Hace diez años, Mariano Bergman tenía planeado empezar a escribir un libro sobre management. En ese momento era profesor en la Universidad Torcuato Di Tella, daba conferencias, había creado su propia consultora de coaching estratégico para altos ejecutivos, viajaba por Latinoamérica y también estaba dando sus primeros shows pagos de stand-up. Casado y con dos hijos, cobijaba el sueño de sumar una nena a la familia. Hiperactivo. El caudal de trabajo lo desbordó y el libro no avanzó.
Hace cuatro años, le diagnosticaron un tumor en el hemisferio derecho del cerebro. Lleva casi dos años haciendo quimioterapia. A su rutina de meditación, reflexología, lecturas, café con amigos y encuentros familiares, le agregó concretar aquel proyecto pendiente, pero en una nueva versión: escribir un libro sobre evolución y desarrollo personal, nutrido con los aprendizajes que en los últimos años lo pusieron a prueba.
Así surgió el primer libro de Bergman: Y por casa, ¿cómo andamos?, una caja de herramientas para vivir más conscientes y hacernos cargo de nuestra vida, publicado por la editorial Hojas del Sur. “Es un libro para quienes quieren ampliar su mirada y entender que cada acontecimiento que vivimos nos ayuda a estar mejor, independientemente de la edad y el momento de la vida que estemos transitando. Es un libro para todo público”, amplia el autor en diálogo con Infobae Leamos.
-Y por casa, ¿cómo andamos? suena coloquial y profundo a la vez…
-Así es. La casa somos nosotros, somos cada uno de nosotros y cuando uno se pregunta: “Y por casa ¿cómo andamos?, estamos preguntando cómo estamos, cómo nos sentimos, cómo nos vinculamos con los otros. La casa es el lugar donde uno vive, pero no es solamente la casa física sino también la casa interior, es decir, si somos capaces de vernos, de parar y pensar, de sentir, cómo nos vinculamos con los demás, con nuestros hijos, con nuestros padres, con nuestros amigos, con el entorno de trabajo. En definitiva, la pregunta que hago es: cómo te llevas con tu casa, cómo estás, la revisás, la ordenás, te fijás qué cosas se pueden modificar y mejorar.
-En un contexto con muchos ruidos, inmediatez, redes sociales, fake news y demás, advertís en tu libro que cuanto más hablamos menos escuchamos…
-Sí, somos conscientes de este mundo que genera mucho ruido en todas las dimensiones de nuestras vidas. El punto es qué hacemos con eso: tenemos una gran oportunidad y por eso en el libro planteo un capítulo entero sobre empatía, que se basa en escuchar más y hablar menos. Cuanto uno más escucha, más capacidad tiene para empatizar con otros. La empatía es una competencia clave para poder entender a otros y poder ayudarnos. No solamente es para resolver lo que les pasa a los otros, es escuchar lo que le sucede y, en ese caso, poder acompañar. Para eso la escucha es clave. Estoy convencido de que la escucha se desarrolla. Para escuchar hay que saber parar la pelota y ponerse en el lugar del otro.
-¿Por qué nos cuesta tanto escuchar al otro?
-Porque estamos muy metidos en lo que nos pasa a nosotros. No es fácil: el desafío es poder neutralizar nuestra palabra, hablar un poco menos y poder escuchar más. Es nuestra gran oportunidad.
-¿Será que la escucha insume mucho esfuerzo?
-Es más fácil hablar que escuchar e incluso pienso que hablar es gratis. Para escuchar hay que parar, dejar de hablar. Y además escuchar implica también empezar a conocer al otro, invertir tiempo en el otro y sacar tiempo de uno. El punto es dejar de pensar en lo que lo que yo quisiera decir y poner el foco en lo que le pasa al otro, lo que obviamente no resuelve los problemas del otro, pero la escucha ayuda a entender lo que al otro le pasa. Haber trabajado muchos años en coaching me enseñó a hacer silencio, pero lo cierto es que para mí siempre ha sido un esfuerzo. Me di cuenta que cuando escucho aprendo más y empatizo más; son dos cosas que van juntas, en simultáneo. Pero primero tengo que entender lo que me pasa a mí, porque si no entiendo lo que me pasa, difícilmente pueda escuchar.
