. Lo mío, como autora, es una cosa pequeña frente a todo el drama de prejuicio histórico que hay frente a las realidades regionales. Estamos pensando y analizando el país desde un lugar que supone el 0.23% del territorio nacional.
¿Cree que todavía se encasilla a escritores no limeños en un cierto tipo de literatura?
Se cree que todo lo que escribes tiene que ver con el estereotipo. Hay autores muy buenos de la selva que están escribiendo diversos temas sobre narcotráfico, trata, temas urgentes, interesantísimos, que dan para gran exploración. En los Andes hay gente haciendo poesía erótica espléndida, bastante novela histórica, muy buena. Son escritores que se resisten a estar encasillados.
¿Por qué continuar en este intento de invitar al debate a través de la literatura en un país donde casi nadie lee?
Para mí la necesidad de expresarme a través de la literatura es fundamental. Hay cosas que con el lenguaje de la realidad, sea periodístico, incluso antropológico, no me llenan. Y la ficción, paradójicamente, me permite tejer un lenguaje con el cual desentrañar demonios. Si al otro lado de la cancha encuentras lectores, buenísimo. Si yo me hubiera guiado por las ventas de mis libros, hubiera tirado la toalla a la primera o a la segunda novela.