-Hay una premisa fundamental en tu libro que es tomar conciencia, a la cual definís como el inicio del proceso de sanación. Suena fácil de decir, pero ¿cómo se aplica?
-Es fácil de decir y difícil de aplicar porque ser conscientes implica tiempo, implica mirar hacia adentro, implica mirar a los demás de otra manera. Para ser conscientes necesitamos tiempo, tiempo que le quitamos a otras cosas.
-Asusta un poco cuando decís que la gran mayoría de las personas viven en forma inconsciente… ¿Crees que es realmente así? ¿Por qué?
-Estoy convencido de que vivimos de manera inconsciente, al menos en la gran mayoría del tiempo. La vorágine del día a día nos va llevando por diferentes caminos y no reparamos en lo que nos pasa, por lo cual no aprendemos lo importante que es poder ser consciente cuando nos levantamos, nos lavamos los dientes, la salud de nuestros hijos, tener una buena conversación con alguien, tener conciencia de lo que hacemos, de respirar, de parar cinco minutos y observar por ejemplo un atardecer. Obviamente que asusta un poco porque, en definitiva, nos perdemos de lo increíble que es vivir el momento presente. La conciencia no es otra cosa que eso: vivir en el momento en el que estamos y ese es el gran desafío.
-¿Por qué?
-Asusta porque cuando uno se da cuenta ya está, ya pasaron muchas situaciones y son puertas que se van cerrando; cada minuto que pasa es un minuto que si no se aprovecha se pierde. Muchas veces siento que somos como zombis que vamos caminando por la vida sin darnos cuenta de lo importante que es reparar en pequeñas cosas que, en definitiva, son las cosas que nos llevan a la felicidad. La conciencia es un ejercicio de cada día, de cada minuto, de cada momento y tenemos que empezar a ejercitarla desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Sin dudas es algo que se aprende.
Pensadores y playlists
A lo largo de quince capítulos, Bergman habla de la necesidad de mirarse al espejo, de no claudicar, de desmitificar a la suerte, de salir del piloto automático, de gestionar la empatía y de estar atentos, pero no ansiosos, entre otros recursos “para ayudar a los otros y ayudarnos”.
Para eso propone distintos ejercicios: desde cerrar los ojos durante dos minutos y preguntarse cuántos pensamientos se cruzaron en ese tiempo hasta juegos que puso en práctica con sus alumnos para reflexionar, por ejemplo, sobre cómo somos: ¿actituders o victimers?
“El primer grupo son quienes tienen el joystick en la mano y saben moverlo, saben utilizarlo, son protagonistas de su vida, se hacen cargo; en el otro están los que no son responsables de su vida, es como si les hubiesen robado el joystick, entonces lo único que les queda es pensar que otros son responsables por las cosas que le pasan. Se victimizan, no se hacen cargo”, explica. Su cuenta en Instagram es @actituder.
Bergman también recurre a los aportes de destacados pensadores, entre otros, del psicólogo húngaro-estadounidense Mihaly Csikszentmihalyi –considerado uno de los padres de la psicología positiva–, del sociólogo y doctor en filosofía Rafael Echeverría, impulsor del coaching ontológico, y del psicólogo estadounidense Daniel Goleman, quien contribuyó a demostrar la importancia de las emociones en la toma de decisiones.
Y además ofrece una selección de inspiradoras letras de canciones de cantantes y compositores como Axel, Abel Pintos y Alejandro Lerner, entre otros, que generosamente brinda al final del libro en una playlist a la que se puede acceder escaneando un código QR.
-La felicidad es otro concepto que recorre tu libro de principio a fin, ¿cómo la definís?
-Por un lado, podría acudir a una fórmula que uso en el libro: la felicidad es la realidad menos las expectativas. Pero también podría decir que la felicidad son momentos. Estoy convencido de que la felicidad se busca y se puede encontrar. Me resulta más fácil pensar que hay momentos en los que uno se siente feliz por cosas que le pasan. Y ese tránsito es muy lindo y se disfruta, pero también hay que conjugarlo con otros momentos donde uno busca la felicidad, pero no la encuentra por circunstancias que transita. La felicidad es un espacio, un lugar al que uno quiere llegar, es un camino que se busca y se transita.
-También remarcás una frase motivadora: “El que no claudica, gana” ¿Es posible no claudicar? ¿Cómo? ¿Y para ganar qué?
-Es un concepto que se me ocurrió hace mucho tiempo cuando daba clases en la Universidad Di Tella y para mí tiene que ver con la perseverancia, con lograr aquello que creemos porque pienso que cuando uno claudica deja en juego la oportunidad de ganar. Para mí, ganar es poder lograr aquello que deseamos, ganar es ayudar al otro, ganar es darse cuenta, ganar es tener conciencia.
-Ante una realidad cada vez más compleja y adversa, vos decís que podemos cambiar nuestra realidad pero, más que difícil, muchas veces suena imposible… ¿Cuál es la punta del ovillo, como el dibujo que ilustra la tapa de tu libro, del que hay que tirar para poder salir de esa posición pesimista?
-Estoy convencido de que la gente puede cambiar, que nuestra realidad puede modificarse. Sin duda sabemos que hay variables que uno no puede controlar, variables de contextos que son ajenas a nosotros y en las que hay poco margen, pero hay muchas otras variables que dependen de nosotros. Empezaría pensando en los pensamientos que generan emociones que luego se convierten en acciones y eso es lo que permite que a veces podamos generar otras realidades. A mí me gusta la metáfora que cito en mi libro: entrar en nuestra isla de edición y poder cambiar aquellas partes de la película que no nos gustan, y cuando uno cambia eso, puede cambiar la realidad. Cambiar nuestra realidad nos enriquece, nos hace sentir mejor y, finalmente cuando uno cambia, también cambia su alrededor, cambia el mundo y se generan oportunidades.
“Y por casa, ¿cómo andamos?” (fragmento)
Ser atentos, no ansiosos
Solemos no ser conscientes de dónde ponemos nuestra atención, simplemente sucede. En su libro Focus, Daniel Goleman explica que la palabra atención viene del latín attendere, que significa “ir hacia”. Es decir que “la atención nos conecta en el mundo, delinea y define nuestra experiencia”.
Todos vivimos en medios desafiantes, colmados de tensiones, de competencia por el logro de los objetivos y las atracciones de la vida moderna. Encontrar un equilibrio en dónde ponemos nuestra atención puede ayudarnos a ser felices y productivos a la vez. Porque la idea de que donde ponemos la atención ponemos la energía también es válido para lo bueno de la vida, multiplicando así nuestro disfrute y felicidad.
En este sentido, hace poco leí el libro De mi ansiedad a tu felicidad. Está escrito por un rabino, Gabriel Benayon, y sostiene que las ideas que se forman en nuestra mente terminan representando nuestra realidad, porque vivimos en función de lo que pensamos y percibimos. Y no solo eso: a partir de esas percepciones también generamos emociones y sentimientos, y desde ese contexto y clima vemos el mundo y a otros. Tomamos por cierta esa lectura y estamos convencidos de que es la realidad, cuando en verdad es nuestro propio recorte. Pero en la medida en que podamos entender eso y ser conscientes, podemos comenzar el cambio. Porque todo arranca con una idea, que sumada a otras puede llevar a cambiar el mindset, la mentalidad que nos rige.
Esta es una premisa que vengo repitiendo a lo largo de este libro- Y siempre digo que parece algo simple de decir y difícil de aplicar. Pero la pata inicial es la conciencia. Y a partir de eso, empezar a probar otros enfoques y formas de ver las cosas. Porque solo sentándonos en nuevas sillas podemos pensar en ideas distintas que nos lleven a otros lugares. De hecho, te propongo hacerlo en tu propia casa y de forma literal.
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